El
pasado lunes, 11 de diciembre, Cayetana
Álvarez de Toledo recibía el Premio
Sociedad Civil, concedido por Think
Tank Civismo, “por su defensa de la
libertad” como portavoz y fundadora de la plataforma Libres e Iguales, y entregado por Albert Boadella, según recoge una nota
de El
Mundo.
En
su página personal, Cayetana, desde ayer mismo, ofrecía la posibilidad de leer
el discurso de agradecimiento, titulado ¿Queréis ser libres? Sed españoles.
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Es
un discurso valiente. Es verdad que ella siempre ha demostrado ser una mujer
valiente, quizá demasiado expuesta (por voluntad propia), que transmite una cierta
frialdad que no se corresponde con la convicción con la que defiende sus ideas.
Pero
(y de este “pero” no nos salvamos ninguno), plantea nobles objetivos, aunque no
siempre sea coherente cuando ella misma debe aplicarlos.
La
clave de su exposición se encuentra en un comentario de su padre, al que
menciona en un tono emotivo: “Hacer
individuos antes que buscar mayorías”. Claro que sí. Es la principal
lucha a la que el ser humano debe enfrentarse: ideas propias, pensamiento
crítico, disidencia, en un lado, o, por el contrario, ideas impuestas,
pensamiento único, aquiescencia. No es una lucha nueva, pero los avances
sociales de la globalización y el desarrollo tecnológico, la han convertido en
asfixiante.
“Nadie apela ya al individuo. Nadie invoca su libertad ni
mucho menos su responsabilidad”. No sólo eso: se ningunea al individuo, se
cercena su libertad, se le carga de responsabilidad sobre las consecuencias de decisiones
ajenas.
“Hacer individuos significa cultivar lo que nos hace únicos
y distintos, […] promover el pensamiento crítico […], ejercitar el
escepticismo. Traer el método científico a la política y a la vida”. ¡Ay, Cayetana! ¡Con
lo bien que ibas! La ciencia sirve para lo que sirve. Y el método científico es
garantía de replicabilidad, lo que significa, explicado sucintamente, que al hacer
lo mismo, de manera idéntica, siempre sucede lo mismo. Y ni la vida, ni la
política, ni nada que merezca ser valorado (al tener valor para los otros), o que pueda ser examinado con
juicio crítico, deberá ser NUNCA sometido al método científico. Quizá la
corrección política haya postergado al pensamiento a una categoría menor,
superada por el racionalismo y la emotividad.
“No puede haber
política cuando la verdad […] queda proscrita del debate. Cuando se prohíbe
afirmar […] que el Islam no es una religión de paz”. Y más adelante: “Todas las presuntas identidades, étnicas o
técnicas, son de una manera u otra artificiales. Y nos segregan y nos
enfrentan. La raza, el sexo, la lengua, la religión… Nada de esto determina la
identidad de un individuo, que varía según la personalidad, la experiencia, las
circunstancias y hasta el humor”. Es evidente. Pero es también evidente la
contradicción de afirmar lo segundo habiendo sostenido, antes, que el Islam no
es una religión de paz. ¿O es que el término individuo excluye a todos esos "moritos" fanáticos, adoctrinados y de humor amargo? De todos ellos queda excluida, de manera excepcional, Ayaan Hirsi Ali, a la que califica como valerosa.
“Fuimos profundamente
anticatalanes […]. Aceptamos el nacionalismo […]. Reivindicamos la diversidad
de España, pero jamás la de Cataluña”. Y nos conformamos con la versión más mediocre
de la democracia, la que se empeña en explicar que es el menos malo de los
sistemas políticos, reducida en la práctica al respeto a las mayorías, pero que
es fuerte y poderosa y necesaria y deseable y el propósito social más noble cuando
se afianza al convertirse en defensa de las minorías.
“El próximo 21 de
diciembre hay elecciones en Cataluña […]. Deben servir para el fortalecimiento
de España y de su democracia […]. Para colocar al nacionalismo en el lugar que
corresponde a una ideología primaria: en el rincón de pensar”. En este punto,
Cayetana, das verdadero miedo. Te crees poseedora de la verdad. Y desprecias al
que no comparte tus ideas, al que destierras a un rincón, como otros hicieron
antes apartando al disidente. Lo que resulta demoledor en tu caso es que le
castigas “a pensar”, asumiendo que, los que se salvarán del castigo que tú
impones, estarán eximidos de pensamiento.
Una
sutil y perniciosa nueva forma de ejercer el totalitarismo: castigar
a pensar.
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Es
un discurso que, en lo fundamental, me ha resultado convincente. Tanto, que me
he animado a firmar el manifiesto de
Libres e Iguales, porque tengo el convencimiento de lo necesario que resulta
actuar ante el atropello que se viene cometiendo en Cataluña (y, por qué no
decirlo, en toda España).
En
todo caso, que suscriba el manifiesto y que coincida con gran parte del
discurso, no implica que crea que debo exteriorizar algunas reflexiones
suscitadas por el mismo, como una forma de aportar argumentos a un debate; de, si
se me permite la licencia, tratar de enriquecerlo.
Gracias.
Es muy probable que el curso que viene vayamos a vivir a Zaragoza. Llevo veinte años dando clase en Lleida.
ResponderEliminarun abrazo
Imagino por lo que debes estar pasando.
EliminarTienes mi oferta para lo que esté en mi mano.
Un abrazo.
Me gusta mucho tu artículo, las matizaciones y el respeto con que haces las críticas
ResponderEliminarSabes que, aunque no siempre lo consigo, intento ser respetuoso.
EliminarGracias.
Estupenda reflexión, me lo pensaré ... voluntariamente.
ResponderEliminarLo mejor que puede hacer uno es aquello que hace por voluntad propia.
EliminarGracias.
No hay que olvidar que cataluña es una de las raíces de España. la Hispania romana empezó por Cataluña...
ResponderEliminarJero
Eso obliga a ir con tiento.
EliminarEspaña no es Hispania y, en nuestra evolución, quisimos dejar de ser romanos.
Nada tiene menos sentido que mirar al pasado y juzgarlo con los ojos del presente. O pretender extraer del pasado lecciones que aplicar en el futuro inmediato. Nada puede funcionar si nos apoyamos en prejuicios.
Gracias Jero.