Los
humanos nos organizamos en grupos para alcanzar objetivos compartidos.
Eso
nos describe como animales sociales.
No
somos la única especie que merece esa consideración.
Abejas,
simios, hormigas o delfines también se articulan en torno a estructuras grupales.
Pero
el entramado tejido por el hombre, alcanza mayor complejidad.
"The smokin' chicken flew to the kitchen's floor" Foto: dhammza |
Tres
características singulares definen a (algunas de) las agrupaciones humanas:
— Plasticidad.
Las estructuras se modifican, adaptándose a las circunstancias concurrentes.
— Movilidad.
La pertenencia a un estrato social no es permanente. En ocasiones, los
individuos pueden alterar su status.
— Multiplicidad.
Cada individuo pertenece a grupos que atienden a diferentes focos de interés.
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En
su configuración interna, cada grupo se organiza de formas específicas.
Las
relaciones que se establezcan condicionan el desarrollo de determinados grupos
prototípicos.
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Hoy
quiero detenerme en los grupos excesivamente cohesionados, en los que se
desarrolla lo que se denomina el “pensamiento
grupal”, o “mentalidad de grupo”,
un síndrome descrito por Irving Janis,
caracterizado por un conjunto de síntomas, concretamente ocho:
1 – La ilusión
de la invulnerabilidad
“Si nuestro
líder, y todo el mundo en el grupo decide que está bien, el plan tiene que dar
resultado; aún cuando sea muy arriesgado, la suerte está de nuestro lado”.
“Los adeptos
no ejercen su juicio crítico para darse cuenta de las mentiras de sus
dirigentes”.
2 – Racionalizar
para desechar las advertencias
“Buscar
argumentos para justificar su conducta, por muy ilícita e irracional que sea”.
“Quienes
padecen este síntoma, quieren demostrarse a sí mismos que están haciendo lo
correcto y por eso encuentran razones para justificar una posición ya tomada.
Estas razones, sumadas a las de otros compañeros, aumentan la autoestima”.
“Pueden
existir muchas prohibiciones. Llama la atención la falta de fundamento racional
con que se justifican”.
3 – Creencia
incuestionable en la moralidad inherente al grupo
“Este
síntoma lleva a ignorar las consecuencias éticas de sus decisiones”.
“Se tiene
mucho miedo a llevar la contraria”.
“Se imponen
prohibiciones inmorales, encaminadas a romper los lazos primarios sociales y a
impedir el desarrollo del pensamiento crítico”.
4 – Ver a los
enemigos del grupo mediante estereotipos
“A los que
no sean como ellos se les ve con un sentido puramente maniqueo: o demasiado
malos como para realizar intentos genuinos por negociar, o demasiado débiles y estúpidos”.
”Si te muestras
sincero, empiezan a sospechar de ti; si ven que empiezas a ceder algo, te ven
como débil o estúpido”.
5 – Ver
fácilmente deslealtad y traición
“Cualquier
miembro que razone contra las ideas fijas del grupo, incurre en deslealtad”.
6 – Autocensura
“Para evitar
que los demás los rechacen, quienes padecen de mentalidad de grupo, se
autocensuran, quitando importancia a los argumentos y dudas que puedan tener en
contra”.
“Surge al
estar aislados los sujetos de su ser íntimo y de los juicios sensatos de otras
personas ajenas al grupo”.
“En lugar de
desarrollar un pensamiento propio, asimilan las lecturas dirigidas, para
conseguir un verdadero lavado de cerebro”.
7 – La ilusión
de la unanimidad
“Nosotros
somos un grupo fuerte y, al final, ganaremos. Y nuestros oponentes son
estúpidos, débiles y malas personas”.
“Las
ilusiones de invulnerabilidad y de unanimidad quedan corroboradas al suprimir
las dudas personales, por temor a aparecer ‘blando’ o ‘no viril’, o carecer de
la suficiente fuerza”.
8 – Guardaespaldas
mentales
“Se dedican
a proteger al grupo de la información adversa que podría hacerles despertar”.
