domingo, 28 de diciembre de 2014

Premios “Común Sin Sentido”


En una concesión al gusto por el despropósito que manifiesta el costumbrismo social, la Academia CSS (fundada y creada con objeto del presente acto) ha tenido a bien reunirse, en sesión única, para otorgar las tres distinciones a los personajes más destacados del año 2014, en tres categorías:


1 — Cultura


Como motor dinamizador de la actividad juvenil y, muy especialmente, como inevitable fondo sonoro de un verano machacón, la Academia CSS ha decidido reconocer los indudables méritos de una canción que invita al baile, o al suicidio, permitiendo la mezcla de edades en su completo rechazo o aprobación.

Enrique Iglesias (Preysler) ft. Gente D’ Zona & Descemer Bueno: Bailando.




2 — Relaciones sociales


Reconociendo su demostrada capacidad para convertirse en “el perejil de todas las salsas” y, admitiendo que la inmadurez es un estado transitorio que se cura con el tiempo, la Academia CSS concede el galardón —basado en la presencia (ubicua), la insolencia (sin recato) y la habilidad de provocar inevitables reacciones inmediatas, casi pavlovianas, en una audiencia que no puede mantenerse indiferente (salivando de gusto, o soltando viscerales espumarajos)—, al personaje que ha revolucionado las tertulias de todo un país sin necesidad de despeinarse. Es, en una imposible vuelta de tuerka, Pablo Iglesias (Turrión).

Un sujeto caracterizado por su ausencia de contenidos programáticos, así como por sus notorios conocimientos del funcionamiento del engranaje de la política.

La otra cara de Eduardo Inda.


3 — Espectáculos de variedades


Nadie tan inclasificable se ha hecho presente en la escena nacional, en mucho tiempo. Nada hace suponer que la inteligencia y la locura sean excluyentes, para lo cual este pipiolo es una demostración suficiente. Por ello, la Academia CSS aprecia su capacidad camaleónica, su mimetismo, su demostrada pericia como saltador de barreras y agradece una frescura que debería ser imitada por cualquier mozo en sus periplos nocturnos. Otrosí, en un gesto de osadía inédita del que quiere dejarse constancia, se concede a (Francisco) Nicolás Gómez (Iglesias) el trofeo a la ambición versátil.

Como mérito accesorio, se reconoce en el zagal su oportunismo para recuperar un personaje extraordinario de una serie de libros escritos por René Goscinny, ilustrados por Jean-Jacques Sempé, protagonizados por un chico travieso, de unos seis años, con una viva imaginación, conocido como “el pequeño Nicolás”.

La versión cinematográfica dirigida por Laurent Tirard en 2009 es una verdadera delicia. Además de reflejar muy bien el espíritu de la serie de libros, cuenta con una maestra muy especial, Sandrine Kiberlain, quien es capaz de explicar con sutileza las emociones del pequeño Nicolás español cuando, en la intimidad de su boudoir, es capaz de agasajarse como (cree que) se merece: M’envoyer des fleurs.



“He decidido hacerme bien
Tomar un buen baño
Colocar mis fotos delante de mí
Comentarlas de arriba abajo

Voy a mandarme flores
A hablarme nada más que de mí
Elogiarme en voz alta
Rosas para felicitarme
Por ser yo

He decidido mirarme
Desnudarme delante del espejo
Desvelar mis cualidades
Adorarme de principio a fin

He decidido desearme
Inventarme tentaciones
Doblegarme a mis emociones
Volverme mi obsesión”

Traducción de la letra: Generando lecturas

La adaptación española cuenta con una profesora hippie (no hipster); pregúntenle a Buenafuente.

Para cerrar el affaire y delimitar influencias, es posible que muchos hayan buscado una inspiración remota en el protagonista, Frank Abagnale jr., de la película basada en su vida, Catch me if you can, —dirigida por Steven Spielberg en 2002, con un Leonardo DiCaprio estelar—, olvidando que, más próximo en el tiempo (hace un par de años) y el espacio (Gijón), un precursor suyo, Pablo Álvarez Meana, dejó huella en la red.



*****

Nada ha cambiado.
Será cosa de la fecha.
Con la(s) iglesia(s) hemos topado.
Hasta tres veces.

