The Yes Men son dos activistas (Andy Bichlbaum y Mike Bonanno) que emplean el humor como modo de denuncia de situaciones injustas.
Algunos critican su metodología, por considerar que incluye la farsa o la sátira entre sus modos de actuación, pero nadie se ha tomado demasiado en serio el esfuerzo de presentar argumentos que rebatan sus denuncias.
El documental "The Yes Men Fix the World" (2009) presenta cuatro proyectos y sus desarrollos:
Dow Chemical y la tragedia de Bhopal
ExxonMobil y la energía Vivoleum
Halliburton y la estrategia de supervivencia Survivaball
Departamento de Vivienda en las acciones posteriores al Katrina
New York Times, edición especial para un futuro lleno de esperanza
Hice
una lista de “pros” y “contras” de ambas opciones.
Pero
sigo sin tener ni idea de qué debo hacer.
*****
He
pensado: ¿qué tal si lo decido lanzando una moneda al aire?
A
cara o cruz.
Va. Venga.
"Espero no perder la moneda"
Cuando
se trata de una decisión de índole personal, emplear una moneda implica adoptar
una doble dosis de humildad. La primera, procede del gesto anticipatorio de aceptación del
resultado, sea el que sea, provocado por el pulgar que queda extendido. La
segunda, a la obligación de agacharse a recoger la moneda, en un mudo
humillado.
Se
desconoce la fiabilidad del procedimiento —que se intuye nula, por su talante
azaroso—, pero se reconoce la eficacia de la acción combinada de aceptación y
humillación.
*****
El
método “cara o cruz” también se emplea para dirimir diferencias: quién saca y
quién elige campo en una contienda deportiva; la asignación de turnos en el uso
de un objeto compartido entre hermanos; la elección de la lista de reproducción
que sonará en el coche —programada en orden aleatorio, en todo caso—.
En
estas ocasiones, el azar es un buen predictor y libera al árbitro, padre o
chófer de tener que entregar todo su crédito (la auctoritas romana) en procedimientos rutinarios; permite reservarlo
para asuntos de enjundia.
*****
— Me toca a mí montar primero en la
bici.
— No. Me toca a mí.
— A mí.
— Que no. Me toca a mí.
(((Cualquier padre asume que este
soniquete se prolongará hasta la próxima glaciación)))
— Me toca a mí.
— No. Tú fuiste primero la última vez.
— Que no. Me acuerdo perfectamente.
— Yo sí que me acuerdo perfectamente.
— Me toca a mí.
— A mí.
— A mí.
(((Los casquetes polares empiezan a
notar los efectos del deshielo)))
— ¿Qué tal si lo echáis a suertes?
— Jo. Yo siempre pierdo.
— Vale. Lo echamos a cara o cruz.
— Pido cara.
— No vale. La última vez pediste cara.
— Sí. Y perdí.
— Pues no pidas cara.
— Me da suerte.
— La última vez, no. Perdiste.
— ¿Ves cómo la última vez montaste tú
primero?
(((Un amigo holandés me llama para avisarme
que en Grecia están con el agua al cuello)))
*****
Tras
este interludio, no necesariamente breve, decidimos usar una moneda.
Que, no es necesario explicarlo, debo aportar yo (y que, el que pierda, pretenderá quedársela, a modo de compensación).
*****
Busco
en el bolsillo y encuentro una moneda de 1 €.
Los
europeos son unos tipos precavidos. Asumiendo la posible inconveniencia de que
las monedas de todo el continente incluyeran un símbolo religioso —pero
incapaces de predecir el alcance del cambio en los límites del territorio
interior— decidieron sustituir la tradicional cruz por un mapa, que colocaron
en el lado al que llamaron reverso. Determinaron que esa imagen fuera común
para todo el sistema monetario, permitiendo que en el otro lado, el anverso,
cada Estado eligiera la imagen que considerara más representativa.
En
España se optó por la efigie de un rejuvenecido JC.
*****
Las
alternativas por las que debemos optar, a la hora de realizar un sorteo, se han
transformado.
