martes, 25 de noviembre de 2014

Carpeta (Lotería de Navidad 2014, VII)

La Envolvente campaña de Lotería va desplegando sus argumentos.
Lo hace de forma sibilina, percutiendo directamente sobre nuestras emociones.
En anteriores episodios se incidió en otras. Hoy toca mirar atrás.
La Navidad se acerca; es un momento en el que nos volvemos especialmente sensibles y recordamos con añoranza a los que ya no están. Las personas a las que quisimos. Aquellos que nos permitieron conocer sus anhelos, sus sueños, sus esperanzas.
A los que consideramos nuestra familia.

*****


Hoy me costará más utilizar la ironía.
Por mis propios recuerdos.
Pero, muy especialmente, porque no me gustaría herir sensibilidades.
Todos tenemos una memoria llena de buenos y malos momentos.
Darían para llenar un montón de carpetas, si dedicáramos tiempo a anotarlos.

Carpeta



*****



Un autobús recorre la ciudad, devolviendo a los viajeros agotados a sus casas. Ha sido un largo domingo.


Una mujer viaja, con la mirada perdida. Es Toñi. Aprieta una carpeta azul contra su pecho, como había hecho cuando era joven y estudiaba en el Instituto.


Se acuerda de todo. Y de todos. Le cuesta contener las lágrimas.


Su amiga quiere hacerle hablar. Conoce la primera regla de las relaciones de amistad: escuchar. Y tira de Toñi, que se cierra e impide actuar el mecanismo liberador de la catarsis. “Pero, a ver, ¿no me vas a contar esos ojos a qué se refieren?”. “Alergia”.


La reacción de su amiga está llena del mismo escepticismo incrédulo que el de cualquiera que haya visto al pequeño Nicolás en acción.


Si Toñi era hasta ahora una fortaleza, la insistencia machacona de su amiga hace que decida claudicar. Sus ojos, anegados en lágrimas, han hecho que se le corra el rimmel, argumento definitivo para el zorro del Desierto de la amistad femenina. Su carpeta, que le amparaba y protegía su intimidad, se abate como un puente levadizo. Deja salir sus emociones contenidas, en una catarata liberadora.


“Esta mañana he ido a recoger al despacho de mi padre”.


“He encontrado esta carpeta. Siempre la llevaba”. Además de las dos amigas, el autobús transporta a otros cinco viajeros: tres varones y dos mujeres (éstas se afanan en conectarse vía móvil). Ninguno aprovecha el trayecto para leer. Los cinco aparentan ese aire mecánico, zombie, que a veces se encuentra en los medios de transporte colectivo (imprescindible en los secundarios de un spot).


“Mis padres habían escrito, juntos, todo lo que iban a hacer el día que les tocara la Lotería”.


“¡Qué guay! ¿Y qué ponía?”.


“No lo sé. No la he abierto”.


“O_O”.


“Pone: ‘NO ABRIR (Hasta que nos toque la Lotería)’”.


“¡Qué romántico!”.




Los sueños de los pobres viajan en bus.

*****

¡Qué emotivo!, ¿verdad?
Y completamente lleno de trampas.
La más importante de todas consiste en evocar la vida de tus padres y dejarla reducida a una lista de cosas que no pudieron hacer por falta de dinero. No por falta de tiempo, o de oportunidades, o de decisión. No. Todo lo que les faltaba era dinero. Así, un golpe de la fortuna, les permitiría ser capaces de disfrutar plenamente de la vida, porque no hay sueños que se puedan cumplir si falta el dinero.

La historia es falsa como una moneda de 5 €. Toñi, extraordinaria en su papel, dice que su padre llevaba siempre con él la famosa carpeta. Pero ha ido a recoger su despacho (se sobreentiende que su padre ha fallecido) y ha encontrado allí la carpeta. ¿Cómo podía estar allí, si su padre la llevaba siempre consigo? Si la encuentra y en ella era donde sus padres escribían juntos lo que harían si les tocaba la Lotería, y Toñi no se la lleva a su madre, quiere decir que su madre tampoco está. Porque, en caso contrario, sería una indiscreción que hablara de ello con su amiga.