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Vuelvo a ver el logo del premio y lo comprendo todo.


sábado, 27 de diciembre de 2014

Línea de flotación

Son tiempos convulsos.
La Navidad.
Las nuevas costumbres.
La crisis sistémica.

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Resulta complicado esquivar las explicaciones apocalípticas; es inevitable acudir a metáforas náuticas.

Algunos hitos (la aparición de Pablo Iglesias; la renuncia de Torres-Dulce; el comentario de un cuñado achispado en la cena de Nochebuena; la evolución de la situación procesal de Cristina; los regates de Messi; las revelaciones de Kiko Rivera; el ruido incesante y cansino de los grupos de guasap; el desenlace de GH; cualquier comentario de Pdro Snchz) parecen aparentar un profundo e inminente cambio.

Tan radical, que muchos se apuntan a emplear la combinación “torpedo” y “línea de flotación”.

(Es conveniente usar boyas como indicadores de posición)

No es sólo que para que el torpedo sea efectivo debe ir dirigido “por debajo” de la línea de flotación —y no “hacia” o “contra” ella—. Es que, la mayoría de las veces, resulta tan inocuo como jugar a las sillas musicales (y no quitar ninguna en cada nuevo turno).


Viñeta: El Roto

jueves, 25 de diciembre de 2014

Uve Palito, primera estación

Ayer fue el día que sirve para comprobar si estás preparado, o no.


Nochebuena. El día en que Uve Palito debutó en la alocución más importante de su agenda, programada, de actos públicos. Tras una vida preparándose, era la primera vez que se dirigía a todos los españoles.

El momento se había hecho esperar. Eran las nueve de la noche.

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El instante sirve también para establecer un límite familiar entre los que quieren oírlo y los que no. No es una cuestión que quede definida por la afinidad política; es, en todo caso, un asunto de edad.

Tu adscripción al mundo adulto comienza cuando, cedes a la presión de los viejos, para atender a lo que dice el monarca. Y, de repente, entre guasap y guasap, te descubres escuchando al Gran Jefe, asintiendo condescendiente, o negando de forma febril; mecido y amodorrado por el pase paralelo de Xavi, o levantando las manos al cielo, acompañadas de una mirada para confirmar la posición de la osa polar ante el enésimo fallo de Piqué.


Y, habiendo atendido, no queda otra que acordarse de Friedrich Hebbel, quien afirmaba que "el asunto es el problema; la forma, la solución".


Habrá que fijarse en la forma.



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Tres detalles me han atrapado, de un mensaje que se enlaza íntegro:

La foto de Letizia, apoyando su cabeza en el hombro de su esposo, soportando los rigores de volar en avión privado.

La (espléndida) alfombra.

Un cambio de plano, aprovechado para ponerse a sí mismo, y a su padre, como ejemplos. Una foto aparece en lugar privilegiado. Predecesor y heredero se atrapan por los codos. El inusual encuadre confiere especial protagonismo a un sofá; no puedo dejar de imaginar una aparición en la que JC I, como si fuera otro, le regala un épico ¡zas en toda la boca!

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Más allá de la forma, también se notan ausencias.

Ni una cita. Ni un pensador, literato, científico.
No hay nadie a quien haya concedido relevancia; la suficiente, al menos, para mostrarla de forma explícita, pese a que una parte del mensaje parecía inspirada por Paulo Coelho (“fracturas emocionales, desafectos o rechazos”).

Pero se cita a sí mismo, dos veces: en la ceremonia de entrega de los premios Príncipe y en su discurso de Proclamación.

Empieza pronto a caer en ese latiguillo, tan molesto como español, “como yo digo”, que me desquicia cada vez que hago una cola.

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Atender a la forma no implica desatender al fondo.

George Horace Lorimer avisaba a su hijo Pierrepont al respecto, en la decimotercera carta que le enviaba:

“Las apariencias engañan, lo sé, pero ya que es así, no tiene nada de malo procurar que engañen a favor y no en contra nuestra”.

“En este mundo no basta con que te vayan bien las cosas, también debe parecerlo, porque dos partes del éxito consisten en hacer que el resto de la gente crea que las cosas te van bien”.

