La
revista en la que colaboro con una columna mensual, Yonlok, se toma un par de meses de descanso. Mi entrega
más reciente era una petición de continuidad.
Resulta del todo cansino escuchar peroratas referidas
a las maldades asociadas a la libertad, proclamadas desde una posición de
superioridad que, con un mínimo de análisis, resultan del todo indefendibles.
Viene esto como consecuencia de ese persistente y
machacón runrún por el que los medios convencionales defienden que lo suyo es
periodismo, del de verdad, del bueno
—dando a entender que lo otro, el que practican los medios que no son
tradicionales, o agregados, o conglomerados, o involucrados en complejas tramas
de intereses diversos; los pequeños, los independientes: la morralla; esa bazofia intolerable—, en lo
que se muestra como un reduccionismo tan infantil y contradictorio que suena
poco más que a una pataleta de perdedores.
Porque todos sabemos que los grandes, los de siempre, son cada vez más pequeños,
menos influyentes, cuyo compromiso decreciente con la realidad —mantenerse
alejados de la verdad siempre ha sido parte nuclear de su historia— se
transforma en patético.
Sólo atienden a la perspectiva económica; desde esa
órbita —decisiva para ellos—, no hacen más que perder. Pierden lectores, pierden compradores, pierden seguidores,
pierden suscriptores; todo para ellos son pérdidas.
Y como el niño abusón que se acostumbró a que le dejaran tirar los penaltis
—con el único argumento válido de que la pelota
era suya—, no soportan ver a otros que juegan a su aire, de manera
diferente, incomprensible para el que hacía pasar por el aro a todos los que
querían participar; ese conocido contexto —repetible en otros ámbitos en un
mundo en continuo cambio— les hace culpabilizar a los demás. Ni se les pasa por
la cabeza imaginar que pudiera ser algo que ellos estuvieran haciendo lo que
fuera incorrecto.
Son los nuevos, los recién llegados, los intrusos,
los extraños; la morralla.
Son los que opinan en redes sociales (se muestran
incapaces de entender que no se puede desentrañar un entramado que carece de
orden estructural rígido, ni tienen interés en intentarlo), los que mantienen
criterio propio, los que escriben en un blog (a su bola), o se juntan en soportes nuevos y se afianzan en la idea
de que la afirmación de que “una cadena
es tan fuerte como el más débil de sus eslabones” es una consideración
arcaica, establecida sobre modelos seriales y no apta para lelos.
Me extiendo: que, según ellos, sintetizando, la
culpa la tiene Yonlok.
Ilustración: Gemma Cantador |
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No toda la culpa, claro.
También la tienen los usuarios, los lectores, los
clientes, los que —otrora— pagaban por leer y, ahora —putos ingratos— se niegan a tener que tragarse la publicidad —el
veneno de su manzana—, la que —la única parte de su anatomía que recuerda que
un día fueron titanes son unas
pelotas de titanio que les faculta para afirmar esto y dejarlo por escrito, sin
inmutarse— “nos permite ser
independientes. Nos permite ser libres”—.
El periódico de mi pueblo (al que por aquí conocen
como la hoja parroquial), muestra
continuada de periodismo paleto y cerril, se empeña en que les dé las llaves de
mi casa para entrar y colarme todo lo que les pase a ellos por el arco del
triunfo.
Como el otro día, cuando un sujeto llamó al
telefonillo de mi domicilio (en realidad, llamó
a todos los del edificio) y soltó la segunda contraseña más anticuada de la
historia (tras el “ábrete Sésamo”),
ese repugnante “cartero comercial”.
Le dije, como acostumbro, “no, gracias”
y el individuo se indignó conmigo, alegando que tenía derecho a entrar y que yo
no podía dejar al resto de vecinos sin información y bla bla bla...
Sentí lo mismo entonces que cuando en mi equipo salió
este aviso emergente.
Soy incapaz de responder con argumentos a una
mentira de esta envergadura.
*****
Sólo puedo hacer una cosa: pedir.
—Alverú:
no cierres Yonlok. Tómate una pausa,
merecida. Pero con la condición de volver tras el verano. Prescinde de mí si
quieres, pero no permitas que la información y la opinión queden en manos de periodistas.
¿Cómo que no hay comentarios? Hay que gritar bien alto que no se cierre YONLOK!!!!
ResponderEliminarEn eso estamos.
EliminarGracias.
Totalmente de acuerdo con lo expuesto. Hace tiempo que abandoné la prensa seria y vivo más mucho más contento, me costó algo más que con la TV y la radio (no toda, he de reconocer que aun sigo enganchado a Radio 3). Desconocía esto del Yonlok. Voy a indagar.
ResponderEliminarSaludos,
JdG
Supongo que entiendo lo que quieres decir cuando hablas de prensa "seria"; esos tipos que se toman a sí mismos demasiado en serio y que bromean sobre la naturaleza de quienes les permiten vivir (pista: no son los que pagan los anuncios).
EliminarGracias.
Es bastante complicado todo esto. Deje definitivamente de comprar "El Pais" en papel hace cosa de tres meses. He ido comprando otros, impensables para mí hace unos años. Ahora ya no compro en papel ninguno, más bien sigo a determinados periodistas en los que sigo confiando aun con sus errores y leo online artículos sueltos, y cada vez más libros y menos periódicos. Radio: intento aguantar la publicidad de la SER, por ejemplo, pero ya me resulta imposible, así que escucho, con toda su tendenciosidad, Radio Nacional, aunque sus podcast, por ejemplo de Documentos, me parecen bien hechos. Y a ti de vez en cuando, en tus programas. Televisión: muy poca, y creo que no he visto ninguna de esas series tan modernas y de las que se habla en general muy bien. Veo series convencionales: presentación, nudo y desenlace.
ResponderEliminarEn fin, de música ya hablaremos otro día, que tengo clase de piano.
Un abrazo
Uno de los problemas de la prensa (y no es el más importante) es su deuda permanente con la actualidad. Lo cierto es que las ruedas deben moverse cada vez más deprisa, en un intento de que nadie se dé cuenta de que lo que hoy es noticia, mañana será NO-ticia.
EliminarY no nos da tiempo a más. Acabo de llegar, después de una pausa de 9 semanas y media, y no tengo el más mínimo interés en saber qué se cuece hoy.
De hecho, es lo que haré en el programa de esta noche.
Gracias.