Cantante
y compositora de solvente trayectoria, primero en Crooked Still y con una destacada carrera en solitario. Es también
cofundadora del trío femenino I’m With
Her, junto a Sara Watkins y Sarah Jarosz.
Los
propósitos de su trabajo más reciente quedan explicados en su página Web:
En el verano de 1920, Carrie Chapman Catt y otras incontables sufragistas, marcharon a
Tennessee. Necesitaban que 36 Estados ratificaran la 19ª Enmienda de la
Constitución de los Estados Unidos, y ésa era su última esperanza. Como presidenta
de la Asociación Nacional por el Sufragio Femenino, Carrie sabía lo que estaba
en juego. Había dedicado toda su vida a la causa, pero se avecinaba una crisis.
En un contexto de guerra, pandemia, pobreza y falta de acceso a la educación,
el movimiento nunca abandonó la lucha.
Debemos seguir honrando este legado
*****
Atiendan,
chicas
Déjenme
contarles sobre la crisis que está aquí
Y
casi puedo ver nuestra victoria final
Sé
que no todas creemos que sea posible
Pero
una crisis es, de hecho, como una roca que gana velocidad
Y
si no actuamos en consecuencia
Podría
significar que habríamos perdido la oportunidad
Y
tendremos que esperar para ganar
En
1916 estamos hablando de guerra y resuenan gritos de batalla
Mujeres:
sequen sus ojos; tienen que levantarse y luchar
Puede
que estén preocupadas, desconcertadas y afectadas por el dolor
¡Pero
podemos resolverlo! ¡Arreglar los problemas complicados!
Prepárate
para descubrir una historia asombrosa, la de uno de los cantautores con más
talento y más mala suerte de la historia.
Alguien
que merece ser conocido y dejar de ser un tesoro oculto.
*****
Jackson
Carey Jones nació el dos de marzo de 1943 (hoy cumpliría ochenta y un años si
no fuera porque falleció el tres de marzo de 1999, un día después de haber
llegado a los cincuenta y seis), único hijo de Marilyn y Jack Jones, un piloto
de pruebas. Más tarde adoptaría el apellido de su padrastro Elmer Frank,
oficial del ejército.
Con
once años, un horno explotó en la escuela donde estudiaba. El incendio mató a
quince de sus compañeros y, pese a que él sobrevivió, sufrió quemaduras en más
de la mitad de su cuerpo. Una experiencia tan traumática puede estar en el
origen de los problemas psicológicos que desarrolló años después.
Estando
ingresado en el hospital, uno de sus profesores le regaló una guitarra, para
que estuviera ocupado en su rehabilitación. Una visita junto al resto de
heridos a Memphis tres años después del accidente le permitió conocer a Elvis, que sería una gran influencia
durante su adolescencia.
Al
cumplir veintiún años recibió un cheque del seguro por un importe de 100.000
dólares por sus lesiones, lo que le permitió trasladarse a Londres.
En
1965 grabó durante seis horas en una sesión producida por Paul Simon, compinche en la escena folk local, a la que asistieron Art Garfunkel y Al Stewart.
La enorme timidez de Jackson hizo que tuvieran que separar estudio y control
con pantallas opacas, para que sus acompañantes no pudieran verlo.
El
disco no tuvo ninguna repercusión y, entre que su salud mental empezaba a
deteriorarse y el dinero del seguro se acababa, decidió volver durante un par
de años a USA. Cuando volvió a Inglaterra en 1968, a todos les pareció una
persona diferente, lleno de angustias y atormentado. Volvió a su país natal.
Se
casó, tuvieron un niño y más tarde una niña. Su hijo murió de fibrosis quística
y la depresión fue en aumento, teniendo que ser internado en una institución
mental.
A
principios de los ‘80s se mudó con sus padres. En 1984, tras haber sido
sometida a una operación quirúrgica, su madre llegó a casa y comprobó que
Jackson había desaparecido sin dejar aviso. Se había trasladado a NY, en busca
de Paul Simon, al que no pudo encontrar y tuvo que empezar a dormir en la
calle.
Le
internaron en un psiquiátrico y le diagnosticaron esquizofrenia paranoide
(Frank negó el diagnóstico y achacaba su depresión al trauma sufrido cuando era
niño).
A
principios de los ‘90s, un fan de su disco lo descubrió por casualidad, por
mediación de un antiguo profesor del colegio donde estudiaba. Sólo conocía la
portada de su disco y el contraste era desalentador. El incendio había causado
un problema en su tiroides y Jackson estaba muy gordo y desaliñado, sin otra
cosa que una vieja maleta y una guitarra desafinada.
