Carta abierta a Borja Vilaseca:
La publicación de su reciente libro —octubre de 2011— reclamó mi atención al verlo en los expositores de una de las librerías que frecuento. Su lectura ha provocado que me sienta afectado, de lo que expondré aquí algunos motivos.
En la solapa del libro apuntan una semblanza biográfica, de donde entresaco:
“Nació en Barcelona el 4 de febrero de 1981”.
“Periodista […] especializado en […] responsabilidad personal, liderazgo en valores y aprendizaje organizacional”.
“Colabora en “El País Semanal” (EPS) y en el suplemento económico “Negocios”, ambos de El País”.
En 2000, “tratando de averiguar el porqué del vacío existencial que suelen experimentar los seres humanos, empezó a interesarse por la psicología y la filosofía occidental”.
“En 2005 asistió a un curso […] que significó un punto de inflexión en su búsqueda. Desde entonces estudió por su cuenta a los grandes maestros de la sabiduría oriental y profundizó sobre cómo experimentar bienestar y plenitud duraderos formando parte de la sociedad actual. Como consecuencia de este proceso de autoconocimiento descubrió su verdadera vocación”.
En el libro no aparece, o yo no he conseguido encontrarlo, pero en su blog personal, explica el objetivo del libro:
“Democratizar los últimos descubrimientos en el campo de la psicología, la filosofía, la economía y la ecología desde una perspectiva escéptica y científica. Es decir, explicar de forma amena y sencilla por qué en general los seres humanos solemos pensar y comportarnos de una misma manera; qué podemos hacer cada uno de nosotros de forma individua para iniciar un proceso de transformación; y cuáles son los resultados que están obteniendo las personas que verdaderamente han cambiado su forma de comprender la vida”.
El libro se inicia con un prefacio que intitula “Verifica que este libro es para ti”. Voy a hacerlo.
Para empezar, muestra su espíritu fusilero: incorpora citas —anticipo, ya, que es lo verdaderamente suculento del menú—, ilustra cuadros o escenas con cuentos extraídos de otros autores —hasta donde he llegado, no he visto ninguno de elaboración propia— y relega la identificación de fuentes —cuando lo hace—, a un apartado final de notas, lo que entorpece el curso de la lectura y dificulta la constatación de que algunas partes están íntegramente extraídas de forma literal, masacradas sin piedad.
En cuanto a los contenidos, el prefacio se divide en cuatro partes:
ü No pierdas el tiempo
ü No tengas prisa
ü No te creas nada
ü No saques conclusiones precipitadas.
Concediendo tiempo, sin prisa y no queriendo sacar conclusiones precipitadas, voy donde no me creo nada y cito textualmente:
“Si has seguido leyendo hasta aquí, es fundamental que no te creas nada de lo que leas. Ni una sola línea. Desde que naciste te han ido inculcando infinidad de creencias acerca de quién debes ser y de cómo has de vivir tu vida. De ahí que este libro no pretenda imponerte ningún otro dogma. Y mucho menos juzgarte. No tiene nada contra ti. Solo quiere acompañarte en el proceso de cuestionamiento de las creencias con las que has creado tu identidad. De esta manera podrás reinventarte, rompiendo las cadenas mentales que pueden estar limitando tu propio descubrimiento de la vida.
Lo único que necesitas para ir más allá de la tiranía de tu sistema de creencias es entrenar los músculos de la comprensión y el discernimiento. Así es como puedes conquistar tu verdadera libertad. Y para lograrlo, es imprescindible que verifiques toda la información que te llega del exterior, cuestionándola, poniéndola en práctica y analizando los resultados que obtienes de forma voluntaria a través de tu propia experiencia. Por este motivo, es imprescindible que leas las páginas que siguen con escepticismo y pensamiento crítico.
