Los vecinos denuncian la existencia
de una plaga de ratas en distintos
barrios de Oviedo, la ciudad donde vivo.
Teniendo en cuenta que ya hemos padecido plagas de avispas asiáticas,
cucarachas o, incluso, jabalíes, parece que el Ayuntamiento debería poner interés
en resolver el asunto. Lo ha hecho. Y ya ha encontrado a quien culpar de las
plagas. En efecto, lo has adivinado: son
los vecinos.
Es todo rocambolesco: Anabel Santiago, concejal de Somos (Podemos,
en Oviedo) llevó el asunto a la sesión ordinaria del pasado 24 de septiembre, preguntando
por la proliferación (actual) de plagas. La respuesta de Yolanda Vidal,
concejal delegada de Salud Pública (de Ciudadanos) es que, “basándose en los
informes del año 2018”, señalaba “la actuación correcta de la empresa
adjudicataria”. Resulta sorprendente que para responder a problemas actuales
se haga referencia a informes del año pasado. Pero lo que resulta abracadabrante
es que, en 2018, Somos formaba parte del tripartito que gobernaba en Oviedo
(junto a PSOE e Izquierda Unida), mientras que ahora la ciudad se rige bajo un
bipartido (PP y C’s), por lo que la concejala de 2019 da por buena la actuación
del tripartito en el que se incluía la formación que preguntaba. ¿Tú lo entiendes?
Yo no, hijo.
Si entiendo, y esto es lo más relevante de la información que he encontrado,
que las plagas son asunto que compete a “una empresa adjudicataria”. Extraigo
dos consecuencias: una, señalada en la noticia, “los tratamientos de control
de plagas se realizarán únicamente en espacios públicos”. La segunda implicación
es anterior y responde a motivos que desconozco, pero que puedo intuir. El
control de plagas ha dejado de realizarse de forma sistemática y se hace, en
exclusiva, por denuncia vecinal. Hasta ahora, si tenías que pasar por el trance
de tener que ver a una rata asomando la nariz en una alcantarilla, llamabas al
Ayuntamiento (incluso a la Policía Local) y, avisando del lugar del
avistamiento, se presentaba personal (desconozco si funcionarios municipales o
contratados por una empresa adjudicataria) que hacía lo que tenía que hacer, en
lo que no quiero especular mucho pero imagino que consistía en poner cebos o
veneno, o ambos, que conducían a que la rata dejara de asomar la cabeza. Actuar
así con cucarachas, o avispas asiáticas debe ser más complicado. Hacerlo con
jabalíes será, con seguridad, más arriesgado y expuesto. Encontrar excusas
animalistas para evitar comportamientos heteropatriarcales en los hombres que
aplicaban tratamientos genocidas debe ser una parte de la subtrama que no
conviene aparcar por inimaginable.
En todo caso, mal que bien, la cosa iba funcionando. Tú llamabas,
ellos venían, las plagas desaparecían. No es la mejor forma de ejercer el
control, pero la íbamos dando por válida.
Pero el otro día, tras haber visto a una rata salir de la
alcantarilla con la intención de tomar la temperatura al ambientillo de la
calle y generar una estampida (supongo que involuntaria) de turistas que
recibían indicaciones de su guía, volví a ponerme en contacto con el
Ayuntamiento y me explicaron que el procedimiento había cambiado y que, dentro
de su nueva política de transparencia, las quejas ya no podían hacerse por teléfono,
sino que debían hacerse por escrito, en dos modalidades: en cualquiera de las
oficinas de registro habilitadas, o bien en el portal XPERTA (una de las
señas identitarias de la modernidad es su facilidad para comerse letras). Es
evidente que, si no la intención, sí se logra el efecto de desincentivar el número
de denuncias presentadas por plagas. Es sabido que el español huye del trámite
y más lo hace cuanto más complicado resulte. Puestos a elegir entre dejar
constancia de la presencia de animales que puedan infestarnos (antes de que nos
infecten) con una simple llamada, o mediante un escrito, es evidente que es una
pregunta que sí podría hacerse:
¿Tiene conocimiento el
Ayuntamiento del número de denuncias por plagas que han sido presentadas desde
la obligatoriedad de hacerse por escrito? ¿Tiene conocimiento el Ayuntamiento
del número de denuncias por plagas antes de la obligatoriedad de realizarse por
escrito, en un periodo de tiempo inmediatamente anterior y comparable?
