Mi
amigo José Oso me invitó a
participar en su espacio de radio, Asturias
X2, que se emite los fines de semana en la RPA.
La
sección en la que voy a colaborar se ha titulado “Más allá de la tele” y, como si fuera Carol —la niña de la película “Poltergeist”
(dirigida por Tobe Hooper y
producida por Steven Spielberg) que
interpretaba Heather O’Rourke—, me
dejaré atrapar por las escenas que emita la TV; muy en concreto la publicidad,
intentando rastrear las pistas que, a veces de forma imperceptible, deja en
nosotros.
La
primera entrega (sábado 27 de junio de 2015), se ocupó de dos anuncios.
Tuvo
una cara B, un spin-off (domingo 28 de
junio de 2015).
Ambas
se adjuntan, gracias a Fernando L-C,
radiofonista genial y primo
mío.
*****
La
gaseosa siempre fue el complemento adecuado para una cerveza o un vino corriente.
Una
entre muchas alcanzó singularidad gracias a un anuncio clásico, en el que se
empleaba el slogan: “pídela en cualquier parte” y el recurso
que adquirió un soniquete familiar: “si no hay Casera, nos
vamos”.
Este
verano, su propuesta pasa por familiarizarte con los Sandoval.
El
anuncio busca identificarse con el grueso de la población.
Lo
más grueso, quizá.
La
letra es pura poesía:
Hola buenas tardes, oeo, somos la familia Sandoval.
Hemos quedado por whatsapp para una comida familiar.
Ha venido hasta la abuela, en pareo, eo eo eo.
Y las mil nos van a dar…
La
música es reconocible.
Una
de las estrategias de los publicistas consiste en tomar un tema antiguo,
traducirlo, aplicar un par de tópicos actuales y aprovechar el tirón de una
buena melodía (y una patochada a modo de paso de baile).
Una
canción con 30 años de antigüedad, incluida en el disco Different light, como otro éxito de la banda (“Maniac monday”).
El
grupo femenino que lo interpretaba eran Bangles,
liderado por Susanna Hoffs (una
belleza con una manifiesta incapacidad para mirar de frente), que lo petarían
en 1988 con una llama eterna, destinada a ser incluida en todos los
recopilatorios de Kiss FM, “Eternal flame”.
La
canción que formaba parte del anuncio de La
Casera era la que invitaba a andar como un egipcio. El vídeo original
presenta un montón de personas que se apuntaban a hacer el ridículo (incluyendo
a iconos de la década, como Lady Di
o Gadafi). Es “Walk like an egyptian”.
*****
En
abril de 2014, un tipo, con pelo desaliñado y gafas oscuras, se para en el
escaparate de una tienda de animales a leer el anuncio y, con aspecto de haber fumado,
deja funcionar la asociación libre para sentirse inspirado.
Recogemos, cortamos el pelo, bañamos y devolvemos a su perro.
KNI 7727.
Cigarrillos y tabaco.
Se venden animales y pájaros a comisión.
Quiero un perro que recoja y limpie el baño…
me devuelva el cigarrillo…
dé tabaco a mis animales…
y dé comisión a mis pájaros…
Busco a alguien que venda mi perro…
Recoja mi corte de pelo…
Compre mi animal…
Y anime a mi pájaro…
Busco un sitio que recoja mi comisión…
Venda mi perro…
Queme mi pájaro…
Y me venda el cigarrillo…
Voy a pajarear mi compra…
Recoger mi voluntad…
…
Las
imágenes eran conocidas. Estaban incluidas en el documental “No direction home” (Martin
Scorsese, 2005). La secuencia completa se encuentra bajo el título “Burn my bird” (“Quema mi pájaro”).
No
lo he dicho todavía, pero las notas de la canción más influyente del siglo XX (y versionada) no necesitan presentación.
Se
trata de Bob Dylan.
Alguien
que había aprovechado la tradición (folk)
para, aprovechando su formato (guitarra acústica y armónica), realizar
preguntas incómodas (“Blowin’ in the wind”)
o avisar de la llegada de cambios (“The
times they are a-changin’”).
Un artista al que se consideró la voz de una generación (algo que
él siempre rechazó), que daba la sensación de que podía hacerlo todo solo
(porque rechazaba actuar con acompañantes), al que no gustaba la publicidad (y
rechazaba cualquier oferta para que sus canciones formaran parte de anuncios,
ordenando retirar la publicidad presencial de los lugares en que actuaba), que
adquirió con el tiempo prestigio y reconocimientos (como el Premio Príncipe de
Asturias de las Artes de 2007, que rechazó venir a recoger, o el Nobel de
Literatura al que se le considera candidato sempiterno y que nadie sabe si será
capaz de rechazar).
