Os presento a mi amigo.
Se
llama Max.
Impecable
presencia.
Aire
resuelto.
Discreta
elegancia.
Gesto
firme y una leve altanería.
Sonrisa
franca y animosa.
Decisión
para cortar por lo sano.
Sin
ataduras.
No
parece conocer problemas.
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Aunque
eso es ahora mismo.
*****
Hace
sólo un ratito…
Una
calle flanqueada por casas idénticas, diferenciadas exclusivamente por el
atrevido color con que algunas de sus fachadas han sido decoradas, es
atravesada fugazmente por un coche translúcido.
En
este escenario se desarrollarán los vertiginosos próximos 20 segundos.
En
una de las casas, la pintada de color pardo para ser preciso, asoma a la puerta
un títere: se muestra osado atreviéndose a llevar una chaqueta magenta dos
tallas más pequeñas de lo aconsejable, acompañada por un cuello almidonado que acentúa
su porte, claramente abatido, con los pies apuntando hacia dentro y los hombros
caídos, pese a las cuatro cuerdas que se aprecian pero no evitan la acción
gravitatoria ejercida sobre quien aparenta ser más ligero que una pluma (rematado
con un cabello rubicundo).
Repentinamente,
toma conciencia de su situación, percatándose de que actúa como una marioneta,
manipulado por alguien ajeno a él mismo, situado por encima suyo (conforme a la
taxonomía establecida
por Mané Bernardo y Sarah Bianchi). Una situación que le
incomoda y que provoca que adquiera consciencia de que “hoy es un buen día para volver a ser tú mismo”.
Como
si se tratara de un prestidigitador, no se sabe de dónde, aparecen unas tijeras
en su mano izquierda, que emplea para cortar lazos con el titiritero que le
maneja, desaprovechando la oportunidad de mutilar las cortinas de crochet que decoran puerta y ventanas (acto
que tonificaría el aire mustio que su cara transmite).
Al
instante, se le ilumina el semblante, literalmente.
En realidad, se trata de un efecto óptico externo a él. No importa: Max se
yergue, los párpados dejan de mostrarse entornados y su rostro adquiere el
aspecto que se identifica con el emoticono del cierra paréntesis.
Ese
insignificante gesto (cortar con lo
establecido) le permite armarse del valor suficiente para aventurarse por la
balaustrada de la escalera, sin preocuparse ni de cerrar la puerta (se cierra
sola). La felicidad le embarga (mucho más llevadero que si lo hiciera el fisco).
Fffiiiiiiiiiiiiiuuuuuuussssssshhhhhhhhhhhhhhh.
Un deslizamiento y…
…se
encuentra en condiciones de emular a Gene
Kelly.
Nada
le importa: puede jugarse el físico, ofreciendo golosinas con forma de corazón,
mostrando su falta de juicio y su despreocupación porque la madre del infante
le vaya a considerar peligroso, imaginando que pudiera tratarse del tipo de las chuches.
Hay
en el gesto, de facto, un leve
alzamiento de cejas y un mohín que sugiere las oscuras intenciones del mozo, en
particular su necesidad de aprobación y, muy en concreto, de complacencia. La perspectiva óptica ojo
de buey favorece esta visión intrusiva, desde luego. Y es, también, una muestra
de su insensatez alimentaria, dándole piruletas a un bebé.
¡Qué
más da! El pipiolo es feliz. Puede seguir con su trote matinal, dar palmas y
sentirse extasiado por haber vuelto a ser él mismo. De forma natural.
En
la imagen superior se resumen todas las claves del anuncio. Esteve, el laboratorio que comercializa Tritptomax, utiliza mensajes encriptados para transmitir la
idea de que se trata de un remedio espontáneo.
“Con ingredientes* de ORIGEN NATURAL”
*El triptófano y el magnesio son ingredientes de origen natural.
Estos
argumentos circulares, explicaciones que no explican nada, meras tautologías, sirven para
provocar un efecto tranquilizador, esencial en un producto destinado a un
público proclive a caer fácilmente en el desánimo que desencadenan las preocupaciones.
Así que, tratándose de un Complemento alimenticio,
que favorece el desarrollo de una Mente Positiva,
nada puede haber mejor que se trate de un producto con ingredientes
de origen natural.