Resulta sencillo comprender los sentimientos que evoca una carpeta abierta, donde se han guardado recuerdos, recortes de periódico, fotografías, escritos o material del tipo que sea que nos vincula con alguien que ya no está.

Esas carpetas de cartón azul con gomas en las esquinas son bombas emocionales. Nada en la tecnología de pantallas, teléfonos o tablets podrá igualar su potencia.

Quizá sea una sabia decisión mantenerla cerrada y permanecer a salvo de su efecto devastador.

*****

La buena noticia es que al día siguiente, Toñi comprueba que tiene un décimo agraciado y baja al bar de Antonio a celebrarlo, no sin antes enfundarse en su atuendo de cazadora (y sombrero tirolés).

Tendrá la oportunidad de cumplir algunos sueños pendientes.

*****

Otros lazos empleados con anterioridad:

Episodio 2 – Si tú supieras
Episodio 3 – El secreto
Episodio 4 – Beautiful
Episodio 5 – Dilo bien
Episodio 6 – Llamada
Episodio 7 – Carpeta
Episodio 8 – No siempre se gana
Episodio 9 – No la pierdas
Extras – Traca final

Ya queda menos. El camino está siendo largo, pero se intuye la proximidad de la última etapa.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Llamada (Lotería de Navidad 2014, VI)

Deconstruyendo la campaña de Lotería:

La ambivalencia es cada vez más apreciada.
O la polivalencia.
La capacidad para adaptarse a cualquier situación.
Esa forma de encontrar justificación, a toro pasado, para la verdadera naturaleza de nuestro comportamiento.

En un mundo, donde nada es blanco o negro, todo terminará siendo gris.


Llamada



*****

Luis está de vacaciones. Va caminando, cuando recibe una llamada. Es Miguel, su jefe.



Ha visto el sorteo. Hace un rato. Miguel le ha mandado ir a captar algún cliente, no vaya a ser que se les escapen todos. Total, como vive cerca del bar de Antonio.


Para llegar al bar, debe atravesar un paso elevado. Va pertrechado con un anorak que le permite mimetizarse con el entorno. En su mano izquierda lleva una bolsa blanca de plástico, de las que dan (sin cobrar) en cualquier comercio de barrio, aunque sea chino.


Está llegando. Pasa por delante del muro iluminado inalámbricamente, donde hay un banco, al lado del cual un confiado había dejado apoyada la bici, sin que le importe que se la levanten, o que se le congele el culo la próxima vez que monte en ella (quizá es un ejercicio para poner las nalgas duras como tambores africanos; el mundo hip está lleno de reglas indescifrables para los no iniciados).


“De nada”, dice, tras haber colgado. Aunque en sus ojos se dibuja una expresión, puesta en boca de todos por la opus magna de Alaska y Dinarama: A quién le importa. Una idea bulle en su cabeza: “Yo soy así y así seguiré. Nunca cambiaré”.


Hay motivos para ello. En la puerta del bar saltan y brincan sus amigos, la gente que vive a su alrededor, con la que comparte vínculos de proximidad y cercanía. Ellos han sido afortunados.


Un gnomo barbado, la anterior encarnación de Jordi Évole, ha llegado.


Al mismo tiempo que Luis, llegan otros dos gnomos. Se incorporan a la danza por detrás de una chica que mira hacia Luis. No parece pasar frío y sólo lleva un jersey para abrigarse.


Por lo visto, la chica se viste con emoticonos, al objeto de evitar malentendidos. Corre, llena de amor, hacia un Luis que ha sacado la botella de la bolsa y abre los brazos sin parecer girarse hacia ella. Su melena se desboca al viento y se abalanza presurosa en un tierno conato de intimidad física.


Ella rodea a Luis y vemos la copa que lleva en su mano derecha. El tercer simbolismo sexual más sencillo de identificar, tras la llave y la cerradura o el lápiz y el sacapuntas, es el de la pareja formada por botella y copa. Ya sabemos que, en breve, ella rebosará amor.


