Esta
pareja llegó a ser la más explosiva del soul de los años ‘60s; de ahí su apodo:
“Doble Dinamita”.
Muchos
elementos se hicieron presentes para su dinamismo escénico.
En
primer lugar, su coordinación, aprendida en la iglesia y refrendada a base de
años de ser repetida y perfeccionada para destilar un combinado demoledor en el
que Sam Moore toma el papel del predicador y recibe pronta réplica a sus
arengas en los aldabonazos de Dave Prater, como el público que responde en las
homilías de cualquiera de las congregaciones en que los negros daban gracias a
Dios usando la música.
El
segundo elemento es otra pareja (en la sombra, quizá): Isaac Hayes y David Porter,
compositores, productores y músicos residentes en STAX, la fábrica de sueños que Jim
Stewart montó en Memphis gracias a la ayuda de su hermana Stelle Axton. Y mientras Hayes y Porter
pululaban por el estudio, no podían desaprovechar un minuto, ni para las
necesidades más primarias. La leyenda dice, y yo me la creo, que Hayes buscaba
a Porter, sin encontrarlo. Le avisan que está en el excusado. Isaac se acerca,
aporrea la puerta y apura a David que, ocupado en su faena, le contesta: “Espera un poco, ahora voy”. El inicio
más fabuloso se vio completado en el rato en que Porter consiguió aliviarse. La
próxima vez que vio a Hayes, diez minutos más tarde, no más, la canción ya
estaba hecha y era perfecta para Sam & Dave.
El
tercer factor de su éxito es la puesta en escena: junto a nuestra pareja de
héroes se encuentran Booker T. Jones
(piano), Steve Cropper (guitarra), Donald ‘Duck’
Dunn (bajo) y Al Jackson, jr
(batería, se le reconoce por su característica toalla blanca alrededor del
cuello); estos cuatro titanes forman The
MG’s, el grupo de Memphis, los tipos que pusieron andamiaje sónico a todas
las leyendas que grabaron en Memphis y que, se completan con The Mar-Keys, una resplandeciente
sección de vientos que dotaba a los números de una urgencia rítmica que hacía
conectar de forma espléndida a intérpretes y público. Ved, si no, cómo el
público ruge, aúlla, se pone en pie y baila en una época en la que no se había
empezado a generalizar el desfase en los conciertos.
Si
me viera forzado a tener que elegir una artista, no tendría demasiadas dudas.
Descartaría escritoras, bailarinas, actrices, escultoras, arquitectas,
locutoras, cocineras, comentaristas, cineastas, echadoras de cartas, nudistas,
sociólogas, fotógrafas, escaladoras, magas, deportistas e incluso masajistas.
Me
quedaría con una cantante; una de esas mujeres totales, con un legado tan
fácilmente identificable que, para mencionarla, no se precisan apellidos.
Una
mujer con una voz extraordinaria, dotada de un talento mayúsculo, que fue capaz
de alcanzar el triunfo (y el reconocimiento), antes de que se le ofreciera un
repertorio acorde a su sensibilidad y atributos.
Empezó
cantando gospel en la comunidad en la
que su padre, el famoso reverendo C. L.
Franklin, lanzaba sus incendiarias arengas, llenas de pasión, plegarias y
ritmo. Por allí pasarían figuras legendarias de la comunidad negra americana: Mahalia Jackson, Clara Ward, James Cleveland,
Jackie Wilson o Sam Cooke. Y todos enmudecían, oyendo cantar a una cría tan precoz,
bendecida con un talento (sobre)natural.
En
1967 decide no renovar su contrato, descontenta con la pobreza del material que
se le ofrecía. Ficha por Atlantic
Records, se deja aconsejar por Jerry
Wexler y se va a grabar a Alabama,
en el sur más profundo, en una pequeña población, Muscle Shoals, acompañada por los músicos blancos del pequeño
estudio Fame. La canción, “I never loved a man (The way
I love you)”, redefine el soul
—y toda la música popular— y eleva a la
artista a una nueva posición, ostentando desde entonces, ya para siempre, el
título de Reina del soul.
