A
principios de año recibí una llamada de Kerry Blue, la clínica veterinaria,
avisándome de que tocaba la revisión anual de la perra, para que acudiera a
buscar las pastillas antiparasitarias. Compro allí también su alimento, y el de
la gata. Además de quedar cerca de casa, son siempre muy amables.
Con
el final de las vacaciones escolares, el inicio del curso, un viaje que tuvimos
que hacer y el trajín del premio
a la mejor web, he estado liado y había olvidado acercarme.
Por
fin pude cumplir el trámite.
Llegué,
después de haber dado un largo paseo con Z,
con una molesta lluvia y un frío invernal que me obligaba a ir pertrechado con
camiseta interior térmica debajo de la camisa, chaqueta de forro polar,
bufanda, sombrero, guantes, chaquetón impermeable y otro conjunto de elementos
para abrigar la parte inferior de mi cuerpo que, por decoro, omitiré relacionar.
Iba al trote, impulsado por ella, tratando de guarecerme de la lluvia, sudando a modo, fatigado por el exceso y
calado por completo. En la clínica, para evitar que se escapen los animales,
debes llamar al timbre para que te abran la puerta. Es imposible entrar y pasar desapercibido.
Yo
ya asumo que a mí me resulta imposible hacerlo, atendiendo a mis dimensiones,
por lo que me echo encima el capote de mi natural despiste y eludo percatarme
de las reacciones que provoco. El cambio de la gélida temperatura de la calle,
al abrigo del interior, hizo que mis gafas se empañasen al instante, por lo que,
a toda la carga que ya portaba, se añadió que, por un momento, estuve
completamente ciego.
Al
entrar, además de dos empleadas, estaba una mujer, con sus dos guapísimos ejemplares
de perro de aguas español, si no equivoco la raza, con un pelo precioso.
Mientras hablaba con la que supongo la peluquera, la chica que estaba en
recepción se puso a atenderme. La clienta resultó ser conocida: un hijo suyo y
dos míos practican el mismo deporte. A pesar de que el suyo es mayor, hemos
coincidido en muchas pistas de hockey sobre patines y, hace poco, volvimos a
encontrarnos en una de las revisiones de la lesión de rodilla del mayor.
Y
se produjo una conversación cruzada, a tres bandas, entre mi amiga y la
peluquera, la recepcionista y yo, y la que mi amiga, siempre amable y cariñosa,
inició conmigo. Con dificultades, trataré de transcribirla aquí.
— Me habíais llamado para avisarme de que tenía que
venir a desparasitar a la perra.
— ............................... ella está muy bien
........
— ¿Sabemos cuándo fue eso?
— Sí. No sé. A principios de año. Estuve un poco
liado y no me ha sido posible venir antes.
— Hola, ¿qué tal? ¡Mira quién anda por aquí!
— Ah, hola. Perdona, no te había visto. Entré
despistado y no me percaté.
—
¿Tenemos ficha de la perrita?
— Sí. Se llama Z.
— ................... ya te digo ............. él
.........
— ¿A qué número de teléfono la tendremos puesta?
— No sé. El número de mi mujer, creo. 6XX XXX XXX.
— ¿Qué vienes, con la perra?
— Sí. Le toca la vacuna, o algo así.
— Sí. Aquí está. Cumplimos con la fecha para la
pastilla antiparasitaria. Ahora te las doy.
— ....... es que ella ..........
— También quería dar de alta a una gata que tenemos,
que no sé si la habéis apuntado ya.
— Vaya perros tan guapos que tienes.
— Miramos a ver. No. Con ese teléfono sólo tenemos a Z. ¿La damos de alta?
— ¿Qué tal el crío. Ya empezó con el hockey?
— Bien. Todavía, no. La rodilla, mejor. Le dejan hacer
otros deportes, pero, de momento, hockey, no.
— Sí. Es una gata. Se llama Equis – I – Ca – A.
— ....... pero a mí me parece
.......................... ¿no ves?
— Xika.
¿Sabemos que raza es?
— Una de esas normales, blanca y negra, de las de la
calle de toda la vida.
— ........................ pasar a veces
...................... el rizo ............. muy bien ...................
— Europea...
— Lo importante es que se cure. La rodilla le tiene
que durar toda la vida.
— Sí. Eso pensamos. ¿Qué tal vosotros?
— Vino del albergue. De ADAGA.
Es una pandillera tremenda. Esta noche tuvo una pelea con ésta, que casi no me
dejan dormir.
— ...común.
— ............................... lo que hago
.................... queda ................. arriba ...
— Todos bien, gracias. Ya nos iremos viendo por las
pistas.
— Eso: europea común. De las de toda la vida, blanca
y negra. Si fuera perro, sería dálmata. Como es gata, europea común.
— Si te parece ................... y luego
......................
— ¿Sabemos cuánto pesamos?
— Usted y yo, ¿juntos?
"Podemos" |
El
uso repetido de la primera persona del plural en establecimientos comerciales
(el antiguo plural mayestático, de forma inclusiva) se está empezando a
generalizar.
La
repetición saciante de una forma muy particular de percibir la realidad,
surgida en Obama, extendida urbi et orbe, adquiere especial
significado en una clínica veterinaria de Oviedo,
una pequeña ciudad de provincias, en la que tengo el gusto de residir.
— “Yes, we CAN”.
Una manera de hacerte participe de un pensamiento común. Muy de politologo y publicista americano
ResponderEliminarDe lo grande a lo pequeño.
EliminarObama influyendo en una esquina del mapa.
Un abrazo.