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sábado, 8 de diciembre de 2012

La vida de Pi


1 — El libro

El autor, Yann Martel, nacido en Salamanca, pero de nacionalidad canadiense, se encontraba perdido en la escritura de una novela ambientada en Portugal. Para inspirarse (y trabajar en ella) decidió viajar a India y establecerse en Pondicherry, antigua capital de la colonia francesa. Allí, viendo que el libro en el que estaba trabajando no avanzaba, buscaba una historia que contar y se encontró a quien afirmaba conocer a alguien que podría contarle una historia que le haría creer en Dios. No, espera...

El libro cuenta la historia de Piscine Molitor Patel, más conocido como Pi. Vive en Pondicherry, con su familia. Su padre es el director del zoológico que se encuentra en el jardín botánico de la ciudad. Pi crece en ese entorno, aprendiendo de la convivencia con animales, cultivándose en la lectura y en la religión, desarrollando su fe en el hinduismo, primero, el cristianismo, más tarde, y, finalmente, iniciándose en el islamismo. Empezará también a estudiar la cábala como parte de su formación... No, espera...

La familia de Pi decide emigrar a Canadá. La situación económica no es buena en la India (especialmente en Pondicherry), por lo que deciden reiniciar su vida. Deben vender los animales del zoo (que son propiedad de la familia) y resulta más conveniente que lo hagan en Canadá, un país que ofrece multitud de posibilidades para iniciar una nueva vida. El barco en el que viajan se ve atrapado en una tormenta, que provoca el naufragio... No, espera...

El libro es una fábula. Cuenta cómo un adolescente se enfrenta a las circunstancias más complejas que se puedan imaginar. Sobrevive a un naufragio y debe superar 227 días de desventuras en el mar, en un bote salvavidas, sin más compañía que (todo el planeta sabe ya esto; no me consideraré un spoiler por contarlo) Richard Parker, un tigre de Bengala.

2 — La película


Superproducción encaminada a triunfar en la Navidad de 2012, se estrena la película, dirigida por Ang Lee, reputado director, nacido en Taiwán, pero criado y formado en USA. Fue candidato al Oscar, en la categoría de Mejor película de habla no inglesa, en 1993 por “El banquete de boda” y en 1994 por “Comer, beber, amar”. Obtendría el premio en esa categoría, en 2000 por “Tigre y dragón”, que también le serviría para ser nominado en la categoría de Mejor director. Ese premio lo lograría en 2005 por su trabajo en “Brokeback Mountain”. En su filmografía destacan también “Sense and sensibility” (1995), “La tormenta de hielo” (1997) o “Hulk” (2003).

Tiene la difícil tarea de adaptar una conocida novela (premio Booker en 2002) que puede considerarse un viaje interior: el que afronta su protagonista, Pi, en su formación religiosa y en la odisea que debe afrontar tras el naufragio del barco en el que viaja junto a su familia y los animales del zoo, en su traslado a Canadá.

Es respetuosa con los lectores del libro (resulta inevitable al ver una película basada en el libro que uno ha leído, establecer comparaciones entre ambas: en este caso el asunto se resuelve bien, apuntando temas que, lógicamente, en el libro se tratan en mayor profundidad y detalle).

Visualmente espectacular. No tanto por los efectos visuales, ni por el trabajo con los animales (que también), como por una fotografía realmente notable. El director de fotografía es Claudio Miranda, nacido en Chile, pero nacionalizado USA. Fue jefe de iluminación (gaffer) en tres espléndidas películas dirigidas por David Fincher: “Seven” (1995), “The game” (1997), “El club de la lucha” (1999). Y, antes de este trabajo, fue director de fotografía, en otra película de Fincher, “El curioso caso de Benjamin Button” (2008) o en “TRON: Legacy” (2010), de Joseph Kosinski. Un trabajo cuidado, transmitiendo la serenidad del mar (en calma chicha) y la violencia de un temporal desatado. Un acierto pleno.

3 — Capitanes intrépidos

Será porque acabo de ver una reposición en TV de la película de 1937, dirigida por Victor Fleming, (basada en la novela de Rudyard Kipling, escritor nacido en Bombay, India, pero de nacionalidad británica), pero no dejo de encontrar conexiones entre La vida de Pi y Capitanes intrépidos.

Rápidamente resumo el argumento: Harvey (Freddie Bartholomew) es un niño, mimado y consentido por un padre que, tras enviudar, se centra en la dirección de su emporio empresarial y desatiende la educación de su hijo que, asistiendo a colegios de postín, utiliza su asignación económica para sobornar a compañeros y profesores. Tras conocer la realidad, el padre pide (obliga) a Harvey que le acompañe en un viaje a Londres, pero sus ocupaciones vuelven a distraerle. Tras competir con otros niños en la ingesta de batidos, Harvey se marea y se cae del paquebote. Es rescatado por Manuel (Spencer Tracy), un pescador portugués, enrolado en la tripulación de un pesquero de bacalao que debe adoptar a Harvey y ayudar a su transformación en una persona responsable y trabajadora. El reencuentro con su padre anticipa un hombre de provecho.