Una piedra fundamental en la construcción de la cultura contemporánea;
rodante y esquivo, dotado de una afianzada personalidad; no le atemorizaba
provocar conflictos por sus cambios de criterio, como demostró en 1965,
grabando Highway 61 revisited (la
autopista que le llevó desde su hogar natal en Minnesota hasta New Orleans),
enchufando su guitarra y empleando una banda de acompañamiento; entre los temas
de aquel notable disco, su canción más memorable, “Like a Rolling
Stone”, con el característico sonido del órgano de Al Kooper.
Tras haberse opuesto, de forma radical, a la publicidad, en 2004
da un giro radical. Decide que no hay nada malo en ser el punto (si la contra
es Adriana Lima) y protagoniza un spot revolucionario, dejándose seducir
por las tentaciones de Victoria’s secret, permitiendo que se le escuche (y se le vea) en “Angels in Venice”;
se ha perfilado el bigote, pero sus intenciones distan de ser secretas: el tema
empleado, “Love sick” (“Amor enfermo”) da idea de que Dylan
anticipa la repercusión; quizá intuya que le vayan a calificar como “vendido” (resulta ingenuo dudar que el mensaje
publicitado deba completarse con una venta).
El anuncio se emitió en abril de 2004, un par de meses después de
la edición de la Super Bowl, del año
en que es fácil acordarse del pecho fugaz de Janet Jackson,
acompañada por un sorprendido Justin
(Timberlake).
Visto que, vencida la primera tentación, resulta fácil dejarse
llevar por la corriente, Dylan se convirtió diez años más tarde en el
protagonista de la publicidad del evento deportivo más importante. En su
momento, se hizo una crónica detallada.
Anunciar un banco, tras el despliegue previo de dos meses atrás, tuvo una
repercusión restringida. Es la única explicación posible para que pasara desapercibida
(para publicistas, anunciantes y clientes) la glosa de un bardo —crepuscular,
pero siempre inspirado— en la que describe, con pleno acierto, los objetivos de
una entidad bancaria:
Busco un
sitio que recoja mi comisión…
Venda mi
perro…
Queme mi
pájaro…
Y me venda
el cigarrillo…
Y eso que, a la vista del nivel de inglés patrio, los holandeses
se tomaron la molestia de subtitular en español lo que Dylan decía en 1966, en
UK, en Londres, en la gira de promoción de su recién publicado Blonde on blonde.
Ni así fuimos capaces de identificar su declaración de intenciones
(comisión, vender, quemar, vender).
*****
Dylan representa una cara del sueño americano: un varón blanco, de
familia acomodada, judío, residente en NY, dotado de talento.
En su canción evoca a una joven que ha pasado por su mejor momento
y, a tenor de las vueltas que da la vida, se ha convertido en alguien sin
rumbo, en un canto rodado.
Hubo una época en la que te
vestías muy bien.
Arrojabas una moneda a los
vagos, en tu plenitud.
¿No es verdad?
La gente te advertía: "Ten
cuidado, muñeca, puedes caer".
Pensabas que bromeaban.
Solías reírte de los que
andaban por ahí.
Ahora ya no hablas tan alto y no
pareces tan orgullosa.
Tienes que mendigar tu
siguiente comida.
¿Qué se siente?
Estar sin hogar, como una
completa desconocida.
Como una piedra rodante.
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Como si fuera un disco de vinilo, darle la vuelta implica
encontrar más material, el que conforma la segunda parte de la primera entrega (domingo 28 de junio de 2015).
Y,
como en el vaticinio de la película: “ya
están aquí”.
El
lado tenebroso, oscuro, torturado y magnético que todos tenemos; aquél que
configura las señas de identidad de los negros americanos y que alcanzó plena
dimensión (y difusión) musical en los años ‘60s y ‘70s: el soul.
Si
para un judío urbanita de familia acomodada los desvaríos de una pérdida de
rumbo se manifiestan en la condición adquirida de una joven que, habiendo
tenido una época de esplendor, sus perspectivas se oscurecen con los vaivenes
de la fortuna, para un negro ser una persona sin rumbo es una cuestión de
carácter.
El
canto rodado que se deja llevar por la corriente se transforma en un
trotamundos, una bala perdida; alguien capaz de sentir que el hogar es cualquier lugar donde se deje el sombrero.
Era el 3 de septiembre.
El día que siempre
recordaré.
El día en que murió mi
padre.
