Terminada la participación de los Estados Unidos en la II Guerra Mundial, las cosas se pusieron complicadas para los negros.
Como siempre.
Habían conseguido la libertad, habían participado en la gran guerra, ayudando a su país —y al mundo— en una lucha frente a la tiranía y, ahora, al llegar a casa, las cosas se presentan complicadas. La reconstrucción de Europa impulsó el desarrollo económico de un país que, por no estar integrado, dejaba a los negros con la sensación agridulce de sentirse ciudadanos de segunda (en un país de primera).
El cambio, comandado por dos líderes políticos, se movía entre la rebelión (Malcolm X, asesinado el 21 de febrero de 1965) y la revolución (Martin Luther King, asesinado el 4 de abril de 1968). Que les mataran no significó que las aspiraciones dejaran de estar ahí, en un aire de transformación que todos podían notar presente.
"Black power" Foto: Steve Snodgrass |
Los líderes del cambio, no se encontraban (todavía) en el deporte, ni en la televisión (habría que esperar a que, en 1971, alguien explicara que la revolución no sería televisada). Era, entonces, la música la que alimentaba los sueños y las esperanzas de cualquier negro en la segunda mitad de los ‘60s. Por un lado, le permitía pensar que tenía talento y ponerse a cantar con un grupo en una industria (la musical) extremadamente accesible y proveedora de beneficios. Por otra parte, facilitaba el sentimiento de integración dentro de una comunidad con los mismos intereses. Lo que se oía en la radio era lo que interesaba a cualquiera que sintiera la juventud recorriendo sus venas.
En 1968 James Brown, ¿quién, si no?, gritaba la mayor identificación de un sentimiento, identitario e integrador, que haya escuchado nunca la cultura popular: “Dilo bien alto: Soy negro y estoy orgulloso”.
(Y me da igual que me invitéis a vuestra fiesta de pijos, en el salón de la casa del papá rico de alguno de vosotros, y, sin músicos ni nada, con el pelo recién cortado y mi reluciente jersey azul de pico, sin camiseta, me pongo a cantar y a bailar para vosotros porque, yo sé —y tú sabes— que, en el fondo, estoy bailando para mí. Llegará el día que, igual que antes me quité el terno y la corbata, me vestiré como quiera, dejaré mi pelo crecer hasta convertirlo en mi seña de identidad racial y cante y baile y vista y haga todo lo que me dé la gana. Aunque, de momento, tenga que hacerlo para rubias de bote y jovencitos atildados embutidos en un smoking y una pajarita.)
James Brown — Say it loud, I’m black and I’m proud
Luego llegó el verano del amor. La disolución de los Beatles, el auge de San Francisco como foco dinamizador, las protestas por la guerra de Vietnam, la muerte de Otis Redding; todos los cambios que produjo la nueva década y, ya en los ‘70s, los grupos negros se sienten libres para cantar (y para vestirse) como mejor les parece.
En USA, el programa Soul Train era una delicia permanente. El mejor escaparate de la moda musical que uno pueda imaginar. Y grandes bailarines. A pares.
Presentación Soul Train – Papa was a rollin’ stone
Y esto es lo que haremos a partir de ahora. Aprovechando la música que suena de fondo en la presentación de los bailarines que acabáis de ver (Papa was a rollin’ stone, de The Temptations, exitazo en 1972), veremos los modelos más llevaderos de ese año. La asombrosa combinación de una música increíble, con la delirante imaginación de una generación desenfrenada en sus viajes de ácido y en su ensoñación enloquecida de que las cosas podían llegar a ser diferentes de como siempre habían sido. Un viaje trepidante por los grupos soul de 1972 (y alrededores) con mayor exquisitez estilística en sus coreografías y en su guardarropía.
Cogemos el DeNorean y viajamos 40 años hacia atrás.
Iremos a 1972, el año en que Stax, —el sello que mejor identificó a la música sureña, con su mezcla perfecta de instrumentistas blancos dando soporte a cantantes negros, en una compañía fundada por un ex-violinista de música country y su hermana— decidió hacer su versión particular del festival de Woodstock y transformarlo en un enérgico y bizarro Wattstax. Las revueltas de Watts, —consecuencia del asesinato de Malcolm X—, y la organización de las Panteras Negras, —las que animaron a Tommie Smith y John Charles a realizar su gesto tras quedar primero y tercero en los 200 metros de las Olimpiadas de México en 1968— fueron la inspiración para que ese festival, con cierto retraso, se produjera. Echa aquí un vistazo para imaginar lo que fue.
Así que, en este dramático e interesantísimo 1972 —en el que, entre muchas otras cosas, empezaba el asunto Watergate—, nos quedaremos para ver la música y el vestuario de los mejores conjuntos del soul.