“Uno no siempre puede hacer lo que le apetece, pues cuanto más alto asciende más se fijan en él los demás”.

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Yo, que quieren que les diga, me he fijado en Felipe. Y sigo sin saber cómo ha podido aguantar, en esa misma postura (contando repeticiones y tomas falsas), sin que se le haya cortado la circulación de la sangre en la pierna izquierda.

Realmente meritorio.

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Aun así, el fondo cobra importancia. Dos momentos marcan el tono de las aspiraciones del monarca (para él y para su pueblo).

(7:19) "...lo que hace de España una nación con una fuerza única, es la suma de nuestras diferencias, que debemos comprender y respetar y que siempre nos deben acercar y nunca distanciar. Porque todo lo que hemos alcanzado juntos nace de la fuerza de la unión. Y la fuerza de esa unidad es la que nos permitirá llegar más lejos y mejor en un mundo que no acepta ni la debilidad ni la división de las sociedades, y que camina hacia una mayor integración".

(10:27) "Somos, además, una nación respetada y apreciada en el mundo y con una profunda vocación universal, imprescindible para promover nuestra cultura y defender nuestros intereses en un mundo global. Hoy, más que nunca, somos parte fundamental de un proyecto europeo que nos hace más fuertes, más competitivos y más protagonistas de un futuro de integración".

Asunción de la injusticia de un mundo que no acepta a los débiles.
Promoción, frente a un intento de hacer que las cosas cambien.

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Es el final (y llegamos al principio). El vídeo se inicia con una entradilla en la que aparece la enseña nacional, ondeando al viento y un castillo. No son imágenes reales; es una infografía. Una mala infografía. Una pésima infografía. ¿Un diseño de Froilán, o un amiguito del pequeño Nicolás?

La mejor forma de prepararnos para el montaje.


lunes, 22 de diciembre de 2014

Joe Cocker - You Can Leave Your Hat On

Un recuerdo rápido a Joe Cocker (20/05/1944 - 22/12/2014).


Y a Adrian Lyne (dirigió en 1986 la película "9½ weeks").
Y a Mickey Rourke (comía palomitas).
Y a Kim Basinger (se dejaba el sombrero puesto).
Y a Randy Newman (compositor e intérprete original, en 1972, de la canción).
Y a Etta James (sin ser capaz de tenerse en pie, tumbaba a la audiencia).

Los años pasan.
Los excesos se pagan.
Nunca hubiera imaginado que, tras triunfar en Woodstock, Joe podía llegar a aguantar 45 años más.



Me acaban de decir que Joe Cocker "no more".

La imparcialidad


Borges cuenta en un libro extraordinario, y sumamente raro, que escribió su amigo Adolfo Bioy Casares, un episodio en la Universidad de Oxford que leí pensando en el proceso independentista catalán”.

Puede parecer una forma intrincada de escribir una frase. Pero tiene el valor del argumentum ad verecundiam, o recurso a la autoridad. Iniciar un escrito apelando a Borges es buscar un sólido sustento.

“En este diario también abundan las observaciones, casi siempre ácidas, sobre la forma de ser de los argentinos, de los españoles y del mundo hispano en general que él, que era un anglófilo declarado, veía lleno de carencias y defectos. Le parecía, por ejemplo, que los que hablamos en español somos, por motivos culturales que en el fondo son religiosos, mucho más parciales y arbitrarios que los ingleses que observan siempre, en todos los aspectos de la vida, una rigurosa imparcialidad, virtud a la que Borges se refería, con mucha coquetería, en inglés: ‘fair minded’”.

Una morcilla, matizando que los motivos culturales deban ser religiosos.

“A Borges le llama la atención que los nombres de los muertos ingleses están frente a los nombres de los alemanes, también alumnos de Oxford, que murieron en las filas del Ejército enemigo, peleando contra Inglaterra. Borges se pregunta si en los países hispanos seríamos capaces de reconocer, de esa manera tan generosa, a nuestros enemigos”.

No se cansa de hablar de Borges, al que cita hasta diez veces. Es, se me olvidaba mencionarlo, Jordi Soler, escritor que, en El País, con fecha 21 de diciembre, habla de la imparcialidad inglesa.