Resulta imprescindible asumir que la realidad no es equivalente al
número de actuaciones; parte de la desconexión de la administración con el
administrado procede de la intención de establecer equivalencias: la población
de ratas de una ciudad es independiente del número de denuncias que se hayan
presentado; las denuncias no pueden tomarse como indicador, ni válido, ni
fiable. Empeñarse en establecer más barreras lleva a un escenario que ni Larra
ni Kafka ni Orwell hubieran imaginado; larvado, presente, esquivo,
enfermizo, opresivo.
Asqueroso y nocivo como una rata a la que habría que erradicar.
*****
Dejo para otro momento el relato de la conversación que mantuve
ayer con una funcionaria que, con la impunidad de su notoria holganza y desde
la impunidad de su silla, se hizo merecedora de mi despedida final:
“Ojalá, en todos los
trámites que tenga que realizar de hoy en adelante, encuentre a personas que se
muestren tan compresivas con usted como acaba de serlo usted conmigo ahora
mismo”.
No le sirve de excusa llevar estampado en su suéter el lema “CARPE
DIEM”.
Brillante exposición del obvio hartazgo hacia quien gestiona y administra lo que tanto esfuerzo nos cuesta conseguir, mediante un hilo conductor tan apropiado como la mundans y primitiva dualidad hombre (mamífero humano) y rata (mamífero roedor).
ResponderEliminarSi hubiera caído en la cuenta habría cambiado el título por "De mamones y hombres", manteniendo el homenaje a Steinbeck.
EliminarGracias.
Ah, que no son politicos ni banqueros ,
ResponderEliminarsino ratas de verdad .
Tampoco son propietarios de grandes emporios industriales, tipo Bezos, Zuckerberger, Ortega o Gates, ya tú sabes.
EliminarPero son ratas ratas.
Gracias.
jajajajaj! Me vas a perdonar la risa porque no debe ser plato de buen gusto encontrar ratas olisqueando los zapatos, pero la manera de relatarlo, tiene su qué (histriónica perdida)
ResponderEliminarHabría que hacer un estudio a fondo del por qué tantos bichos en el ambiente ultimamente, si se debe a que los vecinos se han vuelto unos guarros, si la limpieza de calles no es la suficiente o si la culpa de todo que antes se adjudicaba al cha cha chá, es ahora de las toallitas desmaquillantes. "Sanidad responde" debería ser el quid de la cuestión, indagar, hallar, solucionar. Como administradores y gestores de lo ajeno (es decir, de nuestros impuestos) lo mínimo que se les puede exigir que es mantengan la ciudad como si se tratara de la Real Academia Española, limpia, fija y da esplendor (que no pavor) Y por favor, en serio, nunca jamás te fíes de nadie que lleve por lema en ninguna parte eso del Carpe Diem, son todos unos ineptos horteras.
Las toallitas tienen mucha parte de culpa, pero no creo que todo venga de que se usen para desmaquillar, sino porque se utilizan (yo lo hago) para otros usos en los que no encuentro excusa para no arrojarlas al inodoro.
EliminarSupongo que me explico.
En fin, la moza del "Carpe Diem" era una hortera integral, te lo puedo asegurar. Y también te puedo asegurar que no encuentro forma de sobrevivir a este desquiciado mundo que tratar de tomármelo a coña.
Gracias Gemita.
Aunque nos lo cuentes con humor, nos hablas de cosas que son muy serias: posible plaga de ratas, prevención poco o nada satisfactoria, trato despótico al ciudadano... Espero que se os resuelva todo eso cuanto antes. Saludos.
ResponderEliminarHola guachimán:
EliminarPor eso hago una denuncia pública escribiendo en mi blog las cosas que ocurren, con el propósito de que reviertan. Me imagino que es lo mismo que intentas hacer tú cuando hablas de política o de educación.
En mi caso empleo la estrategia del humor como elemento de resistencia; sería incapaz de soportar todo este atropello creciente si no me lo tomara así. Y, en la medida de mis posibilidades, intento que quien me lea se lleve, al menos, una sonrisa. Ya sé que las cosas están complicadas para todos.
Un abrazo.
Gracias.