*****
1972
supuso el advenimiento de la segunda cima creativa del más fantástico conjunto
vocal que haya dado el soul. En 1964
alcanzaron la primera de ellas, con la grabación de “My girl”.
Por aquel entonces David Ruffin y Eddie Kendricks todavía formaban parte
del quinteto. Las diferencias, marcadas por unos egos superlativos, no habían aparecido y Temptations se mantenía como un conjunto cohesionado. La dirección
artística, en manos de su compositor y productor principal, William ‘Smokey’
Robinson, garantizaban la validez del apodo por el que serían conocidos
siempre: los Emperadores del Soul.
El
cambio de década —y de compositor— hizo avanzar al Imperio en nuevos estilos y territorios.
Norman Whitfield y Barrett Strong les llevaron a la
psicodelia, al desarrollo instrumental de unas entradas que adquirían el
empaque de una obertura, mientras continuaban con su coreografía y su
vestimenta se mostraba exagerada, acorde a una época proclive
al exceso.
El
inicio, con el inolvidable riff de
bajo de James Jamerson (acompañado
por el resto de Funk Brothers, el combo instrumental que aparece en la
sombra de muchos de los éxitos de Motown,
el guante blanco), continua con el
trabajo sobre los platillos, los violines y la guitarra de Melvin ‘Wah Wah Watson’ Ragin.
La
entrada da paso a las estrofas, cada una de las cuales cuenta con un liderazgo
vocal distinto. Los Temps’ de 1972 (Dennis Edwards, Melvin Franklin, Richard
Street, Damon Harris, Otis Williams) se alternan preguntando
a su madre sobre las historias que han oído contar de su padre, fallecido el 3
de septiembre. Han escuchado que era malo, que no trabajó un día en toda su
vida, que tenía tres hijos con otra mujer, que sermoneaba a la gente intentando
salvar almas y vivir del cuento, que negociaba con deudas, que robaba en nombre
del Señor, que jugaba a las cartas, que no pensaba mucho las cosas, que gastaba
su tiempo persiguiendo mujeres y bebiendo. Un personaje singular, al que hubiera
resultado entretenido conocer.
La
respuesta de la madre era siempre repetitiva y lacónica:
"Hijo, papá era
una bala perdida.
Donde tuviera su
sombrero,
Ése era su hogar.
Cuando murió, lo único
que nos dejó fue…
Solos"
*****
El
9 y 10 de junio de 1965 (van a cumplirse 50 años) Otis Redding se encierra a grabar su álbum Otis blue / Otis Redding sings soul en los estudios Stax (la pata negra), en Memphis, Tennessee. Le acompañan Steve Cropper, Donald
Duck Dunn, Al Jackson jr, Isaac Hayes, David Porter,
The Memphis Horns (Andrew Love, Floyd Newman, Wayne Jackson).
Nunca un ingeniero, Tom Dowd, tuvo mejor material a su
disposición.
The big O —un tipo al que se conocía así por su
enorme talento, y por su envergadura— hace una reivindicación doméstica: tras
pasarse la jornada fuera de casa, trabajando para llevar dinero, al llegar a su
hogar reclama un poco de respeto.
Esa idea (inconcebible hoy) de encontrar una cerveza fría, un aperitivo servido
y el asiento preferido reservado para poder ver el partido que programe la TV.
Un
mensaje (imposible de imaginar defendido en público en la actualidad), tuvo
pronta respuesta.
La
reina del soul, no podía ser otra, aprovechó su fichaje por Atlantic (de la mano de Jerry Wexler) para sumergirse y
apropiarse de la canción (haciéndola propia y adaptándola a su estilo e intereses) en una fulgurante réplica.
Aretha Franklin nunca hizo las cosas a medias. Su disco
de debut en el sello neoyorquino, I never
loved a man the way I love you, incluía una extraordinaria y reivindicativa
revisión de lo que significa el respeto.
Apoyándose
en una de las claves del góspel (las
ramas del soul, del que el blues es la raíz y el country el follaje), el estilo de voz solista y respuesta coral característico de los cánticos dominicales en las iglesias
baptistas y metodistas, Aretha, con el contrapunto de sus hermanas Erma y Carolyn, deletrea las claves de su petición: R – E – S – P – E – C –
T, mientras repiten sin descanso “sock it
to me” (“dame el dinero, dame la
pasta, dámelo, dámelo, dámelo”).
En
la emisión en directo del programa, la brillante intervención de José “el DUE” nos recordó que parecía el estribillo de cualquier alocución
de Montoro.
*****
A
partir de ahora, tengo una cita en la radio (y una excusa para ver la TV).