lunes, 8 de agosto de 2011

La puntualidad

Foto: Daveybot
Éste es uno de esos conceptos difíciles de definir que, normalmente, por intangibles, terminan siendo definidos como contrarios de su antagonista. Así que, al leer el título de la entradilla, muchos de vosotros estaríais esperando que os fuera a soltar un sermón sobre lo inadecuado que resulta ser impuntual y los inconvenientes que ese comportamiento lleva asociados, sobre todo para los demás. De la falta de respeto que supone llegar tarde, que hay que saberse organizar y que, en definitiva, la gente impuntual demuestra una falta de sensibilidad hacia los otros y otras cosas por el estilo. Las páginas que he estado mirando para preparar el artículo, así lo hacían, por lo que era una respuesta perfectamente previsible.

Así que, dejando sermones al margen, que tampoco ibais a escuchar, ¿qué es la puntualidad? Hacer las cosas en el momento justo. Llegar a tiempo, empezar a la hora, pero también terminar ajustándose a lo programado, entregar en plazo.

Vayamos con calma (virtud que suele acompañar en muchos casos a los puntuales, lo mismo que el orden).

La puntualidad es una habilidad social. Esto no significa que quién sea puntual es un inadaptado, un tío raro, una especie de puntilloso y escrupuloso pendiente de molestar a los demás afeándoles su comportamiento. NO. Las personas puntuales son más eficaces a la hora de organizar su vida. Son más eficientes en cumplir con sus obligaciones. Son más felices y facilitan las relaciones al resto de personas de su entorno.

“¡Pues vaya! Y yo que pensaba que eran unos estirados que miraban el reloj cuando se me hacía tarde y no llegaba a tiempo a los sitios”, que diría el celebre amigo de Alicia.


Recordemos: La puntualidad es una habilidad. Y, ¡grandes noticias, amigos!, como todas las habilidades, se puede desarrollar. Para conseguirlo, el mejor camino —realmente el único que produce verdaderos resultados, provocando cambios duraderos en el tiempo— es el entrenamiento, la práctica. Las habilidades se forman de hábitos que, a fuerza de repetirlos, se automatizan y se interiorizan. Esto significa que, lo que hemos entrenado e interiorizado —a lo que nos hemos habituado—, ya no supone ningún esfuerzo para nosotros. Todos tenemos hábitos interiorizados, no hace falta ser especialmente creativo para conseguirlo, sólo hace falta ponerse a ello.


Normalmente, los artículos que he leído no suelen dar pistas para mejorar nuestra habilidad a la hora de ser puntuales. Aquí las vais a encontrar.

  1. Incluir el hito que queremos cumplir (una cita, una fecha de entrega, el inicio de una reunión, el avión que tenemos que coger), dentro de una secuencia de acontecimientos.
  2. Retroceder hacia atrás en la secuencia de acontecimientos hasta encontrar el momento desencadenante, el punto que pone en marcha la acción.
  3. Determinar el cierre de la secuencia, estableciendo el momento en que termina y las acciones consecuentes que deben ir asociadas para provocar eficazmente su fin.
Supongamos que tengo una cita para comer a las 14:30. Hemos quedado en un restaurante céntrico y suele haber problemas para aparcar. Cogeré un taxi que tardará en dejarme allí 20 minutos, más los 5 que tardará en llegar desde que lo llame, o lo que tarde en coger a uno que vaya patrullando. Antes de salir tengo que tener una breve charla (15 minutos) con un compañero. Quedo con mi compañero para vernos a las 13:40 y así tendré un pequeño margen por si la charla se alarga. Llamo a Monchu, uno de los dos taxistas que llevo su número memorizado en el teléfono. Me confirma que a las 14:05 me estará esperando para recogerme. Me pongo una alarma a las 13:30 que me permite contar con 10 minutos para cerrar lo que en ese momento esté haciendo.

He programado mi actividad (la comida) incluyendo otras tareas dentro de la misma secuencia. Me olvido de mi cita para ocuparme y preocuparme de otros asuntos pendientes de resolver.

Luego todo sucede así:

13:30 – Suena la alarma. Concluyo una llamada telefónica. Contesto dos correos importantes. Cierro el ordenador.
13:40 – La charla se prolonga 5 minutos más de lo previsto. Terminamos a las 14.00. En el pasillo me llaman para que firme un par de cartas y me recuerdan algunos asuntos de importancia para la tarde. Salgo a la calle a las 14:05
14:05 – Cojo el taxi. En el trayecto anoto los asuntos en mi agenda, repaso un par de notas que había preparado para la comida y aprovecho el resto del trayecto para hablar relajadamente con Monchu.
14:25 – Monchu ganó 5 minutos sobre su calculo inicial. Llegamos con tiempo de sobra para disponerme a esperar. Mi acompañante es tan puntual como yo. Pasamos al reservado.