Las conexiones vienen por el escenario en que se producen ambas historias: el mar y un naufragio como causa externa del detonante de un cambio interior. Ambas historias narran una historia de superación personal, al tener ambos protagonistas (Pi y Harvey) que afrontar las difíciles circunstancias que les salen al paso. El esfuerzo, el trabajo duro, la tenacidad como sostén de un seguir adelante que, en ambos casos, se convierte en parte esencial de su carácter.
  
4 — Plan familiar

Como inicio de este puente de la Inmaculada, los cinco fuimos al cine. Recuerdo cuando yo iba al cine de pequeño, o cuando veíamos juntos las películas en TV. Y, es mi impresión personal, la familia que llora unida, permanece unida. No hay nada más integrador que comprobar que tus hijos tienen una gran sensibilidad, porque son capaces de emocionarse con una historia tan estimulante.

Debemos educar a nuestros hijos para que puedan enfrentarse a todo tipo de situaciones. El aislamiento no es bueno. Ser capaz de afrontar las dificultades, les hará crecer como personas. No es que yo pretenda que ningún hijo mío (ni nadie) naufrague y sea el único superviviente; pero debo asumir que (me guste o no) deberán afrontar la pérdida en su vida y, como se suele decir, “lo que no te mata, te hará más fuerte”. Mi propósito, como padre, es que mis hijos sean más fuertes, que, de forma autónoma, puedan resolver las situaciones que la vida les depare, por más difíciles que les puedan resultar.

Y compartir juntos las emociones que provoca presenciar las penurias (y cómo las supera) un personaje de ficción, resulta sumamente motivador.

5 — Resumiendo. Conclusiones finales. Valoración personal.

Ya hemos llegado hasta aquí: he hablado de un libro, de la película basada en el libro, de otra película que recordé porque abordaba un asunto similar (con resultados parecidos) y he contado planes familiares, detallando objetivos en la educación de mis hijos.

Iré un poco más allá. Esto es un blog personal: muchos de los que llegan hasta aquí sois amigos y haré algún apunte más íntimo, lo que me lleva a hacer una anotación para evitar poner a alguien en una situación incómoda.

A partir de aquí se revelarán detalles íntimos.
Los recelosos de la intimidad ajena.
Los que no quieran saber más.
A los que les abruman las historias personales.

DEBEN DEJAR DE LEER AHORA

Cuando era pequeño, mi padre (tratando de animarme en la lectura) se ocupó en enseñarme liturgias que, con buen criterio, consideraba me ayudarían a adquirir ese hábito. Me acompañaba a comprar libros, a ir a la biblioteca, me recomendaba libros, me impedía que leyera otros para que (apoyado en la psicología inversa) desarrollara estrategias para leerlos a escondidas, dejaba libros sueltos (como pistas que yo debía seguir), comentábamos libros que alguno había leído o que íbamos a leer.

Esas cosas que algunos padres hacemos para animar a que nuestros hijos lean (en la idea de que la lectura favorece una vida más plena, más satisfactoria y más relevante).

También me enseñó a firmar y fechar los libros que iba comprando (o me regalaban) y a estampar un sello (que me regaló) para desarrollar un vínculo emocional con el objeto. Intentaba que fuera formando mi propia biblioteca.

El sello lo perdí pero, durante años, seguí firmando los libros que compraba (o me regalaban). Pero abandoné esa costumbre. Demasiados libros y, en el fondo, salvo la dedicatoria de un regalo, una información que no me serviría para nada en el futuro. ¿Para qué quiero, hoy, saber cuando compré mi “Vida de Pi”?

Así que, ya digo, dejé de firmar los libros al adquirirlos, pero me acostumbré a firmarlos (y fecharlos) al terminarlos. (En ocasiones, hago apuntes sobre las condiciones del momento en que concluí la lectura).

Por eso, hoy sé que terminé de leer el libro el 15 de septiembre de 2010.

Poco tiempo después, en octubre de ese año, con la lectura del libro fresca en mi memoria, tuve que embarcarme, a la fuerza, en un dificilísimo viaje.

Mucha gente estuvo a mi lado, apoyándome, rezando por mí. Lo agradecí entonces y no lo olvidaré nunca.

Pero sé también cuánto me ayudó Pi. Fue mi compañero de viaje. Fue mi Richard Parker. El estímulo que hizo que, pasara lo que pasara, nunca me llegué a encontrar sólo. El recuerdo de su aventura (y de cómo la superó) me sirvió de aliento.

Por eso me gustó tanto la película.



Esa incierta edad [el libro]

A veces tengo la sensación de que llevo toda la vida escribiendo este libro. Por fin está terminado. Edita Libros Indie . Con ilustracio...