1
— El libro
El autor, Yann Martel, nacido
en Salamanca, pero de nacionalidad
canadiense, se encontraba perdido en la escritura de una novela ambientada en Portugal. Para inspirarse (y trabajar
en ella) decidió viajar a India y
establecerse en Pondicherry, antigua
capital de la colonia francesa. Allí, viendo que el libro en el que estaba
trabajando no avanzaba, buscaba una historia que contar y se encontró a quien
afirmaba conocer a alguien que podría contarle una historia que le haría creer
en Dios. No, espera...
El
libro cuenta la historia de Piscine Molitor Patel, más conocido como Pi. Vive
en Pondicherry, con su familia. Su padre es el director del zoológico que se
encuentra en el jardín botánico de la ciudad. Pi crece en ese entorno, aprendiendo
de la convivencia con animales, cultivándose en la lectura y en la religión,
desarrollando su fe en el hinduismo, primero, el cristianismo, más tarde, y,
finalmente, iniciándose en el islamismo. Empezará también a estudiar la cábala
como parte de su formación... No, espera...
La
familia de Pi decide emigrar a Canadá.
La situación económica no es buena en la India (especialmente en Pondicherry),
por lo que deciden reiniciar su vida. Deben vender los animales del zoo (que
son propiedad de la familia) y resulta más conveniente que lo hagan en Canadá,
un país que ofrece multitud de posibilidades para iniciar una nueva vida. El
barco en el que viajan se ve atrapado en una tormenta, que provoca el
naufragio... No, espera...
El
libro es una fábula. Cuenta cómo un adolescente se enfrenta a las
circunstancias más complejas que se puedan imaginar. Sobrevive a un naufragio y
debe superar 227 días de desventuras en el mar, en un bote salvavidas, sin más
compañía que (todo el planeta sabe ya esto; no me consideraré un spoiler por contarlo) Richard Parker, un
tigre de Bengala.
2
— La película
Superproducción
encaminada a triunfar en la Navidad de 2012, se estrena la película, dirigida
por Ang Lee, reputado director,
nacido en Taiwán, pero criado y
formado en USA. Fue candidato al Oscar, en la categoría de Mejor película de habla no inglesa, en
1993 por “El banquete de boda” y en
1994 por “Comer, beber, amar”.
Obtendría el premio en esa categoría, en 2000 por “Tigre y dragón”, que también le serviría para ser nominado en la
categoría de Mejor director. Ese
premio lo lograría en 2005 por su trabajo en “Brokeback Mountain”. En su filmografía destacan también “Sense and sensibility” (1995), “La tormenta de hielo” (1997) o “Hulk” (2003).
Tiene
la difícil tarea de adaptar una conocida novela (premio Booker en 2002) que
puede considerarse un viaje interior: el que afronta su protagonista, Pi, en su
formación religiosa y en la odisea que debe afrontar tras el naufragio del
barco en el que viaja junto a su familia y los animales del zoo, en su traslado
a Canadá.
Es
respetuosa con los lectores del libro (resulta inevitable al ver una película
basada en el libro que uno ha leído, establecer comparaciones entre ambas: en
este caso el asunto se resuelve bien, apuntando temas que, lógicamente, en el
libro se tratan en mayor profundidad y detalle).
Visualmente
espectacular. No tanto por los efectos visuales, ni por el trabajo con los
animales (que también), como por una fotografía realmente notable. El director
de fotografía es Claudio Miranda,
nacido en Chile, pero nacionalizado
USA. Fue jefe de iluminación (gaffer)
en tres espléndidas películas dirigidas por David Fincher: “Seven”
(1995), “The game” (1997), “El club de la lucha” (1999). Y, antes
de este trabajo, fue director de fotografía, en otra película de Fincher, “El curioso caso de Benjamin Button”
(2008) o en “TRON: Legacy” (2010), de
Joseph Kosinski. Un trabajo cuidado,
transmitiendo la serenidad del mar (en calma chicha) y la violencia de un
temporal desatado. Un acierto pleno.
3
— Capitanes intrépidos
Será porque acabo de ver una reposición en TV de la película de 1937,
dirigida por Victor Fleming, (basada
en la novela de Rudyard Kipling,
escritor nacido en Bombay, India,
pero de nacionalidad británica), pero no dejo de encontrar conexiones entre La
vida de Pi y Capitanes intrépidos.
Rápidamente
resumo el argumento: Harvey (Freddie
Bartholomew) es un niño, mimado y consentido por un padre que, tras
enviudar, se centra en la dirección de su emporio empresarial y desatiende la
educación de su hijo que, asistiendo a colegios de postín, utiliza su
asignación económica para sobornar a compañeros y profesores. Tras conocer la
realidad, el padre pide (obliga) a Harvey que le acompañe en un viaje a Londres, pero sus ocupaciones vuelven a
distraerle. Tras competir con otros niños en la ingesta de batidos, Harvey se
marea y se cae del paquebote. Es rescatado por Manuel (Spencer Tracy), un pescador portugués, enrolado en la tripulación
de un pesquero de bacalao que debe adoptar a Harvey y ayudar a su
transformación en una persona responsable y trabajadora. El reencuentro con su
padre anticipa un hombre de provecho.
