Me siento incapaz de describir la desazón que me supone
encontrar, simultáneamente, las siguientes noticias en el periódico,
coincidiendo con el día en que el mayor de mis hijos cumple catorce.
Konstantin Altunin huye de Rusia
para refugiarse en Francia, tras
haber pintado (caricaturizado) a Putin
y Medvedev en actitud provocadora
"Déjame que yo te peine. Tú siempre terminas más rápido"
King Jong-un ejecuta a su exnovia y otros 11 miembros del grupo Unhasu por grabar y vender pornografía
Obama decidido a actuar en Siria
Acoso al “bunkering”, la actuación de gasolineras flotantes en el entorno de
Gibraltar
Floriano explica que el borrado de la memoria del equipo de Bárcenas se hizo en cumplimiento de la Ley de Protección de Datos
Fátima Báñez pasará de los actuales 41 modelos de contratación a
cinco
“La ‘porcelana azul’ que hoy colgamos para adornar las paredes eran
utensilios de la vida cotidiana hace unos pocos siglos, y los pastores
sonrosados y las pastoras rubias que ahora enseñamos orgullosos a nuestros
amigos, que fingen apreciarlos como entendidos, eran adornos sin valor que las
madres del siglo XVIII habrían dado a chupar a sus hijos si lloraban demasiado.
¿Ocurrirá lo mismo en el futuro? ¿Acaso los tesoros del presente serán
siempre las baratijas del pasado?”
Podían ser escritores a los que los estudios ponían en
plantilla para que dedicaran su tiempo, en exclusiva, a crear tramas y
personajes para ellos.
La fuga de guionistas a la TV —mucho más rentable e influyente— dejó huérfano
al star system. Los productores
ocuparon ese espacio y diseñaron un plan bien simple: la realización de
adaptaciones cinematográficas de obras que, habiendo triunfado en otros
formatos, podían alcanzar éxito vía Hollywood.
Musicales de Broadway,
libros clásicos (o modernos), obras de teatro. Todo podía constituir un filón.
También los comics,
claro.
*****
Ahora llega “El
llanero solitario”, avalado por el sello de los productores de “Piratas del Caribe”. Una película que
acabo de ver, como parte de un plan familiar.
Y que ha conseguido enervarme, porque recuerdo los tebeos
que leía de niño y, más tarde, la serie de TV, cuya
presentación concluía:
“Con su fiel compañero indio, Toro, el
audaz e ingenioso jinete enmascarado de la llanura inició su lucha por la ley y
el orden en el temprano oeste de los Estados Unidos. En ninguna de las páginas
de la Historia
se puede encontrar a un mayor campeón de la justicia. Vuelven a nosotros ahora
esos emocionantes días de ayer. ¡Desde el pasado viene como un trueno el galope
del gran caballo Silver! ¡El llanero solitario cabalga de nuevo!
"Defensores de la ley y el orden. Y la justicia"
Entiendo que haya sido preciso actualizar la imagen de los protagonistas. Es probable que el skijama azul celeste no suponga un look actual. Y que el dos-piezas con flecos, de color ocre, y
la escueta cinta en el pelo, careza de una apariencia suficientemente étnica (no puede parecer salvaje sin llevar
la cara pintada).
Pero se han pasado.
Han traicionado el espíritu de sus aventuras conjuntas y han
transformado su carácter, con el único objetivo de mostrarse irreverentes; esa actitud que hoy se
considera tan divertida.
"Kemo Sabay es, en la nueva entrega, 'hermano equivocado'. Con un par"
Sólo recuerdo haberme indignado tanto, cuando, leyendo las aventuras de Mafalda, Felipe —con el
que siempre me identifiqué— se encuentra con Susanita, que, de forma fulminante, le hace bajar de su mundo
fantástico y toparse con la cruda realidad (y la ordinariez).
"Quino: un verdadero genio"
*****
Lo más extraño de la película es que, en su inicio, se hace
un homenaje al cine del oeste: al paisaje, a los figurantes, a la escenografía
y al atrezzo del género.
A lo accesorio.
Pero, por lo demás, se utiliza la burla, el anacronismo y la
inexactitud al servicio de un espectáculo que termina resultando grotesco (y
molesto para los que habíamos seguido y respetábamos las etapas precedentes).
Como le pasa a cualquiera, viendo lo que han hecho.
*****
PERSONAJES
El llanero solitario
Soy capaz de asumir el
contrasentido de anunciar como solitario a un tipo que siempre viaja en pareja
(pese a que no hayan explotado la posible atracción mutua; tantos precedentes me
tenían con la mosca detrás de la oreja).
Originalmente era un ranger de Texas, una especie de guardabosques. No un marshall, o un sheriff,
los que necesitaban llevar una estrella.