Copas y botellas se elevan, en un multitudinario brindis al sol. Me pasma no haberme dado cuenta hasta ahora que, Luis, una vez que se quite el anorak será el tipo del jersey color berenjena y trenzas en las mangas que danza junto a Manuel, un poco más tarde. Y me sorprende que la prensa no haya hecho acto de presencia, máxime cuando la llamada de Miguel, el jefe de Luis, respondía a que había atado cabos con el bar de Antonio y el lugar de residencia de Luis.

Quizá es que los motivos de las prisas de Luis correspondían a intereses ocultos:

1 – Tenía una misión: atrapar a la mocita de los emoticonos.
2 – Buscaba una comisión: la idea de su jefe llegaba con retraso. Una vez más.


Entre el grupo se encuentra, además de El Follonero y su gorro navideño, un representante del mundo viejuno; parece estar pensando: “la ciudad no es para mí (aunque debo reconocer que saben organizar un jolgorio)”.

Si hay que timar a alguien, parece el objetivo preferente. No habrá quien lo salve.

*****

Nada importa ya. Una vez que sabemos que nada cambia a nadie, y menos el dinero, las intenciones podrán ponerse a posteriori, como relato fabulado de lo que en realidad sucedió.

Luis tendrá el camino expedito.

*****

Otras entregas previas:

Episodio 2 – Si tú supieras
Episodio 3 – El secreto
Episodio 4 – Beautiful
Episodio 5 – Dilo bien
Episodio 6 – Llamada
Episodio 7 – Carpeta
Episodio 8 – No siempre se gana
Episodio 9 – No la pierdas
Extras – Traca final

Queda menos para el final de la campaña. Lo más bonito. Lo más emotivo.
Lo más esclarecedor.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Dilo bien (Lotería de Navidad 2014, V)

La campaña de anuncios prosigue.
El afán de deconstruir la campaña se mantiene intacto.



Dilo bien



*****

Carlos y María están en casa, un lunes por la mañana, viendo la TV.



Vestidos, con las zapatillas de deporte de él bajo el banco donde se sientan y un  jersey hecho un gurruño en el sofá, como puntos destacados de un comedido desorden. Mirando un poco más, sorprende ver que reservan un sitio preferente para una caldera de hierro que mantienen como ambientación del hogar, y no como fuente de calor, lo que se deduce de que no que hayan instalado una chimenea. La mesa, móvil gracias a unas ruedas, puede desplazarse, habilitando el espacio necesario para convertir el sofá en cama y dormir (o hacer lo que quiere que hagan cuando no ven la TV) en él. Se enfatiza el aire convertible (y efímero) de la estancia.


Ven el sorteo de la Lotería de Navidad, ¡qué sorpresa!, en un aparato flanqueado por tres libros, a un lado, y una foto enmarcada, en el otro, en la que se ve a Carlos espetándole un casto beso a María. En una silla, un gorro cuelga exánime.


La cara de Carlos es un poema. No sé si ha tenido un retortijón o es que ha olvidado dónde ha dejado la bici aparcada.


Mira a María. Es notorio que es ella la que lleva la voz cantante.


La ceja enarcada de María es el síntoma de que ya ha sido capaz de pergeñar un plan.


“Si nos casamos…”. “¿Qué?”. No parece la mejor forma proponer nada. Los caracteres de ambos se intuyen diferentes. María parece tener ánimo lector. A su lado se apilan cuatro libros (aunque, examinados con atención, no parecen gastados por el uso, con las esquinas dobladas y ese aspecto con el que de un vistazo se aprecia si un libro ha sido leído, o no). Carlos es claramente supersticioso. Sujeta el décimo en su mano derecha. A su vera hay ¡una cabeza de ajos! y, más atrás, la radio con la que sigue Carrusel Deportivo, en la SER. No ha notado todavía el cambio del equipo de Paco González a la competencia. Quizá el casco amarillo, que guarda posado encima de un pallet, pudiera salvarle la vida en el accidente de moto (aun no siendo integral), pero no ha evitado que haya quedado un poco tardo en dar una respuesta.


María se hinca de rodillas. “¡Cásate conmigo!”. No lo pide; lo impone.


Carlos esboza una media sonrisa que, traducida, viene a decir “mí no comprender”, mientras balbucea un lastimero “pero si ya estamos casados, cariño”, como si la que tuviera déficits cognitivos fuera ella y María hubiera sufrido un repentino borrado de memoria.