Si bien las palabras, los conceptos y las etiquetas son muy útiles para fomentar el conocimiento, no son la experiencia en sí mismos. El puente entre la ignorancia y la sabiduría es lo que experimentas y comprendes, no lo que te dicen, lo que lees o lo que crees. De ahí que, por favor, no te creas absolutamente nada de lo que leas en este libro. En la medida que puedas y te apetezca, experiméntalo todo. Solo así podrás comprobar empíricamente si la información es veraz y provechosa para ti”.
Sr. Vilaseca: ahora sí que me siento aludido. Es más, me siento impelido. Ahí voy.
El libro está estructurado en tres partes —representando “las tres grandes etapas evolutivas que componen, potencialmente, nuestra experiencia como seres humanos: […] la orientación al propio interés, […] la orientación a la transformación […] y la orientación al bien común”.
Observo que nos transforma en veletas que cambiamos de orientación mientras, potencialmente, evolucionamos.
La portada muestra subliminalmente cómo todos —con los ojos tapados, como gallinitas ciegas—, seguimos un camino que nos lleva a un abismo insondable. Todos siguen la señal impuesta que lleva a la perdición. ¿Todos? ¡No! Un irreductible se ha quitado el velo que cubre sus ojos y resiste todavía y siempre al opresor.
El libro se articula en torno a XIV capítulos y 61 artículos. La verdad es que, lo que he conseguido leer, ha ido irritándome de manera creciente. Entre tópicos new age, orientalismo de pacotilla y explicaciones cogidas con palillos, arma un entramado argumental carente de solvencia en el que reduce la compleja existencia humana a un linealismo incontrastable. Yo me pregunto, Sr. Vilaseca, ¿en qué mundo vive usted? ¿Con qué personas se relaciona? ¿De verdad son todas así de uniformes? Si la respuesta es afirmativa, su experiencia debe ser nefasta. Deje de luchar contra corriente, póngase la venda y déjese llevar; al fin y a la postre, la caída será mullidita: tantos le anteceden que verá cómo el golpe no será para tanto.
En el artículo 22 —el poder del statu quo— plantea una situación que copio:
Existen tantas maneras de comprender y de disfrutar de la vida como seres humanos habitan en el mundo. Sin embargo, al haber sido educados para seguir un determinado estilo de vida, se ha consolidado el denominado “pensamiento único”. Es decir, la manera normal y común que tenemos la mayoría de pensar, de comportarnos y de relacionarnos. Prueba de ello es que al entrar en la edad adulta solemos ser víctimas de “la patología de la normalidad”. Esta sutil enfermedad —descrita por el psicoterapeuta Erich Fromm— consiste en creer que lo que la sociedad considera “normal” es lo “bueno” y lo “correcto” para cada uno de nosotros, por más que vaya en contra de nuestra verdadera naturaleza.
Para verificar esta afirmación basta con ir a una cafetería y pedir una infusión. En algunas ocasiones —si el local cuenta con una amplia gama de opciones— el camarero coge una bolsa prefabricada con una mano y un cuenco lleno de ramitas y hojas secas con la otra. Y seguidamente, pregunta:
—¿Normal o natural?
Su perspicacia como fino observador de la realidad cotidiana y su posterior despliegue argumental, choca frontalmente conmigo y me plantea los siguientes inconvenientes, que relaciono:
Tiene la falta de delicadeza de no poner en negrita a los autores que menciona, al menos la primera vez que lo hace.
Comete la grave incorrección de no citar la fuente de la cita, ni siquiera enlazándola al apartado, antes mencionado, de notas. Como estoy animado a dudar de todo y no creerme nada, supongo que no ha leído a Erich Fromm y entresaca la cita de un tercero, lo que dificulta su acreditación. Mal hecho, Vilaseca.
He preguntado a amigos y conocidos —para ampliar el rango de mi propia experiencia— si a alguno le habían hecho la pregunta de “¿normal o natural?”. En todos los casos, la respuesta ha sido negativa. Se me ocurren dos posibilidades:
ü Mi círculo de amistades es especialmente reducido —o no consumen infusiones en locales públicos—. Si alguien estuviera leyendo esto y le hubieran planteado una pregunta así, que me lo haga saber, suplico.
