Así
que hoy se cumplen 6 años de vida de este blog.
Un
gran placer, sin duda.
Me
ha permitido iniciar un montón de proyectos, conocer los de otras personas que
ahora son amigos y tener la sensación, con 895 entradas, de que me quedan cosas
por decir.
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En
Yonlok, uno de los sitios donde (todavía)
me dejan participar, publicaban la semana pasada mi más reciente colaboración.
Descartamos
los pequeños placeres cotidianos.
Y
no será porque no se nos presenten.
Puede
que sea, más bien, que no queremos detenernos en paladearlos.
Porque,
en el fondo, no queremos detenernos.
Si
los de mayo del ’68 hubieran conseguido su objetivo, parar el mundo, hoy no se bajaría nadie.
Divago.
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Debo
llamar al servicio oficial de un fabricante de electrodomésticos para dar aviso
de una avería y concertar la visita del técnico para que proceda a su
reparación.
Debo
enfrentarme al servicio de atención al cliente.
Debo
recurrir a un Call center.
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Las
estrategias que despliego cuando son ellos los que llaman, no son válidas.
Ya
sé que siendo ellos los que llaman buscan realizar una labor de captación, tratando
de que me convierta en un nuevo cliente, o buscando incrementar mi nivel de
cautiverio mediante esa estrategia infernal de marketing denominada fidelización.
—
Tarjetina de puntos, ¿tienes?, reina.
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En
la otra cara de la moneda se encuentran esas ocasiones en que necesitas
información, ayuda, presentar una reclamación, solicitar un servicio o lo que
quiera que hace que, de forma voluntaria, te animes a ser tú el que llama.
Ilustración: Gemma Cantador |
Una
estimación probable asegura que el 93% de las veces que llamas a un servicio
telefónico de atención al cliente está automatizado. En la escala inferior, el
que menos de todos, cuenta con un filtro que discrimina el tipo de llamada que
estás realizando y, por el procedimiento de enumerar opciones y pedirte que
teclees el número asignado a tu gestión particular, consigue que no hayas aguzado
el ingenio cuando describe las características de la primera (que canaliza el
82.5% de las llamadas recibidas) y dejas pasar opciones y más opciones
(inverosímiles, algunas), para comprobar que cuando anuncian (dando por hecho
que eres zote) que “para otras opciones,
pulse almohadilla”, yo ya no sé cuál elegir y, con sobrevenida desgana,
dejo que el tiempo pase, a la espera de que una operadora se presente, deseando
que sea una humana (no Siri), que
articule su discurso en un idioma que pueda entender (no en sirio), cruzando los dedos a modo de
sortilegio y, cuando me contesta (sí, una
humana, no siria), rezo para que no tenga pautado un protocolo de
actuación.
Bailar
a tu aire es un aliciente para conseguir mayores sorpresas.
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No
detallaré la conversación de esta misma mañana, pero entresaco tres perlas.
[Hemos cambiado de dirección desde la última
avería]
—¿La calle ya no existe?
—La hemos dejado allí. Sigue en el mismo sitio.
Sólo hemos cambiado de domicilio.
[Tengo un móvil nuevo; otro número]
—El número anterior, ¿lo machaco?
—¿Machacar?
—Sí. Que si lo machaco entonces...
—Proceda. Machaque a gusto.
[Nuestro nuevo domicilio está en la calle
Jovellanos; la operadora piensa en alto]
—Jovellanos, Jovellanos,
¿dónde estás Jovellanos?
—Ha muerto.
—Claro.
—Sí. Le tuvieron encerrado en el castillo de
Bellver, y le liberaron.
—En el castillo de Bellver, ya...
—Pero hace años de esto, señorita. Lamento ser yo
quien haya tenido que darle la noticia.
—Veo que, al menos, seguimos teniendo
sentido del humor, pese a tan luctuosa pérdida.
Di
que sí.
Veremos
la cara que me queda cuando el técnico me diga que la reparación no me compensa,
que deberé comprar un nuevo aparato y, en cualquier caso, me sople 90 napos por salida y desplazamiento, habiendo
concertado la operadora una cita optimizada en la ruta fijada del técnico, lo
que convierte los conceptos “salida”
y “desplazamiento” en simples
sacacuartos.
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¡Qué
tiempos aquellos en los que podías pedirle a la operadora que te ayudara a encontrar a una persona
en particular!
O
intentar que Diego gallu te dé pistas de una cualquiera; ninguna en
concreto.
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Coda:
El
electrodoméstico más caro de los que tengo en mi domicilio es el ordenador y es
el que más rentabilidad me produce; es el único implicado en mi trabajo.
¿Por
qué cuando se estropea la lavadora llamamos al servicio técnico oficial y
cuando el ordenador se ha caído (“jodido, en informática”) aviso a mi
sobrino, que dice que sabe?
Deja,
Ricardo, no contestes.
Felicitaciones por esos 6 entonces, que no es nada fácil mantener un blog con ideas personales, tener algo que decir... Y vos decis que tenes mucho mas, excelente! 👌
ResponderEliminarMe gustó lo de Jovellanos jaja 😁... Saludos...
Muchas gracias JLO.
EliminarHoy, en un rato de nada me voy a Minneapolis. Adivina qué símbolo planeará por la emisión.
6 años de grandeza. Uno de los espacios cibernéticos más auténticos. Por muchos años más. Abrazos.
ResponderEliminar* Tengo cosas pendientes de repasar, lo sé.
Lo único importante es que nos veamos y que todo siga su curso.
EliminarUn abrazo, maestro.
Gracias.