“Vestida de blanco (a estas alturas, hace falta echarle morro), invitar amigos (y que nos regalen cosas y tiramos esta mierda de muebles de pacotilla y renovamos la decoración austera), con viaje de novios, y luna de miel (como si fueran dos conceptos distintos; lo que quiere es viajar de verdad y no una excursión en moto de fin de semana, como hicieron tras la boda íntima a la que acudieron ellos dos y el concejal de festejos de Villaverde, cuñado de Carlos, y único edil que se prestó a oficiar la ceremonia exprés).


“Bueno, vale. Sí. Me parece bien” (si Carlos fuerza más la sonrisa se le terminará cayendo un empaste). “¿Cómo que bueno, vale?” (María es machacona y cansina hasta el hastío). “Se dice ‘sí, quiero’”.


Carlos toma la iniciativa, por primera vez en años. Se yergue, acción que permite apreciar el gotelé casero que cubre las paredes de la casa y contemplar el único cuadro que María ha transigido para dejárselo colgar, a la vista de las infrecuentes visitas. El resto de ellos, escenas sangrientas y desnudos varios superan el convencionalismo de una casta María, a la que la pasta no interesa (“bueno, no tanto”), ni le parece importante (“no sigas”), ni se fija en detalles superfluos (“me estás hartando, majo”).


“Sí, quiero”. Cómo para no querer. Casi le sale espontáneamente. En todo caso, rematan la escena con un beso, mientras el plano se abre y permite observar algunos nuevos detalles en el hogar. Un sillón orejero, esquinado, al lado de la TV, desde donde María observa a Carlos, fingiendo leer, cuando éste se obstina en ver al Atlético. Encima de un armarito blanco se ve el grueso de la librería de María: 8 libros, dispuestos en dos filas. Parecen corresponder a una reedición en cartoné de “Esther y su mundo”, lo que explicaría muchas cosas. Y, algo inexplicado (que ni la aparición de Iker Jiménez pilotando la Nave del Misterio podría arrojar luz al asunto) ha surgido al lado izquierdo del cuadro (según se mira): una especie de orla que, quizá, corresponda al día de graduación de María Gómez Cámara, la residente más famosa en Bélmez de la Mortaleda Mortadela Moraleda.

Quizá ambas Marías estén unidas por un vínculo de sangre, una hipótesis que aclararía su empeño en recordar que a ninguna le mueve el dinero, pero que tampoco les importa que, si les cae algún pellizco, cuanto más grande sea, mejor.

*****

Retrospectivamente reconozco a la rubia y al que se vestía como Craig David poniéndose el gorro que reposaba en la silla blanca, como participantes de la orgía festiva que se celebró en el bar de Antonio, en el anuncio desencadenante de este pormenorizado análisis.

Verle bailar descarta una (grave) lesión neuronal.

*****

Tras ganar el Gordo, la vida de Carlos y María cambiará. Como primera medida, aparcarán su anterior lema, “contigo, pan y cebolla” (del que estaban hasta la …) y, con el aval de un premio conseguido por azar, van a darle importancia capital a la apariencia: “casarse de blanco, invitar a más gente, un viaje, una luna de miel de verdad”.

Claro que el dinero cambia. María y Carlos podrán empezar una vida nueva.

Nadie tiene la certeza de si será una mejor…

*****

En episodios anteriores:

Episodio 2 – Si tú supieras
Episodio 3 – El secreto
Episodio 4 – Beautiful
Episodio 5 – Dilo bien
Episodio 6 – Llamada
Episodio 7 – Carpeta
Episodio 8 – No siempre se gana
Episodio 9 – No la pierdas
Extras – Traca final

Tras la publicidad, la siguiente entrega.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Beautiful (Lotería de Navidad 2014, IV)

Deconstruyendo la campaña de Lotería 2014

La Envolvente actúa sobre las pasiones, accionando determinados resortes para desencadenar las respuestas previstas.
Una pasión resultaba inevitable: por simple, por efectiva y por su presencia permanente en la vida ordinaria, muy en concreto en la TV.
Como es fácil imaginar, se trata del sexo. No del amor, una emoción más compleja y madura; un avance evolutivo.
Se recurre a una pulsión primaria, que se exhibe y excita hasta resultar molesta.
Lo que debía reservarse para la esfera íntima, se muestra sin pudor.
En ocasiones, de forma chabacana.
Adán y Eva (el programa de TV, no la pareja exiliada del paraíso) es un ejemplo.

