Cada
persona construye su pensamiento de forma individual, estructurando de forma única
ideas que adquiere por la experiencia, la lectura o la imitación de modelos y
referentes.
Uno
es lo que cree saber (y lo que cree recordar).
En
ese proceso de desarrollo personal, se producen altibajos, normales en
cualquier proceso de cambio. No son lineales, ni uniformes.
Pero
sí son acumulativos.
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Hoy,
domingo radiante, apetecía hacer planes.
Bobby Hebb: “Sunny”
Los
británicos, que tienen sus cosas, organizan la semana de forma diferente. Sitúan
el domingo en el inicio. Es una condición determinante. Si todo fue bien, que
cada día sea como si fuera domingo, es una alegría que hasta el melancólico Morrissey es capaz de apreciar.
Organizamos
un plan familiar, basado en tres “P”, modernizando el clásico gastronómico “paella, pollo, pasteles” (sabiendo que
no lo resistiríamos), suponiendo, ingenuos, que sí podríamos superar una dieta
de “paseo, prole, periódicos”.
No
puedo objetar nada a los dos primeros, pero la lectura del periódico, me
convenció de que siempre hay tres patas para un banco, que, como en un proceloso
piélago polinesio, deben producir un efecto combinado: hoy se trata de
un tufo que se percibe pronto, una pestilencia, un hedor putrefacto.
“Algo huele a podrido en Dinamarca”.
"Algo huele a podrido" Ilustración: Borja Montoro |
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Un
juego que recuerdo haber practicado: preguntabas a alguien qué significaba ese
dicho y, como cuesta admitir que se desconoce la respuesta, todos se
aventuraban a dar la primera contestación que les pasaba por la cabeza. Hoy,
perdería parte de su gracia; todo el mundo cuenta con conexión instantánea. Hay
quien en su móvil se ha puesto enlace directo a la wikipedia y al diccionario
de la RAE, lo que zanja cualquier debate de forma fulminante.
Pero,
en una caverna, sin WiFi, como postulado inicial, se obtendrían respuestas
dispares:
Un programa de la MTV.
Un blog de política.
El último libro de relatos de Agustín
Fernández Mallo.
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Hoy,
es la sensación que me queda —un pegadizo y pestilente olor putrefacto—, tras
leer el periódico que, por última vez, se publica con Pedro J. Ramírez al frente de la orquesta.
Sé
que no me será suficientemente agradecido, pero he tenido el valor de leerme, al
completo, la postrera Carta del Director,
en la que, era sabido, explicaría a su modo la historia reciente de España,
atravesada por su figura, más caballeresca que triste, en una crónica tan
matizada y llena
de postureo como se había vaticinado. Vi también, en su momento, el
meeting con el que se despidió de su
redacción.
Paso
por encima de su tramposa forma de hacer cuentas, dando “las gracias de corazón a todos esos españoles que han abierto casi
catorce mil millones de veces un periódico con mi firma” (sin plantearse,
siquiera, que hubiera podido realizarse, al menos en una parte, “a pesar de ello”), sin detenerme en su
idea falaz de que, siendo un cambio necesario, todo seguirá siendo lo mismo, de
la mano de Casimiro García Abadillo,
el nuevo director, quien “tiene muchas de
mis virtudes y pocos de mis defectos” y, omito analizar en profundidad su
metáfora de la orquesta y los músicos, toda vez que intuyo que su pretensión
era la de figurar, él mismo, como un artista, vestido de frac, batuta en mano, como muestra la ilustración de Ricardo Martínez, en la que aparece, no
podía ser de otro modo, simbólicamente decapitado.
Entre
alguna cita ajena (tan variopintas como Juvenal,
John Adams y Alaska y Dinarama), y muchas propias, me quedo con la siguiente:
“Lo he dicho
siempre: el periodismo es una forma de vida que adquiere valor en sí misma. La
forma de vida más digna y emocionante a la que cabe dedicar el tiempo de cada
uno en esta tierra”.
Con
un par.
Anuncia,
de todas formas, en un tono que se percibe amenazante, sus proyectos futuros,
entre los que estarán sus cartas dominicales, “bajo un nuevo epígrafe y en una ubicación distinta”.
La
coincidencia con Luis María Anson,
el cadáver de otro director de rotativos, hará que El Mundo adquiera, al menos durante un día a la semana, el destino
final de cualquier diario: “envolver
pescado podrido”.
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Aliviado,
termino la lectura de la carta y miro la columna derecha de la página 3, donde se
incluyen los editoriales. El tercero de ellos reclama mi atención.
El
‘psicólogo’ que cambió la historia
Miro
preocupado, tratando de saber de qué compañero de titulación hablan.
El
antetitular, en tipo más pequeño, lo aclara.
