lunes, 29 de junio de 2015

Más allá de la tele

Mi amigo José Oso me invitó a participar en su espacio de radio, Asturias X2, que se emite los fines de semana en la RPA.

La sección en la que voy a colaborar se ha titulado “Más allá de la tele” y, como si fuera Carol —la niña de la película “Poltergeist” (dirigida por Tobe Hooper y producida por Steven Spielberg) que interpretaba Heather O’Rourke—, me dejaré atrapar por las escenas que emita la TV; muy en concreto la publicidad, intentando rastrear las pistas que, a veces de forma imperceptible, deja en nosotros.

Escucharé el siempre inquietante: ya están aquí”.


La primera entrega (sábado 27 de junio de 2015), se ocupó de dos anuncios.
Tuvo una cara B, un spin-off (domingo 28 de junio de 2015).

Ambas se adjuntan, gracias a Fernando L-C, radiofonista genial y primo mío.





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La gaseosa siempre fue el complemento adecuado para una cerveza o un vino corriente.
Una entre muchas alcanzó singularidad gracias a un anuncio clásico, en el que se empleaba el slogan: “pídela en cualquier parte” y el recurso que adquirió un soniquete familiar: si no hay Casera, nos vamos.

Este verano, su propuesta pasa por familiarizarte con los Sandoval.
Quizá hayas pensado organizar un barullo con los tuyos.



El anuncio busca identificarse con el grueso de la población.
Lo más grueso, quizá.
La letra es pura poesía:

Hola buenas tardes, oeo, somos la familia Sandoval.
Hemos quedado por whatsapp para una comida familiar.
Ha venido hasta la abuela, en pareo, eo eo eo.
Y las mil nos van a dar…

La música es reconocible.
Una de las estrategias de los publicistas consiste en tomar un tema antiguo, traducirlo, aplicar un par de tópicos actuales y aprovechar el tirón de una buena melodía (y una patochada a modo de paso de baile).

Una canción con 30 años de antigüedad, incluida en el disco Different light, como otro éxito de la banda (Maniac monday).

El grupo femenino que lo interpretaba eran Bangles, liderado por Susanna Hoffs (una belleza con una manifiesta incapacidad para mirar de frente), que lo petarían en 1988 con una llama eterna, destinada a ser incluida en todos los recopilatorios de Kiss FM, Eternal flame.

La canción que formaba parte del anuncio de La Casera era la que invitaba a andar como un egipcio. El vídeo original presenta un montón de personas que se apuntaban a hacer el ridículo (incluyendo a iconos de la década, como Lady Di o Gadafi). Es Walk like an egyptian.



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En abril de 2014, un tipo, con pelo desaliñado y gafas oscuras, se para en el escaparate de una tienda de animales a leer el anuncio y, con aspecto de haber fumado, deja funcionar la asociación libre para sentirse inspirado.



Recogemos, cortamos el pelo, bañamos y devolvemos a su perro.
KNI 7727.
Cigarrillos y tabaco.
Se venden animales y pájaros a comisión.

Quiero un perro que recoja y limpie el baño…
me devuelva el cigarrillo…
dé tabaco a mis animales…
y dé comisión a mis pájaros…

Busco a alguien que venda mi perro…
Recoja mi corte de pelo…
Compre mi animal…
Y anime a mi pájaro…

Busco un sitio que recoja mi comisión…
Venda mi perro…
Queme mi pájaro…
Y me venda el cigarrillo…

Voy a pajarear mi compra…
Recoger mi voluntad…

Las imágenes eran conocidas. Estaban incluidas en el documental No direction home (Martin Scorsese, 2005). La secuencia completa se encuentra bajo el título Burn my bird (“Quema mi pájaro”).

No lo he dicho todavía, pero las notas de la canción más influyente del siglo XX (y versionada) no necesitan presentación.

Se trata de Bob Dylan.

Alguien que había aprovechado la tradición (folk) para, aprovechando su formato (guitarra acústica y armónica), realizar preguntas incómodas (Blowin’ in the wind) o avisar de la llegada de cambios (The times they are a-changin’).

Un artista al que se consideró la voz de una generación (algo que él siempre rechazó), que daba la sensación de que podía hacerlo todo solo (porque rechazaba actuar con acompañantes), al que no gustaba la publicidad (y rechazaba cualquier oferta para que sus canciones formaran parte de anuncios, ordenando retirar la publicidad presencial de los lugares en que actuaba), que adquirió con el tiempo prestigio y reconocimientos (como el Premio Príncipe de Asturias de las Artes de 2007, que rechazó venir a recoger, o el Nobel de Literatura al que se le considera candidato sempiterno y que nadie sabe si será capaz de rechazar).