Tenía gran puntería, cabalgaba
con destreza y se enfrentaba a todos sin miedo, oculto tras un antifaz, con el
que evitaba tener que presentar cuentas ante nadie.
Montaba a Silver, al que jaleaba al grito de “Hi-yo, Silver! Away!”. El caballo se encabritaba y,
misteriosamente, una orquesta comenzaba a tocar la “Overtura
Guillermo Tell”, de Rossini.
Siempre utilizaba balas de plata.
Toro
Era un indio, parco en palabras,
con el rostro cetrino (aunque sin asomo de pinturas; ni de guerra, ni de
ninguna otra clase). Su único tocado era una cinta y una larga trenza, que en
ocasiones recogía en un moño.
Montaba, siempre, un caballo
marrón y blanco al que, con astucia, había llamado Pinto.
En USA se llamaba Tonto, aunque en Hispanoamérica y España
se la bautizó de nuevo como Toro,
tratando de evitar el contenido peyorativo de su nombre original.
Johnny Depp aporta al personaje los rasgos que habían hecho célebre
a Jack Sparrow y se utiliza, ahora
sí, la carga negativa de su nombre, convirtiéndolo en alguien que, más que
tonto, tiene la cabeza a pájaros.
Para que resulte evidente, se le plantifica un cuervo en la cocorota (al que
alimenta, en una relación irreal).
Un completo majadero.
*****
ERRORES,
ANACRONISMOS, INEXACTITUDES
La ceremonia del Golden Spike, que sirvió para colocar el
remache que finalmente uniría el tramo realizado por la Union
Pacific (avanzando hacia el oeste) y el realizado por la Central
Pacific (hacia el este) se realizaría en Promontory Summit (Utah), no en Texas, que
ni siquiera estaba cerca del recorrido.
El magnate Latham Cole califica a su intento de acaparar las acciones del
Ferrocarril como una OPA.
Se menciona la batalla de Gettysburg, ante un regimiento de
caballería comandado por un tipo que recordaba a Custer.
El psicologicismo del jefe de la
tribu y la aparición de un nuevo tópico, inédito hasta ahora, con la mención
del Wendigo.
Las locomotoras inician una
persecución imposible, mientras desarman la tarima donde se había emplazado la
orquesta a tocar el himno nacional.
*****
Constituye una nueva demostración del elogio de lo
inverosímil.
Como acepto que en el proyecto han invertido recursos
suficientes para documentarse de forma apropiada, la única explicación es que
se trata de algo intencionado. Me saltaré la opción de esperar a comprarme el
DVD [edición coleccionista] para que me expliquen, en uno de los discos, las
razones concretas por las que el director, Gore
Verbinski, o el productor, Jerry
Bruckheimer, encontraban gracioso burlarse de valores, principios o iconos
reconocibles, mientras homenajeaban a lo accesorio.
Esta idea de ridiculizar al héroe, socavar la integridad de
sus valores, justificando su atrevimiento como una forma aceptable de irreverencia,
se ampara en la ignorancia de los espectadores.
Su principal excusa es que sólo tratan de entretener. Lo
cierto es que la mayoría se tronchaba, entretenida,
sin darle más importancia a lo que sucedía. Pocos descubrían los ardides y, ninguno, se ocuparía de desmontarlos.
Y, aunque lo hiciera, no le importaría a nadie.
*****
Salvo que la burla se emplee, de forma intencionada, contra
los poderosos.
Serán cosas mías, pero abundan hoy, de forma excesiva,
aquellos que no conceden importancia a la naturaleza de determinados bienes. Pienso en los que no entienden que lo público no carece de dueño; sino
que, al contrario, es propiedad de todos. También en los que, torticeramente, pretenden apropiarse, utilizando la política de hechos consumados, de lo que no les pertenece.
No (solamente) hablo de los políticos que, aún arrogándose
más poder del que se les ha otorgado, hacen y deshacen a su antojo, como si el
solar patrio fuese de su propiedad, sin sentirse obligados a dar explicaciones
a nadie (pasando de ser un plasta a convertirse
en un plasma).
Ni tampoco pienso en los que se extienden, submarianamente,
utilizando el “lanzamiento
de hormigón” como forma de conquista.
O de los que consideran que pueden entrar en tu casa, y en
tu vida, para ponerse a fisgar y,
tomándonos por imbéciles, pretenden justificar su intromisión, anunciando “más
transparencia en los programas de espionaje”.
*****
No.
Realmente pienso en esos que en la playa hablan a gritos
y que se pasan el respeto a los demás por el arco del triunfo.
O aquellos que creen que, en un semáforo, esperar a que la
señal se ponga en verde para disponerse a cruzar es de parias.
O que consideran que colarse
—en un súper, en el cine o en un peaje— es un acto de inteligencia suma.
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Esos que, imitando modelos no se sabe de dónde, hablan a
gritos, a pesar de no tener nada que decir.
