Ha sido noticia estos días. El 4 de julio la policía recuperó esta
obra, un día antes de que se cumpliera un año, de la fecha en que los
archiveros detectaran su ausencia y denunciaran el robo a las autoridades.
¿Qué pasó desde entonces y, especialmente, cómo se ha tratado la
noticia en los medios de comunicación?
Desde su desaparición, la Policía Nacional —en concreto la Brigada
de Patrimonio Histórico— inició una investigación que, paralelamente, se
completó con las especulaciones populares: es fácil (y gratis) aventurar
hipótesis, por lo que éstas abundaron. Un artículo publicado en 20 minutos el 22 de diciembre de 2011,
firmado por D. Fernández, recoge el
estado de la cuestión, a esa fecha, y nos sirve para esbozar nuestra primera conjetura:
la cabecera del medio esconde el máximo de tiempo que un redactor puede emplear
para documentarse, confeccionar y redactar cada uno de los diferentes artículos
de los que debe ocuparse diariamente.
La noticia se tituló “El
‘Códice Calixtino’ pudo ser robado para vengarse del deán”. El artículo
es impagable y se diseccionará aquí.
Entradilla
La Policía cree que el libro del siglo XII no ha salido de
Santiago.
[Argumentativo]
Y que su sustracción busca perjudicar al deán de la
catedral.
[Especulativo y
finalista]
El códice tiene un valor incalculable, superior al millón de
euros.
[Estupidez: tratando de realizar
lo que se había afirmado imposible]
El artículo
El ‘Códice Calixtino’ descansaba en un cojín puesto sobre un atril, en un cuarto pequeño de tres por dos metros, que hace las
veces de archivo. La habitación está custodiada por dos puertas, una de madera
(siempre abierta) y otra acorazada con un mecanismo especial para abrirla, con
unas llaves que solo tenía el deán de la catedral de Santiago de Compostela,
José María Díaz.
[La descripción del escenario
pretende aportar verosimilitud. Se hecha en falta mayor profusión de detalles, “...cojín de tafetán bermellón, con flecos y
borlas de pasamanería antillesa, en tonos cereza”, “...sobre un atril, de
madera de boj, fileteado en oro y con incrustaciones de esmeralda y alabastro,
dibujando motivos ornamentales”, “...dos
puertas, una de madera (del siglo XVIII, tallada a mano en los reales talleres
de O Carballeiro, de una sola pieza extraída del primer tamarindo que llegara
de América en 1653)”]
El códice, que compartía sala con otros libros de igual o
más valor, fue robado el 5 de
julio. O quizás días antes. "No se sabe en qué fecha exacta desapareció,
solo cuando se echó en falta", explica a 20
minutos uno de los responsables de la investigación. Han pasado ya
más de cinco meses y la Brigada de Patrimonio Histórico de la Policía Nacional
estrecha el cerco sobre el ladrón. ¿Quién pudo entrar?, ¿estaba la puerta acorazada abierta?,
ya que no se forzó la cerradura, ¿alguien se hizo con las llaves del deán?
Preguntas que la Policía ha empezado a dar respuesta.
[Aventuramos que
Fernández, el redactor, es un devoto lector de novelas de misterio. Creemos que
podremos descubrir algunas, por las pistas que irá dejando]
"Estoy convencido de que el códice no ha salido de
Santiago de Compostela y de que detrás no hay ninguna
banda organizada ni ningún robo por encargo de algún coleccionista", señalan
las mismas fuentes. La verdad es que en estos cinco meses la Policía se ha
tenido que enfrentar a una investigación compleja y llena de pistas
enrevesadas. "Con la Iglesia hemos topado", enfatizan las fuentes.
[Convicción no
probatoria. El énfasis de unas fuentes anónimas que aseguran haber topado con
la Iglesia, denota el carácter ilustrado del firmante, pero la redacción
pretende atribuir la complejidad de la investigación y el enrevesamiento de las
pistas a un ánimo torticero del conjunto de la Iglesia, lo que constituye una
burda manipulación]
Una línea de investigación predomina sobre las demás: el
robo del códice buscaba perjudicar a su
guardián: el deán de la catedral. La Policía ha tenido que
lidiar con el fuerte enfrentamiento que había entre los 22 canónigos que
trabajan en la catedral y que están bajo las órdenes del deán. Hay dos bandos
enfrentados, uno de ellos bajo la influencia del Opus Dei y claramente
contrario al deán y a que continúe su labor en la catedral (su puesto vence en
2014).