Una piedra fundamental en la construcción de la cultura contemporánea; rodante y esquivo, dotado de una afianzada personalidad; no le atemorizaba provocar conflictos por sus cambios de criterio, como demostró en 1965, grabando Highway 61 revisited (la autopista que le llevó desde su hogar natal en Minnesota hasta New Orleans), enchufando su guitarra y empleando una banda de acompañamiento; entre los temas de aquel notable disco, su canción más memorable, Like a Rolling Stone, con el característico sonido del órgano de Al Kooper.



Tras haberse opuesto, de forma radical, a la publicidad, en 2004 da un giro radical. Decide que no hay nada malo en ser el punto (si la contra es Adriana Lima) y protagoniza un spot revolucionario, dejándose seducir por las tentaciones de Victoria’s secret, permitiendo que se le escuche (y se le vea) en Angels in Venice; se ha perfilado el bigote, pero sus intenciones distan de ser secretas: el tema empleado, Love sick (“Amor enfermo”) da idea de que Dylan anticipa la repercusión; quizá intuya que le vayan a calificar como “vendido” (resulta ingenuo dudar que el mensaje publicitado deba completarse con una venta).

El anuncio se emitió en abril de 2004, un par de meses después de la edición de la Super Bowl, del año en que es fácil acordarse del pecho fugaz de Janet Jackson, acompañada por un sorprendido Justin (Timberlake).

Visto que, vencida la primera tentación, resulta fácil dejarse llevar por la corriente, Dylan se convirtió diez años más tarde en el protagonista de la publicidad del evento deportivo más importante. En su momento, se hizo una crónica detallada.

Anunciar un banco, tras el despliegue previo de dos meses atrás, tuvo una repercusión restringida. Es la única explicación posible para que pasara desapercibida (para publicistas, anunciantes y clientes) la glosa de un bardo —crepuscular, pero siempre inspirado— en la que describe, con pleno acierto, los objetivos de una entidad bancaria:

Busco un sitio que recoja mi comisión…
Venda mi perro…
Queme mi pájaro…
Y me venda el cigarrillo…

Y eso que, a la vista del nivel de inglés patrio, los holandeses se tomaron la molestia de subtitular en español lo que Dylan decía en 1966, en UK, en Londres, en la gira de promoción de su recién publicado Blonde on blonde.

Ni así fuimos capaces de identificar su declaración de intenciones (comisión, vender, quemar, vender).

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Dylan representa una cara del sueño americano: un varón blanco, de familia acomodada, judío, residente en NY, dotado de talento.

En su canción evoca a una joven que ha pasado por su mejor momento y, a tenor de las vueltas que da la vida, se ha convertido en alguien sin rumbo, en un canto rodado.

Hubo una época en la que te vestías muy bien.
Arrojabas una moneda a los vagos, en tu plenitud.
¿No es verdad?
La gente te advertía: "Ten cuidado, muñeca, puedes caer".
Pensabas que bromeaban.
Solías reírte de los que andaban por ahí.
Ahora ya no hablas tan alto y no pareces tan orgullosa.
Tienes que mendigar tu siguiente comida.
¿Qué se siente?
Estar sin hogar, como una completa desconocida.
Como una piedra rodante.

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Como si fuera un disco de vinilo, darle la vuelta implica encontrar más material, el que conforma la segunda parte de la primera entrega (domingo 28 de junio de 2015).

Y, como en el vaticinio de la película: “ya están aquí”.

El lado tenebroso, oscuro, torturado y magnético que todos tenemos; aquél que configura las señas de identidad de los negros americanos y que alcanzó plena dimensión (y difusión) musical en los años ‘60s y ‘70s: el soul.

Si para un judío urbanita de familia acomodada los desvaríos de una pérdida de rumbo se manifiestan en la condición adquirida de una joven que, habiendo tenido una época de esplendor, sus perspectivas se oscurecen con los vaivenes de la fortuna, para un negro ser una persona sin rumbo es una cuestión de carácter.

El canto rodado que se deja llevar por la corriente se transforma en un trotamundos, una bala perdida; alguien capaz de sentir que el hogar es cualquier lugar donde se deje el sombrero.