“Con ganas de hurgar en la naturaleza de este episodio inglés de conmovedora imparcialidad, llegaríamos a la ‘Glorious Revolution’, a la deposición del rey Jacobo y a la democracia parlamentaria que en 1689 produjo un documento donde se establecían los derechos y los deberes del ciudadano común, que entre otras cosas consiguió que los ingleses, desde finales del siglo XVII, tengan conciencia de sí mismos y, sobre todo, de los demás: del otro”.

Ésta sí que parece una característica nacional: aquello de glosar lo extranjero y señalar la podredumbre de lo patrio.

“Esta imparcialidad es el motor de la civilización inglesa y se manifiesta en todos los campos de la existencia, en el debate entre parlamentarios, pero también en las conversaciones privadas y en casi cualquier tipo de relación interpersonal. […] el episodio de Oxford nos invita a pensar sobre la forma de relacionarse con los demás, con el otro, que ha operado en España desde los tiempos del Lazarillo de Tormes; una forma que no consiste, como enseña la imparcialidad inglesa, en ponerse en los zapatos del otro, sino al contrario: en obligar al otro a ponerse nuestros zapatos”.

Ya. Los ingleses han sido siempre conocidos por ponerse en el lugar del otro. Un pueblo que, estando donde estén, consideran extranjeros a los demás, pues ellos siempre actúan como si estuvieran en su casa. Me molesta tener que apuntarlo pero, el único motivo para recordar a los caídos alemanes, es que se trataba de alumnos de Oxford y, por tanto, se les considera “asimilados”.

“Pongamos por caso el proceso independentista catalán, […] redondeado por la descalificación del otro, por el ninguneo y la ridiculización del que tiene ideas distintas […] que mantienen los dos extremos”.

He ahí el lugar al que había que llegar: el proceso catalán.

“Lo que hay frente al proceso independentista […] incapacidad para ponerse en el lugar del otro, es decir, ausencia absoluta de la ‘fair-mindedness’ inglesa”.

Naturalmente; deberíamos aprender de los ingleses y su capacidad para ponerse en el lugar del otro. Es lo que han hecho, durante siglos, en su forma de expandirse: buscar sustituir al otro, esclavizándolo o provocando su exterminio. Los españoles, por su carácter apasionado y carnal, éramos más de provocar el mestizaje.

“…esas escalofriantes fórmulas ibéricas: […] ‘no me va usted a decir a mí’, ‘que te lo digo yo’, ‘quién se cree usted para decirme aquello’”.

Ya no se trata de un asunto hispánico, se ha convertido en ibérico (sin que se sepa que han hecho los portugueses para ser incluidos en el lote). En todo caso, Soler se autoexculpa, dado su origen mexicano.

“…esa falta de respeto por el otro, ese ninguneo, esa incapacidad de ponerse en sus zapatos […] viene […] de que aquí esa reflexión colectiva […] que tuvieron los ingleses […] en el siglo XVII […] llegó con casi 300 años de retraso. Todo lo que hemos tenido durante esos 300 años, se me ocurre especular, es el dogma que imparte la Iglesia católica, el ‘porque te lo digo yo’ que dice el cura, reforzado por los 40 años de ‘no me va usted a decir a mí’ que consolidó el dictador”.

Acabáramos. En todos esos años no ha habido otra influencia en España, más allá de la clerical (como si los ingleses no hubieran tenido que atender al púlpito) o la dictada por el ferrolano. Toda una especulación, Jordi.

“Quien piensa que la independencia está al caer vive en la misma ficción que quien está buscando adónde irse el día que Cataluña se independice de España”.

No hay alternativas; léase y entiéndase que ambas significan lo mismo: Cataluña se independizará de España, “porque te lo digo yo”.

“Esto es lo que hay más allá de la creencia y lo que debería empezar a discutirse, con todos los elementos sobre la mesa, sin las prisas, ni las trampas, que imponen las agendas políticas, sin ese estruendo mediático que obnubila al ciudadano común y no lo deja pensar si de verdad quiere que Cataluña sea un país independiente”.

“No me va usted a decir a mí que no”. Pues, sí, Jordi, majo (pese a que pueda considerarme un ciudadano "común" y no un ser extraordinario, carácter que obtiene alguien por el mero hecho de ser articulista en un periódico global).