Ser puntual es hacer las cosas en el momento justo. Si tengo una cita a las 10:00 lo puntual es presentarse a las 10:00, como mucho con una antelación de cinco o diez minutos. Presentarse con una antelación de veinte minutos es una descortesía y una falta de puntualidad. También llegar con retraso, aunque sean sólo cinco minutos. Las faltas pequeñas acumuladas se convierten en graves y alguien que siempre llega mínimo cinco minutos tarde es un impuntual recalcitrante.


Ser puntual es atender a la hora de iniciar una actividad, pero también a la hora de finalizarla. Si preparo una reunión debo detallar la hora de inicio y la de fin. Si no cuido con detalle que la reunión finalice a la hora prevista, estaré mostrando a los demás que realmente no soy puntual. Las reuniones son tremendamente importantes porque en su desarrollo involucran a más personas. Debo atender a que la agenda programada se cumpla. Empezar y terminar según lo previsto


Si programo una actividad en la que quiero contar con la participación de alguna otra persona, debo cursar la invitación con antelación suficiente. Si espero que participe de alguna forma concreta, debo detallar —además del tiempo que debe reservar para la celebración de ese acto: inicio y fin— qué espero de su intervención: contenidos y, especialmente, duración. Debo facilitárselo con tiempo suficiente para que pueda preparar su aportación y ajustarla a los requisitos que le he planteado.

Debo ser especialmente escrupuloso en que todo el mundo se ajuste al programa previsto. Si no lo hago, si permito que las intervenciones se prolonguen innecesariamente y la reunión exceda en su duración lo que se había previsto, estaré mostrando mi impuntualidad.


En ocasiones tenemos que trabajar con plazos de entrega que otros son responsables de fijar. Debo establecer mi programación para poder entregar a tiempo. Si tengo que presentar algo dentro de, pongamos, 15 días, deberé preocuparme en tenerlo todo resuelto para dentro de 12, no esperar a resolverlo todo el día 14 o el 15. Ya sé que los imprevistos ocurren, ya sé que los imponderables se presentan, ya sé que si encargo a alguien una parte que luego deberé revisar, en ocasiones, la gente se retrasa y entrega tarde. Por eso, fijaré que me entreguen su parte para el día 9: así, aunque se retrasen 2 días, tendré margen de maniobra para poder seguir realizando la supervisión y ajustándome al plazo marcado.

La puntualidad es no dejar las cosas para última hora.


En nuestra sociedad se ha desarrollado una pervertida cortesía hacia los impuntuales: todos hemos acudido a algún acto que no ha empezado a la hora programada y que, en algún momento, alguien de la organización anuncia —con unos minutos de retraso sobre la hora estipulada— que “vamos a esperar unos minutos por los que no han llegado todavía” —en ocasiones se puede demorar el inicio más de media hora—.

Si nunca has escuchado esos anuncios de la organización “avisando que empezaremos un poco más tarde”, estarás dentro de uno de estos dos grupos:

  1. Careces de vida social.
  2. Eres un impuntual consumado: siempre llegas después de que hubieran dado el aviso.


Cuando participo como formador en un curso me he habituado a ser respetuoso con las personas puntuales.

Como soy puntual —y además he sufrido por propia experiencia la falta de organización de otros— el primer día de un curso me presento con media hora de antelación en el centro donde se realizará el curso. Eso me permite conocer la distribución del aula, la presencia de pizarra —siempre llevo rotuladores, por si no los hubiera— y, en general, ultimar todos los detalles. Si tengo que utilizar material informático —cosa que suelo evitar en lo posible— debo presentarme una hora antes y con elevadas dosis de paciencia (como todos, he leído que los dispositivos informáticos pueden dialogar entre sí, pero sigo teniendo mis dudas de si lo hacen empleando un lenguaje común).

Y, pase lo que pase —todavía no hemos sufrido hecatombes nucleares, secuestros armados, invasiones de extraterrestres en ninguno de los cursos en los que he participado; espero que la racha continúe—, empiezo a la hora programada. Soy cortés con la gente puntual. Como sé que, al menos el primer día, algunos participantes llegarán tarde, suelo empezar con lo que llamo “bolas extra”: no forman parte estrictamente de los contenidos del curso, pero me sirven para interactuar y entretener a los que se han presentado puntualmente. Comentamos las noticias del día, comparto alguna experiencia personal ilustrativa o cuento algún chiste a los que se han presentado a tiempo. No es parte del curso, pero yo empiezo a la hora. Es un detalle a los puntuales, mi regalo por haber acudido a tiempo. No hablamos de ello con los impuntuales: literalmente, se lo han perdido. Espero que tenga interés para los que se presentan a tiempo y anuncio que es la pauta que seguiremos siempre, mientras dure el curso: he comprobado que el tercer día, todos llegan a tiempo y el que, por cualquier razón, se demora, entra en el aula avergonzado, sabiendo que ha hecho mal.


