Sesión del taller literario Desde la sombra: artes, reflejos y mujeres, organizado por la Asociación Empresa Mujer, ASEM y coordinado por Patricia Núñez.
26 de enero de 2023.
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— Strumpfffytuffemm BROOOOOM
CRRRAAAACCCC CRAAAAASSSKKK BOOOM.
— ¡Clara!
¿Pero qué es ese estruendo?
— No me oprimas, Peeters.
— Y
deja de llamarme Peeters, que soy tu padre.
— Putativo.
— ¡Qué
putativo ni que ocho florines! Soy tu padre.
— Ja. Y yo Leia.
— Estás
hecha una replicante.
— Y tú estás obsesionado con el cine
de ciencia ficción. ¿Ahora me vas a hablar de las puertas de Tauhausen?
— No.
Te encerraré tras la puerta de la bodega.
— ¡Genial! Allí siempre encuentro
cosas que hacer.
— Sí,
como empezar a amontonar objetos. Esa manía tuya con el equilibrismo...
— Bueno, es una técnica que estoy
desarrollando.
— ¿Cuál?
¿La de ir mermando las piezas de la vajilla de la tía Attilia?
— Ni caso te estoy haciendo. ¡Habla
más alto!
— Que
nos tuvimos que marchar de Antwerp...
— Amberes.
— ¡YA
LO SÉ! Pero mira que eres pedante...
— Pedante tú, que, con esa afición
tuya al flamenco, hemos terminado en este rincón del mundo que es Trebujena...
— Ya
sabes que es la cuna del flamenco más puro.
— Sí. Naranjito de Trebujena,
Clementino de Trebujena, Nectarino...
— Nectarino
es de Sanlúcar.
— Y de Barrameda. No imaginas cuánto
me aburres...
— Tú
sí que eres insoportable. Y no aguantas una crítica.
— Lo tuyo dejó de ser crítico y
empieza a convertirse en cítrico.
— Pues
te decía, ¡PLOMIZA!, ¡PLÚMBEA!, ¡PESADA!, ¡AN-TO-JA-DI-ZA!.
— Estás cambiando de palo.
— Lo
normal en los flamencos de raza.
— ¿De raza? ¡Pero si tú eres
descendiente de la pata del Duque de Orange!
— A
mucha honra.
— Bueno, es lo que dices siempre,
pero no se te nota nada.
— En
Antwerp sí que teníamos una posición...
— En Amberes. Y tampoco era para
tanto.
— ¡AAAARRRGGHHH!
— Que tenía que dibujar comida para
que, al ver los cuadros...
— ¡CALLA,
CANALLA!
— ...se me pasara un poco el hambre.
— ¡Mendiz!,
¡Perdiz!, ¡Robacubiertos!, ¡Codorniz!, ¡Meretriz!
— ¿Qué me has llamado?
— ¡Mendiz!,
¡Perdiz!, ...
— No. Lo último.
— ¡Meretriz!
— ¿Y eso qué es?
— Bueno,
Clara, ya tú sabes...
— No. No sé.
— Que
se me calentó la boca...
— Muy dado eres a que se te calienten
cosas.
— ¡CLARA!, que soy tu padre.
— Putativo.
— Ya
volvió Perico al torno.
— ¿Y lo otro?
— ¿Mendiz?
Me lo inventé.
— No. Entre perdiz y codorniz.
— ¿Alondra?
Un ave de la familia de los aláudidos, perteneciente al orden de los
paseriformes.
— Me siento aludida, sí. Y pienso que
eres deforme, mentalmente.
— ¿Piensas
mentalmente? Estoy por avisar a Hans Eysenck.
— No. Era otra cosa que me llamaste.
— ¡Robacubiertos!
— ¡Eso!
— Normal.
¿Tú sabes la cantidad de cuchillos que hay repartidos por toda la casa, de
cuberterías diferentes, pero todos de plata?
— No esperarás que me lleve unos de
plástico, ¿verdad? Me ve Greta Thunberg y me...
— Y
te nada, que es muy buena cría...
— Sí, pero...
— Nada
de peros.
— No, si ya conozco sus intenciones.
Y las comparto. Pero no me digas que no te pone nervioso, querido Peeters, ese
mirar ladino suyo.
— Es
que es Asperger.
— ¿Del imperio austrohúngaro? Yo
siempre pensé que era noruega.
— Ya.
Ella no ruega. Ella exige.
— Pero le falta Garbo.
— ¿Qué?
— Ay, Peeters, que no estás en la
onda. Un grupo que es una movida.
— ¿Los
Chunguitos? ¿Los Chichos? ¿Azúcar Moreno?
— ¡Qué va! Más modernos...
— No
me digas que Los Manolos.
— Déjalo, no lo vas a pillar.
— Lo
que te van a pillar es a ti con tu mano larga afanando cuchillos.
— Ya lo sé. Trataré de enmendarme.
¿Por qué no vamos a Toledo?
— ¿Y
eso?
— Jo. Primero, porque quiero ver al
Hombre del Palo.
— No.
Ya te lo dije. Eso es cosa exclusiva de María Pilar.
— Bueno, lo acepto. Pero me
encantaría que me regalaras un sable de acero toledano.
— ¿Y
para qué quieres un mandoble?
— ¿Te imaginas el pedazo de bodegón
que iba a poder pintar, encerrada en la bodega, con un sable firmado para
aparcar el rollo minimalista de dejar mis reflejos en todas las copas y jarras de
peltre y saleros y coladores y copas y candelabros y lamparillas y palmatorias
y platos y fuentes y bandejas y soperas y jarras de peltre...
— CLAN,
CLAN, CLAN, TOLÓN, TOLÓN, CLAN, CLAN, CLAN...
— ...
— Creerán
que no lo hemos advertido, pero jarra de peltre ha repetido.
— Pues en el cuadro cabrían dos.
— Pues
en el juego no es así, que lo saben todos los de la sala.
— Mira que eres Cicuta.
— Precisamente.
— Y deberías decirlo ya.
— Primera
vez que estamos de acuerdo.
— ¿Al unísono?
— Venga.
— CAMPANA Y SE ACABÓ.
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El motivo que propuso Patricia era la pintora flamenca Clara Peeters, famosa por sus bodegones
y por haber desarrollado una técnica en la que se autorretrataba en los objetos
que pintaba. También fue característico que firmaba algunos cuadros poniendo su
nombre en los cuchillos que aparecen en sus obras, emulando una costumbre de la
época en que los invitados a un refrigerio, para mostrar su posición, acudían
con la cubertería personalizada.
Fue la primera mujer a la que el Museo del Prado dedicó una exposición.
El motor era relatar la biografía de la artista, de la que
se dispone de poca información, empleando como leitmotiv una palabra que habíamos decidido al inicio de la sesión
anterior, sin saber para qué iba a ser usada.
En mi caso se trataba de ESTRUENDO, y en el desarrollo del ejercicio me apoyé en su
polisemia:
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Me documenté empleando las siguientes fuentes:
Ficha
de Clara Peeters en el Museo del Prado.
Wikipedia
(inglés).
Wikipedia
(español).
Nota
de Europa Press.
Píldora en YouTube
de mi compi Patry Pérez (Cuéntame un cuadro).
Gracias a todos.
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