[Ánimo conspirador no
probado. Era esperable que la sombra de Dan
Brown y su Código Da Vinci iba a terminar
planeando sobre este asunto. La lucha intestina entre las facciones enfrentadas
dentro de la Iglesia —una de ellas capitaneada por el Opus Dei— era un
ingrediente difícil de evitar]
Ya en el pasado, el deán (que está en la catedral desde
1975), tuvo que afrontar calumnias sobre supuestos
abusos sexuales que
no tenían ni pies ni cabeza. Ahora hay otro enfrentamiento abierto porque los
canónigos, cuando mueren, son enterrados en la catedral, pero ya no hay espacio
físico para seguir haciéndolo y no se ha encontrado una solución.
[Los abusos sexuales que
afectaron en el pasado al deán no son ni tangenciales en el asunto presente. Ello
no impide que se conviertan en una referencia inevitable. A pesar de que se
señala el carácter calumnioso de las acusaciones, “sin pies ni cabeza”, se sigue
destacando el texto en negrita. La relación del fin que se da a los cuerpos de
los canónigos, una vez muertos, con el asunto de los supuestos abusos sexuales
(que Fernández ya señaló que eran inexistentes, pero a los que no retira su
condición de supuestos) es falaz y altamente improbable. Ello no impide que se
engarcen en un único párrafo para buscar un tono escandaloso]
Investigación
Incluso se llegó a extender el rumor de que un palestino con
mucho dinero ‘compró’ a uno de los canónigos para robar uno de los libros
sagrados del cristianismo. Dimes y diretes.
[Se inicia el capítulo
dedicado a la investigación con un rumor, se sobreentiende que desmentido, y se
cierra el párrafo con el que deberá ser, a partir de ahora, el título de la
columna de Fernández en 20 minutos. Dimes y diretes: periodismo de profundidad
(esto último, añadido por mí)]
La Policía ha investigado a los 22 canónigos, a dos
investigadores del archivo, a los trabajadores de mantenimiento que conocen la
sala donde se guardaba el códice, a empleados de la limpieza y a músicos de la
catedral. El cerco se estrecha.
[Lector de la trilogía “Millenium”, de Stieg Larsson; se le nota en la búsqueda de una narración
trepidante]
Uno de ellos protagonizó incluso un episodio rocambolesco
digno de una película de suspense. Salió de la catedral con un bulto sospechoso,
dos policías le siguieron. Vieron cómo entraba en la capilla de Las Ánimas, a
menos de un kilómetro de la catedral, y volvía a salir sin el bulto.
[Seguidor de Hitchcock, Fernández muestra su
amplitud de registro]
Al día siguiente, Don Santiago, retor [sic] de Las Ánimas, llamaba a la Policía
informando de que alguien había devuelto un cofre robado hace dos
años. "Lo dejaron en el altar de Santa Rita, sobre su
manto negro. El cofre guardaba la llave de plata del sagrario. Han devuelto el
cofre, pero no la llave", explica a este diario Don Santiago, el retor [sic].
[El párrafo está metido a calzador y no tiene
relación con el asunto Calixtiano. Da la sensación de una Miss Marple, la anciana investigadora ocasional imaginada por Agatha Christie, siguiendo una pista
falsa, en el trasunto de una remozada “Muerte
en la vicaría”, reconvertida ahora por Fernández en “Robo en la re(c)toría”]
De momento, el ladrón ha conseguido parte de su propósito:
perjudicar al deán, que en octubre renunció a su cargo de archivero de la catedral.
Ya ha sido sustituido, aunque seguirá como deán.
[A pesar de que el
propósito de perjudicar al deán se aventuró de forma especulativa, se recoge
ahora como hecho confirmado. La trama vengativa ha triunfado. Ni el padre Brown, de Chesterton hubiera sido capaz de manejarse en un enredo de tal
magnitud]
El ‘Códice
Calixtino’, del siglo XII, tiene un valor muy difícil de calcular,
aunque algunos expertos lo han valorado en un millón de euros. Compuesto por
cinco libros y dos apéndices, fue encuadernado en un tomo único en 1964. Mide
30 por 21 centímetros y se elaboró con el objetivo de propagar la devoción por
el apóstol Santiago, una especie de guía para los peregrinos que querían hacer
el Camino de Santiago.
[Se cierra el artículo
con un párrafo final, de naturaleza mixta, en el que, a pesar de que se destaca
lo complicado del cálculo del valor del Códice, Fernández ha encontrado tiempo,
en los 20 minutos que tuvo que dedicar al artículo, para contactar con “algunos
expertos” que, a tenor de lo leído, no han tenido dificultad en, aun siendo
varios, llegar a un acuerdo sobre una cantidad que, ¡oh, milagro!, es una cifra
redonda: un millón de euracos. Las dos frases finales son información
(imaginamos que contrastada: habrá usado la wikipedia) y, precisamente por eso,
se dejan para el final, ya que a nadie le interesa la información, pudiendo
centrarse en la fabulación]
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Y, antes de que se cumpliera un año del momento en que se descubriera
la ausencia del Códice, justo un día antes, aparece en un garaje. El asunto fue
noticia en todos los medios de comunicación: TV, radio, impresos, digitales.
