viernes, 27 de mayo de 2011

Dos restaurantes

Imagina que estás de viaje con tu pareja, en una ciudad que visitas por primera vez, sin ninguna persona conocida a la que puedas pedir referencias. Habéis recorrido la ciudad, paseando por los lugares de visita obligada en un viaje turístico y después de un pequeño descanso en el hotel, pensáis rematar un día perfecto con una cena tranquila y así probar la gastronomía local. Preguntáis en recepción y, tras descartar quedaros a cenar en el restaurante del mismo hotel, os recomiendan que os dirijáis a una calle muy frecuentada donde se concentran algunos de los mejores establecimientos de la ciudad.

Al llegar allí os encontráis con dos restaurantes aparentemente idénticos: la decoración es muy similar, la carta es parecida, su tamaño, los precios de la carta, el número y apariencia de camareros y todas las características que observáis externamente son iguales. Sólo hay algo que os llama la atención y que los diferencia radicalmente: desde las ventanas veis que uno está lleno a rebosar de gente, con alguna persona esperando haciendo cola y el otro está vacío. ¿Cuál elegirías?

Restaurante lleno

Restaurante vacío

Cuando planteo este ejercicio en sesiones formativas, algunos participantes creen que encierra una trampa y, para resolverlo mejor, se paran a reflexionar sobre la respuesta, en lugar de contestar a la ligera lo primero que se les ocurre. Esta es una de las características más delicadas de la creatividad: las situaciones que nos encontramos en la vida ordinaria no vienen acompañadas con etiquetas de señalización que indiquen: problema o busque soluciones creativas. Normalmente decidimos mediante automatismos, basándonos en ideas preconcebidas o en algunos principios que hemos interiorizado y que suponemos que responden a nuestra experiencia anterior. En realidad, en muchas ocasiones, se formulan apoyándose en un conjunto de prejuicios sin demasiado fundamento. En cualquier caso, reflexionar antes de tomar una decisión parece un buen consejo.

Es evidente que personas distintas pueden valorar de forma diferente una misma situación, por lo que no existe una respuesta a este ejercicio que pueda considerarse como correcta o incorrecta. Al final, la valoración de cómo haya resultado el plan es personal y cada uno puede juzgar atendiendo a criterios diversos. Así que el ejercicio planteado no contiene, en principio, ninguna trampa.

Sin embargo, en este ejercicio concreto, la mayoría de la gente contesta de forma similar (incluso habiendo sometido la respuesta a un proceso de reflexión): afirman que elegirían el restaurante lleno. Su argumentación se basa en que si uno de los dos está lleno y el otro vacío, “por algo será”. Así en idioma coloquial se resume en el dicho “donde va la gente”. Dice una leyenda urbana que en la Unión Soviética, cuando alguien veía una cola, se ponía en ella porque seguro que ofrecían algo que podían necesitar.

Cuando se produce algún cambio novedoso (lanzamiento de un nuevo producto o servicio), esperamos a ver si se consolida y se convierte en aceptado por la mayoría: entonces nosotros lo aceptamos también. Seguro que todos recordamos experiencias similares en las que nos comportamos así.

Y nuestra experiencia nos dice que las cosas mejores suelen tener mayor aceptación.

¿Seguro? ¿Siempre lo más aceptado es lo mejor?

Seré una persona excéntrica, pero en una situación como la planteada, elegiría siempre el restaurante vacío (si mi pareja me lo permitiera, por descontado. Dado que la cena es una actividad social debo tener en cuenta la respuesta de mi acompañante). Pero si dependiera sólo de mí, seguro que cenamos en el restaurante vacío.

Recuerdo ocasiones en las que he cenado en un local de moda, con lista de espera, lleno de gente haciendo cola y me he preguntado: ¿por qué? No entendía los motivos de tanta aceptación: la comida no destacaba, los precios eran disparatados o la atención era deficiente (o todo se combinaba al tiempo). Y también recuerdo sitios en los que he estado que tenían una cocina exquisita, a precios razonables, con un servicio atento y eficiente y que, a pesar de todo, estaban semivacíos. Y no era capaz de entender por qué no estaba lleno a rebosar, por qué no gozaba de la aceptación mayoritaria.

Me ha pasado varias veces, no sólo en restaurantes, sino en otro tipo de situaciones. Seré extravagante, pero mi valoración no siempre coincide con la de la mayoría. He aprendido que no siempre debo fiarme de lo que sea más popular.

Este ejercicio sí tiene una “pequeña trampa”. No es difícil de ver, mucha gente la descubre y hace que más gente elija también el restaurante vacío. No es que todos seamos una pandilla de excéntricos. Algunos comprenden que lo verdaderamente importante en una cena íntima es precisamente la persona que nos acompaña y cenar en un restaurante repleto contrasta con el clima de intimidad que nos resulta propicio en una situación así. Nada de lo que sucede a nuestro alrededor ayudará a mejorar la valoración que ambos hagamos de nuestra cena; al contrario, es fácil que pueda contribuir a que se estropee.

En situaciones diferentes, que un local esté repleto aporta valor adicional a la experiencia.

3 comentarios:

  1. Ehhhh....ummmmmm......yas´ta
    ¿El que estaba lleno, lo estaba de camiones?
    En ese caso, es el que habría que elegir.
    Si asi fuera, además, los piropos a "tu pareja", serían por cortesía de la casa.

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  2. De acuerdo contigo. Al menos hay que dar una oportunidad a los que menos éxito tienen y valorar después. En carretera estoy también de acuerdo con la respuesta anterior, pues donde hay mucho camionero se come bien.

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  3. Vaya, gracias a Momentos he decubierto que había otra persona, anónima, a quien debía agradecer su comentario.

    Gracias, pues, a ambos.

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