Zack
Mayo (Richard Gere) va a buscar a
Paula Prokifki (Debra Winger) a la
fábrica de papel en la que trabaja. Entra pimpante y, sorprendentemente, a
pesar del calor sofocante de las máquinas, todos le miran, aunque nadie se
atreve a pedirle un helado de piña.
Años
más tarde Gere conocerá a una prostituta, de buen corazón (Julia Roberts), que le ayudará a combatir su miedo a las alturas y
le convencerá para que retome sus viejos hábitos como rescatador.
Pero,
ahora —cuando evitamos entrar en debates dialécticos sobre si lo que Mayo hizo
con Paula fue rescatarla o, de forma evidente, le impelía un deseo de
inyectarla apasionadamente, sin necesidad de intervención pactada con
anterioridad— queremos fijarnos en el día después, obsesionados por descubrir
qué sería de ambos tras su fuga triunfal.
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Primera
parada: comprarse el single Up where we belong, interpretado
por Joe Cocker y Jennifer Warnes (en la película, la
canción no se escucha hasta los títulos de crédito; el final tiene música
instrumental y ellos quieren oírla, claro).
Segunda
parada: pillan un motel de carretera
donde dejan, momentáneamente, la moto aparcada a la puerta, mientras ponen los
pistones a trabajar de modo frenético.
“Recuperaremos
el tiempo perdido”.
Tercera
parada: se ven inmersos en la
itinerancia permanente, destino inexorable a que les obliga el trabajo (de)
oficial. Con ello logran evitar que la empresa propietaria de la fábrica de
papel pueda entregar a Paula la demanda cursada por abandono indebido del
puesto de trabajo, sin el requerido preaviso (quince días, por aquel entonces).
Con el tiempo transcurrido, la globalización y el consiguiente traslado de la
fábrica a Filipinas, la empresa decide archivar el asunto en la papelera,
demostrando una inesperada sorna digna de ejemplo.
Cuarta
parada: tras descubrir que la
escasez de holgura en la ropa interior no es buena para la fecundidad —y menos
combinándola con la patada en los mismísimos que le atizó, mientras resolvían
sus asuntos personales, el sargento instructor Foley— Zack decide someterse a
un tratamiento para mejorar la concentración y actividad de su esperma. El
médico le receta una dieta alta en mayonesa que, definitivamente, achina sus
ojos. El efecto filipino se completa en una broma privada que los compañeros de
las distintas bases navales a las que va siendo destinado, destilan y
perfeccionan para él:
— ¿Cuál de
todos los compañeros ha tenido un pasado turbio en Manila?
— ...
— Tranquilo. Ya
te lo dirá él.
Quinta
parada: Con motivo del 25º
aniversario de su graduación, se reúnen todos para intercambiar experiencias (y
ponerse al día). Así les fue a otros:
Topper Daniels (David
Caruso) (ver
aquí): compañero de promoción (y de cuarto). Todavía era un pelirrojo
barbilampiño incapaz de enfrentarse a situaciones críticas. El simulacro de
accidente con inmersión le hizo renunciar a su aspiración de completar la
instrucción en la Academia (único caso documentado en la película). Más tarde
llegaría a Miami (con etapa intermedia como detective en Nueva York en NYPD Blues) y se terminaría convirtiendo
en el implacable CSI Horatio Cane (tener
como compañero de habitación a Mayo curte a cualquiera).
Lynette Pomeroy (Lisa
Blount) era la “cazadora”,
término amable cuya traducción al español meramente apuntaré, indicando que, en
sus múltiples variantes, siempre empezaba por “calienta...”. Su codicia y su apego a los símbolos de status fue la causa del suicidio de Sid
Worley (David Keith), a quien todos
recuerdan como un buen chico, olvidando el dilema al que él mismo se abocó, al tener
que optar entre la vida diseñada para su hermano mayor (muerto en combate) y su
elegido compromiso con una trepa. Nadie que haya visto la película olvida la
imagen del cuerpo exánime de Worley en brazos de Mayo y el pensamiento fugaz y
recurrente (“zorra”) que provocaba
Lynette. Con 25 años (más) se ha convertido en una mujer ajada y amargada que
colecciona minibotellitas de alcohol que succiona de forma voraz y atropellada.
En sus escapadas furtivas mantiene la costumbre de rociar sus pechos con
sabores de frutas variadas. Últimamente se está aficionando a frotárselos con
papaya y mango (incluso careciendo de acompañante).