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Toda la moralina precedente viene a cuento como preceptivo aviso de la permeabilidad del blog que estás leyendo. Hoy, sin que sirva de precedente, determinados contenidos resultarán sensibles a ciertas personas —entre ellas, mis hijos— que no considerarán [conveniente / adecuado / aceptable / permitido] seguir leyendo.

YO HE AVISADO


El episodio anterior de esta saga (El secreto) terminaba con el deseo de Antonio, expresado en el vídeo: “este año molaría que mostrase la camiseta”.

Y una invención mía, en la que, hiperbólicamente, se le ocurría “organizar una fiesta de camisetas mojadas para la Nochevieja, en el bar”.

El sexo empezaba a asomar las orejas.

Beautiful



*****



Te imagino, perfectamente, con una camiseta mojada. Con sólo una camiseta mojada. O sin ella. O untada en aceite. O pendiente de ser untada. Te imagino, con todo detalle, haciendo cualquier cosa. Dejando que te haga cualquier cosa. A pesar del frío, mi imaginación es calenturienta. Sé que la tuya, también lo es. Tan bien lo sé, que quizá me anime. Llevo dos semanas viniendo al bar de Antonio, a diario, por las mañanas, sin necesidad de que haya fútbol. Pero no se me va de la cabeza la idea de meter. Siempre te pido un café y me pones una porra.


Baila, morena sabrosa. Baila y baila, sin parar. Noto el sabor de tu cuerpo, que ya puedo degustar.


Un astroso, de pelo y barba ensortijadas, entrecano, que lleva gafas Lennon apuntaladas en la napia, llega haciendo slalom, para soltarle un confianzudo “chata”. Yo, me mantengo a su izquierda, apoyado en el taburete, más tieso que mi porra. Si él se atreve, yo no seré menos (con mi pelaco Verdasco, estoy para petarlo).


“¡Dime, cielo!”, le animas, mientras establecéis contacto visual. Él, por encima de sus gafas, poniéndose mohín; tú, sonriendo parapetada tras la doble barrera de tazas de café para mojar (a la vanguardia) y cortado (en retaguardia). Yo, me mantengo expectante.


El tipo quería un décimo. In extremis. Habías escondido mercancía tras el espumillón que venden de saldo en el chino. Es el día anterior al sorteo y siguen saliendo papelinas de cualquier sitio. De pie, un fulano apura su destornillador. Supongo que no será el décimo.


Un movimiento de bailarina y, sin necesidad de arrancarlo, ya tienes el material en la mano. El barbas ha sacado su 20 napos y en la estantería se ve que hay, por lo menos, tres más, detrás de los cuales ha surgido el que ahora sujetas. Parece salido de la cesta de Fray Escoba. El vaso de sidra está casi vacío. El gesto comedido del que se dedica al bebercio muestra su origen astur. Yo me sigo coscando de todo.


¡Será cabrón el pavo! ¡Te ha rozado! ¡Lo he visto! ¡Ha habido contacto!


¡Qué tío! ¡Se guardó la pasta, retrayendo los dedos corazón, anular y meñique. Ha dejado el dedo índice extendido, para deslizarlo por tu mano, mientras te arrebata el décimo y se lleva con él la pasta. Te ha guindao. Debes estar despistada. ¡Maravilloso! Es el momento de pasar a la acción.


“Perdona, ¿me das un azucarillo?”, le espeto, con sonrisa picarona, jugando con el que tengo en mi mano izquierda. Espero que Antonio, que sé que está al fondo dando palique a un par de clientas, no le parezca mal que lance las redes. El de la cuenca se gira, dispuesto a entrar a matar el cacharro.


“Y tú, ¿qué? ¿Ya tienes todo lo que quieres?”, afirma retadora y buscona. Parece dispuesta.