Para
rematar la faena se recurre a la falacia cientifista, mostrando la imagen de un
cerebro irradiante, en el que emergen como setas una sucesión de puntitos que
se intuyen como episodios de dicha suprema.
Se
subraya el efecto de uno de los componentes (El
magnesio contribuye a una función psicológica normal). Eso garantiza
tranquilidad de forma inminente.
Los
problemas de Max se han evaporado. Mente positiva.
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Max
supone un resumen del estado actual de la cuestión acerca del mundo, las
relaciones personales y los estados de ánimo. Esboza un fiel dibujo (animado).
Una
sociedad compleja, vertiginosa, fragmentada, desatenta, hiperactiva, bipolar y
cambiante —una verdadera locura— acepta colectivamente una posición pasiva para
la solución de los propios problemas que debe afrontar. Resulta mucho más
sencillo buscar intermediarios que ponerse a la tarea.
Y,
hartos de leer libros de autoayuda, Max considera más apropiado leer
prospectos.
Una
pequeña ayuda.
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La
publicidad esquiva la realidad de los productos que trata de vender,
haciéndolos atractivos para su público potencial, sin tener demasiados
escrúpulos a la hora de presentarlos de una forma favorable a los intereses de
quien intenta comercializarlos.
Es
evidente.
Tratar
de arrojar un poco de luz, puede resultar conveniente.
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Lo
primero es buscar una descripción alternativa a la propuesta en el spot y en la página en la que te animan
a triptonizarte (actualizando el consejo final del Super Ratón).
Sería
absurdo que su slogan fuera tan
diáfano como el que me sugiere Max:
“Comprimidos para
deprimidos”
Pese
a que sea de eso de lo que se trata: unas pastillas que te dopan y que hacen
que veas las cosas de color de
rosa.
Se
empeñan en explicar que no consiste en un fármaco, ni un medicamento y que es,
simplemente, un producto natural.
Intentan
convencernos de que se trata de un complemento alimenticio.
Nada
de eso tiene sentido: se comercializa en farmacias, para su administración se
deben seguir las indicaciones de médico y farmacéutico y, por más que busque,
no puedo imaginar un bosque en el que encontrara a discreción arbustos cuyos
frutos violáceos estuvieran compuestas de triptófano, el aminoácido favorito
del Dr. Gaona.
Este
sujeto barbado no es un tipo cualquiera. Miembro
del Grupo de Expertos del Triptófano de ESTEVE (que puede incluir entre 1 y
n+1 sujetos, siendo n un número variable e indeterminado), realiza sus
comprobaciones desde su despacho en NY. Allí, alterna miradas al microscopio,
con ojeadas por su visor de aumentos, pudiendo vigilar de reojo la silueta de
la Estatua de la Libertad que se aprecia de fondo.
En
su blog, el Dr. Gaona, José Miguel para los amigos, da respuestas diversas:
Mira
que es majo.
Y
modesto.
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Dejamos
al Dr. Gaona tratando de adivinar si Woody
Allen vuelve a estar dentro de una mujer y nos acercamos al blog del triptófano (existen blogs
para todas las necesidades).
Susi
no nota mejoría, pero demuestra una fe y una voluntad increíble.
Lulu
plantea preguntas demasiado complejas. Quizá vaya siendo hora de cerrar el
blog.
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Y
este artículo, que se está eternizando.
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Antes
de acabar, debo mostrar mi deuda con Bernardo Dual, mi amigo
compostelano, que me mostró el camino para identificar la canción, lo mejor de
todo este manejo. Una composición del tándem formado por Joel Evans (música) y Adryan
Russ (letras), incluida en su disco de 2011 “Changing my
tune”, una verdadera delicia jazz.
Para la canción que aparece en el spot,
“There’s never been a day like this”,
contaron con The Marquee All Stars Band
y la voz solista de Dante Marchi.
Nunca
ha habido un día como éste.
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En
todo caso, admitiendo la conveniencia de tratar de afrontar, con buen talante,
los reveses que la vida nos presenta, empecinarse en mostrar una sonrisa bobalicona,
artificial,
tratando de mostrarse siempre positivo, encierra una trampa peligrosa que Barbara Ehrenreich desmontó hábilmente
en “Sonríe
o muere”.
Quizá
resulte más sencillo viéndose recriminado ad æternum por Louis van Gaal.
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Positivamente:
nos estamos volviendo gilipollas.