miércoles, 21 de septiembre de 2011

La competencia

Leyendo el título puede surgir en el lector la duda de qué pretendo abordar en este artículo. No me voy a referir al hecho de ser competente en el desempeño de una actividad: en ese caso hablaría en plural (las competencias), pero ya escribí sobre ellas en una entrada anterior. Ahora me centraré en la forma de afrontar, las personas y las organizaciones, el hecho de estar incluidos en un entorno en el que, inexorablemente, hay otros que hacen lo mismo. Es interesante —a mí me lo parece— analizar cómo se afrontan esas relaciones, digamos, horizontales.

Foto: j.o.h.n. walker

Diccionario [a lo mejor me meto en un problema porque, cuando voy a consultarlo, ya tengo definidas las líneas maestras de mi escrito]. En el que utilizo siempre, se abren dos entradillas distintas para la misma palabra.

  1. Cualidad o condición de competente.

  1. Hecho de competir / Competición deportiva / En algunas actividades, especialmente en el comercio: conjunto de los competidores / Hacer la competencia: competir con ella.

Así que encontramos dos caminos distintos: en uno, se hace referencia a ser competente y, en otro, a ser competitivo. Si hay dos caminos distintos, que sean paralelos, convergentes o divergentes, termina siendo, a la larga, una cuestión electiva.


Echo otra ojeada más a la entrada competente: “Persona que tiene capacidad y preparación para el desarrollo de su actividad”.

Y otra, —última, lo prometo— a competitivo: “Capaz de competir”.

Ya tenemos elementos para armar el discurso. Veremos a dónde os lleva.


Las personas son competentes —pueden llegar a serlo: ése debería ser su objetivo—.

Las organizaciones son competitivas —si no lo son, terminarán por  desaparecer. También pueden cambiar: esos cambios deberán producirse para poder garantizar, por medio de su competitividad, su capacidad de supervivencia—.


Y ahora, centrado ya en la competencia, apunto así en desorden cosas que se me van ocurriendo; más tarde trataré de organizarlo.

Detrás de la competencia se encuentra el afán de superación, la lucha por mejorar. Algunos entienden —a mi juicio erróneamente— que la clave está en ganar a los demás. Hay una frase acuñada que, copiada del nefasto modelo del fútbol super-profesional, he oído múltiples veces repetida. La dicen entrenadores portugueses, la oyen los padres que acompañan a sus hijos a los partidos —y así les luce el pelo con sus comportamientos en la banda— y la repiten los propios niños. Encierra un propósito devastador, que condena para siempre el espíritu de Coubertin al afirmar que “a mí no me gusta perder ni a las chapas”. Dos apuntes, además de los que cada uno pueda observar en éste o cualquier otro sentido [ahí están las hojas de comentarios, como si fueran las de reclamaciones]

  1. Desconfiad siempre de la gente que inicia sus frases con esos falsos protagonistas “a mí”.
  2. Todos los que hablan del juego de las chapas, ¿saben de qué hablan? Mis hijos piden chapas en los bares, como antes hacíamos muchos, y me consta que actualmente es un comportamiento extravagante: la reacción sorprendida de los camareros denota que es francamente inusual.


En una de mis facetas profesionales, como panadero, siempre entendí una máxima que aplico desde el primer día que tuve que desempeñar esa labor. El resto de profesionales del sector, todas las panaderías y confiterías de mi entorno, son, a mi juicio, compañeros de profesión, no la competencia. Los que considero mi competencia son aquellos que practican el intrusismo y que, empleando en su propia contra la indefinición, se meten en el camino del compañero, abandonando de paso sus señas de identidad. Son, por ejemplo, carniceros que venden pan, quiosqueros que venden pan, pescaderos que venden pan o cualquiera que, sin más criterio que, abusando de los límites de la confianza y el mal gusto, se mete a molestar en la casa del vecino. Ahora las gasolineras venden pan y lo ponen en bolsas de plástico con la inscripción: “Especialistas en pan”. Su reclamo es un cartel que anuncia “Tenemos pan recién horneado”. Ellos sí son competencia.