Y añado:

Ni los ingleses han considerado nunca al otro como igual (salvo que se tratara de otro inglés, y ni siquiera eso podría afirmarse con convencimiento), ni el uso de anglicismos debe convencernos de la necesidad de convertirnos en angófilos (por mucho que Borges lo fuera).

Y, muy especialmente, escribir un artículo basado en estereotipos, en el que los ingleses (todos los ingleses) son buenos, y los españoles (o hispanos o ibéricos, dependiendo del momento) son todos malos, demuestra una parcialidad arbitraria y chabacana.

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Si Blas de Lezo levantara la cabeza…

viernes, 19 de diciembre de 2014

Motivos personales

Somos meteóricos adaptando nuestro nivel de exigencias, siempre que lo que se esté valorando es el comportamiento ajeno; para lo propio, seguimos siendo comedidos.

Llevamos tanto tiempo reclamando que se asuma la responsabilidad (y entendemos con ello abandonar un puesto) que, cuando dimitir se ha convertido en un verbo de uso corriente, empezamos a plantear condiciones para aceptarla o cuestionar cómo se argumenta una renuncia.

Aceptamos que la singularidad de determinados próceres requiera una denominación específica (Benedicto XVI se retiró y asumió la condición de emérito; JC I abdicó para conservar vitaliciamente el tratamiento de Rey).

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Ayer, 18 de diciembre de 2014, la Fiscalía general del Estado, por mediación de su Gabinete de Prensa, emitió una escueta Nota de Prensa:

“El Fiscal General del Estado, Eduardo Torres-Dulce, ha presentado su renuncia al cargo por motivos personales. Ha comunicado su decisión al ministro de Justicia.

Torres-Dulce regresará a su plaza en la Fiscalía ante el Tribunal Constitucional”.


"Me voy. No pregunten más"

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Era fácil entrar a valorar los motivos que se encontraban detrás de esta decisión.
No es lo que yo voy a hacer: carezco de elementos de juicio para iniciar esa aventura.

Pero he leído (y escuchado) un montón de análisis sesudos, de un signo y del contrario, entrando al fondo del asunto y explicándolo con metáforas tan suculentas e imaginativas como la esgrimida por Manuel Jabois, en El Mundo:

“Debió de recordar que en el plato de huevos con bacon la gallina colabora, pero quien se implica es el cerdo”.

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Motivos personales, una forma de irse sin echar más leña al fuego.

Motivos personales, una decisión cauta, incomprensible en una escena pública caracterizada por el ruido, la descalificación y, muy notablemente, la celeridad para expresar juicios.

Motivos personales, inexplicables para los que reclaman que se vaya dando un portazo (y aireando trapos sucios) y a continuación quejarse de que, en los debates, los contertulios sean tan maleducados como para interrumpirse y gritarse.

Motivos personales, los que olvidan que la película (“No es nada personal, sólo negocios”) sintetizaba la novela de Mario Puzo y la cita, al acortarse, vio que su sentido se trastocaba ligeramente:

    Mira, Tom, no te equivoques. Todo es personal, incluso el más simple y menos importante de los negocios. En la vida de un hombre todo es personal. Hasta eso que llaman negocios es personal. ¿Sabes quién me enseñó eso? El Don. Mi padre. El Padrino. Si alguien perjudica a un amigo suyo, el Don lo toma como ofensa personal. Mi alistamiento en la Marina lo tomó como una cuestión personal. Es ahí donde reside su grandeza. El Gran Don. Para él todo es personal. Lo mismo que hace Dios. Sabe cuanto sucede, es dueño de las circunstancias. ¿No es así? ¿Y tú? ¿Sabes algo? A las personas que consideran los accidentes como insultos personales, no les ocurren accidentes. Me he dado cuenta tarde, pero al final lo he comprendido. Por eso, el puñetazo en la mandíbula es un asunto personal, tanto como los disparos que Sollozzo efectuó contra mi padre.

Motivos personales; quienes le alaban por su “autonomía e independencia de criterio”, le censuran por escudarse en ellos.

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Que Torres-Dulce haya visto la película, o que entienda las razones de Michael Corleone, no implica que se le deba hurtar la oportunidad para reservarse la posibilidad de tener que exponerlas.

