Entre
las excentricidades que se despliegan con el ajetreo matinal de una familia de
siete miembros, que se despereza y se despierta; que trata de ponerse en marcha
para afrontar el trajín diario; algunas de esas singularidades, por llamarlas
de algún modo, cobran un cariz reiterado que, precisamente por ello, alcanzan
el carácter de idiosincrático.
La
somnolencia habitual no facilita prestar atención al conjunto de detalles,
ocultos tras el velo legañoso, su adaptación mimética y su asimilación por la
vía de la costumbre.
Percatarte
de que algo lleva tiempo sucediendo —y dotarle de una explicación— resulta
gratamente sorprendente. Como si pudieras observarte a ti mismo.
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"Supervisados" |
El
último miembro en incorporarse a la troupe,
es una gata tuerta, recogida en el albergue de ADAGA —gracias a Marichu y
María, entre muchos otros, por su
extraordinaria labor—, a la que llamamos Xika.
Luce
un pelaje blanquinegro que haría que, si fuera una vaca, sería lechera; si
fuera una perra, sería dálmata; siendo una gata, debe conformarse con ser del
tipo “europeo común”, una forma de no
decir nada, diciéndolo todo.
Ha
desarrollado un gusto por practicar extraños deportes, de los que nos cuesta
identificar su procedencia, disimulados en ese momento del día en que, los
demás, nos comportamos como si fuéramos zangolotinos.
Empieza
con el curling: hace deslizar los
tapones de los envases de leche o zumo —que, distraídamente, tras haberse
servido, alguien olvidó volver a colocar en su sitio— hasta dejarlos justo en
el borde de la barra, como si fueran las piedras del juego de origen escocés.
Cuando nadie mira, aprovecha para dar un ligero toque con su pata derecha,
propiciando su caída al abismo.
Una
vez en el suelo, el tapón se convierte en disco —con propiedad, un puck— y se abalanza, a lo largo del
pasillo, empleando su pata derecha a modo de stick de hockey sobre hielo, esquivando en slalom contrincantes que sólo ella puede ver.
Como
colofón de su triathlon personalizado,
prueba su temple en las imaginarias troneras en que convierte cualquier
recoveco que encuentra, en una interminable partida de snooker. Manifiesta querencia por el hueco que queda debajo del
piano, donde se acumulan sus múltiples trofeos.
*****
El
ruido que hace, mientras ejercita su precisión, su velocidad y su puntería —ese
fis, ploc, tac, zuk— es imperceptible para unos sentidos
(todavía) atontados. Pero el resultado se muestra como un evidente axioma: “todo lo que quede olvidado encima de
cualquier mesa, es susceptible de convertirse en ganancia obtenida al descuido”.
Su
predilección por la recolección de tapones —y su venida desde un hogar comunal—
nos ha hecho pensar que replica las actividades altruistas de los generosos
humanos solidarios que la acogieron. Nosotros, su nueva familia, hemos decidido
nombrarla presidenta de honor de una ficticia “Urraca, O.N.G.”; su capacidad para rebañar la faculta para esa
tarea.
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Como
contraste a su ánimo benefactor, que queremos intuir, se opone su enemistad
natural hacia los roedores. Ayer mismo, arrebató a Pérez (ratón) el último presente que había madurado en la boca de MC, justo antes de que pudiera
envolverlo en un pañuelo y dejarlo bajo su almohada.
Tras
una búsqueda en el nido favorito de Xika...
…bajo
el piano, hubo suerte y …
…no
encontramos una esmeralda, pero, sí, marfil.
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La
actitud rapiñera de Xika hace que nos planteemos acortar el nombre a la entidad
que preside, transformándolo en uno más idóneo, “Urraca, Organización Gubernamental”.
Guardaríamos
a buen recaudo ese ausente “NO”.
Debajo
del piano.
Montora sería un buen nombre para el animal o no pobre hacerla cargar con taamala cruz
ResponderEliminarDe cruces hablaré en seguida, ya verás.
EliminarUn abrazo.