Las
conexiones vienen por el escenario en que se producen ambas historias: el mar y
un naufragio como causa externa del detonante de un cambio interior. Ambas
historias narran una historia de superación personal, al tener ambos
protagonistas (Pi y Harvey) que afrontar las difíciles circunstancias que les
salen al paso. El esfuerzo, el trabajo duro, la tenacidad como sostén de un
seguir adelante que, en ambos casos, se convierte en parte esencial de su
carácter.
4
— Plan familiar
Como
inicio de este puente de la Inmaculada, los cinco fuimos al cine. Recuerdo
cuando yo iba al cine de pequeño, o cuando veíamos juntos las películas en TV.
Y, es mi impresión personal, la familia que llora unida, permanece unida. No
hay nada más integrador que comprobar que tus hijos tienen una gran
sensibilidad, porque son capaces de emocionarse con una historia tan
estimulante.
Debemos
educar a nuestros hijos para que puedan enfrentarse a todo tipo de situaciones.
El aislamiento no es bueno. Ser capaz de afrontar las dificultades, les hará
crecer como personas. No es que yo pretenda que ningún hijo mío (ni nadie)
naufrague y sea el único superviviente; pero debo asumir que (me guste o no)
deberán afrontar la pérdida en su vida y, como se suele decir, “lo que no te mata, te hará más fuerte”.
Mi propósito, como padre, es que mis hijos sean más fuertes, que, de forma
autónoma, puedan resolver las situaciones que la vida les depare, por más
difíciles que les puedan resultar.
Y
compartir juntos las emociones que provoca presenciar las penurias (y cómo las
supera) un personaje de ficción, resulta sumamente motivador.
5
— Resumiendo. Conclusiones finales.
Valoración personal.
Ya
hemos llegado hasta aquí: he hablado de un libro, de la película basada en el
libro, de otra película que recordé porque abordaba un asunto similar (con
resultados parecidos) y he contado planes familiares, detallando objetivos en
la educación de mis hijos.
Iré
un poco más allá. Esto es un blog personal: muchos de los que llegan hasta aquí
sois amigos y haré algún apunte más íntimo, lo que me lleva a hacer una
anotación para evitar poner a alguien en una situación incómoda.
A partir
de aquí se revelarán detalles íntimos.
Los
recelosos de la intimidad ajena.
Los que
no quieran saber más.
A los
que les abruman las historias personales.
DEBEN DEJAR DE LEER AHORA
Cuando
era pequeño, mi padre (tratando de animarme en la lectura) se ocupó en
enseñarme liturgias que, con buen criterio, consideraba me ayudarían a adquirir
ese hábito. Me acompañaba a comprar libros, a ir a la biblioteca, me
recomendaba libros, me impedía que leyera otros para que (apoyado en la
psicología inversa) desarrollara estrategias para leerlos a escondidas, dejaba
libros sueltos (como pistas que yo debía seguir), comentábamos libros que
alguno había leído o que íbamos a leer.
Esas
cosas que algunos padres hacemos para animar a que nuestros hijos lean (en la
idea de que la lectura favorece una vida más plena, más satisfactoria y más
relevante).
También
me enseñó a firmar y fechar los libros que iba comprando (o me regalaban) y a
estampar un sello (que me regaló) para desarrollar un vínculo emocional con el
objeto. Intentaba que fuera formando mi propia biblioteca.
El
sello lo perdí pero, durante años, seguí firmando los libros que compraba (o me
regalaban). Pero abandoné esa costumbre. Demasiados libros y, en el fondo,
salvo la dedicatoria de un regalo, una información que no me serviría para nada
en el futuro. ¿Para qué quiero, hoy, saber cuando compré mi “Vida de Pi”?
Así
que, ya digo, dejé de firmar los libros al
adquirirlos, pero me acostumbré a firmarlos (y fecharlos) al terminarlos. (En ocasiones, hago
apuntes sobre las condiciones del momento en que concluí la lectura).
Por
eso, hoy sé que terminé de leer el libro el 15 de septiembre de 2010.
Poco
tiempo después, en octubre de ese año, con la lectura del libro fresca en mi
memoria, tuve que embarcarme, a la fuerza, en un dificilísimo viaje.
Mucha
gente estuvo a mi lado, apoyándome, rezando por mí. Lo agradecí entonces y no
lo olvidaré nunca.
Pero
sé también cuánto me ayudó Pi. Fue mi compañero de viaje. Fue mi Richard
Parker. El estímulo que hizo que, pasara lo que pasara, nunca me llegué a
encontrar sólo. El recuerdo de su aventura (y de cómo la superó) me sirvió de
aliento.
Por
eso me gustó tanto la película.