— En el alféizar de mi
ventana siempre tengo una pila …
— … de nidos colgados de oscuras
golondrinas —continúa el
mayor, lleno de la pasión propia de su edad; alentada por un alma de poeta.
— … de comida, para
alimentar a gatos abandonados y solitarios —apostilla el mediano, de corazón sensible, preocupado por
los que siente indefensos.
— … ¿qué es un alféizar? —pregunta el pequeño, con la curiosidad
que le caracteriza.
— Una repisa que tienen las
ventanas, por el lado exterior, pero también en el interior que es donde,
decía, tengo siempre una pila …
— … de libros, molestando,
obstaculizando el movimiento oscilante (y el batiente) e impidiendo que la
superficie esté limpia, llenando todo de cosas —rezongó ella, cargada de más razón que paciencia.
— Ya. Los quitaré —traté de sentenciar, asumiendo ambos
que era un propósito que me iba a costar llevar a cabo.
*****
El
cuarto de baño: un espacio sin puerta (en nuestra casa) que aprovecho para
lecturas improvisadas, a la vez que me alivio.
Todos
agradeceremos que no entre en detalles.
Nina Nesbitt — “Stay out”
*****
Hoy,
en uno de los libros que contenía la pila colocada en la parte interior del
alféizar de la ventana del cuarto de baño que utilizo por la mañana, he leído
lo siguiente:
“En
psicología existe una antigua historia sobre un anciano jubilado que estaba
encolerizado porque unos niños jugaban de manera ruidosa junto a la ventana de
su pequeño apartamento en el primer piso. ¿Los alejó a gritos? No. Eso no
hubiera sido inteligente. Salió y dijo que le encantaba oír a los niños jugando
debajo de su ventana y que les daría un cuarto de dólar a cada uno si jugaban
allí. Los niños estuvieron encantados. Les pagó un cuarto de dólar cada día
durante una semana. La segunda semana salió después de que hubieran estado
jugando y les explicó que como era muy pobre, sólo podía darles diez centavos a
cada uno. A los niños no les gustó la reducción del pago. Algunos abandonaron,
pero la mayoría continuaron allí. Al comienzo de la tercera semana, el hombre
jubilado salió y les explicó que era tan pobre que sólo podía pagar un penique
para cada uno al día. Los niños se marcharon diciendo que no jugarían debajo de
aquella ventana por un penique. La estrategia del anciano para solventar su
problema refleja una comprensión detallada de cómo sus acciones afectarían a
los muchachos”.
Al Siebert: “La
resiliencia. Construir en la adversidad”
*****
— Es curiosa la historia.
— Sí. Me llamó la
atención. Por eso quise compartirla contigo.
— Gracias.
— Ahora estoy pensando cuándo
podré encontrar la posibilidad de poner en práctica la estrategia. Se me
ocurrió pagar a los niños para que, progresivamente, vayan reduciendo su nivel
de ruido.
— Adelante.
— Pero he encontrado un
problema.
— Sabía que serías capaz
de hacerlo.
— No sé cómo hacer para
pagarles.
— ¿Perdón?
— Que hay un problema de
conversión de monedas.
— No te sigo.
— Te explico: primero, el
jubilado, empieza con un cuarto de dólar; más tarde, pasa a ofrecerles diez
centavos y no sorprende que rechacen su oferta final.
— Era lo que buscaba. Les
ofreció una cantidad ridícula.
— El jubilado que no salía
de su casa en esa antigua historia que existe en psicología quería que se
fueran a jugar a otro sitio. Pero, ofreciéndoles un penique, los niños no encontraron
la cantidad ridícula, sino que les pareció absurda y, por eso, se fueron.
— Lo que él quería.
— Que no. ¿Cómo iba un
jubilado anciano, que apenas sale de su casa más que para arengar a unos niños
que juegan de manera ruidosa debajo de su ventana, orquestar un plan en el que,
mientras apacigua su cólera y reprime su deseo inicial de amedrentarlos con el
bastón para hacerlos callar, les aturde ofreciéndoles moneda extranjera —¡peniques!—
para que comprueben su grado de locura, se aturdan y se vayan?
— ¡Mira que tienes gana de
sacarle punta a las cosas.
— Todo es culpa de la
reducción de costes y la forma de hacer libros, fabricándolos como si fueran en
serie.
— Deliras.
— Que no. Que te digo yo
que todo este sinsentido se debe a cómo trabajan ahora las editoriales, que
encargan los trabajos de traducción a becarios, que no aparecen acreditados y a
los que descuentan una cantidad fija de dinero por cada coma empleada.
— ¿Has tomado la pastilla?
— Voy a mirarlo.
— …
— ¿Ves? Mira la página de
créditos:
(Alienta
Editorial. Planeta DeAgostini Profesional y Formación, 2007)
— Ninguna mención al
traductor. Ni siquiera indican el título original de la obra, ni su año de
publicación.
— ¿Es importante?
— Para gente con ideas
propias, no. Pero, para los que cumplen los protocolos, es tremendamente
relevante. Hay una forma de trabajar establecida que debería seguirse.
— Ya.
— Pero, ¿qué puedes
esperar de unos tíos que vienen del planeta Agostini?