Estando
sentado en un banco en Queens, esperando volver a Woodstock para ingresar en un
hogar para vagabundos, unos niños estaban jugando con un rifle de perdigones y,
unos disparos al azar alcanzaron a Jackson, que quedó ciego del ojo izquierdo.
Una
neumonía y un paro cardiaco le provocaron la muerte el día después de haber cumplido
cincuenta y seis años.
*****
Descubrí
esta canción en el quinto episodio, “Time
of the Monkey”, de la primera temporada de una serie que recomiendo, “Poker Face”, una mezcla de “Kung-Fu” (el personaje interpretado por
David Carradine, no el arte marcial)
y “Colombo”.
Charlie Cole (Natasha
Lyonne) es una trabajadora de un casino con dotes para detectar cuando la
gente está mintiendo y, por complicaciones con su jefe demasiado complicadas para
relatar aquí, debe huir. En cada episodio se ve involucrada en un crimen que,
al igual que en la serie del detective al que da vida Peter Falk, el espectador conoce quién ha sido el culpable, pero lo
interesante es encontrar el modo en que ata cabos para darse cuenta y
desenmascarar al asesino. Entre los invitados estelares de la primera temporada
están Adrien Brody, Chloë Sevigny, Simon Helberg, Ellen Barkin,
Tim Blake Nelson, Nick Nolte, Joseph Gordon-Levitt, o Rhea
Perlman.
Single principal del segundo LP de este
artista, especializado en el seguimiento de la tradición afroamericana y que,
siendo multiinstrumentista (destaca en especial su conocimiento del banjo), sus canciones emplean el recurso
rítmico (tan efectivo) de patadas y palmas, en el que hace una interpretación
futurista de una nueva generación que sobrevive al cataclismo derivado del
cambio climático.
En
1975, John Schwab y su banda, Mad Anthony, se sentaron en un granero
del sur de California para grabar sus canciones, de una forma que era habitual
entonces.
Y,
como también les sucedió a otros, pese a tener cerca un contrato discográfico,
ese contrato nunca llegó. Las cintas se guardaron en una caja y se almacenaron
en un armario.
Décadas
más tarde, en un pequeño pueblo de Ohio, su hijo Ben las encontró y percibió su
carácter atemporal, su capacidad para conmover.
Sylvie
es el regreso al linaje musical y al espíritu que vivía en esas cintas perdidas
pero amadas. Fiel a la forma de Mad Anthony, Ben y sus amigos también se
sentaron en un garaje de Los Angeles para hacer estas grabaciones.
La
canción se editó en 2021, pero el año pasado se publicó, junto a otras seis (“Further Down the Road” y “Shooting Star” entre
ellas) en un EP lleno de delicadeza y de interés arqueológico.
*****
Las
hojas de otoño caen como la lluvia
Y
caes sobre mí, una vez más
Y
aguanto hasta allí, me mantengo de pie
Viene
a mí, una vez más
Alguien
va a tomar mi corazón
Nadie
me va a romper mi corazón otra vez
Como
un mal sueño, tuve que guardarlo
Hace
mucho calor en esta casa, y he estado aquí todo el día
Y
me ayudaste cuando me perdí
Y
me mostraste las curvas del camino
Y,
bueno, ¿yo?, aprendí a rezar
Y
así que, ahora, creo que me quedaré
Las
emociones no cambian demasiado con el paso del tiempo
Interesantísimo
debut de una mujer que contaba con un EP de cinco cortes y haber actuado en The Outfit, la banda de acompañamiento de
Daniel Romano que, prolífico como
es, no dudó en prestar su apoyo para la presentación de largo de su pupila y
toca la guitarra y me hace recordar que hasta el Llanero Solitario necesitaba
un amigo que le siguiera.
Ella
informa que le preceden Dolly Parton,
Emmylou Harris y The Band.
¿Quién
dice que, además de yo, no hay más personas que la sigan a ella?
Shannon Locke, Matt Gourley, Daniel Michicoff, Wade Ryan
*****
Disco
de debut de esta banda que pone en marcha un folk, muy tranquilo, casi soft
rock, y que incluye una canción que ya habían preparado en el confinamiento.
Jay
Smart Ondara, nacido en Kenia y amante de la música americana, tenía como
inspiración a Bob Dylan. Con 20 años
ganó la lotería de la tarjeta verde (el programa Diversity Immigrant Visa) y obtuvo
la tarjeta de residencia para vivir en USA. Eligió Minnesota, como su héroe.
Y
tras haber estado tocando en la calle y en cualquier espectáculo de micros
abiertos que le dejara hacer lo que le gustaba, alguien, de una emisora de
radio de St. Paul, puso una canción de su canal de YouTube (donde versionaba
clásicos que le gustaban) y surgió la posibilidad de grabar un disco, Tales
of America, donde escogía 11 cortes de las más de 100 canciones que había
escrito contando su vida como inmigrante y músico.