Era el 3 de septiembre.
El día que siempre recordaré.
El día en que murió mi padre.

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1972 supuso el advenimiento de la segunda cima creativa del más fantástico conjunto vocal que haya dado el soul. En 1964 alcanzaron la primera de ellas, con la grabación de My girl. Por aquel entonces David Ruffin y Eddie Kendricks todavía formaban parte del quinteto. Las diferencias, marcadas por unos egos superlativos, no habían aparecido y Temptations se mantenía como un conjunto cohesionado. La dirección artística, en manos de su compositor y productor principal, William ‘Smokey’ Robinson, garantizaban la validez del apodo por el que serían conocidos siempre: los Emperadores del Soul.

El cambio de década —y de compositor— hizo avanzar al Imperio en nuevos estilos y territorios. Norman Whitfield y Barrett Strong les llevaron a la psicodelia, al desarrollo instrumental de unas entradas que adquirían el empaque de una obertura, mientras continuaban con su coreografía y su vestimenta se mostraba exagerada, acorde a una época proclive al exceso.

El inicio, con el inolvidable riff de bajo de James Jamerson (acompañado por el resto de Funk Brothers, el combo instrumental que aparece en la sombra de muchos de los éxitos de Motown, el guante blanco), continua con el trabajo sobre los platillos, los violines y la guitarra de Melvin ‘Wah Wah Watson’ Ragin.

La entrada da paso a las estrofas, cada una de las cuales cuenta con un liderazgo vocal distinto. Los Temps’ de 1972 (Dennis Edwards, Melvin Franklin, Richard Street, Damon Harris, Otis Williams) se alternan preguntando a su madre sobre las historias que han oído contar de su padre, fallecido el 3 de septiembre. Han escuchado que era malo, que no trabajó un día en toda su vida, que tenía tres hijos con otra mujer, que sermoneaba a la gente intentando salvar almas y vivir del cuento, que negociaba con deudas, que robaba en nombre del Señor, que jugaba a las cartas, que no pensaba mucho las cosas, que gastaba su tiempo persiguiendo mujeres y bebiendo. Un personaje singular, al que hubiera resultado entretenido conocer.

La respuesta de la madre era siempre repetitiva y lacónica:

"Hijo, papá era una bala perdida.
Donde tuviera su sombrero,
Ése era su hogar.
Cuando murió, lo único que nos dejó fue…

Solos"

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El 9 y 10 de junio de 1965 (van a cumplirse 50 años) Otis Redding se encierra a grabar su álbum Otis blue / Otis Redding sings soul en los estudios Stax (la pata negra), en Memphis, Tennessee. Le acompañan Steve Cropper, Donald Duck Dunn, Al Jackson jr, Isaac Hayes, David Porter, The Memphis Horns (Andrew Love, Floyd Newman, Wayne Jackson). Nunca un ingeniero, Tom Dowd, tuvo mejor material a su disposición.

The big O —un tipo al que se conocía así por su enorme talento, y por su envergadura— hace una reivindicación doméstica: tras pasarse la jornada fuera de casa, trabajando para llevar dinero, al llegar a su hogar reclama un poco de respeto. Esa idea (inconcebible hoy) de encontrar una cerveza fría, un aperitivo servido y el asiento preferido reservado para poder ver el partido que programe la TV.



Un mensaje (imposible de imaginar defendido en público en la actualidad), tuvo pronta respuesta.

La reina del soul, no podía ser otra, aprovechó su fichaje por Atlantic (de la mano de Jerry Wexler) para sumergirse y apropiarse de la canción (haciéndola propia y adaptándola a su estilo e intereses) en una fulgurante réplica.

Aretha Franklin nunca hizo las cosas a medias. Su disco de debut en el sello neoyorquino, I never loved a man the way I love you, incluía una extraordinaria y reivindicativa revisión de lo que significa el respeto.



Apoyándose en una de las claves del góspel (las ramas del soul, del que el blues es la raíz y el country el follaje), el estilo de voz solista y respuesta coral característico de los cánticos dominicales en las iglesias baptistas y metodistas, Aretha, con el contrapunto de sus hermanas Erma y Carolyn, deletrea las claves de su petición: R – E – S – P – E – C – T, mientras repiten sin descanso “sock it to me” (“dame el dinero, dame la pasta, dámelo, dámelo, dámelo”).