Una
pelea de su marido, en los descansos de la grabación, obliga a un cambio de
escenario. Se llevan músicos y atrezzo,
trasladando el montaje a New York.
Allí
la lista de temas que interpreta (y compone) constituye el edificio sonoro más
sólido que una mujer haya construido nunca. Vean:
Ya
se ha convertido en una diva. Decide cambiar de aires y ficha por Arista.
Entre
tanto, se refugia en Chicago, monta un
restaurante de comida para el alma y, dejando que John Lee Hooker se ponga a quejarse a la puerta del
establecimiento, da galones a Matt “guitarra”Murphy para hacerse pasar por su marido, cambia el saxo de Lou“blue”Marini por un mandil y una escoba y
atiende a los parroquianos en persona, dejándose sorprender en ocasiones por
las rarezas de los visitantes, que, vistiendo como propietarios de un negocio
de pompas fúnebres, encargan comandas atípicas, descriptivas de su atormentado
carácter: el alto pide un par de tostadas de pan blanco, sin acompañamiento ni
bebida; el bajo encarga cuatro pollos fritos y una coca. Son Jake y Elwood, empeñados en reclutar a su antigua banda, en la que también
andan mezclados Steve Cropper y Donald
“Duck”Dunn. A Aretha no le hace ni pizca
de gracia y, acompañada como siempre por sus hermanas Carolyn y Erma, le pide
a su marido que piense, sin mostrar ningún reparo en cantar llevando bata
guateada y zapatillas de felpa.
“Think” [“The Blues
Brothers” (“Granujas a todo ritmo”)
es una película dirigida en 1980 por John
Landis, con John Belushi y Dan Aykroyd como los hermanos azules. La BSO más recomendable
que pueda imaginar].
Una
interpretación para quitar el hipo, eternamente imitada.
A
partir de ahí, el acierto de Aretha encoge, a la par que su figura crece y adquiere
mayor dimensión. Es un verdadero pilar de la comunidad. Cualquier presidente,
más si comparte origen racial, hubiera querido tenerla
cerca en un día relevante.
*****
Antes
de terminar con ella, quiero recuperar un concierto espectacular, cuando más en
forma se encontraba.
Una
visita al albergue y, la que era entonces una bolita de pelo, se hizo querer,
acercándose a unas piernas, frotándose contra ellas, diciendo claramente que
quería que se fueran juntas.
A
una le sirvió para salir de un abandono injusto, al que un desalmado la había
condenado.
A
la otra le valió de compañía y le permitió sentir que lo que hasta entonces
sólo había sido una casa, empezaba a convertirse en un hogar; nada menos que el
suyo.
Se
adoptaron y se aceptaron. Ambas se acogieron, alimentando un vínculo que tuvo
cabida para otros, los que aparecieron más tarde, haciéndose grandes,
entregando y recibiendo cariño, formando esa cosa tan antigua, pero
tremendamente necesaria, que constituye una familia.
*****
Estuvo
17 años con nosotros.
Hoy
está tranquila: ha vuelto a juntarse con Otis.
Al
principio pensé que se trataba de ese asunto tan engorroso que, mis amigas
Ángeles, Elena y Eva ventilan a diario y que, en Aracnophobia, transformaba a John
Goodman en “The exterminator”.
Eso
que llaman DDD, atendiendo a su triple objetivo: Desinfectación,
Desinsectación, Desratización.
Acabar con las plagas.
Lo
que muchos desearíamos se pudiera realizar pronto en ciertos ámbitos.
*****
También
imaginé que pudiera ser una velada mención a Donald Duck Dunn, el bajo
más dinámico que haya escuchado nunca, que estuvo presente en los clásicos del soul más memorables y a
quien ya se dedicó un obituario.
*****
Pero,
no. La publicidad no está para sutilezas.
