— Ponen multas
con la única intención de recaudar.
Una
coletilla que se va extendiendo, conforme aumenta la presión fiscal, la
regulativa, la arterial, la hipotecaria, la de la suegra o la de la parienta.
Todos
repetimos lo mismo, recalcando su “afán
recaudatorio”.
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En
ocasiones es fácil encontrar motivos que justifican esa idea, máxime viendo sus
ganas de confundirnos.
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"¿En qué quedamos?" |
Pero
yendo más allá del recurrente tópico, absolutamente cierto, es sencillo
comprobar que a muchos —la mayoría—, les parece que las normas no van con
ellos. Basta con fijarse por dónde cruzan, cuando van andando, cómo lo hacen,
sin importarles el color del semáforo y dónde se han situado los pasos de
peatones, que consideran que están ahí, puestos para los otros, los demás, el vulgo.
O
esos conductores que paran dónde les place. No conocen el significado de las
rayas amarillas (continuas, quebradas o en entramado). Esos que giran sin poner
el intermitente, invento que sólo emplean para incorporarse a la autovía y
hacerte cambiar de carril, pase lo que pase, venga quien venga.
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No
hay mayor justicia poética ciudadana que ver una grúa llevarse un coche con las
luces de “warning” puestas, asumiendo
que, al activarlas, su conductor creía que había adquirido inmunidad para su
vehículo y que la indicación de “no
estacionar” ya no le afectaba.
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Esa
idea tan patria y extendida de protestar e indignarse,
de dar “like” — pidiendo un botón de “dislike”—, de firmar manifiestos,
peticiones por internet, apuntarse a causas solidarias, de quejarse del
Gobierno, de los Bancos o de las Grandes Corporaciones, pero no haber rellenado
un impreso con una queja en la vida (firmar en los libros de cortesía que ponen
en algunos restaurantes no cuenta como reclamación, por más que lo hayas hecho
estando beodo y hayas dejado una nota ingeniosa en la que pedías más chupitos
por la cara, para la próxima vez).
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Cada
vez que alguien se salta las normas a la torera, justifica un mayor
desequilibrio y provoca un exceso de regulación.
El
responsable de que nos crujan a normas es un sistema abusivo.
Pero
también tú, cabrón, que cruzas por
dónde te da la gana, que cambias de carril sin usar el intermitente, que no
respetas un ceda al paso, que te quejas sin hacer nada, que te saltas las
normas (todas), porque piensas que no están hechas para ti.
La
próxima vez que vea una grúa llevando un coche con las luces de “warning” puestas, me acordaré de ti. A
ver si escarmientas de una vez. Habrá funcionado, contigo, el afán disuasorio.
Me siento identificado con el "cabrón" aunque tengo claro que las normas también son para mí. De hecho sólo lo soy cuando voy de peatón. De hecho, soy tan consciente cuando paso por donde no debo o con el semaforo en rojo que mi mujer, mucho más bohemia, me dice que así no tiene gracia. Y es verdad, me cuesta protestar y rellenar impresos de reclamación.
ResponderEliminarEs curioso. Creo que todos somos más cabrones cuando vamos andando que cuando vamos conduciendo. La única explicación que se me ocurre es que no han empezado todavía a multar a los peatones (a pesar de haber amenazado con hacerlo).
EliminarParece un argumento favorable al efecto disuasorio de las sanciones.
Gracias por el comentario (lo tomaré como si fuera una reclamación y así llevas una en tu cuenta).
Texto iluminado y reflexiones reales como la vida misma. No sé si encumbrar a los 'cabrones' (entre los que muchas veces he estado incluido) o justificar gravemente su castigo, no sé, me has hecho dudar, pero lo que sí tengo claro es que la tendencia es jugar al despiste, a provocar la duda, a generar incertidumbre.
ResponderEliminarPor cierto, lo del 'afán recaudatorio', al menos en las multas, se ha relajado muy mucho, los radares de mi zona, en Castellón, están desaparecidos....¿Querrán que cojamos confianza?
Qué tiempos aquellos en que la Guardia Civil te pillaba con unas copas de más y lo único que hacían era animar a que se pusiera al volante al que parecía menos bebido.
EliminarNo sé, tengo la sensación de que todo iría mejor con menos leyes, pero más severas.
Me alegro de volver a verte.
como es habitual en este país durante mucho tiempo nos hemos creido inmunes al cumplimiento de normas. creo que desde el relajamiento, en base a pseudo libertad personal nacida con la democracia, del respeto a las normas de convivencia y civicas. este total desprecio a normas ha llevado al endurecimiento de sanciones y a velar por el cumplimiento de normas estrictas . Si bien hemos llegado en ese afan recaudador del Estado y CCAA y/o Ayuntamientos , hecho cierto y consttable y acreditado, basta con preguntar a GC, Plolicias y funcionarios de directrices internas sobre el particular. Ya no hay ólica y justicia sancionadaora, ni se ven las circustancias ocasionales. se han creado sanciones absurdas y multiplicado por 100 el importe de la multa. y ello si redunda en un absoluto perjuicio de la convivencia y amayores genera más conflicto que pagamos todos. Hay una total ausencia de comprensión de la Autoritas y es imposible tratar con ellos . culpa obviamente de todos
ResponderEliminarAsumo, como punto de partida, que un sistema con una presión fiscal tan exagerada y una facilidad para el gasto inútil (sin contar con la apropiación ilícita) es un sistema antisocial e injusto.
EliminarPero más allá de eso, estamos contribuyendo con nuestro comportamiento, egoísta y cabrón, a que el sistema se haga cada vez más injusto.
¿Cómo haremos para parar esta rueda?
Joer, qué razonamiento más ejemplar que nos viene muy bien a todos. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Johnny.
EliminarMás rock & roll debería ser una solución.
El viejo truco de las luces de "warning"; cuánto cabrón hay suelto por ahí. Qué lamentable que el civismo más elemental se haya perdido. Y ahora al coche y al peatón hay que añadirle el ciclista, que se está poniendo de moda eso de ir en bici por la ciudad sin respetar ni las normas de los peatones ni las de los vehículos.
ResponderEliminarMagnífica entrada.
Gracias.
EliminarY mis disculpas por una década de retraso.
Depender de empresas de transporte privado con flotas eficientes te brinda una solución de movilidad sin preocupaciones. Cubren todas tus necesidades de desplazamiento, permitiéndote disfrutar de la conveniencia sin los inconvenientes de la propiedad de un vehículo.
ResponderEliminarNo es esa mi impresión: hay mejor servicio cuando el transporte es público, que cuando es privado. Y lo es por una razón elemental: a un concesionario privado sólo le importa la rentabilidad económica.
EliminarAunque entiendo las motivaciones (interesadas) de quien ha dejado este comentario.
Gracias en todo caso; me permite corregir algo que debería haber hecho hace diez años.