Una
nueva edición de la Super Bowl, la
XLVIII, se celebró en la madrugada del 2 al 3 de febrero. Un evento global, no
sólo por su repercusión, de alcance planetario, sino por su formato integral.
Se atiende a lo deportivo (el desarrollo del partido) y a lo musical (las
actuaciones del descanso). Los anunciantes muestran productos, en sus spots, en una competición que sirve
también para mostrar quién es el macho más alfa de América, del mundo
civilizado.
Todo
un espectáculo.
En
lo deportivo, los Seahwaks, de Seattle, batieron a los Broncos, de Denver, por un contundente 43-8, sin que sea preciso detallar más.
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En
Grecia, la antigua, organizaban Juegos en los que participaban los atletas más
destacados del mundo helénico. Una forma de competición que, al adoptarse en
los tiempos modernos, se transformó, romanizándose bajo el lema pronunciado por
Coubertin en la inauguración de los
primeros Juegos de la Edad Moderna: citius,
altius, fortius (más rápido, más alto, más fuerte). Una forma sencilla para
comprender por qué el deporte se ha convertido en un circo.
No
extraña que se haya apostado por un modelo finalista, en el que lo que prima no
es la superación personal, sino el hecho de ganar, a cualquier precio, por encima
de todo, sin importar demasiado las estrategias empleadas.
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En
Grecia, la antigua, estructuraban las ciudades en torno al ágora: un espacio
público que contribuía a dar al ciudadano conciencia de sí mismo. Permitía el
intercambio de ideas y mercadería. El comercio y el debate confluían en un
lugar organizado por intereses comunes. Al adaptarse a Roma, el espacio se
transforma y se convierte en el Foro, espacio que daba conciencia de sí mismo
al Estado.
Mientras
el ágora tenía un carácter público, abierto, plural, carente de jerarquías y
motor de intercambio, el foro adopta una forma cerrada, mucho más definida,
enclaustrado en torno a estructuras arquitectónicas (y jerarquizadas) que
ayudan a controlar las actividades que se realizan.
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En
Grecia, la antigua, los ciudadanos se involucraban en la construcción de su
modelo de sociedad. Daban importancia al pensamiento, sentando las bases de la
filosofía. Creían en la participación colectiva en asambleas deliverativas.
Cuando
el modelo se adaptó a los modos romanos, se impuso la jerarquía, se instauró el
modelo imperial y el debate político se circunscribió a los notables, dejando
para el pueblo llano el entretenimiento, en forma de pan y circo.
No
es extraño que frente a la lista de pensadores griegos, apenas se recuerde
ninguno romano. El libro más destacado de la época es una crónica militar,
escrita por un dictador: Julio César
y “Guerra de las Galias”.
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En
la final de la Super Bowl, no sólo se decide quién es el campeón de la NFL.
También
se establecen las tendencias que marcarán al mundo, en el pase de modelos que
supone la publicidad de la retransmisión televisada.
La
gran estrella fue Bob Dylan. Su
presencia siempre se percibe, aunque no esté verdaderamente presente, como en
la última película de los hermanos Coen:
“Inside Llewyn Davis”.
En
los anuncios, Dylan apareció dos veces. Un cantante que, durante muchos años,
no quiso ceder a la presión del marketing
(y el dinero) y no sólo se negaba a que sus canciones aparecieran en campañas,
sino que exigía tapar la publicidad presencial en los estadios que usaba como
escenarios de sus conciertos. La traición que supuso su participación en un
anuncio, por vez primera en 2004, fue, para algunos, mayor que la que supuso
enchufar su guitarra, abandonando el folk
y abrazando el rock.
En
todo caso, su editora controla con mano férrea su obra y su leyenda: traten de
encontrar una versión suya de su clásico “Hurricane”
en youtube.
Pero
este año apareció, polémicamente, por partida doble.
De
manera aparente, en la primera, preguntando si “¿hay algo más americano queAmérica?”. Nos explica que todo empezó allí, que América fue la
inspiración para el resto del mundo. El verdadero sentido de un legado es su
posesión: podrás importar muchas cosas, pero nunca podrás encontrar, en ningún otro
lugar, el orgullo americano. “Deja que
los alemanes hagan tu cerveza, los suizos tus relojes, o los asiáticos monten
tu teléfono. Nosotros haremos tu coche”.
Es
bastante claro mostrando sus argumentos.
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La
segunda aparición es mucho más sutil. Un pueblo apacible —que claramente evoca
al que acogió a un doctor neoyorquino, neurótico y judío (todo un prototipo de
urbanita) en su exposición al norte, los grandes espacios naturales y la
importancia de la implicación en relaciones profundas—, como el Cicely de Northern exposure. Se
perciben diferencias entre el que conoció Joel
Fleischman y éste. En la tienda que se asemeja a la de Ruth Anne, han puesto un timbre para gente con prisa y es atendida,
claramente, por una empleada. Sospecho que, incluso, ahora venden cupcakes.
Y, en lugar de ver caribús en un paseo pausado, se ve a un oso, buscando con ansia saciar su apetito con yogur, mientras suena de fondo Dylan, interpretando
“I want you”.
Será
mejor quedarse en casa, enchufado a la pantalla. No saldremos más.
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Imagino
que los griegos, los modernos, no debe sentarles nada bien esa idea de que se
apropien de sus ideas y hayan quedado como unos tipos, insolventes, a los que
hay que rescatar porque tienen su economía como su propio país.
La
abuela se enfada mucho.
Con
razón. Ni siquiera se toman la molestia de aprender a escribirlo con corrección.
Lo
más denigrante debe ser sentir que, continuamente, “te hagan un griego”.
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Es
el triste final de la cuna de la civilización occidental: aquella donde
surgieron los modelos para el resto del mundo en estructuración arquitectónica
de la ciudad, formas de pensamiento, organización política, celebración de
competiciones deportivas o elaboración de postres lácteos.
Perdurará
la agorafobia y la publicidad, aunque Álvaro
Carmona se empeñe en desmontar sus campañas.
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No
es que crea que la competición esté mal.
Acabo
de participar en un concurso para elegir la mejor Web de Asturias.
Y
ha sido que NO, a pesar del apoyo cariñoso, que agradezco profundamente, de un
montón de amigos.
Porque tengo la sensación de que no es sólo el resultado lo que importa.
Buenísimo...
ResponderEliminarGracias.
EliminarUnos argumentos de historia del pensamiento socio-político de lo más elaborados. Sirve para pensar. Pero ¿Qué podemos hacer....?
ResponderEliminarJerónimo, si yo supiera qué hacer, estaría intentándolo. De momento, me queda el consuelo de poder ver lo que sucede.
EliminarUn abrazo.
Que conste que si algo aprecio de la Superbowl no es el aspecto deportivo que entiendo es lo de menos sino el mercántil. Brutal exhición de espectáculo y mercadotecnia. ha sido entretenidismo este año,
ResponderEliminarDesde luego, es una exhibición de espectáculo brutal.
EliminarY una exposición de tendencias inapelables.