Ya
no se debe elegir a “cara o cruz”;
ahora se trata de “cara o mapa”.
El
cambio ha sido cosmético: no es que permitan decidir a quién poner en su lugar
(o la necesidad de sustituir el sistema político, o económico, por uno nuevo);
ni siquiera se considera un acto verdaderamente subversivo nombrar al titular
como “cara”.
La
consecuencia más relevante es que, recurriendo al azar, se invoca de forma
diferente.
*****
Nuestros
vecinos del norte, acostumbrados a las Revoluciones, huyen de la imagen de una
cabeza que les recuerda al cesto que ponían a los pies de la guillotina.
Su sangrienta historia, que ensalzan cuando la rememoran, les ha hecho cautos,
cuando menos. En su lado, en el anverso del que eligen motivo propio, han
colocado un árbol y el lema que les hace ponerse firmes.
"Literal: Liberté, Egalité, Fraternité. Árbol hexagonal. RF" "Interpretación canónica: Lema nacional. Forma del territorio (continental). República Francesa" "Interpretación icónica: Rousseau, Montesquieu, Voltaire. El árbol del ahorcado guillotinado"
Tras
la Revolución Francesa y el derrocamiento de Luis XVI en 1789, el terreno quedó
abonado para la llegada de un iluminado corso, con nombre de cognac. Empleó como estrategia de reparto la
auspiciada por su apellido.
*****
Los
franceses no aprendieron la lección. Casi 200 años después alentaron una nueva
revolución, alimentada con ideales de cambio en un mes de mayo del año 1968
que, si se hace caso de las batallitas narradas por españoles, extraña que no
se popularizara el flamenco en las calles de París. Todo el que se opusiera al
régimen que imperaba aquí, debía acudir a la ciudad de la luz para pedir, comme il faut, que pararán el mundo para
poder apearse.
*****
Me
he ido.
Lo
sé.
En
2015, año de cambios (todos lo son), debo decidir algo importante. Emplearé mi
moneda francesa de 1 € y elegiré entre mapa y árbol. Si lo hiciera optando
entre anverso y reverso nunca sabría cuál es cuál.
*****
Aquí,
en España, en 1987, Radio Futura describió
la necesidad de buscar alguna luz.
Pongamos
la cosa clara
Busquemos
alguna luz
Lo
echamos a cara o cruz
O lo
hacemos por la cara
Creo
que en los pasillos del Congreso han escuchado una copia pirata de “La canción de Juan Perro”.
Supongo que quizá no sea necesario precisar que el descenso fue cómo para mí (como pasivo espectador); no para Candide Thovex (su intrépido protagonista).
También es cierto que él lo disfrutó infinitamente más que yo.
Tim Minchin es un artista, nacido en Northamptom,
Inglaterra.
Nacionalizado
australiano.
En
sus actuaciones mezcla música y humor de una forma muy particular.
Un
favorito personal desde que tuve ocasión de descubrirlo.
El
17 de septiembre de 2013 fue invitado a impartir el discurso de graduación de
la Universidad de Western Australia (UWA), en la que él mismo había estudiado.
Es
un género que va arraigando; una derivación visual de la literatura de
autoayuda, con muchas mayores posibilidades de éxito, gracias a su brevedad y a
que, como recuerdo haber leído, en el juego de piedra, papel y tijera del nuevo
orden global, un vídeo siempre ganará a un libro, sea del tipo que sea.
Lo
cierto es que la oratoria es una disciplina que ha caído en desuso, sustituida
por la charlatanería o el aburrimiento: un desequilibrio entre los que no
tienen nada (nuevo) que decir, y los que se convierten en verdaderos plomazos.
Así
que, un poco de humor, y bastantes gotas de sensatez, se condensan en los 9 mandamientos
de Tim:
Entre
las excentricidades que se despliegan con el ajetreo matinal de una familia de
siete miembros, que se despereza y se despierta; que trata de ponerse en marcha
para afrontar el trajín diario; algunas de esas singularidades, por llamarlas
de algún modo, cobran un cariz reiterado que, precisamente por ello, alcanzan
el carácter de idiosincrático.