Ya sé que dije que me iba a centrar en grupos vocales y War, siendo realistas, no lo son precisamente. De todas formas, empezaremos con ellos, porque, viendo su actuación, he descubierto un enigma y quiero plantearlo para ver cuántos sois capaces de resolverlo. ¿Cuál de todos los miembros del grupo guarda un saltamontes en su mano derecha? Pista: no le importa que piensen que va demasiado abrigado; ya se sabe que, en los estudios, las corrientes son siempre traicioneras.
War — Slippin’ into darkness
¡Dramático! Vamos a actuar en TV y, tras los rayos y las centellas, se pone a llover a mares. ¡No importa! Cantaremos bajo la lluvia y, sin miedo a que nuestros fabulosos trajes se estropeen, improvisaremos bailes rítmicos. ¿Quién dijo que yendo de rojo, blanco, verde, azul y blanco no se nos pueda considerar un conjunto?
The Dramatics — In the rain
Un falsetto imposible (de Russell Thompkins), unos trajes azul celeste con pajarita, fajín, solapa y ribetes en la pernera negros, camisa con charreteras y, por descontado, es imposible no acabar dudando de la hombría de las dos parejas que, bailando aterciopeladas, acompañan al solista. ¿El aviso de que Sylvester llegaría pronto?
The Stylistics — Betcha by golly, wow
La presencia de papá Roebuck (a la guitarra, luciendo patillas) y la solemnidad del evento (la ceremonia de entrega de los Grammys ’73) garantizaban un atuendo sobrio y clásico. La grandísima Mavis liderando en la voz solista a The Staple Singers, el combo familiar por antonomasia.
The Staple Singers — I’ll take you there
Pelo afro, bigote a lo Burt Reynolds, levitas amarillas ceñidas, con mangas abullonadas y doble botonadura. Todo es posible con Eugene Record, el falsetto de The Chi-Lites.
The Chi-Lites – Oh girl
El pobre Jimmy Castor (fallecido en enero de este año) se juntó con su pandilla de amigotes y, como un verdadero patán demostró que lo que querían para ellos (como raza), lo negaban para sus mujeres (la integración). Frases que sonrojan —“gotta find a woman”, “come here”, “sock it to me”, “right on”—, a pesar de saber que se burlaba de la vida de los trogloditas, los hombres de las cavernas. Como escuchar a Fernando Esteso cantando a la Ramona. Bueno, lo cierto es que no es lo mismo.
The Jimmy Castor Bunch — Troglodyte (Cave man)
Alucinante conjunto adaptable a modas y corrientes estilísticas. En lo musical, evolucionan hacia una psicodelia lisérgica, atrayente y cautivadora. En la elección de vestuario, empiezan a mostrar ya divergencia de estilos, incluyendo flecos, poncho, sombrero blanco o mono escotado. Por el interés de las preguntas, he querido traducir las respuestas y facilitar así su comprensión. Atención al siempre certero Scooby-Doo, mezclado entre el público.
The Isley Brothers — Pop that thang
Nos perdemos ver a The O’Jays actuando (una puñalada por la espalda), pero en TOTP (Top Of The Pop, de la TV británica) subsanaban las ausencias con Pan’s People —el Ballet Zoom de las islas—, luciendo en este caso un apropiado y atractivo mini-top blanco combinado con maxi-falda multicolor. La alternancia de cabelleras al viento (morena-rubia-morena-rubia-morena) excita la imaginación.
The O’Jays – Backstabbers
Claro, habrá quien piense que admitir a un dúo es reducir la condición de grupo vocal al mínimo, pero los que fueron el rápido reemplazo para Sam & Dave aunaban, sin duda, gusto para las armonías vocales, con elegancia en la elección de cuellos para camisa, largo de patillas y sincronía en la puesta en escena. Música para bailar amarrado.
Mel & Tim — Starting all over again
Asimila esto: “Todo el mundo hace el tonto, alguna vez. No hay excepciones a esta regla”. Así que, no hagas el bobo, deja de mirar los cuellos de la camisa de Cuba Gooding (senior), papá de Cuba (junior) e impulsor de la chaqueta negra reflectante, y recuerda que tú también fuiste joven (y te dejaste llevar por las modas).
The Main Ingredient — Everybody plays the fool
Entusiasta coreografía como contrapunto de una abigarrada indumentaria. Descubriendo el gusto por el cuello cisne y las chaquetas con motivos florales. Phillippé Wynne lideró a The Spinners para alcanzar el éxito que se les había negado durante su estancia en Motown.