También son mi competencia las Grandes Superficies, las que han modificado los hábitos de consumo y alejan a los consumidores de los núcleos urbanos para llevarlos a recintos feriales donde son tratados como reatas.

Pero los que sufren, igual que yo, las penurias del ejercicio de una tarea común, ésos son mis compañeros de profesión, no la competencia.

Por eso, porque mucha más gente piensa igual, se organizan las asociaciones profesionales. No hablaré de la que me toca cerca y a la que pertenezco, porque en este artículo me he planteado ser positivo.

Por eso se organizan semilleros de ideas, congresos, reuniones, conferencias, simposios, saraos varios: su propósito es compartir ideas y experiencias, crecer y hacer crecer con las ideas propias y las de los demás. Ya se ha superado la fase del recelo temeroso del espionaje industrial. Es otra demostración más de que avanzamos hacia una sociedad de los hábiles. Se está paulatinamente cambiando hacia otro modelo en el que, interiormente, la mayoría sabe que el conocimiento no es lo realmente importante. Antes, lo que los panaderos o confiteros atesoraban era su recetario: sus fórmulas mágicas, conocimientos arcanos que se transmitían de generación en generación y que había que envolver en un misterio cegador. Una especie de fórmula de la Coca-cola “urbi et orbi”. Ahora las cosas han cambiado: todos quieren enseñar sus fórmulas, sus recetas. Se editan libros, se emiten programas de TV, se hacen clases magistrales con multitudinaria asistencia. En el gremio de la cocina —otros le llaman hostelería o restauración; yo soy más clásico y, teniendo en cuenta que siempre he defendido el carácter bíblico de mi profesión, me quedo en llamarles cocineros, sin pretender con ello ofenderles—, el espectáculo ha alcanzado los niveles de los grandes magos. Para algunos profanos son percibidos como herederos de la alquimia. No cuestionaré la validez de ese protagonismo de los cocineros (no lo haré ahora), pero afirmo tajantemente que todos quieren mostrar sus cartas, enseñar sus trucos, compartir con los demás —los que se quieran asomar— lo que saben.

No sólo en esos gremios: la profusión de intercambio de conocimientos viene dada porque todos implícitamente reconocemos que los conocimientos no son lo verdaderamente importante. Aunque yo supiera las fórmulas que utiliza Adrià, aunque tuviera su instrumental y aparataje, aunque contara con un equipo tan numeroso y preparado como el suyo, sería incapaz de igualar su espectáculo. No tengo las habilidades para hacer lo que él y su equipo hacen. Eso es lo que él atesora con firmeza. En inglés se explica mejor: es su “know-how”, saber cómo. Las cosas que cada uno lleva en su mochila, que ha ido atesorando con el paso de los años, sumando sus experiencias individuales. Lo que cada uno sabe hacer, sus habilidades, que, ni aunque lo intente, será capaz de transmitir.

La única forma de adquirir y desarrollar habilidades es mediante la práctica y la repetición. Por eso gran parte de la Formación está desvirtuada. Atiende a la transmisión de conocimientos, pero olvida la necesidad de la experiencia personal del que quiere aprender, olvida que la repetición y la interiorización son los mecanismos para el desarrollo de hábitos y que sólo tienen sentido cuando se manifiestan, por la interacción, en un contexto social.


Volvamos a la competencia. Ya vimos que no es lo mismo ser competente que competitivo, ni el proceso pasa necesariamente por ganar en una lucha en la que sólo uno permanece.

Realmente, debemos trabajar con intensidad en formular un nuevo modelo de relaciones personales. Tenemos que conseguir una profunda conversión que transforme a las personas para conseguir una forma de entender el mundo que sea mayoritaria. El elemento esencial está en la (auto)superación. El símil deportivo es ejemplar; la forma de entenderlo, no siempre.