Todos explicaron los detalles y no es objeto de este artículo dar cobertura al
suceso. El propósito es analizar el tratamiento que se le ha dado.
Antes de empezar, se acotará el procedimiento y se entenderá que
utilizaremos una generalización: no todos (no se busca ser exhaustivo)
cometerán los mismos errores, pero —dado que muchos coincidirán en los mismos—, se colige que se podrán extraer
algunas conclusiones. Éstas son:
1 — Ausencia del principio de presunción
de inocencia. Aunque el detenido parece que finalmente ha terminado confesando,
inicialmente se negaba a dar ninguna información. Ana Bravo Cuiñas firma en El
Mundo un artículo que titula “El
ladrón del Códice Calixtino: ‘No lo sé, no me acuerdo’” y que, aun así,
intitula “ROBO. El detenido guarda
silencio”. El titular califica, sin lugar a dudas, como ladrón a quien, en
todo caso, debería ser tratado como presunto. No importa que en el desarrollo
del texto, algunos (quienes lo hacen, que no son todos) expresen la fórmula de
anteceder el “presunto” al calificativo, lo cierto es que se informa de un
hecho juzgado y sentenciado. En el caso del artículo citado, de Bravo Cuiñas,
es sintomático que se señale que “el
detenido guarda silencio”, mientras se entrecomillan sus palabras
textuales.
2 — Se incluyen nombre y apellidos del
detenido, su profesión, su relación con la Catedral de Santiago. Se insertaron
fotografías. Se nombra a los miembros de su familia, supuestos colaboradores en
el robo. Todo ello —en un asunto que suscitó una respuesta especialmente
sensible en el entorno en que se produjo—, acarrea una situación de indefensión
para el detenido que, los medios de comunicación, deberían haber intentado
evitar.
3 — Se especula gratuitamente sobre la
motivación para la realización del robo (más allá del lucro; se habla de un
deseo de venganza por haber sido despedido). No puede confirmarse sin haber
sido juzgado.
4 — Se incluyen detalles sobre los
hábitos del detenido, que nada tienen que ver con el robo. En la mayoría de las
noticias, se destaca que el detenido seguía yendo “a misa a diario a la Catedral, mañana y tarde, incluso festivos”.
El tono costumbrista es sorprendente; especialmente cuando se detalla que iba a
misa los festivos. Extraña que no hayan estrechado el cerco antes, dado el
atípico y extravagante comportamiento del detenido.
5 — Las hipérboles son frecuentes en las
noticias. La Vanguardia (en una
noticia tomada de Europa Press) titula así: “El
presunto ladrón del Códice Calixtino sustrajo objetos de la Catedral ‘todos los
días’ durante 10 años”. Una pequeña cuenta (y suponiendo que todos los días se llevara sólo uno) da
como resultado que en el garaje del detenido (o en el domicilio) debieron incautar
un mínimo de 3.500 objetos (imagino que, en la cuenta, se debían incluir velas,
porque, en caso contrario, extrañaría que no se hubieran percatado antes de las
faltas).
6 — El tono evasivo de las respuestas del
detenido responden al estereotipo del carácter gallego y no escapan de los
comentarios ingeniosos de algunos periodistas. En el blog Luz de luna, de Malena
Guerra y Ángel Moya, alojado en
el portal de Telecinco, le sacan
punta al tema y citaré frases textuales que me han llamado la atención. “El electricista siempre estuvo nominado entre la treintena de
sospechosos”. “...hoy relataba con sorna gallega el comisario...”. “Manuel fiel
al estereotipo gallego no decía ni que sí ni que no”. “Los dos pisos los
pago en metálico, billete sobre billete”. “En
los libros, entre las citas para cambiar el aceite al coche o la lista de la
compra, el electricista había apuntado al detalle cuanto dinero y de dónde
robaba en cada ocasión”. “Manuel no quisó [sic] decir dónde
estaba el Códice Calixtino, y cuando le amenazaron con la cárcel respondió ‘yo
con un rosario y un misal me apaño en la cárcel’”. “...en un trastero de
Manuel, envuelto en calzoncillos raídos y bolsas de plástico”. “La sonrisa de
un policía y de un gallego que con su trabajo [...], ha devuelto a sus paisanos
uno de sus bienes más preciados”.
7 — Se destaca la sorpresa de los vecinos
y conocidos, que no podían sospechar que el detenido pudiera haber sido el
ladrón. El efecto Warhol se
contempló de forma abrumadora para Begoña
Bravo y su marido Mauricio García.