La
somnolencia habitual no facilita prestar atención al conjunto de detalles,
ocultos tras el velo legañoso, su adaptación mimética y su asimilación por la
vía de la costumbre.
Percatarte
de que algo lleva tiempo sucediendo —y dotarle de una explicación— resulta
gratamente sorprendente. Como si pudieras observarte a ti mismo.
*****
"Supervisados"
El
último miembro en incorporarse a la troupe,
es una gata tuerta, recogida en el albergue de ADAGA —gracias a Marichu y
María, entre muchos otros, por su
extraordinaria labor—, a la que llamamos Xika.
Luce
un pelaje blanquinegro que haría que, si fuera una vaca, sería lechera; si
fuera una perra, sería dálmata; siendo una gata, debe conformarse con ser del
tipo “europeo común”, una forma de no
decir nada, diciéndolo todo.
Ha
desarrollado un gusto por practicar extraños deportes, de los que nos cuesta
identificar su procedencia, disimulados en ese momento del día en que, los
demás, nos comportamos como si fuéramos zangolotinos.
Empieza
con el curling: hace deslizar los
tapones de los envases de leche o zumo —que, distraídamente, tras haberse
servido, alguien olvidó volver a colocar en su sitio— hasta dejarlos justo en
el borde de la barra, como si fueran las piedras del juego de origen escocés.
Cuando nadie mira, aprovecha para dar un ligero toque con su pata derecha,
propiciando su caída al abismo.
Una
vez en el suelo, el tapón se convierte en disco —con propiedad, un puck— y se abalanza, a lo largo del
pasillo, empleando su pata derecha a modo de stick de hockey sobre hielo, esquivando en slalom contrincantes que sólo ella puede ver.
Como
colofón de su triathlon personalizado,
prueba su temple en las imaginarias troneras en que convierte cualquier
recoveco que encuentra, en una interminable partida de snooker. Manifiesta querencia por el hueco que queda debajo del
piano, donde se acumulan sus múltiples trofeos.
*****
El
ruido que hace, mientras ejercita su precisión, su velocidad y su puntería —ese
fis, ploc, tac, zuk— es imperceptible para unos sentidos
(todavía) atontados. Pero el resultado se muestra como un evidente axioma: “todo lo que quede olvidado encima de
cualquier mesa, es susceptible de convertirse en ganancia obtenida al descuido”.
Su
predilección por la recolección de tapones —y su venida desde un hogar comunal—
nos ha hecho pensar que replica las actividades altruistas de los generosos
humanos solidarios que la acogieron. Nosotros, su nueva familia, hemos decidido
nombrarla presidenta de honor de una ficticia “Urraca, O.N.G.”; su capacidad para rebañar la faculta para esa
tarea.
*****
Como
contraste a su ánimo benefactor, que queremos intuir, se opone su enemistad
natural hacia los roedores. Ayer mismo, arrebató a Pérez (ratón) el último presente que había madurado en la boca de MC, justo antes de que pudiera
envolverlo en un pañuelo y dejarlo bajo su almohada.
Tras
una búsqueda en el nido favorito de Xika...
…bajo
el piano, hubo suerte y …
…no
encontramos una esmeralda, pero, sí, marfil.
*****
La
actitud rapiñera de Xika hace que nos planteemos acortar el nombre a la entidad
que preside, transformándolo en uno más idóneo, “Urraca, Organización Gubernamental”.
Con la participación de: Robert Sapolsky, Gabor Maté, Richard Wilkinson, James Gilligan, John McMurtry, Michael Ruppert, Max Keiser, Berok Khoshnevis, Adrian Bowyer, Jacques Fresco, Roxanne Meadows, George Carlin, Colin Campbell y Jeremy Gilbert.