ü La anécdota es localista y se circunscribe a su propia experiencia. Nuevamente mal, Vilaseca. Hacer de la parte propia, el todo, es una tentación que sólo los gurús son incapaces de evitar.
La ingenuidad de considerar “prefabricada” una bolsa de infusión —dotándola de las maldades inherentes a la civilización occidental— para enfrentarla a las mismas ramitas y hojas secas, pero ahora presentadas en un cuenco —otorgándoles un poder místico, curativo, sano por su propia naturaleza— raya en la simplicidad extrema. Este defecto de percepción, creciente en parte de la sociedad actual, detectado por los directores de marketing y otros secuaces de similar pelaje, ha hecho que, el proceso productivo continúe igual que siempre, pero termine, ahora, en una bifurcación: en la envasadora A embolsan los productos como venían haciendo hasta ahora, mientras en la envasadora B utilizan una forma de presentación, de aspecto natural, que no aporta valor añadido al producto final, pero encarece notablemente el artículo para el “entendido” consumidor.
Vilaseca, te han pillado.
En la bibliografía recomendada, vuelve a sorprenderme. Al haber visto en su presentación, su intensa dedicación, durante los últimos diez años, a su desarrollo interior y el conocimiento de los hitos de “la psicología y filosofía occidental”, primero, y, más tarde, los de “la sabiduría oriental”, esperaba una lista de referencias más extensa. Me he quedado pasmado: tres libros, una película y dos documentales. Inicialmente sospeché que podía ser una síntesis absoluta, el descubrimiento de un nuevo oráculo, el nuevo súmmum de la sabiduría, la integración de la Biblia, la Torá y el Corán. La trilogía definitiva. Pero, no. Éstos son los elegidos, los que servirían para refundar una nueva sociedad, tras el holocausto nuclear, o sufrir un accidente de aviación y tener que ingeniárselas para partir de cero, como en “El señor de las moscas”, de William Golding —naturalmente, esto era esperable, pasa usted de las convenciones y ordena los libros con un criterio que, sin ser alfabético, supongo será el de su importancia—.
Tolle, Eckhart — “Un nuevo mundo ahora”. Ni siquiera es la obra fundamental de Tolle. Debería haber reseñado en su lugar “El poder del ahora”. Para quien esté interesado en conocer la obra de Tolle, puede encontrar el curso “Una nueva tierra” junto a la conocida —y garantía de segura solvencia—, Oprah Winfrey, traducido al español.
Khrisnamurti, Jiddu — “La libertad primera y última”. Cumple la cuota prometida de orientalismo, pese a que, reducir toda la civilización oriental a un único autor hindú, expresa un reduccionismo absurdo. China, Japón o el mundo musulmán no merecieron una mirada suya, ni siquiera una mención aquí.
Leonard, Annie — “La historia de las cosas”. El libro recoge y amplía lo que ya circuló con notoriedad en forma de documental y que se puede encontrar fácilmente en youtube traducido al castellano. Le sirve para armar su artículo 5, “La ecología consumida”.
Estos son los tres libros que recogen la sabiduría destilada en 10 años. Me parece que le dio para poco.
Vamos con los dos documentales:
Joseph, Peter — “Zeitgeist: Moving forward”. El no va más de las teorías de la conspiración. Si yo hubiera sido usted, Sr. Vilaseca, hubiera empezando por éste, para continuar con alguno más del asesinato de JFK y los atentados del 11-S. Esto hubiera rematado la posición USA-centrista que condiciona su acercamiento a la cultura humana, además de alentar el clima de terror psicótico que usted mismo critica.
Conners, Leila & Nadia — “La hora 11”. El documental alerta sobre el impacto devastador que los seres humanos estamos causando sobre nuestro propio hogar: el planeta Tierra. Vilaseca, si no le importa, me saltaré ver el documental. Me lo permite ¿verdad? ¿No hubiera servido con el de Al Gore, de propósito parecido que, no he visto, pero sé de qué va?