En la liga de fútbol de Primera División compiten 20 equipos y, es un axioma, sólo uno puede ganar. Pero no sólo el que gana sobrevive. Hay varios equipos que pueden entender que su temporada ha sido un éxito, habiendo quedado muy lejos del primer clasificado. Es esencial establecer retos a la medida de las distintas organizaciones (los clubes de fútbol lo son, aunque no siempre lo parezcan). No todos pueden quedar el primero y, establecer ese objetivo para todos, además de utópico, es de imbéciles.

No sólo triunfa el que queda el primero. Si pensamos en ciclismo, no todos pueden ser Contador, no todos pueden ganar el Tour: ni Contador puede ganar el Tour todos los años. Que le pregunten a Samuel Sánchez si el Tour de 2011 fue un éxito para él: vencedor de una etapa, ganador del maillot de la montaña, pero peor resultado en la clasificación General que el año anterior.

Si este año disputaron el Tour 198 ciclistas, no hubo un único ganador, el australiano Cadel Evans; muchos otros disfrutaron de éxitos diferentes. Para algunos fue un mal Tour: algunos, por caídas, quedaron alejados de alcanzar sus objetivos. Otros no tuvieron un buen Tour, pero alcanzaron éxitos en otras pruebas del calendario. Para algunos fue un mal año: el deporte enseña eso, aceptar los reveses y afrontar con más ganas de superarse la próxima prueba, el siguiente reto.

Los deportistas deben asumir que la esencia de su progresión está en su esfuerzo continuado antes de las competiciones deportivas. Sus entrenamientos, sus esfuerzos continuos durante mucho tiempo se concentran en unos pocos instantes. En la final del reciente campeonato del mundo de Atletismo, Usain Bolt fue descalificado por adelantarse unas milésimas en su tiempo de reacción.

Los JJ OO se celebran cada 4 años. Una lesión inoportuna, una indisposición temporal, frustra el esfuerzo continuado de dedicación y entrega de toda una vida. Superando la máxima olímpica: lo realmente importante, lo trascendente de veras, es ese esfuerzo continuo, el afán de superación. Participar debe ser una experiencia irrepetible, pero el hábito del esfuerzo marcará tu vida.

Participar en una actividad deportiva —y hacerlo estableciendo un propósito razonable— implica entender que, aunque sólo uno gane, muchos pueden alcanzar el triunfo.


Las organizaciones están fundamentadas en las personas que las conforman. La importancia de la dimensión humana no puede desdeñarse. Inspirado por una conferencia que he visto recientemente de Koldo Saratxaga, reclamo la necesaria relevancia de una característica que, últimamente, las organizaciones están crecientemente abandonando: la proximidad.

Se debe desarrollar una nueva estructura de relaciones en las organizaciones:

-      Relaciones internas. Tratar a todos los miembros de una organización como personas. Superación de las divisiones jerárquicas y (des)calificatorias entre directivos y trabajadores. [Leo últimamente un término que se ha puesto de moda: CEO, no sé muy bien lo que significa, pero suena realmente feo]. Afirmar que el capital humano es el activo más importante de una organización y centrar exclusivamente los esfuerzos de mejora —vía “coaching”— en una casta absurdamente privilegiada, es un profundo contrasentido y una absurda sinrazón. Siempre fue importante, pero ahora empieza a ser urgente, la necesidad de conectar tareas, dentro de un entorno organizado, que conduzcan a alcanzar objetivos comunes. Las organizaciones deben fomentar el desarrollo de una ética de la responsabilidad personal que prime el enriquecimiento recíproco por medio del desarrollo de habilidades útiles y compartidas.

-      Relaciones externas (con clientes y proveedores). Entender que son compañeros de viaje y, por tanto, es preciso encontrar un acomodo recíproco. Establecer relaciones en las que todas las partes obtengan algo de provecho y entender que las relaciones basadas en un desequilibrio implícito son, en la práctica, inviables. Plantear relaciones a largo plazo; las que se fundamentan en intereses no duraderos son meras transacciones que, con perspectiva, resultan ser poco rentables.