Al
inicio de la lectura del libro de Nicholas
Carr, “Atrapados”, tomé una nota
en el margen:
Las explicaciones que elaboramos sobre el mundo (y las
cosas que en él suceden) son meras abstracciones: construcciones sistemáticas
de los hombres; nos ayudan a comprenderlo, pero no lo definen (o delimitan).
Intentando
evitar citarme a mí mismo (pese a que asumo que claramente lo está pareciendo),
me doy cuenta de que la conclusión a la que conduce el propio libro es que,
quizá, esa presunción no sea del todo cierta, sino que, más bien, sucede al
contrario:
"El ordenador nunca es una herramienta neutral.
Influye, para bien o para mal, en la forma de trabajar y de pensar una persona.
Un programa de software sigue una rutina particular, que facilita unas formas
de trabajar y complica otras, y el usuario del programa se adapta a la rutina.
El carácter y las metas del trabajo, así como los estándares por los que se
juzga, son conformados por las prestaciones de la máquina. Siempre que un
diseñador o artesano (o cualquier otra persona) se vuelve dependiente de un
programa, también asume los preconceptos del fabricante de ese programa. Con el
tiempo, termina valorando lo que el software puede hacer y descartando como
algo secundario, irrelevante o simplemente inimaginable lo que no puede hacer.
Si no se adapta, corre el riesgo de quedar marginado en su profesión [...]. El
peligro que se cierne sobre los oficios creativos es que diseñadores y
artistas, deslumbrados por la velocidad, precisión y eficiencia sobrehumanas
del ordenador, acabarán dando por sentado que la automatización es el mejor
camino. Aceptarán los pros y los contras que el software impone, sin
evaluarlos. Se apresurarán por el camino del menor esfuerzo, a pesar de que un
poco de resistencia, un poco de fricción, podría haber sacado lo mejor de
ellos".
*****
El
libro de Carr ofrece argumentos sobre las consecuencias de la adopción de la
automatización (un proceso diferente de la mecanización):
“Cuando las personas abordan una tarea con la ayuda de
ordenadores, son víctimas muchas veces de un par de afecciones cognitivas:
1 – La complacencia
automatizada: estamos tan confiados que la máquina trabajará
inmaculadamente y solucionará cualquier imprevisto que dejamos nuestra atención
a la deriva.
2 – El sesgo por la
automatización: damos un peso excesivo a la información que aparece en los
monitores. La creemos incluso cuando la información es errónea o engañosa”.
Así,
en el primer caso, desconectamos, dejando de atender y, en el segundo,
terminamos en una zanja porque el GPS nos dice que sigamos una ruta, cuando es
evidente que esa ruta no existe.
*****
Desconfiar
del camino que está tomando la automatización (que ha reemplazado a la
mecanización), no es renunciar al progreso. Quizá sea una reivindicación sobre
la necesidad de pararse y ponerse a
pensar; tratar de recuperar el control de un proceso que avanza de forma
alocada, llevándonos a todos por delante, y que requiere volver a poner de
nuevo a las personas en el centro del esquema: como protagonistas y, muy
especialmente, como destinatarios de los beneficios que el progreso pueda
suponer.
"Los diseñadores de la automatización informática
asumen con frecuencia que los seres humanos son 'poco fiables e ineficientes',
al menos comparados con un ordenador, y tratan de darles un rol tan pequeño
como sea posible en la operación de los sistemas. Las personas acaban
funcionando como meros vigilantes, observadores pasivos de pantallas. Ésa es
una labor en la que los humanos, con nuestras mentes notoriamente errabundas,
somos especialmente malos [...]. Nos aburrimos; soñamos despiertos; nuestra
concentración se disipa. Esto significa, en palabras deLisanne Bainbridge, "que es humanamente imposible desempeñar la función
básica de vigilar en busca de anormalidades improbables". Y, dado que las
habilidades de una persona se deterioran cuando no se usan, incluso un operador
de sistemas experimentado acabará actuando en alguna ocasión como uno inexperto
si su trabajo principal consiste en mirar en lugar de actuar. A medida que sus
instintos y reflejos se oxiden por el desuso, tendrá problemas para detectar y
diagnosticar imprevistos, y sus respuestas serán lentas y deliberativas en
lugar de rápidas y automáticas. Combinada con la pérdida de percepción
ambiental, la degradación de la experiencia aumenta las probabilidades de que,
cuando algo se tuerza (como sucederá antes o después), el operador reaccione
con ineptitud. Y una vez que eso ocurra, los diseñadores de sistemas trabajarán
para poner incluso mayores límites al papel del operador, sacándole aún más de
la acción y haciendo más probable que meta la pata en el futuro. La presunción
de que el ser humano será el eslabón más débil del sistema se terminará
cumpliendo".
