viernes, 6 de julio de 2012

Se recupera el Códice Calixtino, sustraído de la Catedral de Santiago de Compostela: Analizando el tratamiento informativo


Ha sido noticia estos días. El 4 de julio la policía recuperó esta obra, un día antes de que se cumpliera un año, de la fecha en que los archiveros detectaran su ausencia y denunciaran el robo a las autoridades.


¿Qué pasó desde entonces y, especialmente, cómo se ha tratado la noticia en los medios de comunicación?

Desde su desaparición, la Policía Nacional —en concreto la Brigada de Patrimonio Histórico— inició una investigación que, paralelamente, se completó con las especulaciones populares: es fácil (y gratis) aventurar hipótesis, por lo que éstas abundaron. Un artículo publicado en 20 minutos el 22 de diciembre de 2011, firmado por D. Fernández, recoge el estado de la cuestión, a esa fecha, y nos sirve para esbozar nuestra primera conjetura: la cabecera del medio esconde el máximo de tiempo que un redactor puede emplear para documentarse, confeccionar y redactar cada uno de los diferentes artículos de los que debe ocuparse diariamente.

La noticia se tituló El ‘Códice Calixtino’ pudo ser robado para vengarse del deán. El artículo es impagable y se diseccionará aquí.

Entradilla

La Policía cree que el libro del siglo XII no ha salido de Santiago.
[Argumentativo]
Y que su sustracción busca perjudicar al deán de la catedral.
[Especulativo y finalista]
El códice tiene un valor incalculable, superior al millón de euros.
[Estupidez: tratando de realizar lo que se había afirmado imposible]

El artículo

El ‘Códice Calixtino’ descansaba en un cojín puesto sobre un atril, en un cuarto pequeño de tres por dos metros, que hace las veces de archivo. La habitación está custodiada por dos puertas, una de madera (siempre abierta) y otra acorazada con un mecanismo especial para abrirla, con unas llaves que solo tenía el deán de la catedral de Santiago de Compostela, José María Díaz.
[La descripción del escenario pretende aportar verosimilitud. Se hecha en falta mayor profusión de detalles, “...cojín de tafetán bermellón, con flecos y borlas de pasamanería antillesa, en tonos cereza”, “...sobre un atril, de madera de boj, fileteado en oro y con incrustaciones de esmeralda y alabastro, dibujando motivos ornamentales”,  “...dos puertas, una de madera (del siglo XVIII, tallada a mano en los reales talleres de O Carballeiro, de una sola pieza extraída del primer tamarindo que llegara de América en 1653)”]

El códice, que compartía sala con otros libros de igual o más valor, fue robado el 5 de julio. O quizás días antes. "No se sabe en qué fecha exacta desapareció, solo cuando se echó en falta", explica a 20 minutos uno de los responsables de la investigación. Han pasado ya más de cinco meses y la Brigada de Patrimonio Histórico de la Policía Nacional estrecha el cerco sobre el ladrón. ¿Quién pudo entrar?, ¿estaba la puerta acorazada abierta?, ya que no se forzó la cerradura, ¿alguien se hizo con las llaves del deán? Preguntas que la Policía ha empezado a dar respuesta.
[Aventuramos que Fernández, el redactor, es un devoto lector de novelas de misterio. Creemos que podremos descubrir algunas, por las pistas que irá dejando]

"Estoy convencido de que el códice no ha salido de Santiago de Compostela y de que detrás no hay ninguna banda organizada ni ningún robo por encargo de algún coleccionista", señalan las mismas fuentes. La verdad es que en estos cinco meses la Policía se ha tenido que enfrentar a una investigación compleja y llena de pistas enrevesadas. "Con la Iglesia hemos topado", enfatizan las fuentes.
[Convicción no probatoria. El énfasis de unas fuentes anónimas que aseguran haber topado con la Iglesia, denota el carácter ilustrado del firmante, pero la redacción pretende atribuir la complejidad de la investigación y el enrevesamiento de las pistas a un ánimo torticero del conjunto de la Iglesia, lo que constituye una burda manipulación]

Una línea de investigación predomina sobre las demás: el robo del códice buscaba perjudicar a su guardián: el deán de la catedral. La Policía ha tenido que lidiar con el fuerte enfrentamiento que había entre los 22 canónigos que trabajan en la catedral y que están bajo las órdenes del deán. Hay dos bandos enfrentados, uno de ellos bajo la influencia del Opus Dei y claramente contrario al deán y a que continúe su labor en la catedral (su puesto vence en 2014).
[Ánimo conspirador no probado. Era esperable que la sombra de Dan Brown y su Código Da Vinci iba a terminar planeando sobre este asunto. La lucha intestina entre las facciones enfrentadas dentro de la Iglesia —una de ellas capitaneada por el Opus Dei— era un ingrediente difícil de evitar]