Y finalmente, apoteosis total, la película, la única que aparece recomendada. Cuando vi que sólo había una, me quedé estupefacto con su capacidad de síntesis. ¿Cómo reducir a una única película toda la historia del cine? ¿Será “Lo que el viento se llevó” con su costumbrismo anticuado? ¿Será “El Padrino” y servirá como modelo de iniciación la asociación y el adiestramiento que surge entre Vito Corleone y su hijo Michael? ¿Será “El Padrino II” y la desgarradora muestra de cómo el poder pervierte y corrompe, convirtiéndose así en un antiejemplo? ¿Será “Con faldas y a lo loco” y su espíritu de superación, adaptación y autoconocimiento, condensados en la coda final “nadie es perfecto”? ¿Será “¡Qué bello es vivir!” y su grito al buenismo y a la familia y a la solidaridad y a que la gente es buena y a que todos tenemos influencia y a que…, ¡vaya!, se me llenan los ojos de lágrimas?
No. La película que se salva, la recomendada, la que, siguiendo sus instrucciones, Vilaseca, debería llevarme a una isla desierta y repetir día a día su visionado para, superando la depresión ocasionada por los documentales recomendados y, alternando, como entremeses, con los tres libros citados, es, ran-ra-ta-plán, “Atrapado en el tiempo”, de Harold Ramis. Ya sabes, un hombre del tiempo, Bill Murray, que va a participar en una retransmisión, en un pueblo perdido de USA, —¿dónde si no?— y se ve atrapado, indefinidamente, en “el día de la marmota”. ¿Esto es todo lo que has aprendido en diez años, Vilaseca? ¿Diez años para dejar como referencia a la posteridad “el día de la marmota, otra vez”?
No es verdad. Un poco más abajo descubrimos que “algunos capítulos corresponden a artículos publicados por su autor”. Es decir, se copia a sí mismo. ¿Para qué volver a trabajar, habiéndolo hecho ya una vez?
Más abajo. “tres ejemplos de proyectos orientados al bien común”.
Esto ya es el colmo, la desfachatez total: los tres proyectos son iniciativas suyas y, se permite, hablar de usted mismo en tercera persona, despersonalizando el relato, como si fuera otro el que hablara de usted y no usted mismo. Porque, en efecto, los tres proyectos son: un Master, una Consultora y una Tutoría —cada uno los etiqueta de formas sutiles y molonas: uno de ellos, por ejemplo, se llama Koerentia, pronunciado “coherencia”, por descontado—. En cada caso, se presentan en soportes independientes. Sólo el tercero corresponde, según sus palabras, a un proyecto sin ánimo de lucro. Me recuerda al cura que vendió su Lamborghini, para escribir un libro criticando el monetarismo y ganar “pasta gansa” contándolo a quien quiso leerlo y haciendo más proyectos y seguir contándolo y ahora ya tiene 24 Lamborghinis.
En fin, Sr. Vilaseca, me despido públicamente, en esta carta abierta, anunciando mis propósitos:
- Evitar que nadie me confunda con Vd. Dada la similitud entre nuestros apellidos y que su libro emula el nombre de mi blog www.comunsinsentido.com —primer artículo de 19 de mayo de 2011—, anterior a la publicación de su libro, me parecía pertinente destacarlo de cara a mis —escogidos y muy queridos— seguidores.
- Reseñar, como usted reclamaba, críticamente su libro.
- Favorecer el desarrollo de preguntas, más que el establecimiento de respuestas.
Recojo aquí una iniciativa vista en internet que no cito, para no implicar sin autorización a su impulsor.
Éste es un comentario pretendidamente satírico, Sr. Vilaseca. No trato de juzgar la honradez de sus intenciones, pero abordo críticamente sus palabras, utilizando premeditadamente la ironía. Si usted, o su representante legal, dudan de mis intenciones, les ruego dejen sus comentarios en el lugar correspondiente o se dirijan a mí, por medio de mi correo electrónico comunsinsentido@gmail.com
Un saludo