martes, 11 de marzo de 2014

10 del 11–M

Han pasado 10 años.

En periódicos, revistas, suplementos dominicales, blogs, foros, hojas parroquiales, semanarios, seminarios; en todos los lugares imaginables llevan tiempo hablando de ello.

Yo también quiero hacerlo. Y quiero hacerlo respondiendo a una pregunta: ¿qué ha cambiado desde entonces?



En el suplemento “El Cultural” del periódico “El Mundo”, del viernes pasado, 7 de marzo, invitan a reflexionar a tres personas. En la primera intervención, el historiador Julio Gil Pecharromán, afirma: “Las auténticas secuelas las padecen hoy 191 familias destrozadas”.

Paso por encima de la discrepancia acerca del número exacto de muertos, porque hay quien considera que la víctima que falleció unos días después no debe incluirse en el cómputo —afirmación que seguro que no comparte la amiga con la que coincidimos en un tren, volviendo de Valencia, que iba a reunirse con el resto de la familia, que viajaba consternada por que finalmente se había producido el fatal desenlace de la que se convertía en la víctima mortal nº 192—.

Pero debo detenerme en que la consideración de víctimas ha quedado, para quien ha puesto una flor como reclamo para un acto en su memoria, y también para Gil Pecharromán, en los que han muerto.

Todos los demás: los que iban en los trenes y sufrieron lesiones (de la gravedad que fuera), con secuelas físicas o psicológicas, cuya relación fuera de amistad o laboral o del tipo que fuese, pero no de parentesco, todas las personas que padecieron la extorsión terrorista de un atentado de esa magnitud, dirigida a la ciudadanía, como ente abstracto (y no a los que sufrieron las consecuencias más atroces), todos hemos perdido la consideración de víctimas.

*****

Ese es el cambio más dramático que supuso el 11–M.

Antes, todos éramos víctimas, porque se consideraba que el terrorismo era una agresión al conjunto de la sociedad, a las convicciones que compartíamos de manera conjunta.

Desde el 11–M, las víctimas son los muertos. Sólo los muertos. Nada más que los muertos.

Resulta inconcebible mayor aberración.

5 comentarios:

  1. Toda la razón la clase politica ya se cobro su precio y se arrendo las ganancias

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  2. Tremendo post, Alberto. Eres grande, tío. Un abrazo.

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  3. Yo no estuve en E spaña en aquella fecha pero como tambien perdi seres queridos creo que todos somos victimas en algun modo cuando pasa algo asi.....

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  4. Leyendo ahora, en otro lugar, he caído en la cuenta de otro cambio: antes, al finalizar un funeral se despedía al fallecido acogiéndole en un estremecedor silencio. Ahora, se le despide al calor de una ovación. Una forma menos emotiva de realizar un homenaje (a juicio del que escribe).
    No sé...

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