Emil Foley (Lou
Gossett, jr). Tras el combate intelectual fallido con Mayo —a pesar de
haberle derrotado en el ring— sufre
una crisis interior que logra resolver, aprovechando su talento y dedicándose
al coaching. Diversos incidentes le
llevan a solicitar su baja en la asociación gremial C&PT —“Coachee & Personal Training”— de Pensacola, Florida, lugar en el que ejercía
desde unos años antes. Dejamos volar la sombra de la duda sobre una historia
que se vislumbra siniestra y en la que se intuye que gritar mucho y reiterarse
en que en el lugar de origen del discípulo sólo hay ganado y maricas no parecen
los ingredientes más adecuados para adaptarse a los aires del nuevo siglo. Tras
recibir el Oscar de Susan Sarandon y Christopher Reeve, la
estatuilla aparece nuevamente en su vida cuando, en 2004, publica “Learning to fly with Oscar”, exitoso
libro de autoayuda en el que explica cómo desplazar tus problemas hacia un
icono dorado que cubre sus partes pudendas con una espada y, hecho esto, lanzar
ambos —icono y problemas— por la ventana, lo más lejos posible. Actualmente se
está preparando la 25ª edición en inglés y la obra se ha traducido ya a 17
idiomas (incluyendo el gólgota). La supervivencia se lleva bien portando con
garbo el sombrero de la policía montada del Canadá.
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La
película tiene un punto de nostalgia retro
(con 30 años transcurridos desde su rodaje), que se manifiestan en pequeños
detalles:
— Mayo conduce la moto
en plan patán —arrastrando ambos pies, que deja sin apoyar en los estribos—
y sin casco.
— La amplia camisa de cuadros enfatiza el ideal
hogareño de Paula y, a pesar de que el hábito no hace al monje, esa prenda
(unida al gorro montañero) la transforman (en un par de secuencias), pasando de
ser una casquivana provocadora y promiscua a convertirla en una hacendosa madre
de familia (pese a la todavía desconocida escasez espermática de su partenaire).
— La intuición expresada por el sargento Foley —“sé por qué la
mayoría de vosotros está aquí. No soy estúpido”— se ve hoy
definitivamente anticuada. Tener que comprometer 6 años para “vender lo que os enseñaremos a la United
Airlines”, parece un plazo excesivo. El 11-S nos mostró lo sencillo que
parecía obtener una licencia de vuelo y fulminó, también de un plumazo, la
posibilidad (que en 1982 se veía como factible) de resolver diferencias por el
método tradicional —ni aderezándolas con el sabor, entonces sofisticado, del
kárate, antes de la primera entrega de la saga Karate kid: la semilla para el señor Miyagi (Pat Morita) estaba plantada y germinaría en 1984—.
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¿Por
qué no se le ocurrirá a nadie adaptar esta historia para hacer un musical?
tas como una alpargata ... 2.0 ... jajajaja
ResponderEliminarMe encanta el concepto. Debo incorporarlo a mi portfolio personal ("alpargata 2.0")
EliminarUn saludo
Te olvidaste comentar algo acerca de la (posible)prole de los 2 protagonistas; el mayor (ya con 30 tacos) podría ser motero y recorrer la ruta 66 a lomos de una vespino trucada....
ResponderEliminarQuerido Iñaki:
EliminarMe sospecho que te has precipitado al leer (con el ansia renovada de una nueva entrega de este sinsentido) y te has saltado la cuarta parada en la que se concreta la incapacidad procreadora del protagonista.
Bien es cierto que podían haber resuelto el problema mediante la adopción y, en ese caso un niño africano (en recuerdo del sargento instructor) y una niña filipina (por el pasado turbio siempre presente) hubieran sido unas buenas alternativas.
Y, por descontado, un motero negro entre los ángeles del infierno y una filipina vendiendo azulejos de marca, completarían una cena de acción de gracias absolutamente delirante.
Gracias.
Gracias por el días después... nunca me lo había planteado.
ResponderEliminarRespecto al nuevo Blog... me gusta. Lo veo mucho más "fresco" y de cara al veranito... se agradece.
Una idea que me obsesionó muchas veces: ¿qué pasaba después de que, por fin, superaran las dificultades? ¿Cómo envejecerían juntos?
EliminarLa nueva imagen está en pruebas, así que, de momento, no hay nada definitivo.
Gracias por los comentarios.