-      Relaciones sociales. Búsqueda de localización, lo que implica implantarse en un entorno de proximidad. Los planteamientos actuales, de los que hablan los libros y vemos sus consecuencias cada día que pasa, se fundamentan en un modelo erróneo, perjudicial e insostenible.

La deslocalización lleva acarreada la despersonalización que, a su vez, implica la deshumanización. Cuando una organización se deslocaliza, se desarraiga, pierde los vínculos que necesita para conectarse con el entorno próximo en el que opera. La primera medida para la deslocalización es recortar costes salariales, prescindir del personal en plantilla, para buscar trabajadores más baratos. La consecuencia es que las organizaciones olvidan su dimensión humana y se centran en balances, instrumentos al alcance de cualquiera que carezca de escrúpulos y del mínimo sentido común.


¿Soluciones? Sólo hay una: Desarrollar un nuevo modelo basado en la búsqueda de relaciones confiables, fundamentadas en algunos valores clave:

-      Entre iguales (no idénticos)

-      A largo plazo

-      Crecientes en valor recíproco

-      Empleando el mecanismo básico de la confianza

-      Compartir frente a competir

El resultado: habremos invertido en beneficios continuados, duraderos y perdurables. Abandonando un antiguo (y superado) modelo de competencia, nos habremos dotado de las habilidades necesarias para llegar a ser realmente competentes.

Sí que suena bien.

12 comentarios:

  1. Me lo leo todo, pero dime, de donde sacas tanta labia.? Me tienes acomplejada. Besos

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  2. Una madrina me tocó con su varita mágica y me dotó de esta habilidad ;)
    Alberto Secades

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  3. Muy bien Alberto, me ha gustado mucho este artículo y me hace reflexionar.Se podría discutir mucho sobre este tema.Ojalá tuviera más tiempo para estar sentada ante el ordenador.

    No se trata de luchar contra los demàs sino de luchar contra uno mismo, de exigirnos a nosotros mismos, mejorar y compartir con los demás lo que hemos aprendido y así iremos hacía un mundo mas humanizado, enriquecido. No se trata de crecer hacia fuera sino que primero hay que crecer hacia dentro. Es importante participar pero para ganar hay que estar primero bien preparado porque, de lo contrario, el ridìculo està asegurado. No se trata sólo de crecer en ventas, mercados y beneficios empresariales sino de crecer por dentro de la organizaciòn empresarial, crecer en valor. No se trata de competir sino que lo verdaderamente importante es ser competentes.

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  4. tienes frases muy buenas que voy apuntando jeje
    "aunque sólo uno gane, muchos pueden alcanzar el triunfo"

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  5. Interesante, si señor.

    Eso sí, me ha echo especial gracia un par de párrafos en los que citas:

    " ... El resto de profesionales del sector, todas las panaderías y confiterías de mi entorno, son, a mi juicio, compañeros de profesión, no la competencia ... "

    ... y un poco más adelante ...

    " ... Por eso, porque mucha más gente piensa igual, se organizan las asociaciones profesionales. No hablaré de la que me toca cerca y a la que pertenezco, porque en este artículo me he planteado ser positivo. ... "

    Entiendo que "la que te toca de cerca" está compuesta de los que antes dices no son competencia sino "compañeros de profesión". Pues esa aseveración me suena a lo de "teniendo amigos así, para que quieres enemigos" (je,je).

    Por otro lado, y en el ámbito estrictamente profesional y empresarial, no siempre se puede "compartir" con tu adversario laboral en lugar de "competir". Y hay veces que, por hacerlo (compartir) luego te pisan (vulgarmente llamado "ponerse medallas"). Aunque realmente esto último tiene la importancia que cada uno quiera darle (bueno, cada uno y cada "jefe de cada uno").

    Cuidateeee...

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  6. Hala Alberto!
    Para que veas que te leo. Lo primero felicitarte por el tiempo y los textos interesantes que genera tu reflexión.
    Y ahora el lado crítico: has mezclado muchos conceptos, mucha amplitud de contenido.