La gente impuntual se caracteriza por tener un locus de control externo: culpa de su retraso a circunstancias externas a su persona (básicamente el tráfico: los impuntuales no demuestran elevadas dosis de originalidad). Las personas puntuales se caracterizan por su locus de control interno: son previsoras y ordenadas y programan sus actividades —lo que ellos tienen que hacer— para llegar siempre a tiempo.


Las personas puntuales son organizadas, previsoras y respetuosas con los demás. Son más felices porque gracias a su efectiva programación eliminan el estrés derivado de la imprevisión y la falta de planificación. Las personas puntuales atienden a finalizar sus actividades dentro del plazo previsto; los que además son organizados saben que, después de que una actividad haya terminado, deben cumplirse unas tareas asociadas que son las que garantizan el cierre. Dejarlo así, sin rematar, dificulta mucho el procedimiento de trabajo organizado.

Por ejemplo, en un curso, los formandos deben cumplimentar un montón de documentación. Cuando me lo entregan, tengo que ordenarlo. Si en un curso se me pide que realice, es un decir, un informe de características profesionales o de evaluación de competencias comerciales, tengo que recopilar mis notas, mi material de trabajo, mi planilla de información de participantes y buscar un momento, con la menor demora que me permita mi agenda, para redactar el informe y editarlo. Si he tenido que desplazarme para el curso, deberé realizar la liquidación de gastos correspondiente. En fin, que el curso no termina al finalizar la sesión formativa. Hay una serie de tareas, muchas administrativas, directamente asociadas, que no permitan cerrar el curso hasta que todas esas etapas se vean satisfechas.


Toda actividad de una cierta importancia, una vez que concluye, requiere un proceso de reflexión en el que se realiza un recorrido por todas las etapas del proyecto en el que tratamos de realizar un balance: resultados generales, grado de consecución de objetivos, qué salió bien, qué falló, por qué, qué hemos aprendido en el desarrollo de este proyecto. Es un momento precioso, de reflexión íntima, cuando analíticamente, de forma crítica, examinamos con honestidad el proyecto y nuestra intervención. Después de la paliza de un curso de formación, volviendo en un tren, te encuentras examinando las respuestas de los formandos a los cuestionarios de evaluación, donde contestan con abrumadora sinceridad lo que opinan de ti, de tu forma de trabajar, de la forma de exponer los contenidos, de si se alcanzaron los objetivos previstos, de si se presentaron materiales novedosos y adecuados al asunto sobre la que versaba el curso. Todo eso que quieres saber, pero que ya intuías cuando, mirándoles a los ojos, les preguntaste “si se lo habían pasado bien, si había sido un rato entretenido”. Es la hora del balance inmediato, la más bonita de la formación por descubrimiento. A tu salud.

9 comentarios:

  1. English -in -action8 de agosto de 2011, 9:11

    Pronto me hará falta acudir a una consulta de psicología ya que mi puntualidad se ha vuelto férrea con el tiempo y molesto a los demás. Es estresante ver cómo los que conviven conmigo no parecen tener ninguna intención de moverse mas de prisa por llegar a ningún sitio a la hora convenida.Y, cómo los hombres no son multi- funcionales, normalmente sólo tiene Peter que hacer la maleta o vesitirse, o colocar su billetera en el bolsillo, mientras yo tengo que organizar la casa,cerarla, hablar con la asistenta, dejar comida para el gato,asegurarme de que mi madre tenga sus pastillas, etc.(porque si dejo todo esto en manos de P. ya no lleganos nunca a la cita)pues eso, lo hago todo, y voy de prisa y nerviosa viendo la parsimonia del otro..

    Normalmente siempre llegamos puntales ...porque P. dice que él es lento pero "que lo tiene TODO (tiene un morro que se lo pisa)controlado, pero yo voy hecha un "bag of nerves".