3D
sólo puede hacer referencia a las tres dimensiones.
Uno
de los anuncios que alcanzan la condición de inolvidable por su supina
simpleza.
Protagoniza
el anuncio un “nerd” pre-púber: antes
se les denominaba, despectivamente, pitagorines.
Hoy, alcanzan la condición de freakies,
llevando la boca semiabierta, empleando gafas tamaño king-size y mostrando una notoria incapacidad para combinar una
camisa a cuadros y un chaleco de topos.
La
mano intimidante de un rudo —sacado
de un ring de lucha libre mexicana
(la variante de wrestling practicada
al sur de la frontera)— acogota al crío que se queda, es sencillo comprender
por qué, in albis.
El
rudo no sólo apunta con el dedo;
también hace preguntas.
— ¡Eh, tú! ¿Has visto las nuevas 3D?
El
tono hostil es entendible en alguien que necesita cubrir su rostro para
aparecer en público, aunque sorprende la rapidez del muchacho, que parece tener
ascendentes gallegos, lo que se manifiesta cuando resta con otra pregunta.
— ¿Y cómo voy a verlas, sin gafas 3D?
Es
evidente que no estamos en un curso de óptica. Pero unas nociones elementales
sirven para saber que es la visión binocular la que facilita la creación de
imágenes tridimensionales. Así que, en presencia de un objeto físico, no se
necesitan gafas especiales para tener la percepción volumétrica; se precisan,
eso sí, dos ojos.
En
cualquier caso, la argucia publicitaria pasa por confundir a un niño (y a la
audiencia) mostrando una
terna imposible: crema de chocolate, avellanas y natillas. El tipo de cóctel
que el niño se prepara, todos los sábados y domingos, levantándose antes que sus
padres para organizar su desayuno y entregarse a la TV matinal.
Una
cucharilla contiene la dosis necesaria para captarle definitivamente para la
secta. Su capacidad de analizar críticamente la información se ha deshecho;
acepta, sin cuestionarlo, que pueda ver las natillas, en tres dimensiones, sin
necesidad de utilizar gafas. Es evidente que han sustraído su cerebro y lo han
sustituido por un postre de origen lácteo.
Aún
así, renuncia a la poca vergüenza que le podía quedar; dejándose ver en
público, con gafas de cartón y cristales de dos colores, mostrando a su nuevo
amigo enmascarado.
Amigos
para siempre.
*****
(((Que
alguien le avise de lo que significa, en la intimidad de los vestuarios, “cruje tu rutina”, en boca de un rudo,
antes de que sea demasiado tarde)))
Su compinche, Steve Cropper, dejó un mensaje en Twitter: "Hoy he perdido a mi mejor amigo,el mundo ha perdido el mejor hombre y bajista que haya existido jamás”.
Nunca habrá un pato con tanto sentido del ritmo. Uno de los blancos que demostraron que tenían el alma negra y que ayudaron a crear un estilo apasionante y lleno de intensidad: el soul, una cosa mucho más profunda que un conjunto de baladitas ñoñas con las que enternecer a tu potencial pareja.
Nació en Memphis, Tenneessee el 24 de noviembre de 1941 y falleció en Tokio, Japón el 13 de mayo de 2012, mientras dormía tras participar en una doble sesión en el club Blue Note. Se trata de Donald ‘Duck’ Dunn —a partir de ahora DDD—, una verdadera leyenda. Un bajista demoledor, de una influencia difícil de evaluar y que dejó un legado inabarcable: canciones, películas, actuaciones en directo. Una vida en el escenario.
Su padre le puso el apodo, mientras veían dibujos animados en la TV. Todo el mundo le llamaría desde entonces Duck, pato.
Sin músicos en la familia, empezó a tocar el ukelele con 10 años. Y a los 16, empezó con el bajo. Lo intentó con la guitarra, pero tenía dos cuerdas más de la cuenta; demasiado complicado, según su conocida afirmación. Y tenía cerca al que fuera su amigo de siempre: Steve Cropper. Otro guitarrista más no era lo que se necesitaba.