The Spinners – I’ll be around
El más exitoso de los conjuntos armónicos que diera nunca el soul, atendiendo tanto a su dilatada trayectoria —colmada de éxitos—, como a su osadía para combinar el rosa y el negro (en ribetes y en cuello vuelto). La coreografía como forma de repartir presencia en un conjunto sobrado de ella.
The Temptations — Papa was a rollin’ stone
Un baladón que Simply Red quiso versionar —sin alcanzar las cotas a que llegaría la extraordinaria voz del malogrado Teddy Pendergrass—. La mezcla imposible de un skijama y una levita (o como aguantar sesiones maratonianas de música y desenfreno sin tener que cambiarte de ropa). Incluye ventilación ‘de serie’.
Harold Melvin & The Blue Notes — If you don’t know me by now
Eran el lado más brillante de la oscuridad. Pero desatendieron la obviedad que, vista hoy, supone descubrir —viendo esa coreografía y esa combinación rojigualda en su vestuario— que, en realidad, hubieran estado mucho más toreros con unas banderillas, una montera y un capote —¡Olé!— para sortear los vaivenes de una fama traicionera y efímera. Acabaron, pronto, atraídos por el reverso tenebroso y desapareciendo del circuito comercial.
Brighter Side of Darkness — Love Jones
No sé si es la sensación de caos que provoca la actuación de los hermanos Tilmon, o el pelazo del cantante solista, o el sombrero que gasta el teclista, o el momento en que corean a cappella (ese du-dú-a), pero por momentos me parecía estar viendo a The Muppets.
Detroit Emeralds — Feel the need in me
Todavía les faltarían unos años para petarlo con Boogie fever, pero ya eran capaces de aunar la sabia elección de un favorecedor púrpura, con un peinado que permite, sin agobios, llevar dinero suelto (y otras cosas) siempre a mano. Otro grupo familiar de jovencitos que aprovechaba la brecha abierta por The Jackson 5.
The Sylvers — Wish that I could talk to you
La guapísima y talentosa Gladys tuvo la suerte de que sus primos —The Pips— le acompañaran en su carrera musical. Gente que elige con tanto gusto la combinación chaqueta de terciopelo morado más camisa fucsia más pajarita king size, sólo podía aportar movimientos coreográficos del calibre de acompasar el “Uh-uh” al gesto del ferroviario haciendo sonar la bocina del tren de medianoche (1:10). Épico.
Gladys Knight & The Pips — Midnight train to Georgia
Es cierto que cantaban en un estilo retro (muy años ‘40s) y eso puede puede que nos confunda. Pero el otro día estuve en una boda y alguna de las invitadas podía podía hacerse pasar por una de las hermanas Pointer. He pensado que puede puede que sea que la moda femenina ha evolucionado menos que la masculina. O puede puede que el viaje en el tiempo haya sido circular y puede puede que hayamos llegado al punto de partida. O puede puede que no tenga ni la menor idea de lo que hablo ya.
The Pointer Sisters — Yes we can can
Y, antes de terminar, despedimos a los bailarines de Soul Train —que tan bien lo hicieron— sonando con el acompañamiento de la formación que se inventó James Brown para que hiciera las bases rítmicas de su funk sincopado y, también, para pillar ritmo y calentar y decir que podían estar haciéndolo hasta morir.
Fred Wesley & The J.B.’s.— Doing it to death
Y cerramos el círculo con James Brown, ¿quién, si no?, en la interpretación de “The payback” —para muchos, el epítome del funk— que hizo en Kinshasa, Zaire con motivo de “The rumble in the jungle”, el fabuloso combate que enfrentó el 30 de octubre de 1974 a Muhammad Ali y George Foreman peleando por el campeonato del Mundo de los super-pesados. Aguí verás las 1/9 2/9 3/9 4/9 5/9 6/9 7/9 8/9 9/9 partes
James Brown — The payback
El viaje se ha completado y él, como muchos otros, ya no es el mismo. Si algo ha pasado en estos años, como hemos podido ver gracias al DeNorean, es que ahora su música es más desinhibida y su aspecto físico, pues..., también.
Pero su baile nos fascinará siempre.
James Brown – Best dance moves ever
PD — Si todavía quieres más
El documental sobre Wattstax presentado por Richard Pryor y traducido al francés. Todo lo que he podido encontrar.
Muy bueno Anberto.
ResponderEliminarMunchans granpias
EliminarEn 1972 tenía corta edad y sólo me acuerdo de cosas que, después con el tiempo, he leído , escuchado o me he interesado por ellas. Ciao
ResponderEliminarJo, yo del '72 no recuerdo nada. Por eso cojo el DeNorean y me hago estos viajecitos.
EliminarUn saludo
Me cago en el DeLorean, ya.
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