    He llegado a solucionar el reto de la puntualidad, de forma drástica:
    Si tenemos un viaje a Canadá el día 06 de agosto, cuando P. me pregunta unos días antes "¿Cuándo nos vamos?", le digo inocentemente "el día 05"
    De esta manera le tengo enfocando esta fecha y una vez acostado por la noche del 04, con todo organizado, le susurro al oído la verdad. Me quiere asfixiar con la almohada pero ¿Y el gusto que da ver qué tienes un día por delante, sin prisas ni agobios??
    También a mis viajeros les digo, si necesito que estén en el aeropuerto a las 11,00, que estén a las 10.30. De esta manera, les tendré todos agrupados a las 11 menos 10 aproximadamente.Biennnnn Por supuesto nadie llegaría a las 10. 30....solo Alberto Secades y sus hijos!!!!!!

    saludos
    Nina

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  2. Me crea ansiedad el articulo (ansiedad es querer adelantarse al tiempo). En el fondo la puntualidad es algo irreal pues está basada en una convención de la tribu: el tiempo. Sin embargo el tiempo, como bien sabemos los creyentes, no existe, aunque la afirmación pueda parecer una aberración que va contra las leyes de la física.
    Un fuerte abrazo y sigue escribiendo
    Jesus F

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  3. Buen articulo Alberto, me ha gustado.

    Yo creo que a nadie nos gusta tener que esperar por una persona con la que se ha quedado a cierta hora, y ver que pasan mas de 5 minutos y sigue sin llegar...10 minutos y te llama que esta llegando...pero sobre todo, tener la sensacion que no le debe de importar llegar tarde.

    Luego estan los amigos, que de por si sabes que a la hora nunca llegan y ni con la hora falsa que le des es puntual...

    No me gusta la impuntualidad pero tambien hay que saber vivir de ella porque el resto que te rodea no son todos puntuales.

    Soy una persona puntual y muchas veces he llegado mucho antes de la hora a algun sitio y tube que hacer tiempo bien mirando escaparates, sentada en una parada del bus...:)para no llegar demasiado pronto a dicho lugar.

    Un saludo ;)

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  4. Soy puntual, pero no organizada. ¿quién soy?. El caos ;) ja, ja, ja,
    soy esa persona a la que a las siete y media de la mañana le preguntas... ¿a qué hora tienes que estar en el aeropuerto? y te contesta... el avión sale a las 12 menos cuarto, y tu... Entonces ¿tendrás que estar antes no?. Si claro, digo yo. bueno pero a ¿qué hora vas a salir?. Bueno, ahora no, déjame dormir un poco...
    Un beso, y no me sufras tanto, que llegamos..

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  5. Que te voy a contar yo de la puntualidad....jejeje
    Pero bueno...depende...se puede consentir algo mas o menos, jaja.

    Edu_Isla

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  6. ¡¡¡Lo siento llegó tarde!!!.Semeyapress

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  7. Me ha parecido un muy buen artículo. Si la mayoría de la gente fuese puntual se ganaría mucho tiempo tanto persoanl como de trabajo.

    Fran

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  8. Estoy de acuerdo en que es una falta de cortesía llegar tarde, y que se gana mucho tiempo y paz cuando se practica la puntualidad. No estoy de acuerdo en que, aunque lo parezca, los impuntuales lo son porque no les importa llegar tarde o porque no piensan en los demás. Ciertamente pienso que hay que distinguir dos tipos de tardones: por un lado los que sólo el plantearse llegar a una hora concreta les produce tal tensión que preferirían no quedar, y los que no empatizan con las personas que les esperan. Los primeros son caóticos, no saben priorizar las tareas cotidianas pues todas les parecen interesantes e importantes durante el período de preparación para la salida, y todo ello va unido a una carencia real: no saben medir el tiempo. Y llegan tarde más cabreados que los que desesperaron en el lugar de la cita (por increíble que parezca) En la siguiente cita empiezan a prepararse con más margen, y vuelven a llegar tarde. Y lo vuelven a intentar adelantando el ritual de la salida con más tiempo, pero se retrasan igualmente. Y por otro lado están los impuntuales desorganizados y desconsiderados que no valoran el tiempo de los demás.
    Los primeros son caóticos, los segundos egoístas.
    Pero igualmente entre los puntuales se produce una distinción similar: los que lo son porque se han organizado con tiempo contando con las necesidades de los que les rodean y como consecuencia renuncian a hacer las cosas como les gustaría y se adaptan a los demás, y son puntuales y ayudan a los demás a serlo. Y por otro lado estarían los que no llegan tarde jamás porque de manera germánica se proponen sacar un proyecto adelante sin ninguna consideración hacia los demás, rechazando incluso a oportunidades muy satisfactorias para ellos que, con un poquito de flexibilidad pero mucha empatía y generosidad, les enriquecerían a ellos y a su entorno mucho más que la rígida planificación inicial
    El caos no siempre es destructivo

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  9. Espero que dejar ahora comentarios no le parezca a ninguno una impuntualidad.

    En caulquier caso, me da la sensación de que el artículo ha gustado, y no quiero estropearlo con ningún añadido.

    Sólo daros las gracias a todos por vuestras valiosas aportaciones.

    Alberto Secades

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