El percutivo riff del
bajo de Edwards combinado con el florido estilo de la guitarra de Rodgers dio
lugar a una de las canciones más sampleadas
de la historia.
En
la ceremonia de los Oscars, celebrada el pasado 9 de febrero, se otorgó
reconocimiento a los mejores de una industria llena de atractivos y relumbrón,
con una elevada carga centrífuga que permite disponer de los mejores en todos
los ámbitos profesionales. Hay un montón de dinero y prestigio en juego, así
que una oferta para aparecer en una película es una gran oportunidad.
Y
los mejores fotógrafos, decoradores, modistos, escenógrafos, ..., trabajan al
servicio de Hollywood.
¿Los
mejores?
Me
permito dudar.
He
repasado la lista de candidatos a la “Mejor
canción original” y sigo con los pelos de punta (1).
Es
evidente que no constituyen, NI DE LEJOS, lo mejor del panorama musical actual.
Y
cabe preguntarse la razón (si es que existe) por la que el cine no aprovecha el
potencial de la música como elemento narrativo.
En los años de eclosión de los sellos independientes especializados
en música negra, era práctica habitual disponer de etiquetas subsidiarias. En
algunos casos suponían ventajas para no colapsar las cuotas de programación
anti-payolas (se entendía que si una
emisora emitía mucha música de una discográfica era por la existencia de
sobornos); en otros casos se trataba de una forma de otorgar una distinción
especializada.
Es el caso de STAX,
que, además de la etiqueta matriz, tenía a Volt, Enterprise, Hip, Respect, We
Produce, Ardent, Partee, Koko, Gospel Truth y Truth. Los dos últimos se reservaban
para las grabaciones Gospel. El último de los LPs en publicarse con la vitola
Truth, antes del colapso de la discográfica, corrió a cargo de los hermanos
Allen, liderados por un obispo que todavía ejerce en Michigan.
No hay necesidad de llorar cuando llueve.
Lo único que hace el llanto es sumarse a la lluvia.
La
ciudad más poblada de Kansas, con casi 400.000 habitantes.
Conocida
como “La capital aérea del mundo”.
En
pleno Mid-West; en un lugar en el que no puede sonar otra cosa que no sea country, un estilo musical que, como
señalaba Antonio Rico en su columna
en La Nueva España, “Canciones
para paletos como yo”, “sólo usa tres acordes y una verdad, pero eso es una verdad más de lo que usa el pop. El público al que se dirige es amplísimo, tan extenso como la propia condición humana. Y lo disfrutan los granjeros y los informáticos, la gente de campo y de ciudad, de derechas y de izquierdas. Lo disfrutan los dandies sofisticados y los paletos. Sobre todo, los paletos como yo que creíamos que el country es música para paletos”.
¿Sabes ese chiste de un tipo que va por el desierto, cargando con
una bombona, con un calor del demonio, y se cruza con tres personas (dos chicos
y una mujer) y, cuando van preguntarle, aparece un quinto y
dice: “menuda ruina de desierto; ahora está lleno de paletos”?
Un sinsentido: que, en el estado continental más extenso de USA,
se produzca una mezcla tan dispar como un trío instrumental y un artista orientado al neosoul,
sólo puede entenderse como parte de la voluntad de experimentar, tratar de
forzar límites; ese ejercicio tan saludable.
La página de Krhuangbin permite realizar un ejercicio sugerente: introduces
un origen y un destino (y un plan de vuelo) y te proponen una banda sonora.
Su planteamiento minimalista alcanzó una máxima efectividad.
Y su mayor éxito es un himno que se canta en cualquier estadio.
*****
Puedo apuntar que, en contra de lo que es habitual en USA, él,
John Anthony Gillis, perdió su apellido para adoptar el de su esposa, Meg
White, tras su matrimonio el día de San Mateo de 1996.
*****
Y que de pequeño “Seven
Nation Army” era lo que Jack entendía cuando oía hablar de “Salvation Army”.
Lucharé contra todos ellos.
Un ejército de siete naciones no podrá pararme.
Ellos van a arrancar.
Tomándose su tiempo a mis espaldas.
Y estoy hablando conmigo en medio de la noche porque no puedo
olvidar.
Va de aquí para allá a través de mi mente.
Detrás de un cigarrillo.
Y el mensaje llega a mis ojos.
Dice: “¡Déjalo en paz!”.
No quiero escuchar nada de ello.
Cada uno tiene una historia que contar.
Todos lo saben.
Desde la Reina de Inglaterra hasta los sabuesos del infierno.
Y si lo descubro volviendo a mi camino.
Te lo serviré a ti.
Y no es eso lo que quieres escuchar, pero eso es lo que haré.
La sensación que viene de mis entrañas dice:
¡Encuentra un hogar!
Iré a Wichita.
Lejos de esta opereta para siempre.
Trabajaré en una granja.
Haré que el sudor gotee de cada poro.
Y estoy sangrando, justo delante del Señor.
Todas las palabras sangrarán de mí, y no pensaré más.
La actuación proseguía con “Rhiannon”, compuesta por Stevie para el disco de 1975. También incluía otra canción compuesta por ella, que aseguraba que le recordaba a “Golden”.
A veces no sé hacia dónde me lleva este sucio camino.
A veces ni siquiera puedo ver un motivo.
Supongo que seguiré apostando, bebiendo en exceso y vagabundeando.
Resulta más sencillo que quedarse esperando a morir.
Una vez tuve una madre. Incluso tuve un padre.
En una ocasión él le pegó a ella con un cinturón, porque lloraba.
Ella le dijo que cuidar de mí. Él se marchó a Tennessee.
Es más sencillo que quedarse esperando a morir.
Llegué a la mayoría de edad y encontré a una chica en un bar de Tuscaloosa.
Me desplumó y se largó a hurtadillas.
Intenté calmar el dolor y compré algo de vino y tomé un tren.
Resulta más sencillo que quedarse esperando a morir.
Un amigo me contó que sabía dónde había dinero fácil.
Atracamos a un hombre y, ¡chico!, vaya si salimos volando.
Me pillaron y me llevaron a rastras, vuelta en Muskogee.
Han sido dos largos años esperando morir.
Ahora he salido de la cárcel.
He encontrado una amiga, que no bebe, ni roba, ni engaña, ni miente.
Se llama codeína, es lo mejor que he visto en mi vida.
Juntos nos quedaremos esperando y moriremos.
La primera canción escrita por Van Zandt se incluyó en su disco de debut, For the Sake of the Song (1968). Sería regrabada y vuelta a incluir en su disco homónimo de 1969, el 3º de su carrera, con un sonido más limpio.
La canción es desgarradora. Más todavía teniendo en cuenta que Van Zandt tenía 25 años cuando la compuso.
*****
James Szalapski quiso grabar el sonido de algunos de los fundadores del Outlaw Country de Texas y Tennessee para incluirlos en un documental grabado entre 1975 y 1976. Se publicó en 1981, titulado Heartworn Highways. Otros músicos destacados eran Guy Clark, Rodney Crowell o Charlie Daniels.
En la toma de la canción aparece un negro que explica su filosofía y se emociona al escuchar a Van Zandt describiendo su vida. También está presente Cindy Morgan, con la que Van Zandt se casaría unos años después.