Ya en el pasado, el deán (que está en la catedral desde 1975), tuvo que afrontar calumnias sobre supuestos abusos sexuales que no tenían ni pies ni cabeza. Ahora hay otro enfrentamiento abierto porque los canónigos, cuando mueren, son enterrados en la catedral, pero ya no hay espacio físico para seguir haciéndolo y no se ha encontrado una solución.
[Los abusos sexuales que afectaron en el pasado al deán no son ni tangenciales en el asunto presente. Ello no impide que se conviertan en una referencia inevitable. A pesar de que se señala el carácter calumnioso de las acusaciones, “sin pies ni cabeza”, se sigue destacando el texto en negrita. La relación del fin que se da a los cuerpos de los canónigos, una vez muertos, con el asunto de los supuestos abusos sexuales (que Fernández ya señaló que eran inexistentes, pero a los que no retira su condición de supuestos) es falaz y altamente improbable. Ello no impide que se engarcen en un único párrafo para buscar un tono escandaloso]

Investigación

Incluso se llegó a extender el rumor de que un palestino con mucho dinero ‘compró’ a uno de los canónigos para robar uno de los libros sagrados del cristianismo. Dimes y diretes.
[Se inicia el capítulo dedicado a la investigación con un rumor, se sobreentiende que desmentido, y se cierra el párrafo con el que deberá ser, a partir de ahora, el título de la columna de Fernández en 20 minutos. Dimes y diretes: periodismo de profundidad (esto último, añadido por mí)]

La Policía ha investigado a los 22 canónigos, a dos investigadores del archivo, a los trabajadores de mantenimiento que conocen la sala donde se guardaba el códice, a empleados de la limpieza y a músicos de la catedral. El cerco se estrecha.
[Lector de la trilogía “Millenium”, de Stieg Larsson; se le nota en la búsqueda de una narración trepidante]

Uno de ellos protagonizó incluso un episodio rocambolesco digno de una película de suspense. Salió de la catedral con un bulto sospechoso, dos policías le siguieron. Vieron cómo entraba en la capilla de Las Ánimas, a menos de un kilómetro de la catedral, y volvía a salir sin el bulto.
[Seguidor de Hitchcock, Fernández muestra su amplitud de registro]

Al día siguiente, Don Santiago, retor [sic] de Las Ánimas, llamaba a la Policía informando de que alguien había devuelto un cofre robado hace dos años. "Lo dejaron en el altar de Santa Rita, sobre su manto negro. El cofre guardaba la llave de plata del sagrario. Han devuelto el cofre, pero no la llave", explica a este diario Don Santiago, el retor [sic].
 [El párrafo está metido a calzador y no tiene relación con el asunto Calixtiano. Da la sensación de una Miss Marple, la anciana investigadora ocasional imaginada por Agatha Christie, siguiendo una pista falsa, en el trasunto de una remozada “Muerte en la vicaría”, reconvertida ahora por Fernández en “Robo en la re(c)toría”]

De momento, el ladrón ha conseguido parte de su propósito: perjudicar al deán, que en octubre renunció a su cargo de archivero de la catedral. Ya ha sido sustituido, aunque seguirá como deán.
[A pesar de que el propósito de perjudicar al deán se aventuró de forma especulativa, se recoge ahora como hecho confirmado. La trama vengativa ha triunfado. Ni el padre Brown, de Chesterton hubiera sido capaz de manejarse en un enredo de tal magnitud]

El ‘Códice Calixtino’, del siglo XII, tiene un valor muy difícil de calcular, aunque algunos expertos lo han valorado en un millón de euros. Compuesto por cinco libros y dos apéndices, fue encuadernado en un tomo único en 1964. Mide 30 por 21 centímetros y se elaboró con el objetivo de propagar la devoción por el apóstol Santiago, una especie de guía para los peregrinos que querían hacer el Camino de Santiago.
[Se cierra el artículo con un párrafo final, de naturaleza mixta, en el que, a pesar de que se destaca lo complicado del cálculo del valor del Códice, Fernández ha encontrado tiempo, en los 20 minutos que tuvo que dedicar al artículo, para contactar con “algunos expertos” que, a tenor de lo leído, no han tenido dificultad en, aun siendo varios, llegar a un acuerdo sobre una cantidad que, ¡oh, milagro!, es una cifra redonda: un millón de euracos. Las dos frases finales son información (imaginamos que contrastada: habrá usado la wikipedia) y, precisamente por eso, se dejan para el final, ya que a nadie le interesa la información, pudiendo centrarse en la fabulación]

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Y, antes de que se cumpliera un año del momento en que se descubriera la ausencia del Códice, justo un día antes, aparece en un garaje. El asunto fue noticia en todos los medios de comunicación: TV, radio, impresos, digitales. Todos explicaron los detalles y no es objeto de este artículo dar cobertura al suceso. El propósito es analizar el tratamiento que se le ha dado.