Que consideran que la propiedad
es un concepto carente de sentido; salvo cuando se trate de aquello a lo que
ellos consideren como propio, aunque
hayan podido apropiarse de formas
totalmente inapropiadas.
Esa grey que justifica el uso de la violencia como forma de
resolver asuntos de convivencia cívica.
Esa gentuza.
"Dame una capucha y te arreglo la calefacción de la casa"
Dado que se acepta que la realidad depende, más que del
color con el que se mire, del lugar desde el que se observe, se concluye,
precipitadamente, que sólo tiene sentido desde una óptica personal,
estableciendo que todo es relativo y, por descontado, mi realidad vale tanto como la tuya.
(Aunque, para mí, sólo tenga interés mi verdad).
Y por eso, este mundo social, de relaciones hipertrofiadas,
contempla este exceso de visiones ombliguiles,
como si dijéramos, que pretenden ser originales, siendo a la larga un intento
de llamar la atención, profundamente aburrido (por repetitivo).
En particular, cobran vigencia tres modalidades recurrentes
de mostrar al mundo esta nueva realidad (desde donde yo la veo).
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P.o.V. —
Acrónimo de “point of view”, punto de
vista, que explica la abundancia de fotos que enseñan lo que veo (Panorámix), lo que como (Obélix) o lo que tarareo (Asurancéturix). Mis ideas personales se
reducen a meros chispazos de ingenio (Ideafix).
La profundidad creativa (Astérix)
está fuera de foco.
Selfing — Al resultar
importante el lugar desde dónde lo veo, es evidente que mi imagen debe ser crucial.
Verme reflejado, haciendo lo que sea que
hago, debe ser algo que deba compartir.
También, mostrar mis pies
cruzados, en la postura standard 2.0 de
lo que se asume como relax.
Gangman — La historia
de un coreano que, haciendo el pijo, consiguió que todo el mundo lo conociera y
quisiera imitarle, intentando hacer el pijo, a su propio estilo, buscando imitadores, pero consiguiendo,
exclusivamente, resultar patético.
El big bang
del gangman es, lógicamente, el gang-bang.
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Puede que alguien, a estas alturas, desconozca que al otro
lado de la red está el porno.
Implacable.
Escondido en enlaces o abiertamente accesible.
Quien quiera buscar otras
acepciones de los términos descritos, descubrirá:
1 — P.o.V. es un tipo de escenas en las que
el protagonista (masculino) recibe las atenciones de su(s) partenaire(s), mientras ejerce la labor de cámara.
2 — Selfing es un intento (imposible) de
practicar el sexo oral de forma autónoma. Un onanismo que cobra la imagen del círculo
eterno, la pescaílla que se muerde la
cola.
3 — Gang-bang es un esfuerzo coral (y
compartido) de zánganos tratando de alimentar a una única reina.
El
próximo domingo, 11 de agosto de 2013, se celebra la LVI edición del evento
deportivo más destacado del occidente asturiano: el Descenso a nado de la ría
de Navia. Todavía estás a tiempo de participar: puedes hacerlo, inscribiéndote
en la prueba náutica o acercándote para comprobar lo espectacular del ambiente
que se organiza en torno a la competición.
Más
detalles en su página web (aquí) o en
facebook (aquí).
"LVI Descenso Ría de Navia"
*****
Este
año, Venancio Martínez, me invitó a
participar en el programa de actos, escribiendo unas líneas sobre mis recuerdos
personales. Fue tan generoso, como es costumbre en él, que me permitió hablar
de lo que me pareciera oportuno.
Adjunto
el texto que preparé y aprovecho para agradecerle su ofrecimiento.
Soy naviego. Me gusta el Descenso.
En casa, cuando
hablábamos de ello, llegábamos a la conclusión de que éramos los únicos
veraneantes, que repetían de forma permanente en Navia, careciendo de
vinculación familiar.
No sé si es cierto.
Sí lo es, que mis
abuelos, Antonio y Baby, llegaron huyendo de la guerra y aquí
encontraron el descanso y la paz. Y que hicieron amigos con los que forjaron
lazos profundos. Y, también, que gracias a la intervención de la Virgen de
Villaoril, llegó mi madre, Dely. Eso
oí contar en innumerables ocasiones a mi abuela, primero, y más tarde a mi
madre. También explica por qué nos santiguábamos, a modo de ritual, cada vez
que pasábamos por el Santuario, yendo o viniendo. Ahora, con el desvío, cuesta
intuir dónde debemos hacerlo, pero, un poco a ojo, nos esforzamos en no perder
la costumbre.