Tratar
de alentar debates de este tipo quizá arrojen sobre uno descalificaciones
variadas: retrógrado, ludita
(en recuerdo de aquellos revolucionarios que, a principios del XIX, quemaron
máquinas y telares en Inglaterra, en oposición al maquinismo reinante), reaccionario, atrasado y otros.
"Los ideales democráticos y humanitarios de la
Ilustración culminaron en las revoluciones de Estados Unidos y Francia, y
aquellos ideales también influyeron en la visión de la sociedad sobre la
ciencia y la tecnología. Los avances técnicos eran valorados como medios para
la reforma política. El progreso se definía en términos sociales, y la
tecnología jugaba un papel secundario".
*****
Quizá
nos demos cuenta de que las herramientas ‘virtuales’
han dejado de ser virtualmente ‘herramientas’
(no sólo por ser etéreas, incorpóreas, intangibles, NO de hierro ni de ningún
otro material), sino porque impiden la interacción humana para la realización
de cualquier operación.
“La automatización debilita el vínculo entre la herramienta
y el usuario, no porque los sistemas controlados por ordenador sean complejos,
sino porque exigen muy poco de nosotros. Esconden su funcionamiento en un
código secreto. Resisten cualquier implicación del operador más allá del mínimo
indispensable. Desalientan el cultivo de habilidades en su uso. La
automatización termina teniendo un efecto anestésico. Ya no sentimos nuestras
herramientas como parte de nosotros”.
“Los problemas sociales y económicos causados o exacerbados
por la automatización no se van a resolver echándoles más software encima […].
Si los problemas han de ser resueltos, o al menos atenuados, la sociedad tendrá
que afrontarlos en toda su complejidad. Puede que tengamos que poner límites a
la automatización para asegurar el bienestar de la sociedad en el futuro. Puede
que tengamos que cambiar nuestra visión del progreso, poniendo el énfasis en el
florecimiento social y personal, en lugar de en el avance tecnológico. Puede
incluso que debamos valorar una idea que ha llegado a ser considerada
impensable, al menos en círculos impensables: dar prioridad a las personas
sobre las máquinas”.
Quizá
sea el momento de mirar atrás y recordar a Protágoras:
“El hombre es la medida de todas las
cosas”.
Quizá
sea el momento de levantarnos, de quitarnos de encima la modorra y la pereza,
para tratar de vencer el engañoso ensueño que ofrece la comodidad.
“Uno de los aspectos más extraordinarios sobre nosotros
mismos es también uno de los más fáciles de pasar por alto: cada vez que
chocamos con lo real profundizamos nuestro entendimiento del mundo y pasamos a
formar mayor parte de él. Mientras nos enfrentamos a un reto, puede ser que la
motivación provenga de la anticipación de los fines de ese esfuerzo, pero es el
trabajo –los medios– lo que nos convierte en quienes somos. La automatización
secciona los fines de los medios. Hace más fácil conseguir lo que queremos,
pero nos distancia de la labor de conocer”.
Quizá
sea necesario recordar que la destreza es un camino hacia la(s) virtud(es).
“El talento del virtuoso surge de la automaticidad. Lo que
parece instinto es destreza ganada a pulso […]. Sin un montón de práctica,
repetición y ensayo de una habilidad en diferentes circunstancias usted y su
cerebro nunca serán realmente hábiles en nada, al menos en nada complicado. Y
sin práctica continuada, cualquier talento que posea se oxidará”.
