martes, 23 de febrero de 2016

Heria y Clofonte

Morel de Sal. Círculo literario.
22 de febrero de 2016.
Coordina Patricia Núnez.

Motivo: Gustave Moreau“La peri” (grafito, pincel y tinta negra, gris lavado y toques de pintura metálica dorada), circa 1865, Art Institute Chicago.



Motor: Elaborar un mito (“narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico”) a partir de la imagen.

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Heria y Clofonte, el ser del árbol hueco

En un recóndito páramo, expuesto a las inclemencias (sol, lluvia, alimañas), un árbol, hueco en su interior, sagrado para los que conocían su historia, llamado Glay por los que se atrevían a decir su nombre, dejaba pasar el tiempo. Llegó el momento en que nadie recordaba su historia, ni mostraba interés por querer escucharla.

Dicen y cuentan y recuerdan, a quien muestra ganas de escuchar, que el último huevo de un dragón de sangre púrpura estaba escondido en el tronco hueco de Glay.

Cuentan y recuerdan y dicen, a quien muestra ganas de escuchar, que un águila sobrevolaba en círculos al árbol hueco, Glay. Alguien se aventuró a conjeturar que buscaba alimento; es conocido que ciertas águilas muestran predilección por la tibieza púrpura de un dragón en gestación.

Recuerdan y dicen y cuentan, a quien muestra ganas de escuchar, que una leona vagaba por el páramo, circundando a Glay, el árbol hueco. No daba sombra, no daba protección, ni siquiera servía de consuelo por la pérdida de sus crías. Pero la leona acechaba.

Cierto día, del que nadie dice, del que nadie recuerda, del que nadie cuenta, del que nadie muestra ganas de escuchar nada, el cielo se oscureció, sin que hubiera nubes, ni hubiera llegado la noche, ni se hubiera producido un eclipse. Existen cosas que son inexplicables y quizá no tenga sentido perder el tiempo en buscar una razón.

El último huevo de un dragón de sangre púrpura notó algo y se removió.
El águila notó la presencia del último huevo de un dragón de sangre púrpura, y se lanzó en picado para saciarse.
La leona vio al águila y se puso al acecho; su apetito se había avivado.

Y, en un brevísimo instante, desconocido para muchos desde entonces, el águila se comió el último huevo de un dragón de sangre púrpura; justo en el momento en que la leona se comía al águila que había devorado al último huevo de un dragón de sangre púrpura; al tiempo que caía un rayo sobre Glay, el árbol hueco, en el que se abrigaba el último huevo de un dragón de sangre púrpura, que era devorado por un águila mientras una leona se comía al águila.

Nadie había que hubiera presenciado el instante.
Muchos años pasaron sin que nadie fuera capaz de explicar lo ocurrido.
Sólo Heria, la joven que había caído siendo niña cuando jugaba en las ramas de Glay, el árbol hueco, sintió algo.
Un estremecimiento, una premonición.
No sabía qué era, pero supo que tenía que llegar hasta Glay, el árbol hueco.

Un largo viaje exige demasiadas explicaciones y convertirían este relato en una saga.

Heria ya había llegado a su destino y pudo comprobar que una criatura andaba cerca, volaba alto y reptaba en las inmediaciones de Glay, el árbol hueco. Respondía al nombre de Clofonte, “el ser del árbol hueco”, pese a que sea cierto que nadie se atrevía a nombrarla.

Heria quiso montarla y Clofonte se opuso.
Heria susurró unas palabras al oído de Clofonte.
Desde entonces, Heria cabalga a lomos de Clofonte.

Sólo para quienes muestren ganas de escuchar: dicen que Heria pudo montar a Clofonte, porque sabía su nombre, y sabía por qué se llamaba de la forma en que se llamaba.

Era la hija concebida al caer el rayo sobre Glay, el árbol hueco: hija de Clótela (águila), hija de Fontia (dragón), hija de Teyna (leona), las tres hembras que quedarían unidas para siempre. Sólo Heria —la única que había mostrado ganas de escuchar a los que decían, contaban y recordaban— sabía su nombre y conocía su historia.

Heria ya podía sentirse libre, más que nunca, para completar su viaje, en pos del último dragón púrpura, que dicen y cuentan y recuerdan, a quien muestra interés en escuchar, que se llama Fluffy, que liberará a Heria de la maldición que le impide andar.

Cuentan y recuerdan y dicen, también, que Clofonte, el ser del árbol hueco, sufrirá alguna transformación, pese a que es sabido que ésa es otra historia, a la que habrá que prestar atención, mostrando ganas de escuchar a quienes recuerdan y dicen y cuentan.

Eso creo yo, al menos.

MC Secades

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La lectura de Pilar fue un complemento perfecto al relato imaginado por mi hijo.

2 comentarios:

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