    La competencia de una persona, su capacidad entiendo que no debe ser un objetivo como tu dices. Es algo que ya tenemos, innato( se escribe así?) aunque muchas veces desconocido por culpa de nuestra educación, etc...

    No hay nada de malo en que la competencia sean otros panaderos que trabajan en tus mismas condiciones. Según lo que dices, personas capaces para producir pan...

    Además es necesaria la competencia entre iguales para que los consumidores tengamos más opciones donde elegir, para que los panaderos estén atentos al cómo y al cliente ....

    El intrusismo de otros como supermercados, gasolineras... es inevitable. El panadero lo que debe hacer es recordarnos que su pan es pan y lo otro es un amasijo de conservantes y congelados, nada más.

    Recuerda también que los panaderos antes sólo hacían pan y que al convertiros en gente que hace pasteles, dulces... ¿ qué intrusismo habrá sentido un repostero?

    Nada más, aunque podría dar para mucho esto pero a otra cosa,
    un abrazo
    Vicente Llaneza

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  7. Lamento haber demorado esta respuesta a vuestros comentarios, pero me planteáis un elevado listón de exigencia, que me hace esforzarme más y que pone en dificultades mi competencia. ¡Me encanta!

    Nina: Citas tres claves esenciales: Afán de autosuperación, compartir, crecimiento en valor. No tengo más que añadir (salvo el hecho de que suscribo siempre tus aportaciones, que enriquecen el ineterés que el blog pueda tener para otros).

    Marta: Gracias por apuntar esas frases. Recuérdamelas si ves que alguna vez se me olvidan.

    Luis Velasco: en parte pude agradecerte y apuntar mi respuesta en la conversación mantenida. Ahora, con calma, la dejo por escrito. Para poder explicarlo pondré un hipotético ejemplo: supón que tienes una afición deportiva, por ejemplo el ciclismo. Para no tener que estar peleando tu sólo, te apuntas a un club en el que compartir las dificultades que, todos juntos, podéis encontraros. Imagina que se elije a unas personas para que representen al colectivo pero, pasado un tiempo, descubres que las ventajas que podrían obtener para todos en forma de descuentos en tiendas especializadas, se las llevan a título personal en forma de comisiones. Supón que tú estás practicando mountain bike y sólo plantean problemas referentes a la especialidad de carretera (que es la que practica el hijo del presidente del club y su cuñada). Imagina que aparece en la prensa y se apunta medallas que corresponden al esfuerzo de otras personas que colaboraron en su la gestación de la idea, su desarrollo y su ejecución al completo, dedicando parte de su tiempo y con costes que aportaba de su bolsillo. Ahora recuerda que es una situación hipotética. Volviendo al artículo diré que, una cosa son mis compañeros de profesión, a los que considero mis iguales, y otra muy distinta los que se apuntan a representación de otros y obtienen beneficios para su persona que no son compartidos por sus representados. ¡Y luego nos quejamos de los políticos y decimos que son una casta aparte!

    Alberto Secades

    (Tengo pendiente una respuesta para Vicente que, por su complejidad, dejo en comentario aparte)

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  8. Gracias, Albert, por tus reflexiones y por compartir tu visita al canal de K2K emocionando en YouTube. Ahora tiene una nueva dirección y ese es el motivo de que el enlace al vídeo en el post no enlace (valga la redundancia). Estamos en http://youtube.com/k2kemocionandovideos Muchas gracias de nuevo, aurrera!

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    1. Gracias. He actualizado el enlace a un vídeo de una conferencia de Koldo en Bilbao, el 26 de junio de 2012.

      Siempre es buen momento para escuchar y tratar de comprender. Una continua fuente de inspiración.

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  9. Te hemos catalanizado el nombre, Alberto. Por alguna razón pensamos en ti como Albert, ¡disculpa!

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    1. A la vez que catalanizarme, también me habéis afrancesado, anglicanizado, germanizado. Y traducido al rumano, sueco, noruego, polaco, estonio, finlandés, eslovaco, islandés.

      Habéis aumentado mi dimensión.

      Eso me honra, claro.

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