Firmó
como J.S. Ondara.
Ahora,
para su tercer LP, se queda con su apellido y entrega un trabajo en el que se
le ve suelto y comprometido.
No
debe ser sencillo adaptarse a un cambio social, cultural y climático, como el
que hay entre Nairobi y uno de los Estados más fríos en USA.
Dan Hicks, Sid Page (violin), John Girton (guitarra), Jaime
Leopold (contrabajo) y las LickettesMaryann Price y Naomi Ruth Eisenberg
*****
¡Bienvenidos
a Hicksville!
Un
fascinante mundo en el que se mezcla el humor y las drogas; el desenfreno y la
diversión; el country, el folk, el jazz y el swing.
Confieso
que hasta hace un par de días no sabía nada de este singular artista y, desde
entonces, estoy atrapado.
Y
dejo como muestra su actuación en el show de Flip Wilson (un cómico negro que tuvo su propio programa de TV
entre 1970 y 1974), a raíz del éxito tras la publicación de su disco en directo
para el sello Blue Thumb de Tommy LiPuma.
Y
es que si Hicks dominaba algo era el trato con el público (no tengo en cuenta,
por decoro, sus asuntos relacionados con su politoxicomanía).
*****
Una
pequeña bio:
Hicks
nació en Little Rock, Arkansas, hijo de un suboficial de las Fuerzas Áereas.
Con 5 años su familia se trasladó a California y se instalaron en Santa Rosa,
en la bahía de San Francisco. Aprendió a tocar la batería y se enroló en el
grupo psicodélico The Charlatans,
pero, en uno de esos momentos de inspiración que surgen combinando opiáceos, cannabis y LSD se convenció que lo que
el mundo necesitaba, en el verano del amor (1967), era un combo que cantara
canciones country a ritmo de Glenn
Miller, con un par de chicas animosas dando la cara.
¿Qué podía salir mal?
Empezaron
a actuar de teloneros de su anterior banda y descubrieron que su chispa
funcionaba. Graban Original Recordings (1969) y actúan en
cualquier lugar que se les ponga a tiro.
Dos
nuevos discos, Striking It Rich (1972) y Last Train To Hicksville...
The Home Of Happy Feet (1973) antes de la publicación de un disco en
solitario, It Happened One Bite (1978) que es la antesala de su reclusión
forzosa.
Alcohólicos
Anónimos le presta ayuda.
En
2000 vuelve a publicar, Beatin' The Heat, con el apoyo de algunos amigos
(Tom Waits, Elvis Costello, Rickie Lee
Jones o Bette Midler) que
participan en la grabación.
En
2013 publica un nuevo disco en directo, donde repasa su trayectoria. Es Live
at Davies, una de las mejores grabaciones “live” para sus incondicionales.
El
6 de febrero de 2016 muere en su residencia de Mill Valley, California, a los
74 años.
Me
hace llegar mi amiga Papu esta
canción, de un canadiense que desconocía, lo que me da pie para investigar.
Encuentro
que está sacada de su tercer disco, su vuelta a la escena tras una pausa de
cinco años en los que aprovechó para ordenar su vida (acababa de separarse de
su mujer) y sus ideas (en el disco no se utilizan guitarras, ni se maltrata
ningún animal —creo— en toda la grabación).
Y
resulta sencillo (a mí me ocurre, al menos) encontrar pistas en la canción sobre
la relación con su padre, amante de la música clásica y quien le introdujo en
el amor por la tradición de algunos cantautores quebequeses y que, antes de fundar
una familia, había ejercido el sacerdocio.
*****
Podría
tener el gusto de creer en nada
Sé
ser feliz
No
hay necesidad de que sigan mi camino
Podría
tener el gusto de creer en nada
Avanzo
en medio de semidioses
O
enemigos tuyos
Sé
que te duele
Eso
te entristece
Verme
huir
Pero
aunque insistas...
Podría
tener el gusto de creer en nada
Tengo
mi propio cielo
Ángeles
sin alas y sacerdotes sin manos
Podría
tener el gusto de creer en nada
Seré
el salvador
De
mi simple felicidad
Podría
tener el gusto de creer en nada
Tengo
el viento en las velas
Mis
propios nombres de estrellas
Y
algunos estribillos míos
Podría
tener el gusto de creer en nada
Y
te pido perdón
Seguiré
siendo tu chico
De
principio a fin
*****
Reconozco
que, pese a tener un piano de pared en el salón de casa, nunca había caído en
la cuenta de que, al ponerse a tocar, el intérprete transmite la sensación de
estar castigado.