Sólo
Yonlok, o su editor Santi Alverú, podrían aceptar una colaboración que renuncia a plazos.
Lo
que podría ser considerado inoportuno —en medios carentes de amplitud de
miras—, se transformó en un sinsentido impropio.
Espero
que no en algo inconveniente.
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la publicación original.
Calcetines
Soy gilipollas.
Ando
despistado y oigo en la radio que es San
Calcetín y salgo raudo a comprarme unos, sabiendo como sé que la moda de
los calcetines de rayas pasará pronto, pero que yo, como Tati, seguiré llevándolos cuando no lo haga nadie.
Al llegar a casa leo el artículo de Carmen
RG y me doy cuenta de mi error.
Pero ya había escrito mi ensayo.
Historia de un
calcetín
Un sector sin demasiadas innovaciones.
Sus opciones se reducían a caña alta o media caña.
Sin opciones cromáticas (el blanco estaba
descartado; el negro era obligatorio).
Un tabú en situaciones románticas.
*****
Un
precepto afirma que la primera generación funda un negocio, la segunda lo
mantiene y la tercera provoca su ruina.
En
White Point (nombre ficticio) el hijo
del fundador no sabía cómo mantener un negocio que se le iba de las manos,
teniendo los pies en la tierra, ante el demoledor avance de las ventas en
mercadillos.
Probó
con los calcetines con burbujas, antideslizantes, que resultaban seguros (a
ojos de las madres), pero que carecían de cualquier elemento divertido (para
las criaturas que, precisamente,
querían deslizar en pasillos y requiebros).
Intentó
introducir el rombo en sus diseños, pero incluso le daban repelús a Santi Alverú.
Ideó
la posibilidad del lote; antes que a nadie se le ocurrió el formato pack.
O
la talla única: ese engaño masivo.
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La
tercera generación fue bendecida por la necesidad sobrevenida de mostrar la
satisfacción y el relajo; tomó forma de selfie
y la pose de pies entrecruzados alcanzó la condición de icono irreversible.
Ahora
todos querían hacerse fotos de sus pies.
Todos
asumían que sus pies eran feos (ni el Dr.
Scholl arregla ese complejo atávico).
Todos
querían cubrirse los pies.
No
con calcetos de gichos, por supuesto.
Somos
cool, somos fashion. Hip, hip, hípster.
La
sinrazón produce monstruos; la fantasía los raya.
A
alguien se le ocurrió (y Carrefour
explotó la idea al máximo) vender packs
de calcetines mixtos (un par liso; el otro rayado). Nadie los quiere: quien es
sobrio no hace el payaso poniendo rayas en sus pies; el fantasioso lo es
siempre; no sabe cómo deshacerse de los que le quedan lisos y, es obvio, no
quiere llenar su cajón con más.
Era
el momento de dejar volar la imaginación.
Y,
dime por favor, si hay campo para tantas amapolas:
Bakdrop
/ Burlington
/ Happy
Socks / Jimmy
Lion / Lemonade
Attack / Levi’s
/ Mr.
Lopez / Pacific
& Co / Punto Blanco / Sock’m
/ Sockaholic
/ Sockers
/ Socketines
/ Socks
& Co / Stance
/ Tommy Hilfiger
/ Unabux
/ UO
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Yo,
mientras tanto, no puedo quitarme de la cabeza, claro, a Almodóvar & McNamara pidiendo que les dieran calcetines.
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