“Bueno, a lo mejor lo que quiero no se puede comprar con dinero…”, lacónico, dejo unos puntos suspendidos en el aire… Un coche se esfuma de fondo. Antonio también ha hecho mutis.


Coco (la de Fama, no el de Barrio Sésamo) habla. No veas cómo. No tengo ni idea de lo que está diciendo. Que si Nueva York y una gran manzana. ¡Ni papa! Yo sólo puedo ver que ha pillado la bayeta y se ha puesto a frotar la barra. Lo noto en la porra, que ahora parece doble. Mi mano izquierda se acerca al vaso de agua, para sofocar calores. El del Nalón ya está agarrao.


¡Qué sincronía de movimientos! El de Blimea aparta el vasu y Coco levanta el platillo para retirar las migas. Ni la Pávlova.


“Biutiful”, me dice. Serás loba. Tienes más ganas de guerra…


“Y yo feliz”. Dime si no parece que está pidiendo un bucaque.


¡Fiuuu! “Voy más caliente que la moto de un hípster”, como diría Robinson. La mía es una vespa blanca, que dejo aparcada fuera. “Y vas cascátela más que un hámster, como no te apures, fíu y dejes de buscar sitiu pa’ parcar, que la nena lleva un cachu co’l motor al ralentí y van quemáseye les bujíes” (dice, voz en off, Blimea). Si falla la morena, detrás ya se ha montado un trío.


Va, venga. Sin complejos. “Dame uno”. Yo también quiero participar.


“¿Sí?” ¡Qué tía! ¡Cómo me ha metido el gusanillo en el cuerpo!


Ha vuelto a conseguirlo; ha sacado otro décimo ¡sin que la tira mengüe! Una diosa de ébola, eso es lo que es. De ébano, rapaz, no de ébola. ¡De ébano! Seré de Blimea, cagonrós, pero sé un rato de maderes.


“Pero como me toque, te vienes conmigo a nuevayor”. Tú, ten cuidadín, que la muy guarra diote la mano después de pasar la bayeta y nun hizo por secase. No valía ni pa trabayar en La Osera. ¡Quiés callar con la voz en ho y dejar a los mocinos a la suya, que el curso de audiovisuales que ficiste con los fondos mineros te vino de pena, guaje! ¡Coime! ¿Seré bipolar y por eso falo comigo mesmu?


“A lo mejor, allí, sí consigo lo que quiero”. Pero tú no habías dicho que no todo se conseguía con dinero. ¿Y cómo vas a ir a niuyor? ¿De polizón? Cagonmimanto. Dábate un par de tobes, afatao.

*****

Déjale. Que no le quiten la ilusión. Que no la pierda.

*****

Un ratín después:

— Fede: ‘Taba yo pensando.
— Rico: Dime, Fede.
— Fede: Hoy ¿qué día ye?
— Rico: Domingo.
— Fede: No me jodas.
— Rico: To’l día.
— Fede: Si es que pierdo la cuenta…
— Rico: Dígotelo yo.
— Fede: Y el sorteo, ¿ya fue?, ¿o ye la víspera?
— Rico: Será mañana, Fede.
— Fede: Pues, ‘taba yo pensando. ¿Acuérdeste de la mocina?
— Rico: ¿De cuala?
— Fede: La del chigre de Antonio.
— Rico: Sí, ho.
— Fede: Ye un pocu putuca, ¿nun crees?
— Rico: Dígote.
— Fede: Viste como-y miraba’l guaje.
— Rico: Sí, ho. Fede. La mozuca quería manteca.
— Fede: Pero, ‘taba yo pensando.
— Rico: ¿Qué?
— Fede: Era un pelín gocha.
— Rico: Liberal, dizse ahora.
— Fede: No, si no lo digo por el unte. Pa’ mí ye igual.
— Rico:
— Fede: Ye porque, ¿fijástete la rebequina que llevaba?
— Rico: Sí, ho. Muy prestosa.
— Fede: Pos mañana llevará la misma.
— Rico: Y, ¿tú como lo sabes, Fede?
— Fede: Un deyaví.
— Rico: Qué coses dices, castrón. Deya¿qué?
— Fede: Na, Rico. Coses míes. Que en veces tengo visiones.
— Rico: Cagontó. Lo tuyo ye que-y das al destornillador cosa fina.
— Fede: Sí. ¡Y pásome de rosca!
— Rico: Desde que viniste p’aquí ya nada ye igual.
— Fede: Fijo. Marché de Asturies y la cosa cambió.
— Rico: Nun marchaste, Fede. Echáronte.
— Fede: Pos eso. Ye lo mesmu.
— Rico: Casi.
— Fede: To’ por culpa la mi muyer.
— Rico: Y porque yeras un borrachu, to’l día chumiando.
— Fede: Como ahora.
— Rico: Y un ludópata.
— Fede: Y el tu padre, otru.
— Rico: Nun faltes, Fede. Digo que te gustaba el juego.
— Fede: Diba’l Molinón pa’ ver a Quini.
— Rico: No esi juego, guaje.
— Fede: ¿Qué juego, entós?
— Rico: Les perres.
— Fede: Ya lo sé.
— Rico: Ye jodíu cambiar les costumbres.
— Fede: Y eso que vine aquí, que llamábase Villaverde, pero nada.
— Rico: To’ cementu.
— Fede: Son to’s unos estiraus del pijo. Lleven to’s la cabeza tapáa.
— Rico: ‘Onde vióse eso.
— Fede: Lo único que vale ye la boina. Leváa caláa.
— Rico: ¿Ye bacalá?
— Fede: Déjalo.
— Rico: Déjolo.
— Fede: ‘Taba yo pensando.
— Rico: Dime, Fede.
— Fede: El rapaz de antes.
— Rico: ¿El esmirriau repienau?
— Fede: Esi.
— Rico: ¿Qué y-pasa?
— Fede: Nun debió enterase del estudio de la Universidad de Güisconsin..
— Rico: Cualo.
— Fede: Uno que decía que el 95% de los guajes que tan en un bar...
— Rico: Sí.
— Fede: …anden pensando en llevar a la camarera pa’ lo oscuro.
— Rico: De fijo.
— Fede: Pa’ arrimar la cebolleta.
— Rico: O lo que se pueda.
— Fede: Ye que hay algunos que pásanse de necius.
— Rico: ¡Home, no!
— Fede: Esti lo que y-pasa ye que yera un iluso.
— Rico: Pensaría que iba a moxar el churru.
— Fede: Como dicen los de Güisconsin.
— Rico: ¿Los que faen el DYC?
— Fede: No. Esos son de Segovia.
— Rico: Sí que s’agobia el melenas.
— Fede: Ye cuando t’ofuscas.
— Rico: Pasa a veces.
— Fede: Pasóme el otro día, donde el programa.
— Rico: ¿Nun vas a olvidalu?
— Fede: Ye que, ‘taba yo pensando.
— Rico: Nun sigas, Fede. Va date un irtus.
— Fede: Yo nun tuve la culpa.
— Rico: Ya lo sé, ho.
— Fede: Pusiéronse al mi lau.
— Rico: Provocando.
— Fede: Eso, provocando.
— Rico: Di que sí.
— Fede: Mira que había playa, que paecía la del Aguilar.
— Rico: Eso.
— Fede: Y pusiéronse al mi lau.
— Rico: Provocando.
— Fede: Y, cagonmivida, yo facía tiempo que nun quitaba el quesu.
— Rico: Sigue faciendo.
— Fede: Y por asociación de idees.
— Rico: Cabrales y sidra.
— Fede: Puse en marcha el manubrio.
— Rico: Y atascóse.
— Fede: Claro. Y los muy perros pasaben de mí, ho.
— Rico: Eso no se hace, Fede.
— Fede: Recordóme el día que quedé atorau n’el parking.
— Rico: Acuérdome bien.
— Fede: Nun era a salir. Y mira que llamé, pero escojonábanse tóos.
— Rico: Cabrones.
— Fede: Y, ye normal, acumulóse la sangre allí enbaxio.
— Rico: La gravedá.
— Fede: Gravísmu, fíu. Creí que nun volvía a sacala.
— Rico: La madre...
— Fede: Y ya nun pensaba bien. ‘Taba toa la sangre allí.
— Rico: Acudiendo a la llamada.
— Fede: Y púseme farruco, lo reconozco.
— Rico: Eso te honra.
— Fede: Era hora de tomar decisiones drásticas.
— Rico: Cortar por lo sano.
— Fede: Home, Rico. ¡No me jodas! ¿Cómo hables de cortar, si ye eso?
— Rico: Ye verdad, perdona.
— Fede: Será mejor ahogar les penes, bebiendo.
— Rico: Las muy putes aprendieron a nadar, ¿oyiste?
— Fede: ¿Sabes qué, Rico?
— Rico: ¿Qué?
— Fede: Esto pue’ ser el principiu d’una guapa amistá.
— Rico: Home, claro.
— Fede: Llevamos toda la vida juntos.
— Rico: Ende que nacimos.
— Fede: Vamos a celebrallu.
— Rico: Unos cacharros, sí. Ye pronto pa sidres.
— Fede: Y pasau’l Negrón la sidra avinagra…
— Rico: …y sabe peor.
— Fede: Gascona queda un poco lejos, ¿no crees?
— Rico: Sí. A tomar po’l culo y un pocu más.
— Fede: ‘Taba yo pensando que, siempre que voy de sidres a Gascona…
— Rico: Cada vez que vas a Oviedo.
— Fede: …dejo pa’l final lo llambión.
— Rico: Home, claro.
— Fede: Y subo la cuesta, arrastrau como’l Tarangu.
— Rico: Sí.
— Fede: Pa’ llegar d’arriba y avituallar en Santumedé.
— Rico: Tienen más pastes que rizos en la cabeza la mozuca del bar.
— Fede: Póngome tiesu.
— Rico: Nun m’extraña.
— Fede: Pienso en ellu y me relamo.
— Rico: Habrá que facer algo.
— Fede: ‘Taba yo pensando.
— Rico: Déxalu, cabeza. Nun vayes vaciar el tarru.
— Fede: Tiés razón.
— Rico: Claro.
— Fede: Habrá que celebrallu.
— Rico: Cómo.
— Fede: Canta conmigo.
— Rico: Siempre.
— FedeRico: (tambaleándose): Asturies, patria queridaaaaaa, Asturies de mis amores…
— Federico (recuperado del desdoblamiento, se va cantando, sólo).