“Dar los pasos necesarios para promover el desarrollo de la
destreza –restringir el ámbito de la automatización, dar un papel mayor y más
activo a las personas, impulsar el desarrollo de la automaticidad mediante el
ensayo y la repetición- conlleva un sacrificio de la velocidad y del
rendimiento. El aprendizaje requiere ineficiencia. Las empresas, que persiguen
una maximización de la productividad y el beneficio, nunca (o muy pocas veces)
aceptarían semejante canje. La principal razón por la que invierten en
automatización, después de todo, es reducir costes laborales y coordinar
operaciones”.
Ella
debe viajar a Madrid y me pide que consulte el tiempo.
"Predicciones para hoy"
— Despejado.
— ¡Qué bien!
— Once grados.
— Seguro que mañana hará
más frío.
— Coge la bufanda.
— Sí. Eso haré.
— Yo no me fiaría mucho.
— ¿Y eso…?
— Fíjate. Dice que hay un
riesgo de precipitaciones del 0%.
— Eso es bueno.
— ¿En Madrid? ¿Qué en
Madrid van a estar sin precipitaciones?
— No empieces.
— ¡Si van todos
acelerados!
— Para.
— …
— …
— Juas.
****
Bajo
al entreno a L. y de camino
escuchamos el delirante “Les
voy a decir una cosa” de Carlos
Alsina, sobre los pronósticos errados del astrólogo de confianza de Mahinda Rajapaksa, presidente de Sri
Lanka que tuvo que ceder el poder a Maithripala
Sirisena el pasado 9 de enero, tras perder en las elecciones que había
convocado con dos años de antelación, siguiendo los consejos de un asesor que
sólo pudo esgrimir en su defensa un decepcionante “Si se equivocaba Nostradamus,
no nos vamos a equivocar los demás profetas”.
Juas.
*****
A
la vuelta, encadeno una serie de canciones ofrecidas por la versión random del reproductor que llevo en el
coche.
No
sé por qué, pero tengo la idea de que un mensaje oculto se encierra en ellas.
Como
si fuera un signo que sólo pudieran interpretar los augures.
Un
mal presagio.
Deberé
de ser precavido. Manipularé todo con sumo cuidado.
Me
apetece olvidarme de esas intuiciones absurdas.
Siempre
son signos que interpreto mal, de forma precipitada.
No
volveré a caer en esa artera trampa.
Al
fin y al cabo, es sólo música.
Más
que señales se trataría de sones.
Juas.
*****
Llego
a casa y tengo que preparar la cena. Un arroz siempre resulta una opción atractiva.
No
hay arroz. Debo bajar al súper. Cojo también unas salchichas; darán una nota de
color al plato.
Juas.
*****
Por
razones que escapan de mi comprensión la placa de inducción se ha bloqueado. En
un recoveco de mi memoria recuerdo haber notado un imperceptible “piiii” mientras preparaba el café que
me aticé para dormir la siesta; un ruido al que, entonces, ingenuo de mí, no presté la
adecuada atención.
Siempre
he pensado que las salchichas crudas están infravaloradas en el mundo gourmet.
Un acuerdo, firmado en la ciudad luxemburguesa de la que toma su nombre en 1985, en vigor desde 1995, y que delimita un espacio del que forman parte los siguientes países: Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, Eslovaquia, Eslovenia, España, Estonia, Finlandia, Francia, Grecia, Hungría, Islandia, Italia, Letonia, Liechtenstein, Lituania, Luxemburgo, Malta, Noruega, Países Bajos, Polonia, Portugal, República Checa, Suecia y Suiza.
El objetivo del acuerdo era garantizar la "libre circulación de personas". Adivinen cuál de las cuatro es la palabra clave.
*****
Jorge Fernández Díaz (insigne ministro del Interior del Reino de España, ocupado de este tipo de relaciones exteriores) pretende dar sentido a una ONG que carecía de futuro.