lunes, 26 de mayo de 2014

MasterChef

En la película “Ratatouille”, Remy (el mejor chef de París, una rata nada común), le enseña a su alumno Linguini los secretos de la gastronomía: los ingredientes del guiso, con entidad propia, al integrarse en las proporciones adecuadas, conforman una sinfonía de sabores, aromas y esencias. El resultado obtenido propicia que la mezcla, cuando es armónica, ofrezca un conjunto que trasciende los ámbitos de las partes que lo forman y que los psicólogos de la Gestalt enunciaron como principio explicativo: “el todo es más que la suma de las partes”.

En una escena preciosa, se apreciaban visualmente las características del queso y las fresas (como colores y formas). Al mezclarse se convertían en una colosal cascada multicolor, como las que coronan los días grandes de las fiestas de cada uno de los pueblos y ciudades que conocemos, en las que nadie se fija en el cohete verde, sino que todos atendemos al efecto final conjunto. Un trabajo fantástico de Michel Gagne.

*****

El programa de TV que triunfa actualmente, MasterChef, depura el uso de esa técnica como parte esencial del oficio de alquimista que pretende mostrar. Su verdadero logro estriba en que capta la atención de chavalines que se niegan a colaborar en las tareas domésticas cotidianas —ayudando a cocinar, poner la mesa o fregar los cacharros—, al tiempo que repudian las figuras de autoridad que están en la base del título del programa que les fascina: maestros y jefes.

La imperiosa demanda ha provocado la eclosión de un spin-off especializado en su adoctrinamiento.


"Sólo pezqueñines, gracias"

Y así estarán predispuestos para entender la importancia de los sentimientos (los colores), enarbolando banderas colectivas en las que no importa demasiado si representan a partidos (de fútbol, o políticos), siempre que haya alguien que despierte su ilusión mediante el empleo del plural mayestático (sin concretar qué caracteriza a uno o a otro, a la izquierda o a la derecha, porque las pasiones no se explican, sino que se sienten).

Antonio Rico ya lo dejó claro:

“Mientras no se invente una televisión dotada de algún dispositivo que permita percibir sabores a los espectadores, “MasterChef” seguirá siendo un programa concurso en donde vemos a unos aspirantes llevar a cabo un laborioso trabajo, a un jurado que tiene acceso a él, lo percibe correctamente y lo juzga, sin que nosotros hayamos podido apreciar nada de lo que ahí se elaboró”. 

Si la gastronomía puede juzgarse sin necesidad de saborearla y si la política puede despreciarse sin necesidad de ser enunciada, quizá sólo tenga sentido el fútbol, que es capaz de ubicar las coordenadas exactas para celebrar un triunfo, por mucho que sus rituales coincidan en los mismos gestos, insistiendo en reunirse en torno a una fuente (vallada) para coronar con una bufanda, en verano, a dioses paganos, separados por escasos metros en la arteria principal de una ciudad que se desangra. Generador de los verdaderos héroes modernos, capaces de ser tratados con placenta de caballo (en lugar de emplear la de yegua, como haríamos tú y yo).

La culpa fue del MasterChef-Chef-Chef.

(Recetas a cualquier hora)

4 comentarios:

  1. Lo malo es que alguno de mis hijos se ha creido que freir y echar cosas a la sarten es cocinar y Dios mio vaya desfeita

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    1. Mientras echen una mano y asuman responsabilidades, todo va bien.

      Ánimo.

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  2. La cocina es dos veces bella si te gusta y le dedicas el tiempo necesario

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    1. Lo de ser un "cocinillas" (y que te guste) depende más si te dedicas a ello todos los días o si lo haces de forma ocasional.

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