Fallece Luis Aragonés, referente del fútbol español de los últimos 40 años
Más
adelante, se mencionan algunos de los episodios más destacados de su trayectoria
como entrenador, de sus métodos de trabajo (los que justificarían la
utilización del calificativo) y sus enfrentamientos con algunos jugadores: Romario, José Antonio Reyes, Eto’o.
Una
filosofía vital (más que una psicología): “y
ganar, y ganar, y ganar, y después ganar. Eso es el fútbol”. Una idea,
preocupante siempre, de que el fin justifica los medios, refrendada en una cita
que no he visto, pero que recuerdo, en la que afirmaba que “este partido hay que ganarlo, por lo civil, o por lo criminal”.
Un
tipo singular, inolvidable, que justifica que hoy, 25 años después, entienda el
verdadero significado de las palabras de ella, cuando decía tajante que “serás licenciado en Psicología, pero tú no
serás psicólogo en la p**a vida”.
No
es, desde luego, el tipo de psicología con el que yo quiera identificarme. Me
parece una forma podrida de despedir a un futbolista, a un entrenador, a
alguien que desempeñó, con pasión y éxitos, su labor profesional.
Pero
no era psicólogo.
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Y,
tras periodistas cesados y falsos psicólogos, queda una tercera “P” en la que
apoyar mi tesis del estado de podredumbre en que nos encontramos, el que hace
que algo huela mal aquí: el Plan de formación (una ramificación política).
No
hablo de aquellos en los que participan empresarios y sindicatos. Pienso en los
que se perfilan para los jóvenes, mucho más determinantes para nuestro futuro
(y el suyo). Esa ley de Educación que se aprobará que, según resumía alguien
hace unos días, se trata, básicamente, de “los
mismos perros, con distintos collares (pero libros nuevos)”.
Cambios
cosméticos (nominales) que, ni buscan un cambio profundo, ni cuentan con
consenso inicial. Se cumple el precepto: “Nuevo
Gobierno, nueva Ley de Educación”.
Se
marca como objetivo prioritario una orientación hacia el mercado laboral,
usando como elemento primordial la “empleabilidad”,
en un discurso utilitarista, apoyado en la convicción de que la gente —las
masas, según Ortega y Gasset—, sean
considerados recursos, reemplazables sin escrúpulos, como explica Michela Marzano en su ensayo esencial “Programados para triunfar”.
Junto
a mi amigo Johnny fantaseábamos con la posibilidad de que se incluyera una
asignatura obligatoria para enseñar a los jóvenes a conocer la música rock. No dudo de la importancia de estudiar
a Bach, Vivaldi o Mozart
(recordando a Fernando Argenta,
recientemente fallecido), pero, con toda seguridad, conocer a los Stones, Beatles o Sam Cooke, les
producirá mayor impacto y favorecerá el desarrollo de mejores personas.
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Pero
no interesa el desarrollo de personas completas, formadas, con criterio propio.
Que
busquen saciar sus conocimientos en las fuentes (originales).
Que
cumplan con el mandato reiterado de Gustavo
Bueno en sus magistrales clases: “lean,
hombre, lean”.
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Algo
seguirá oliendo a podrido en Dinamarca, siempre, mientras todo siga siendo lo
mismo.
Para
salir de esta locura, deberemos dar un paso adelante.
Madness: One step beyond
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Dejo como tarea irresuelta la aclaración exacta del
origen de la cita.
Actualización (19:30)
Claro que me acabo de enterar que hoy es el día de la marmota. Eso lo explica TODO.
(Gracias a RV)
Los sajones consideran que el dia del señor era el primero de la semana. Los catolicos no prostestantes el dia festivo lo es por el Genesis y al 7 día descanso Creo que esa es la explicación. Lo de Pedro J cuestión de economia. Tanto dío la lata estas fechas que ahora los Periodicos se juegan su supervivencia con los pagos de propagandas electorales etc.. Pedro J fuera y dinero entra. En todo caso nunca me cayo bien
ResponderEliminarEl afán de protagonismo de quien debía ser un mero cronista, es preocupante. Su declaración de que los de ser periodista es lo más mejor que se puede ser, es toda una declaración de intenciones.
EliminarGracias por la mención, gran Alberto, hay que hacer algo, no lo dudes.
ResponderEliminarTanta "P" he tenido una visión del PP pero me mola más ese plan familiar de las tres "P" tanto gastronómico como de dieta. Abrazo.
Lo de poner una tercera "P" era para que no pareciera una crítica sobre un tema sencillo de criticar (y en boca de todos).
EliminarLo de la educación en música "rock" debería depender de la voluntad de cualquier profesor de música que quisiera acogerse a la "libertad de cátedra".
Abrazos.