En la emisión en directo del programa, la brillante intervención de José “el DUE” nos recordó que parecía el estribillo de cualquier alocución de Montoro.

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A partir de ahora, tengo una cita en la radio (y una excusa para ver la TV).


lunes, 15 de junio de 2015

Planear

Nos gusta planear.
Dejarnos llevar por ideas que, sin saber cómo, surgen, nos mecen, nos arropan, nos envuelven, nos mueven y nos confortan.
Nos confortan, porque nos mueven.
Porque nuestros planes siempre implican movimiento.
Nos movemos buscando acción, tratando de alterar una rutina que se nos hace sofocante.

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Nos gusta planear.
Soñamos que cambiamos, que hacemos las cosas de otra forma.
Que escapamos de un destino uniforme y monótono.

"Existe una cierta uniformidad monótona en los destinos del hombre. Nuestras existencias se desarrollan según leyes antiguas e inmutables, atendiendo a una cadencia propia, uniforme y antigua. Los sueños no se hacen nunca realidad, y en cuanto los vemos rotos, comprendemos de repente que las mayores alegrías de nuestra vida están fuera de la realidad. En cuanto vemos rotos nuestros sueños, nos consume la nostalgia por el tiempo en que bullían dentro de nosotros. Nuestra suerte transcurre en ese alternarse de esperanzas y nostalgias".

Natalia Ginzburg 

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Nos gusta planear.
En ocasiones, con calma y determinación, realizamos un trazo preciso que fija nuestros sueños o ideas.
Más a menudo, improvisamos un fugaz bosquejo, sin demasiado orden y ningún concierto, que nos lleva errabundos.


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Nos gusta planear.
Dibujamos un nuevo plan que conforme nuestra nueva estrategia, recién descubierta.
O nos embarcamos en un ingenio que nos haga sobrevolar nuestro hastío y nos lleve, planeando, lejos de todos, lejos de todo, cerca de ti y de mí.

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Nos gusta planear.
Pero nos cuesta encontrar el momento para poner nuestros planes en marcha.
Quizá sólo haga falta, como Batman, coger la capa, vestirse con ella y ponerse a volar.

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“Nunca llegarás a un lugar en el que tú no estés. Sería un sinsentido”.

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Referencias:
El fragmento de Natalia Ginzburg se encuentra en el ensayo —‘Infierno en los Abruzos’
Abre el libro “Las pequeñas virtudes” (Acantilado, 2002)

Geat Cape. Wear Cape. Fly es el nombre de escena empleado por Sam Duckworth
“Find the time” fue su single de más éxito, extraído de su segundo trabajo, “Searching for the hows and whys”, 2007

sábado, 13 de junio de 2015

Un verano en Escocia

Un whisky puede ser de Escocia (y también de Malta).

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Gordie McLeod (Billy Connolly) está a punto de cumplir 75 años.
Vive en Escocia con su hijo mayor, Gavin (Ben Miller), casado con Margaret (Amelia Bullmore), padres de Kenneth (Lewis Davie).
Su primogénito decide organizar una fiesta para celebrar el acontecimiento, lo que obliga al hermano menor, Doug (David Tennant), a llegar a un apaño con su esposa, Abi (Rosamund Pike), para interrumpir su separación y viajar junto a sus tres hijos —Lottie (Emilia Jones), Mickey (Bobby Smalldridge) y Jess (Harriet Turnbull)— simulando que todo continúa en su matrimonio y en su vida como siempre.
Un sinsentido.

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El planteamiento describe la trama de “Nuestro último verano en Escocia” (“What we did on our holiday”).


Una divertida película.
Una reflexión sobre lo complicado de las relaciones familiares.
Un recuerdo acerca de la importancia del amor y la comprensión.


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El protagonismo recae en el paisaje escocés, apuntalado por la banda más consistente que haya salido de allí: The Waterboys.

Dos canciones tienen presencia; una de manera efímera, con el apunte de las épicas notas de Fisherman’s blues (que daba título a su disco de 1988) y otra, como cierre, sobre los títulos de crédito: You in the sky (incluida en “Book of lightning”, de 2007).





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Las notas musicales me recordaron a JJJ, mi amigo más acuático, con el que pasé un día inolvidable, recién llegado de Malta.


Esa incierta edad [el libro]

A veces tengo la sensación de que llevo toda la vida escribiendo este libro. Por fin está terminado. Edita Libros Indie . Con ilustracio...