Queen & David Bowie — “Under pressure”
*****
Más
tarde, en el coche, camino de las ocupaciones diarias:
— Ayer estuvieron en el
colegio para presentar el proyecto de “arambé”.
— ¿“r n’ b”?
— No. “Aranvé”.
— No te entiendo, hijo. ¿“R&B”?
— Arrambé.
— También estuvieron en mi
clase.
— Y en la mía.
— Era para pedir dinero.
— ¡Déjame contarlo a mí!
— ¡Empecé yo!
— Sí, pero quiero seguir
yo.
— Vino el profesor …
— … y luego nos dijo …
— … podíamos ayudar …
— … hablando yo …
— ¡Callaos!
— ¿No os dieron un folleto,
o algo, que explique el proyecto?
— Sí. Pero era para toda
la clase.
— Pues me gustaría saber
en qué consiste.
— Trataré de enterarme.
— Mejor. ¿No sabes cómo se
llama y busco yo en internet?
— “Arramblé”.
— ¿Podrías deletrearlo?
— A – R – A – N …
— … es con M.
— A – R – A – M – B – E.
— ¡Listo!
— Luego lo miro.
Al
final, resultó que llevaba “H”: www.harambee.es/
Ten Years After — “I’d love to change the world”
*****
— ¿Qué ruido es ése?
— Una canción que me ha
mandado ...
— Pues suena de pena.
— … mi hermano.
— Ya. La vi antes. Suena
fatal.
— Sí. Debe ser porque
están encerrados en un coche.
— Nosotros también.
— Y son cinco.
— Como nosotros.
— El sonido reverbera.
— Será eso.
— Suena de vicio.
— Sí.
— A mí también me gustan.
DVICIO — “Enamórate”
*****
— Ahora hay trece signos.
— ¿De puntuación?
— No.
— ¿En dónde?
— En el horóscopo.
— ¿Qué ha pasado? ¿Por qué
lo han cambiado? ¿Han puesto o han quitado uno?
— Han puesto.
— Antes eran doce.
— No tenía muy claro
cuántos eran. Sabía que era un número par…
— Ya es algo.
— Explica eso.
— La vara de Hermes.
— El caduceo.
— Cadúceo.
— Caduceo.
— ¿Qué es eso?
— La vara de olivo que Apolo le regaló a Hermes.
— ¿Pero cómo va a ser un
signo del zoodiaco?
— Sí, porque han
descubierto una nueva constelación y le han puesto nombre.
— ¿Pero no se supone que
en el zoodiaco deben ser animales o cosas así?
— Ahora son trece.
Ohio Players — “Heaven must be like this”
*****
— … llegaron los españoles y
les preguntaron a los que estaban allí, cómo se llamaba aquello.
— … exterminadores.
— ¿Por qué dices eso?
— Arrasaron con todo. Lo
contaron en clase.
— Bueno, seguro que no fue
exactamente así.
— … y como no entendieron
lo que les decían…
— … porque no hablaban en
cristiano…
— … contestaron: “yu-ca-tan”.
— Yucatán.
— Lo que acabo de decir.
— No. Tú dijiste: “yu-ca-tan”, como si fueran tres
sílabas.
— Sigue con la historia.
— Porque “yu-ca-tan”, en el idioma que hablaban ellos, significa: “no te entiendo”.
— Como “canguro”, que les pasó a los que
llegaron a Australia.
— ¡Qué curioso!
— A mí me lo contó éste.
— Yo lo le leí en Gerónimo Stilton.
— Todo está en los libros.
Robert Cray — “Great big old house”
*****
La
resiliencia es la “capacidad humana de asumir con
flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas”.
Es
mucho más complicado hacerlo si te encuentras solo.
*****
Ayer
hablaba de la diversidad
en las familias.
La
nuestra es, además, enormemente divertida.
William DeVaughn — “Be thankful for what you’ve
got”
Estoy
profundamente agradecido a los cuatro.
Mi
décimo tercer signo.
*****
Llevar un montón de música en el coche,
programada en modo random,
produce agradables combinaciones.
Con Under Preassure me has matado para bien. Sobre lo que has escrito, me ha encantado esa aclaración del hombre que aprovecha el baño no sólo para defecar, sino, también, para leer. En resumen: una entrada, cuanto menos, curiosa, Alberto. Un abrazo
ResponderEliminarPor cierto, ¿has leído Crimen y Castigo? Estoy seguro que esto, entonces, te gustará. Un abrazo, caballero.
http://www.ourgodsaredead.blogspot.com.es/2015/04/crimen-y-castigo-la-novela-total.html
Perdón por la tardanza, pero me tomo con pausa las respuestas.
EliminarAntes de que dejaras comentario había entrado a ver tu reseña. Dicen que todo castigo lleva implícita su penitencia. En mi caso, el crimen por no haber leído a Dosto tiene el castigo de no ser capaz de apreciar tu comentario.
Debo aplicarme más. Lo sé. Pierdo tanto tiempo que moriré siendo un inculto.
Un abrazo.
PD - Mi blog está tomando una peligrosa deriva que convierte a cada artículo en un singular sinsentido. Como el que los proyecta.