Ricardo Villegas:
Cada
vez más, y con más insistencia, se habla de que el futuro en las nuevas
tecnologías está en los bots. Suena a RO-bot, pero no lo es porque no está la máquina
de la película Cortocircuito (1986),
ni Wall-E (2008), ni
siquiera Chappie (2015) o, al
menos, un par de replicantes.
Los
bots son esos programas a los que les hablas como si fuera un colega y te
responden con gracia y soltura. Siri
es un bot. Cortana es un bot. La
grabación que te dice que pulses el uno si tu avería se debe a la conexión a
Internet, es un bot. Spotify, recomendando
canciones, es un bot que nos intenta meter regetton de continuo.
Her (2013) vislumbraba la relación entre un
hombre y un bot. Hasta se le llega a coger cariño a Scarlett, en el bolsillo de la camisa, aprendiendo de la realidad
del mundo. Hay un momento en el que, al contrario que con el enrevesado
comportamiento de la mujer contemporánea en lucha contra su propia identidad y
sueños, uno se enternece con la bondad intrínseca de la idealización de una
inteligencia virtual.
Como
en todo lo nuevo —como en lo que desarrollan las modernas compañías—, hay una
trampa económica detrás. No quieren que vayas al bar. No quieren siquiera que
busques en internet la manera de ponerte en contacto con el bar para que te
acerque una cerveza. Quieren que digas que tienes sed y que el bot haya
aprendido el tipo de cerveza que te gusta, que el bot elija un bar por ti, que
pague por ti y que te lleve la cerveza donde estés. Un mayordomo que es capaz
de usar tu dinero. ¿Dónde? Donde él mismo considere y eso implica que si
alguien quiere vender una cerveza, un jersey de cuello vuelto o cuarto y mitad
de jamón york, tendrá que pagar a quien se haga con el monopolio de los bot. La nevera roja se lleva un porcentaje
del dinero que pagas al muchacho que te acerca la comida a domicilio; es un bot
rudimentario que también oculta a la vista el resto de comercios que existen en
la zona, porque no generan beneficios.
¿Dónde
empezaron algunos de los bots más destructivos? En las páginas de citas. No hay
nadie más incauto que un solitario. No hay mayor eclipse mental que el que
sufre un hombre que cree que hay una satisfacción sexual al final del túnel. Ashley Madison, Meetic, Match, Tinder... todos tienen bots que te
lanzan besos y que hablan contigo contándote que están solas y que viven cerca.
(No he incluido a Badoo
deliberadamente porque, aunque tenga bots, también dispone de un catálogo de carne
bastante promiscuo y fugaz). Alguno llegó a denunciar
a la compañía por enamorarse de un bot.
Microsoft tuvo que eliminar de las redes a Tai, que era un bot que intentaba
aprender de los usuarios y, a base de leer y conversar con seres humanos, se
volvió racista y misógino. Personalmente no creo que sea un error de
programación informática sino un ejemplo de lo defectuosas que son nuestras
conversaciones.
Facebook, que compró WhatsApp para tener millones de usuarios, quiere que dentro de unos
años le hablemos al teléfono para recopilar lo que nos gusta y que nos envíe
publicidad. Quiere que, aparte de nuestros contactos —fríos y distantes las
noches de soledad en la mayoría de los casos—, tengamos un bot que haga como
que nos quiere y como que nos tiene en cuenta. Al fin y al cabo el
reconocimiento es lo que ansía el nuevo ser humano. Pagaremos con publicidad y
con una nueva pérdida de libertad porque nos acostumbraremos a que hagan las cosas
por nosotros, de la misma forma que el señor Burns no sabe utilizar el teléfono.
El
futuro tiene forma de bot y es cómodo.
También
es triste.
La
inteligencia artificial puede parecer humana, puede hablar como humana, puede
tener voz humana pero no es humana.
Si
te dice a todo que sí (no es persona), es que quiere algo a cambio.
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Bot IN / Bot ON / Bot OFF / Bot OX
lo malo es que cada vez hay mas y mas .Mas sensuales, mas voces irresistibles , mas ...Un peligro espera a que los bancos ( que van) por ese camino lo faliliarizen Uff la ruina
ResponderEliminarBuena reflexión con esas referencias cinéfilas (yo hago lo mismo) A ver qué nos depara el futuro. Un saludo!
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