*****

Uno de Blimea, borracho, ludópata y bipolar,
se cuela en el chigre de Antonio.
Ya había protagonizado un incidente con una botella de sidra en ‘Adán y Eva’, por el que sería hospitalizado.

*****

Rindo homenaje a algunos maestros del humor asturiano. Un tipo de humor peculiar. Una forma de ver las cosas. Una particular sorna. Una expresión facial contradictoria, la del que se pone serio para hacer una broma y sonríe para decir algo serio.

Difícil de exportar, pese a que algunos lo han intentado.

Algunos son amigos; a otros los sigo; todos han sido una influencia.

Tipos de un talento enorme: Alfonso Iglesias, Jerónimo Granda, Maxi Rodríguez, Pepe Colubi, Francisco García, Antonio Rico, La Nueva Asturias, Edu Galán, Terapia de Grupo, Gelu Rodríguez, Deploreibol, Fernando López-Cancio.

Con los que me encuentro en deuda.

Hay una película magistral que resume el espíritu de esta tierra: La torre de Suso (tien su coña oíla explicá en catalino), de Tom Fernández, con Javier Cámara y Gonzalo de Castro.

Sirve para entender lo que significa “estar de coña (no siempre marinera)”.

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Otros episodios de la campaña:

Episodio 2 – Si tú supieras
Episodio 3 – El secreto
Episodio 4 – Beautiful
Episodio 5 – Dilo bien
Episodio 6 – Llamada
Episodio 7 – Carpeta
Episodio 8 – No siempre se gana
Episodio 9 – No la pierdas
Extras – Traca final

Un descanso —orinar, fumar un pitillo, echar la siesta— y la función continuará.

Esa incierta edad [el libro]

A veces tengo la sensación de que llevo toda la vida escribiendo este libro. Por fin está terminado. Edita Libros Indie . Con ilustracio...