Al finalizar la guerra,
mis abuelos no quisieron perder el contacto con una tierra y unas personas que
les habían acogido y hecho sentirse en casa. Tras veranear unos años en el
Hotel Mercedes, compraron un terreno en el Pardo, entre juncales, y con empeño
baturro y ante la incredulidad de todos, construyeron un chalet orientado hacia
la ría, casi dentro de ella. Lo inauguraron el verano en que mi madre me estaba
gestando, por lo que puedo afirmar que sentí la ría —y me bañé en ella— antes
de haber nacido.
La finca se cercó con
unos setos que tardaron en crecer, pero las puertas del jardín estuvieron
siempre abiertas para todos los críos que allí disfrutamos de aquellos largos
veranos de tres meses, que entrábamos en bici a dar una vuelta a la casa, comíamos
bocadillos de media barra y teníamos esa sensación de libertad que da el gozo y
el disfrute sano. La rampla que mi abuelo encargó fue el lugar de baño de aquella
pandilla.
Recuerdo las fiestas de
disfraces que, sin motivo alguno, se organizaban en el jardín. Mi padre, José Luis, me dejaba hacer de ayudante
y me invitaba a acercarme con él al maletero del coche, donde había guardado
los voladores, petardos y tracas que, como colofón, anunciaban a todos que en
el Porche había habido fiesta.
Muchos amigos pasaron
por allí. No voy a olvidar el nombre de ninguno. Fueron muchos. Siempre eran
recibidos con agrado.
Al atardecer,
disfrutando del porche y de las magníficas puestas de sol, los mayores jugaban
a las cartas, charlaban y bebían, mientras dejaban que los niños disfrutáramos
a nuestro aire.
*****
Soy naviego por
elección, como primero lo fueron mis padres y, antes que ellos, mis abuelos.
Recuerdo emocionarme
cantando el himno de la Barca en la novena a la Virgen, asistir como espectador
flotante a una procesión en gabarra el día grande de las fiestas y presenciar
desde el Casino la prueba náutica, fumando, bebiendo y jugando a las cartas, guarecidos
de forma inolvidable.
Las fiestas deben
programar actividades para todas las edades. El Descenso, por su carácter
deportivo, está orientado a los jóvenes. A los que participan de forma más
activa, nadando la prueba. A los que contribuyen organizando y logrando que
todo funcione adecuadamente. A los que asisten, como espectadores, a una prueba
que trasciende lo deportivo, lo folklórico y lo tradicional y se percibe como
una experiencia irrepetible.
Todos son protagonistas.
Todos hacemos del Descenso algo nuestro.
Sigue siendo así.
Por eso, cada nueva
edición del Descenso, hace rejuvenecer. Porque permite recordar cuando participaste;
o cuando ayudaste a recoger gorros, dando colacaos o haciendo lo que se necesitara;
o cuando asististe como espectador desde la dársena, o estuviste en una lancha,
o en una piragua, o un K-4; o cuando, en el baile de la víspera, te sentías
desplazado porque no podías competir con los atletas que llegaban de fuera.
Son historias del pasado.
Al recordarlas, nos sentimos jóvenes, un año más.
*****
Me he casado con una
tapiega de adopción y he trasladado 20 kilómetros mi lugar de veraneo. La
proximidad hace que me acerque cada año, algún día, huyendo del bullicio y
buscando la tranquilidad que siempre encuentro en el Pardo. Mis hijos se bañan
y pescan en la rampla, donde hacen amigos. El magnífico paseo me da gratas
sorpresas, encontrándome al paso a personas que recuerdo con cariño. Con mi
madre, organizamos unas entrañables tertulias, con un espectacular crepúsculo y
una ría siempre presente.
Estoy ilusionado en cada
nueva edición del Descenso. Supone la confirmación de una prueba que recuerdo
con cariño y que es el mejor escaparate de la tierra de la que he decidido
sentirme.
Donde siempre me siento
joven, aunque me inquieta que me lo recuerden.
Y es que, desde la
primera vez que me bañé en la ría, siento que soy naviego.
*****
Acercaros
a Navia. Disfrutaréis de un día que os costará olvidar.
No
es una receta mozambiqueña, ni un combinado congolés. Es la síntesis absoluta
del pensamiento simplista, actuando a lo jíbaro, siendo capaz de destilar, lo
que antes otro había necesitado once palabras, para
quedarse en sólo dos (y querer decir lo mismo).
"En dos palabras; cinco si hablas latín"
Se
esperaba su comparecencia. Algunos quisieron entender como un gesto que se
fijara el 1 de agosto, primer día de vacaciones para muchos algunos
españoles, en un intento de permitir que se le prestara la máxima atención.
Habida
cuenta que no quería robar horas de asueto, trató de ser escueto.
Sólo
necesitó dos palabras: “Me
equivoqué”. Y un gesto à laChurchill.
Pero
era mucho más que un gesto (a la galería). Era un homenaje a todos los
pensadores que le precedieron; los que mostraron su humanidad y su capacidad de
reconocer que se habían equivocado.