Lo peor que te podía llegar a pasar ¡Tener que esperar! ¡Tú, que no das abasto para resolver todas las cosas que tienes encima! ¿Pero cómo se atreven a decirte que tienes que esperar?
Foto: Victor Bezrukov |
A nadie le gusta tener que esperar. Dicho de otro modo: nadie espera por gusto. Piénsalo la próxima vez que estés en una cola y veas a alguien que NO se impacienta. Esa persona, —que aparenta calma, tranquilidad, que está ocupada en ese preciso momento escribiendo, reflexionando sobre algún tema que le preocupa o le resulta de importancia, que está leyendo un libro o una revista que previsoramente había traído para este momento—, esa persona no está esperando por voluntad propia. Tampoco es una persona sin actividad ninguna, que puede permitirse el lujo de perder el tiempo, con la cantidad de cosas que todos tenemos que hacer.
No me pararé ahora a distinguir entre cosas urgentes e importantes —será motivo de algún otro artículo venidero—; tengo cosas más importantes que hacer. Pero sí aprovecho para apuntar conceptos clave que normalmente somos incapaces de sobrellevar adecuadamente: Lista de espera / Ceder el paso / Dispensador de turnos / Semáforos / Hacer cola / Atascos / Vuelva usted mañana.
La sensación que transmite la gente calmada a los impacientes es bastante notoria. Sé que hay veces en que la gente me mira pensando que me falta sangre —uno también sabe provocar—. Los impacientes son tan previsibles en sus reacciones, como conseguir que respondan. Se les ve en seguida —y todos sabemos lo que están pensando—. Su explosión, aunque sea interior, se deja fácilmente notar para ojos observadores.
Pero no todos los impacientes saben lo que piensa quien asume la necesidad de esperar. Cuando alguien tiene que hacerlo, lo mejor es tomarlo con calma. Y prepararse para la espera —si ello es posible—. Hay veces que las situaciones se presentan de forma imprevisible. Pero, en otras ocasiones, podemos anticipar que nos va a tocar —nos lo podemos esperar—.
Foto: Marc oh! |
¿Qué hace la gente cuando tiene que esperar?
ü Música: La generación actual de jóvenes, y no tanto, no soporta estar en silencio (acostumbrados a llevar los auriculares de forma permanente, no saben estar sin ruido de fondo).
ü Maquinitas (elija según franja de edad o preferencias): Juegos, móviles, portátil. Ocupar el tiempo de espera con actividades inútiles, improductivas.
ü Hojear revistas o periódicos cogidos al paso.
ü Charla intrascendente.
Propuestas:
ü Material propio de lectura.
ü Reflexionar.
ü Observar (no me refiero a ver o mirar; resulta más bien indiscreto): Reconozco que soy psicólogo, ese tipo de gente extraña que se divierte donde otros se aburren. Los aeropuertos son como parques de atracciones temáticos. Un viaje en autobús es divertidísimo. Las salas de espera de los médicos —sobre todo de los dentistas— suponen un entretenimiento garantizado. Añoro vivir en una ciudad con metro.
¿Por qué no aprovechar esos momentos de espera forzada para realizar actividades importantes y que siempre posponemos porque nunca tenemos tiempo para realizarlas? Me refiero a cosas como organizar, planificar, establecer objetivos, priorizar, etc.
Haciéndolo conseguiremos un doble efecto:
- Me centro en lo importante. No desatiendo lo que realmente me ayudará a dirigir mejor mis asuntos.
- Como las tareas importantes necesitan un ritmo pausado, realizarlas me ayudará a asumir de forma más paciente la espera que estoy obligado a sufrir.
Finalmente: en la espera debería estar la esperanza, lo último que debería perder.