Antes de empezar, se acotará el procedimiento y se entenderá que utilizaremos una generalización: no todos (no se busca ser exhaustivo) cometerán los mismos errores, pero —dado que muchos coincidirán en los mismos—, se colige que se podrán extraer algunas conclusiones. Éstas son:

1 — Ausencia del principio de presunción de inocencia. Aunque el detenido parece que finalmente ha terminado confesando, inicialmente se negaba a dar ninguna información. Ana Bravo Cuiñas firma en El Mundo un artículo que titula El ladrón del Códice Calixtino: ‘No lo sé, no me acuerdo’ y que, aun así, intitula “ROBO. El detenido guarda silencio”. El titular califica, sin lugar a dudas, como ladrón a quien, en todo caso, debería ser tratado como presunto. No importa que en el desarrollo del texto, algunos (quienes lo hacen, que no son todos) expresen la fórmula de anteceder el “presunto” al calificativo, lo cierto es que se informa de un hecho juzgado y sentenciado. En el caso del artículo citado, de Bravo Cuiñas, es sintomático que se señale que “el detenido guarda silencio”, mientras se entrecomillan sus palabras textuales.

2 — Se incluyen nombre y apellidos del detenido, su profesión, su relación con la Catedral de Santiago. Se insertaron fotografías. Se nombra a los miembros de su familia, supuestos colaboradores en el robo. Todo ello —en un asunto que suscitó una respuesta especialmente sensible en el entorno en que se produjo—, acarrea una situación de indefensión para el detenido que, los medios de comunicación, deberían haber intentado evitar.

3 — Se especula gratuitamente sobre la motivación para la realización del robo (más allá del lucro; se habla de un deseo de venganza por haber sido despedido). No puede confirmarse sin haber sido juzgado.

4 — Se incluyen detalles sobre los hábitos del detenido, que nada tienen que ver con el robo. En la mayoría de las noticias, se destaca que el detenido seguía yendo “a misa a diario a la Catedral, mañana y tarde, incluso festivos”. El tono costumbrista es sorprendente; especialmente cuando se detalla que iba a misa los festivos. Extraña que no hayan estrechado el cerco antes, dado el atípico y extravagante comportamiento del detenido.

5 — Las hipérboles son frecuentes en las noticias. La Vanguardia (en una noticia tomada de Europa Press) titula así: El presunto ladrón del Códice Calixtino sustrajo objetos de la Catedral ‘todos los días’ durante 10 años. Una pequeña cuenta (y suponiendo que todos los días se llevara sólo uno) da como resultado que en el garaje del detenido (o en el domicilio) debieron incautar un mínimo de 3.500 objetos (imagino que, en la cuenta, se debían incluir velas, porque, en caso contrario, extrañaría que no se hubieran percatado antes de las faltas).

6 — El tono evasivo de las respuestas del detenido responden al estereotipo del carácter gallego y no escapan de los comentarios ingeniosos de algunos periodistas. En el blog Luz de luna, de Malena Guerra y Ángel Moya, alojado en el portal de Telecinco, le sacan punta al tema y citaré frases textuales que me han llamado la atención. El electricista siempre estuvo nominado entre la treintena de sospechosos”. “...hoy relataba con sorna gallega el comisario...”. “Manuel fiel al estereotipo gallego no decía ni que sí ni que no”. “Los dos pisos los pago en metálico, billete sobre billete”. “En los libros, entre las citas para cambiar el aceite al coche o la lista de la compra, el electricista había apuntado al detalle cuanto dinero y de dónde robaba en cada ocasión”. “Manuel no quisó [sic] decir dónde estaba el Códice Calixtino, y cuando le amenazaron con la cárcel respondió ‘yo con un rosario y un misal me apaño en la cárcel’”. “...en un trastero de Manuel, envuelto en calzoncillos raídos y bolsas de plástico”. “La sonrisa de un policía y de un gallego que con su trabajo [...], ha devuelto a sus paisanos uno de sus bienes más preciados”.

