Las
cosas ya no son como antes.
Cuando,
junto a los compañeros, planeabas prolongar tu jornada de trabajo y, en lugar
de conseguir dinero, te mostrabas como lo que realmente eras: “un admirador, un amigo, un
esclavo, un siervo”.
*****
*****
*****
*****
Pero,
de seguro, serán (al menos) dos.
*****
![]() |
Me llaman Ángel |
![]() |
Soy todo Oídos |
Martes.
3:07 de la madrugada. Un callejón. Oscuro. Aislado. Silencio.
—¿Te han seguido?
—¿Qué?
—¡Que si te han seguido!
—¿Podrías hablar un poco más alto? Ando duro de oído, estos
días.
—¡QUE SI TE HAN SEGUIDO!
—Tampoco hace falta que grites; mejor si vocalizas, más
despacio.
—¡Q-u-e s-i t-e h-a-n s-e-g-u-i-d-o!
—Me empiezan a pitar los oídos.
—¡Que si viene alguien detrás tuyo!
—Detrás de ti.
—¿Detrás de mí?
—Sí.
—¿Quién está detrás mío?
—Otra vez lo has hecho. Se dice “detrás de mí”. “Detrás mío”
es una incorrección lingüística muy frecuente. Daba oídos cuando lo explicaron
en “Para todos la 2”.
—...seis, siete, ocho, ...
—¿Por qué cuentas?
—Haciendo oídos sordos.
—¿Y eso?
—Cosas del coachee.
Dice que manejo mal el estrés.
—¿Y tuviste que preguntarle al chófer? Te lo hubiera
ladrado yo al oído.
—Vale. ¿Retomamos?
—¡Retomón!
—¿Comenzamos?
—¡Comenzón!
—¿Empez...? ¡Déjalo!
—¿Pero cómo vamos a dejarlo ahora? ¿Estás mal de la
chaveta? ¡Con lo que me costó conseguir que nadie me pudiera seguir, con esas
indicaciones que me diste, que me hacían parecer un chiflado, parándome,
cambiando de rumbo, teniendo que echar a correr! ¡Menos mal que mi convencional
apariencia me permite pasar desapercibido!
—¿Y nadie te siguió?
—¿No me prestas oídos? ¿No lo acabo de decir? A ti, que vas
volando, te resulta fácil. En mi caso ha sido una tortura. Y no pienso dejarlo,
que lo sepas.
—Bien. Vayamos avanzando.
—Dale, que te atascas. Tengo abiertos los oídos.
—Antes de nada: sincronicemos los relojes.
—¿Qué relojes?
—Ambos. El de tú y el de mí. Para que todo encaje.
—Se necesita ser anticuado. ¡Relojes! Nadie los usa. Yo
miro la hora en el móvil.
—Bueno: sincronicemos los móviles.
—¿Pero cómo voy a hacer eso? Tengo activado el huso horario
GMT+1 y se actualiza sólo. Cuando cambiaron la hora, hace unas semanas, yo no
tuve...
—¡YA! ¡Entendido! No hace falta ladrarme al oído con tus
manías.
—No es manía; es afán de practicidad.
—¡Que sí! ¿Podemos volver al plan?
—Es que te vas por las ramas. Soy todo oídos.
—Bien. El día de autos, coges la moto y sigues al furgón. A
las 17:07.
—¿GMT+1?
—GMT+1. A continuación, cuando llegues a la esquina...
—Bla, bla, bla, bla. No te escucho. Bla, bla, bla.
—¿Qué haces?
—Me tapo los oídos. Eres muy cansino con los planes.
—Ya.
—Y repetitivo.
—...
—Y repetitivo.
—Ya.
—Me zumban los oídos...
—...de ser tan guapo. Claro.
—Que, ..., mira Angelín, ya lo he pillado. Hemos repetido
tantas veces el plan que tengo miedo de que llegue a oídos de alguien.
—De acuerdo. Pero hay una cosa que debemos repasar.
—Regálame los oídos.
—¿Qué haremos una vez terminado el atraco?
—¡Fiesta! ¡Mandanga! ¡Chufla!
—¡Error!
—Pareces el perro de Rastreator,
pero con alas (como las compresas).
—Típico error de novato. Debemos actuar como profesionales.
—Dime cómo. Oído al parche.
—Lo más importante es mantener el ritmo de vida normal; sin
cambios.
—...
—Llevar la misma rutina de siempre. Hacer lo mismo que
todos los días.
—¿Podemos ir quitando pufos? Es que me silban los oídos
cuando paso por delante del bar de Gito...
—¡No! El error en que caen los que no son profesionales.
—Es que...
—Es que, ¡nada! Hay que ser profesional, muy profesional.
—Y tu idea ¿es?
—Vamos a estar sin gastar nada...
—La pausa dramática la haces de fábula.
—...cinco años.
—¿Cinco? ¿Estás majara?
—Tienes razón, es poco: ¡diez! ¡VEINTE! Veinte años sin
hacer nada, ni comprar nada, ni gastar un duro, ni nada de nada. Les
despistaremos por completo.
—Estás mal de la olla. Se te ha ido la pinza. Aplica bien
el oído, no te vaya a entrar por un oído y te salga por el otro: me avisaron de
que no me uniera a Ángel, el alado (así te llaman, abre el oído). Se
equivocaban: eres Ángel, el chalado.
¿Cómo crees que me voy a meter a realizar un atraco si no es para cambiar mi
vida? Para seguir con esta vida miserable de mí no necesito planes.
—¡Oído cocina!
*****
Para
la sesión del Círculo literario Morel de
Sal del 18 de abril de 2016 el motor propuesto por Patricia Núñez era la obra del pintor postimpresionista Odilon Redon. Los motivos eran sus dos
cuadros “Hombre alado” y “El monstruo”.
La
lectura (des)dramatizada de la pieza corrió a cargo de la debutante Loli Paredes (mostrando mucho aplomo en
su papel de Ángel) y el
veterano Daniel García (como Oídos).
Una delicia, como siempre.
*****
El
prefacio de este texto hace referencia (e incluye) escenas de películas o episodios de TV:
“Atraco
a las tres” (José María Forqué, 1962)
“Reservoir
dogs” (Quentin Tarantino, 1992)
“The
office (USA)” (Serie de
TV. Quinta temporada, octavo episodio, 2008)
“Atraco
perfecto” (Stanley Kubrick, 1956)
“Ocean’s
eleven” es un sketch de
José Mota, basado en la película
homónima (Steven Soderbergh, 2011) remake de la del mismo título (Lewis Milestone, 1960).
Quizá
pueda parecer lo contrario, pero cometer un atraco es demasiado complicado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu comentario será bien recibido. Gracias