“Sin que
nadie les nombre, se creen con derecho a reducir al silencio a los disidentes,
aquellos que muestran en público sus discrepancias”.
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He
seguido el esquema de la lección que, sobre este asunto, Felicísimo Valbuena impartió en la Escuela de Filosofía de Oviedo, en marzo de este año, organizada
por la Fundación Gustavo Bueno, de la
que se adjunta vídeo.
En
ella, utiliza como eje conductor a los Testigos
de Jehová, a los que él considera un ejemplo evidente de grupo afectado por
el síndrome. Recorre los síntomas, utilizando su comportamiento sectario como
ejemplo ilustrador de cada uno de ellos.
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Valbuena
analiza también el caso de la CBS,
cadena de TV americana, tras la jubilación del legendario presentador Walter Cronkite, a quien sucedió, como
presentador estrella, Dan Rather.
Cronkite
había conquistado unas cotas altísimas de credibilidad y, tras su sustitución,
la cuota de audiencia de los informativos de la CBS (el share) había
descendido. Rather, en lugar de afrontar el problema real (no responder a los
deseos del público), se dedicó a acusar a todos los directivos de “estar anclados en el pasado”, logrando
que fueran despedidos, siendo reemplazados por nuevos directivos, obedientes a
él. Su actuación pasó por crear dos tipos de personas, los de ayer y los de
hoy, obrando en consecuencia, reduciendo el campo de acción de los primeros y
ampliando el de los segundos. Esto acarreó sufrimientos muy profundos.
Rather
actuó maquivélicamente, para burlar a “los
de ayer”:
— Comenta con ellos los asuntos pero, seguidamente,
se reúne con “los de hoy” para
expresar sus opiniones más sinceras y mofarse.
— Además, rompe la confianza de “los de ayer”, asegurándoles que no les pasará nada y, rápidamente,
los destina a otros lugares o les crea puestos imaginarios.
— Ridiculizaba los formatos antiguos y a las personas
con historial.
Puso
en práctica una forma de “mobbing”.
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En
todas las organizaciones puede desarrollarse el “síndrome de la mentalidad de grupo”.
Pero,
afortunadamente, no todas están sujetas a él. Algunas se vinculan de forma
plural, asumiendo que la relación con otras personas, con intereses diversos,
supone un enriquecimiento del grupo, entendido en su conjunto, y de cada uno de
los sujetos que lo conforman.
El
primer estadio de la libertad pasa por la capacidad para definir una identidad
propia. Esta afirmación choca frontalmente con la concepción acrítica de que
todos debamos resultar idénticos.
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ResponderEliminarGracias Alberto, muy buen artículo.
No me gustan los grupos….ni para practicar el yoga. Nunca formé parte de una pandilla de pequeña y ni siquiera me gusta salir a cenar en grupo..4 es suficiente para mí. De hecho viendo en los chavales, la manía de pertenecer a ”la pandilla”, lo que llegan, sin que lo sepan sus padres, a hacer juntos, es alarmante. Su dependencia de la pandilla, el necesitar ser aceptados por la pandilla y lo que son capaces de hacer por pertenecer a ella y ser aceptados es mas que preocupante.
Si trasladamos eso de los grupos a los adultos, los pensadores en grupo, ¿qué encontramos? Verdaderos desastres: Vietnam, Pearl Harbour, y Bush y su Admon, haciendo la invasión de Iraq con el pretexto de acabar con terroristas(que Iraq nunca fue un país un terroristas hasta que llegó él), armas nucleares, etc Eso ha pasado una factura terrible a USA , está “tullido” y nos ha transformado el mundo entero en un lugar inseguro.
Debemos NO pertenecer a Group Think sino acostumbrarnos a pensar “outside the box”.
No se pero tengo la impresión que cada vez se esta extendiendo el problema. Ahora todo es asociaciones, congresos, partidos, grupos de apoyo,... y cada uno de ellos comienza a defenderse mediante ver a los demás con estereotipos y una total falta de autocritica. Algunos de esos grupos nacen con ideas loables pero misteriosamente y a paso rápido se convierten en irracionales y con una total falta de autocririca.
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