7 — Se destaca la sorpresa de los vecinos y conocidos, que no podían sospechar que el detenido pudiera haber sido el ladrón. El efecto Warhol se contempló de forma abrumadora para Begoña Bravo y su marido Mauricio García. Estaban sentados en una terraza próxima al garaje y se les requirió para que hicieran de testigos del registro. La Razón titula pésimamente la noticia en que se relata el momento (obviando el uso de signos de puntuación) “Lloramos el códice estaba en perfecto estado” dice un testigo del hallazgo, aunque realiza un recorrido emocional por las vivencias que, sin duda, el matrimonio repetirá este verano (y toda su vida) a cualquier persona con la que coincidan de ahora en adelante.

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En La Nueva España de Oviedo, periódico que sufro diariamente (por estar suscrito), dedican atención en la edición de hoy, 6 de julio de 2012, a Antonio Tenorio Madrona, avilesino, primero, y, además, inspector jefe de la Brigada de Patrimonio Histórico de la Policía Nacional. Me gustaría haber incluido enlace a la noticia pero, por criterios empresariales, LNE ha decidido que, parte de sus contenidos, tengan acceso restringido a los suscriptores digitales y que ser suscriptor del periódico en formato papel no acarrea ninguna distinción. No puedo facilitar detalles (porque no quiero ponerme a copiar) de una entrevista plagada de tópicos y simplezas del firmante de la misma, Pablo Álvarez. Excuso al policía del tono folletinesco, porque sus respuestas han tenido interés, pero estaban condicionadas por las preguntas, de las que tomaré, a modo de muestra, la siguiente:

En el “ranking” de relevancia de los asuntos que ha tenido entre manos, ¿qué puesto ocupa el del Códice Calixtino?

Ya pueden ver que se trata —otro ejemplo más— de periodismo de raza.

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Y como final del asunto, adjunto enlace al artículo firmado por Luis M. Alonso, también en LNE de hoy, titulado Lo que se cuela por la red. (Es accesible; desconozco los criterios por los que se determina qué lo es y qué no).

La labor fundamental del periodista es ordenar para el lector la información que consigue por medio de sus fuentes o la que le llega por otras vías. Primero verificándola, segundo jerarquizándola en función de su importancia o interés. [...] los principios subyacentes para poder contar lo que pasa siguen existiendo: el primer deber del periodista, en cualquier caso, es la comprobación. Y eso no siempre parece estar claro para todos.

En el oficio periodístico, los hechos son sagrados. La información está destinada a mantener un equilibro entre novedad, oportunidad, exigencia y decencia. Por eso, los periódicos de siempre se han regido por editores que se encargan de garantizar, en la medida de lo humanamente posible, que se respeten los estándares éticos y no se incurra en difamación. El llamado periodismo ciudadano, practicado en las redes sociales y los blogs, se viene caracterizando, sin embargo, por lo fácil que resulta publicar cualquier cosa y de cualquier manera. Algunas piezas son de elaboración tan apresurada que no pasarían una prueba básica de gramática y redacción. Precisamente, uno de los peligros que acechan en estos momentos a las redacciones de los periódicos es el de contagio.

Gay Talese, maestro del reportaje del que estos días se publican sus memorias «Vida de un escritor», dijo no hace demasiado que sería trágico que el periodismo se quedara en las redes sociales o en los blogs, convertido en nada en medio del guirigay de internet. Ello y el empeño de los políticos en controlar la información son las dos grandes amenazas para un trabajo que a lo largo de décadas ha contribuido eficazmente a ayudarnos a entender la sociedad en la que vivimos y a denunciar los abusos del poder. Evidentemente, el periodismo de papel no siempre ha acertado en su misión, ha tenido mejores y peores páginas, pero al menos existe esa misión y en ella no está incluida publicar artículos atribuidos falsamente a personas que no los han escrito. Como escribió Walter Lippmann, el oficio de contar lo que sucede tiene que ser algo más que cantar en la ducha del baño o recitar monólogos en el desierto, por estupendos que resulten.

No sé. Tengo la sensación de que una lectura de las noticias destacadas aquí, no conllevaría la aprobación de Gay Talese o de Walter Lippman. Creo que, a pesar de provenir todas de medios “respetables”, tampoco cumplirían con la misión expresada por Luis M. Alonso.

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Página sobre el Códice: Codex Calixtinus (Liber Sancti Jacobi)
Para llevarte el Códice a casa (de forma legal): CodexCalixtinusfacsimil
Wikipedia: Codex Calixtinus

La Voz de Galicia: Códice Calixtino



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