Estaban sentados en una terraza próxima al garaje y se les requirió para que
hicieran de testigos del registro. La
Razón titula pésimamente la noticia en que se relata el momento (obviando
el uso de signos de puntuación) “Lloramos
el códice estaba en perfecto estado” dice un testigo del hallazgo,
aunque realiza un recorrido emocional por las vivencias que, sin duda, el
matrimonio repetirá este verano (y toda su vida) a cualquier persona con la que
coincidan de ahora en adelante.
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En La Nueva España de
Oviedo, periódico que sufro diariamente (por estar suscrito), dedican atención
en la edición de hoy, 6 de julio de 2012, a Antonio Tenorio Madrona, avilesino, primero, y, además, inspector
jefe de la Brigada de Patrimonio Histórico de la Policía Nacional. Me gustaría
haber incluido enlace a la noticia pero, por criterios empresariales, LNE ha
decidido que, parte de sus contenidos, tengan acceso restringido a los
suscriptores digitales y que ser suscriptor del periódico en formato papel no
acarrea ninguna distinción. No puedo facilitar detalles (porque no quiero
ponerme a copiar) de una entrevista plagada de tópicos y simplezas del firmante
de la misma, Pablo Álvarez. Excuso
al policía del tono folletinesco, porque sus respuestas han tenido interés,
pero estaban condicionadas por las preguntas, de las que tomaré, a modo de muestra,
la siguiente:
— En
el “ranking” de relevancia de los asuntos que ha tenido entre manos, ¿qué
puesto ocupa el del Códice Calixtino?
Ya pueden ver que se trata —otro ejemplo más— de periodismo de
raza.
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Y como final del asunto, adjunto enlace al artículo firmado por Luis M. Alonso, también en LNE de hoy,
titulado Lo que se
cuela por la red. (Es accesible; desconozco los criterios por los que
se determina qué lo es y qué no).
La labor fundamental del periodista es
ordenar para el lector la información que consigue por medio de sus fuentes o
la que le llega por otras vías. Primero verificándola, segundo jerarquizándola
en función de su importancia o interés. [...] los principios subyacentes para
poder contar lo que pasa siguen existiendo: el primer deber del periodista, en
cualquier caso, es la comprobación. Y eso no siempre parece estar claro para
todos.
En el oficio periodístico, los hechos son
sagrados. La información está destinada a mantener un equilibro entre novedad,
oportunidad, exigencia y decencia. Por eso, los periódicos de siempre se han
regido por editores que se encargan de garantizar, en la medida de lo humanamente
posible, que se respeten los estándares éticos y no se incurra en difamación.
El llamado periodismo ciudadano, practicado en las redes sociales y los blogs,
se viene caracterizando, sin embargo, por lo fácil que resulta publicar
cualquier cosa y de cualquier manera. Algunas piezas son de elaboración tan
apresurada que no pasarían una prueba básica de gramática y redacción.
Precisamente, uno de los peligros que acechan en estos momentos a las
redacciones de los periódicos es el de contagio.
Gay
Talese,
maestro del reportaje del que estos días se publican sus memorias «Vida de un
escritor», dijo no hace demasiado que sería trágico que el periodismo se
quedara en las redes sociales o en los blogs, convertido en nada en medio del
guirigay de internet. Ello y el empeño de los políticos en controlar la
información son las dos grandes amenazas para un trabajo que a lo largo de
décadas ha contribuido eficazmente a ayudarnos a entender la sociedad en la que
vivimos y a denunciar los abusos del poder. Evidentemente, el periodismo de
papel no siempre ha acertado en su misión, ha tenido mejores y peores páginas,
pero al menos existe esa misión y en ella no está incluida publicar artículos
atribuidos falsamente a personas que no los han escrito. Como escribió Walter Lippmann, el oficio de contar lo
que sucede tiene que ser algo más que cantar en la ducha del baño o recitar
monólogos en el desierto, por estupendos que resulten.
No sé. Tengo la sensación de que una lectura de las noticias destacadas
aquí, no conllevaría la aprobación de Gay Talese o de Walter Lippman. Creo que,
a pesar de provenir todas de medios “respetables”,
tampoco cumplirían con la misión expresada por Luis M. Alonso.
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Página sobre el Códice: Codex
Calixtinus (Liber Sancti Jacobi)
Para llevarte el Códice a casa (de forma legal):
CodexCalixtinusfacsimil
Wikipedia: Codex Calixtinus
Cadena Ser: Las
claves del valor del Códice Calixtino
Faro de
Vigo: Cuatro
detenidos por el robo del Códice Calixtino
La
Vanguardia: El
electricista acusado de robar el Códice destacaba por su religiosidad aunque
había hurtado otros objetos del templo
La Vanguardia: El
presunto ladrón del Códice Calixtino sustrajo objetos de la Catedral ‘todos los
días’ durante 10 años
La Voz de Galicia: Códice
Calixtino
rtve: Así
fue el robo del Códice Calixtino (vídeo)
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