sábado, 1 de febrero de 2014

Las alas de mariposa de Obama

A principios de año recibí una llamada de Kerry Blue, la clínica veterinaria, avisándome de que tocaba la revisión anual de la perra, para que acudiera a buscar las pastillas antiparasitarias. Compro allí también su alimento, y el de la gata. Además de quedar cerca de casa, son siempre muy amables.

Con el final de las vacaciones escolares, el inicio del curso, un viaje que tuvimos que hacer y el trajín del premio a la mejor web, he estado liado y había olvidado acercarme.

Por fin pude cumplir el trámite.

Llegué, después de haber dado un largo paseo con Z, con una molesta lluvia y un frío invernal que me obligaba a ir pertrechado con camiseta interior térmica debajo de la camisa, chaqueta de forro polar, bufanda, sombrero, guantes, chaquetón impermeable y otro conjunto de elementos para abrigar la parte inferior de mi cuerpo que, por decoro, omitiré relacionar.

Iba al trote, impulsado por ella, tratando de guarecerme de la lluvia, sudando a modo, fatigado por el exceso y calado por completo. En la clínica, para evitar que se escapen los animales, debes llamar al timbre para que te abran la puerta. Es imposible entrar y pasar desapercibido.

Yo ya asumo que a mí me resulta imposible hacerlo, atendiendo a mis dimensiones, por lo que me echo encima el capote de mi natural despiste y eludo percatarme de las reacciones que provoco. El cambio de la gélida temperatura de la calle, al abrigo del interior, hizo que mis gafas se empañasen al instante, por lo que, a toda la carga que ya portaba, se añadió que, por un momento, estuve completamente ciego.

Al entrar, además de dos empleadas, estaba una mujer, con sus dos guapísimos ejemplares de perro de aguas español, si no equivoco la raza, con un pelo precioso. Mientras hablaba con la que supongo la peluquera, la chica que estaba en recepción se puso a atenderme. La clienta resultó ser conocida: un hijo suyo y dos míos practican el mismo deporte. A pesar de que el suyo es mayor, hemos coincidido en muchas pistas de hockey sobre patines y, hace poco, volvimos a encontrarnos en una de las revisiones de la lesión de rodilla del mayor.

Y se produjo una conversación cruzada, a tres bandas, entre mi amiga y la peluquera, la recepcionista y yo, y la que mi amiga, siempre amable y cariñosa, inició conmigo. Con dificultades, trataré de transcribirla aquí.

— Me habíais llamado para avisarme de que tenía que venir a desparasitar a la perra.
— ............................... ella está muy bien ........
— ¿Sabemos cuándo fue eso?
— Sí. No sé. A principios de año. Estuve un poco liado y no me ha sido posible venir antes.
— Hola, ¿qué tal? ¡Mira quién anda por aquí!
— Ah, hola. Perdona, no te había visto. Entré despistado y no me percaté.
— ¿Tenemos ficha de la perrita?
— Sí. Se llama Z.
— ................... ya te digo ............. él .........
— ¿A qué número de teléfono la tendremos puesta?
— No sé. El número de mi mujer, creo. 6XX XXX XXX.
— ¿Qué vienes, con la perra?
— Sí. Le toca la vacuna, o algo así.
— Sí. Aquí está. Cumplimos con la fecha para la pastilla antiparasitaria. Ahora te las doy.
— ....... es que ella ..........
— También quería dar de alta a una gata que tenemos, que no sé si la habéis apuntado ya.
— Vaya perros tan guapos que tienes.
— Miramos a ver. No. Con ese teléfono sólo tenemos a Z. ¿La damos de alta?
— ¿Qué tal el crío. Ya empezó con el hockey?
— Bien. Todavía, no. La rodilla, mejor. Le dejan hacer otros deportes, pero, de momento, hockey, no.
— Sí. Es una gata. Se llama Equis – I – Ca – A.
— ....... pero a mí me parece .......................... ¿no ves?
Xika. ¿Sabemos que raza es?
— Una de esas normales, blanca y negra, de las de la calle de toda la vida.
— ........................ pasar a veces ...................... el rizo ............. muy bien ...................
— Europea...
— Lo importante es que se cure. La rodilla le tiene que durar toda la vida.
— Sí. Eso pensamos. ¿Qué tal vosotros?
— Vino del albergue. De ADAGA. Es una pandillera tremenda. Esta noche tuvo una pelea con ésta, que casi no me dejan dormir.
— ...común.
— ............................... lo que hago .................... queda ................. arriba ...
— Todos bien, gracias. Ya nos iremos viendo por las pistas.
— Eso: europea común. De las de toda la vida, blanca y negra. Si fuera perro, sería dálmata. Como es gata, europea común.
— Si te parece ................... y luego ......................
— ¿Sabemos cuánto pesamos?
— Usted y yo, ¿juntos?


"Podemos"

El uso repetido de la primera persona del plural en establecimientos comerciales (el antiguo plural mayestático, de forma inclusiva) se está empezando a generalizar.

La repetición saciante de una forma muy particular de percibir la realidad, surgida en Obama, extendida urbi et orbe, adquiere especial significado en una clínica veterinaria de Oviedo, una pequeña ciudad de provincias, en la que tengo el gusto de residir.

“Yes, we CAN.

2 comentarios:

  1. Una manera de hacerte participe de un pensamiento común. Muy de politologo y publicista americano

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    Respuestas
    1. De lo grande a lo pequeño.
      Obama influyendo en una esquina del mapa.

      Un abrazo.

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