“En
realidad, seguimos vivos en la medida en que somos capaces de proyectar, de
suerte que paradójicamente gozamos del presente porque prevemos un futuro en el
que llegará el objeto de una u otra esperanza. Hasta resulta casi irrelevante
si ese propósito o aquel plan
acariciados al fin se cumplen, pues lo que importa es que desempeñan la función de inyectar vida a cada momento del
transcurso. [...] Tan cierto que ‘mientras hay vida hay esperanza’, sería que
mientras haya esperanza habrá vida”.
Aurelio
Arteta: Si
todos lo dicen... Más tontos tópicos.
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Es
sencillo agachar la cabeza —apesadumbrado por las circunstancias personales y agobiado
por el contexto—, y mostrarse abatido. Es una tentación difícil de vencer.
Embarcarse
en la denuncia de situaciones oprobiosas o injustas (o simplemente
escandalosas) no ayuda a nadie a sobrellevar la carga, pese a que buscar lo
ridículo produzca una efímera sonrisa.
Hoy
me han pedido que muestre la cara brillante de esta humanidad que, en los
gestos cotidianos, muestra su verdadera grandeza. Esos que no salen en las
noticias pero que, con su entrega, llenan de vida e ilusión y ejercen una influencia,
en su entorno más cercano, enormemente positiva.
Los
olvidados.
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Son
gatos callejeros.
Mostraron
su rebeldía en los ‘80s, descartando el modernismo imperante y mirando hacia
atrás para, con ayuda de tupés, patillas y zapatos de gamuza azul, recuperar el
clasicismo del rockabilly y la
actitud transgresora de Elvis,
cuando éste era joven, apuesto, delgado y, pese a haberse embutido en un mono
decorado con lentejuelas, su apariencia era decididamente malévola y satánica.
De
su primer disco homónimo, Stray Cats
extrajeron un tema con el que lo petarían. Rock this town.
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Son gatos pandilleros.
La
productora Hanna–Barbera estrenó en
1961 una nueva serie de dibujos animados. Top Cat recordaba la actitud de los
buscavidas: esa gente, echada a la calle, que sólo disponía de su ingenio para
sobrevivir.
En
el primer episodio, ¡Todos
a Hawaii!, emitido el 27 de septiembre, se perfilan las características de
los protagonistas y las tramas.
Básicamente
consiste en una sucesión de peripecias en las que la pandilla tiene oportunidad
de mostrar sus argucias. Están liderados por el descarado Don Gato, al que secundan Benito,
Cucho, Demóstenes, Panza y Espanto. Intentan superar el control del
oficial Matute, que trata de evitar
que descarríen definitivamente y se postula como un anticipo del antológico Patrullero Mancuso.
Don Gato – Panza – Benito – Demóstenes – Cucho – Espanto – Oficial Matute |
El
tipismo del doblaje original, realizado en México, con el que siempre se emitió
en España, realza el aire retro de
una apuesta divertida.
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Son
gatos.
Más
allá de las metáforas, los gatos callejeros (los de verdad) no eligen serlo. No
son rebeldes, ni pandilleros. Han nacido en la calle, porque ahí vivía su
madre, o han sido abandonados porque unos dueños, desaprensivos, han hecho
méritos para que se les deje de considerar humanos.
Son
territoriales y buscan lugares que reconocer como propios. Sobreviven como
pueden. La mayoría de las veces se encuentran desvalidos.
Necesitan
un hogar.
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Muchas
personas tienen gatos en sus casas. Se adaptan a vivir en compañía
perfectamente. Como saben todos los que conviven con alguno, son
condescendientes y permiten que otros (gatos, perros o humanos) compartan con
ellos un espacio del que se consideran propietarios exclusivos.
ADAGA,
Asociación de amigos de los gatos, realiza una increíble labor, ayudando y
dando esperanza a los que han sido abandonados y, muchas veces, maltratados.
A
los que consideran la calle su lugar, y no podrán adaptarse a otro entorno
diferente, los alimentan, cuidan y ayudan a mantener su población en un número
estable.
Los
que no podrían soportar permanecer en la calle, que han sido apartados, vejados
y golpeados, los acogen en un albergue que se sostiene, sin ayuda institucional
ni subvenciones públicas, gracias a las aportaciones de los socios y la
impagable labor de los voluntarios.
Buscan,
en fin, una familia que adopte a los gatos que albergan, intentando aplicar un
criterio que implique un mínimo de garantías para que el animal, “abandonado, maltratado, callejero, que ya
ha tenido su dosis de sufrimiento en la vida, encuentre cuidados, cariño,
protección, seguridad y proyecto de futuro para ese ser indefenso que no pidió
nacer en la maldita calle, o que un dueño sin escrúpulos lo abandonara”.
Es
una historia de entrega maravillosa. Deseo la mejor suerte del mundo a ADAGA.
Pueden establecer contacto con ellos en su página web:
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Son,
sin la menor duda, un motivo para la esperanza.
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Y a muchos más.
Estos gatos callejeros son los gangsteres del mundo animal,gangsteres elegantes, listos,luchadores,a veces perseguidos.Viven al margen de la ley y casi siempre mueren allí. Su vida es la caza y la supervivencia. Lamentablemente, la mayoría de ellos nunca tienen la oportunidad de hacerse viejos acurrucados al lado del fuego.
ResponderEliminarEntiendo el comentario, Nina, y creo recordar que tienes gata, pero esa frase de hacerse viejos acurrucados al lado del fuego me ha llenado de desazón.
EliminarMe acaban de entrar unas ganas enormes de levantarme del asiento y de ponerme a hacer algo, lo que sea, con tal de evitar quedarme parado, acurrucado, sintiéndome envejecer, caldeado y cómodo.
Me desperezaré para volver a llenarme de esperanza.
Un beso. Gracias por impedir que me amodorre.
Solo puedo decir que me encantan los gatos. Esa especie de pasión/pasividad hacia su entorno, incluyendo a sus amos es apasionante. No dejan de ser felinos, pero I loved it!
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