Lo que viene a significar que, tras dejar un cargo, bien sea por voluntad propia (renunciando) o ajena (siendo destituido), se pueden optar por dos actitudes diferentes:

a — Tirar de la manta (como bravata, de boquilla, con ánimo pendenciero o suponiendo una amenaza soterrada; pueden darse juntas o por separado).

b — Mantener una actitud discreta, reservada, silenciosa. Una convicción de que, habiendo aguantado estando dentro, no compensa un desahogo lento.

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Yo, al margen de otras consideraciones, sé apreciar una postura elegante.

¿Ja QUÉ?

De joven, leía las tiras de Mafalda. Quino siempre mostraba situaciones con las que podía identificarme.

Recuerdo cómo, siendo niño, me retaba andando por la calle.

No pisar rayas.
Evitar las alcantarillas.
Hacer cuentas con las matrículas de los coches.

Y, muy a menudo, acelerar el paso para llegar a la esquina antes que el gordo.


"Miguelito gana al gordo" Tira: Quino

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Hoy, unos cuantos años después, el gordo soy yo.
Y también llevo sombrero.
Y sé que, aunque los jovencitos me adelanten, en trayectos largos les terminaré superando.
Soy capaz de mantener una constante velocidad de crucero.
Y no me detengo.
Repentinamente.


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Ahondando en mi comportamiento viejuno, sólo cruzo cuando el semáforo lo permite. No aprovecho para mirar mi dispositivo y enredarme en una consulta que siempre dura más de lo que preveía.

Me permite llegar antes.

¡Ja!

¿Ja QUÉ?


Jaque mate

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Gueropa es Aifilgú

Ahora resulta que el género se llama biopic.
Una película biográfica de toda la vida.
Puede que el protagonista sea un músico.
Quizá el género debería conocerse como biomusicalpic.
Demasiado complicado.

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¿Cómo afrontar la semblanza biográfica de un músico?

1.    Intentar dejar satisfechos a sus seguidores, introduciendo los elementos esenciales de su música (canciones o actuaciones emblemáticas).

2.    Buscar un público más amplio y alimentar la película con anécdotas pintorescas que resulten más atrayentes para una mayoría morbosa.

En realidad, ambos enfoques pueden ser contrarios.
Estar interesado en la obra de un artista no requiere saber de sus hitos personales, sus contradicciones o debilidades.
Querer escuchar cantar (y ver bailar) a un tipo, no significa que quieras conocer sus trapos sucios.
O puedes interesarte por sus vicios privados (y traerte al fresco sus virtudes públicas).

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Acabo de ver la película basada en la vida y obra de James Brown, el músico más influyente de la música popular. Un extraordinario talento, lleno de determinación y confianza en sí mismo, capaz de forjar, con tesón y esfuerzo, el edificio sonoro más sólido y duradero de la historia.


Para ser justo, la película recoge todas las canciones y los momentos que un fan de JB quería encontrar. Para el productor, Mick Jagger, todo ello no resultaba suficiente. Tuvo que encargarle al director, Tate Taylor, que deconstruyera su vida, atendiendo a los epítetos por los que fue conocido:

Mr. Please, Please, Please
Mr. Dynamite
The Hardest Working Man in Show Business
Soul Brother #1
Minister of New New Super Heavy Funk
The Godfather of Soul

Y alterar el orden para juntar algunos de sus peores momentos en un anticlímax situado en su detención en 1988, donde recuerda (trastornado por sus excesos) su dura infancia, su empeño, su ambición, su trabajo, la deserción de algunos de sus amigos, los fracasos con sus muchas mujeres. Donde, en una metáfora sonrojante, el JB que baja de la furgoneta es el niño al que su padre azotaba y su madre abandonó.

El colofón de la historia es su redención personal, consistente en recuperar la confianza en su amigo de siempre: Bobby Byrd.

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Son tantas las cosas que pasan, que se pierden detalles. Mirando en los créditos veo que aparecía Sam Cooke, sin que yo me percatara.

Conocía a todos los secundarios —Ben Bart, Syd Nathan, Maceo Parker, Ralph Bass, Little Richard, Yvonne Fair, Vicki Anderson, Pee Wee Ellis, Nafloyd Scott, Bobby Bennett, Lloyd Stallworth— pero todo se perfilaba de un modo tan impreciso que era incapaz de seguir la trama. Imagino lo que podría pasarle a algún novato en música negra.

Al no programarse las canciones en orden cronológico, pues la película avanza sin rumbo fijo, la evolución de su poderoso estilo no queda bien trazado, aunque se apuntan los pasos sucesivos (Gospel, Rhythm & Blues, Soul, Funk, Proto Hip-Hop) y se exponen las claves más relevantes, aunque puedan quedar escondidas (interpelaciones, reiteración de riffs, percusión rítmica, groove, funk como progresión, rutinas escénicas, pasos de baile, coreografías, etc.).

Se admite que tratar de explicar, lo que debe sentirse, resulta una imposibilidad manifiesta.

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Todo tiene arreglo: la música se puede rastrear mejor en los programas que, a modo de guía introductoria, le han dedicado dos maestros: Diego A. Manrique (El amplificador) y Luis Lapuente (Sonideros).

Y los conciertos notables (y sus cameos más célebres) se encuentran fácilmente en YouTube.

The TAMI show (1964)
Sky party (1965)
Paris (1967)
Boston Garden (1968)
Playboy after dark (1969)
The Mike Douglas show (1969)
Black Caesar (1973)
Zaire (1974)
Soul Brother Number 1 (1978)
The Blues Brothers (1980)
Doctor Detroit (1983)
Rocky IV (1985)
CNN interview (1988)
When we were kings(1996)
Blues Brothers 2000 (1998)
The house of blues (1999)
Soul survivor (2003)

O una recopilación de sus apariciones en el mítico programa Soul Train.

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En fin: una película que dejará indiferentes a sus admiradores (me incluyo), pero que no aportará ni un nuevo seguidor a su legión de ahijados.

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Un descubrimiento final: Una de las primeras vocalistas que acompañaron a JB, Yvonne Fair, está interpretada por la espectacular Tika Sumpter.

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PD — La película se titula “Get On Up”. Es la réplica que le da Byrd en una canción que supuso un nuevo avance en su trayectoria. Tras la marcha de la segunda formación de acompañamiento, JB incorpora al bajista Bootsy Collins y una nueva banda. En 1970 graban la que, para muchos, es la cima artística de JB: “Get Up (I Feel Like Being a) Sex Machine”. Es evidente lo que siente JB: es una máquina imparable. En el sexo, en los negocios, en su compromiso con la comunidad negra, en la interpretación de la música como un ritmo infernal, en el que aprovecha todas las influencias que ha ido absorbiendo. Una de las primeras, el diálogo típico del góspel que JB lleva a efecto con su MC, Byrd, es primitivo y tribal:

— JB: “Get Up” (Arriba: se entiende “gueropa”).
— Byrd: “Get On Up” (Levántate: “gerón ap”).
— JB: “Gueropa”.
— Byrd: “Gerón ap”.
— JB: “Gueropa”.
— Byrd: “Gerón ap”.
— JB: “Gueropa”.
— Byrd: “Gerón ap”.
— JB: “Gueropa”.
— Byrd: “Gerón ap”.

No hubo nadie en Roma, el 24 de abril de 1971, que no supiera de qué iba la cosa.

Metes a toda esa gente en una furgoneta, les das combustible suficiente y, mientras viajan a toda caña tocando música como posesos, pasan al lado de un pavo que está pasando la escoba en el local.

Gueropa.



En España, por mor de las traducciones, nos cambiaron el título para rebautizarla como “I Feel Good”. Hace referencia a “I Got You (I Feel Good)”, interpretada con Maceo Parker, Jimmy Nolen, St. Clair Pinckney o Bernard Odum en la formación.

La inspiración para que Robin Williams se pusiera a bailar en “Good morning Vietnam”.

Aifilgú.



Ya lo sé: este repaso duró mucho más que los 139 minutos programados en la película.
Pero seguro que has encontrado motivos para tu satisfacción  personal.


Esa incierta edad [el libro]

A veces tengo la sensación de que llevo toda la vida escribiendo este libro. Por fin está terminado. Edita Libros Indie . Con ilustracio...