Lo cierto es que empezaron juntos cuando, estando en el instituto, formaron un grupo: The Royal Spades. Una de las cosas más interesantes de ese grupo es que uno de los miembros, saxo tenor, era hijo de Stelle Axton, la hermana de Jim Stewart, co-fundadores ambos del sello Stax. Así que, con cambios en la formación y rebautizados como The Mar-Keys, tuvieron la oportunidad de conseguir uno de los primeros éxitos del sello con Last night.
Ése es el sonido que, desde una de las grandes ciudades del profundo sur, llegaría a todo el mundo y definiría la evolución estilística y musical desde los años 60’s. Ya aparecen algunas de las señas de identidad de Stax: instrumentales rebosantes de urgencia rítmica, poderosa sección de vientos e integración racial. Un sello que tenía su sede en el antiguo teatro de la McLemore Avenue y que, gran acierto, respetó la corner shop —sustituyendo las palomitas por los discos— y permitió conocer, de primerísima mano, la reacción de la chavalería del barrio ante las canciones que acababan de grabarse y editarse. Al ser un barrio negro, Jim Stewart —antiguo violinista country— tuvo que plegarse ante las exigencias de su público, lo que determinó definitivamente la evolución de la música que producirían.
El grupo se transformó en un cuarteto que, desde la marcha de Lewis Stenberg y su reemplazo por DDD, mantendría una formación fija y un status inalterable de house band, lo que les garantizó una sólida carrera propia, además de participar en la mayoría de grabaciones de éxito que allí se realizaron. El cuarteto: Booker T. Jones (teclado), Steve Cropper (guitarra) y una poderosa sección rítmica, Al Jackson, jr (batería) y DDD (bajo). Imbatibles.
Cuando grabaron su primer éxito, Steinberg todavía estaba en el grupo, pero en esta grabación ya está presente DDD.
A continuación la bass line de Green onions. Eso es lo que hizo el pato toda su vida. Le vais a ver muchas veces punteando el bajo y transmitiendo un ritmo frenético a la canción y a la audiencia.
1964
El gran Otis Redding, llegó a Memphis, desde Georgia, conduciendo la furgoneta del grupo de Johnny Jenkins. En una audición extraordinaria, aprovechando que la sesión no había impresionado a nadie improvisaron una versión de la canción que él mismo había escrito: These arms of mine.
A partir de aquí, se dice que DDD tocó el bajo en todas las sesiones de grabación de Otis Redding.
1965
La llegada de Otis a Memphis, sirvió también para firmar un acuerdo de colaboración con Atlantic, que se ocupó de distribuir a los cantantes de la Stax y, en una jugada que más tarde tratarían de repetir con Aretha Franklin en los estudios FAME, en Muscle Shoals, Alabama, llevó a Wilson Pickett a grabar con la banda de DDD. La sección rítmica de los clásicos legendarios del soul sureño, tenían la cara definitivamente blanca.
Otis publica su segundo disco y colabora estrechamente con Booker T & The MG’s (las siglas significan Memphis Group) y fortalecen su consideración de banda titular, lo que acarrea ventajas (participan en la grabación de todos los éxitos) e inconvenientes (no salen de gira, se quedan en casita).
Wilson Pickett había sido compañero de Eddie Floyd en The Falcons, cuando ambos andaban por Detroit. Separaron sus caminos: Pickett se fue a Nueva York, fichó por el sello de los hermanos Ertegun y terminó recalando en Memphis para grabar. Floyd era ya un solvente compositor en plantilla. Una colaboración de Eddie Floyd y Steve Cropper, fue un éxito en la voz del malvado Pickett.
Primera gira europea Stax Volt. Actuación en Noruega con un programa espectacular. [Booker T & The MG’s: Green onions / Mar-Keys: Philly dog / Arthur Conley:Sweet soul music + Land of 1000 dances / Eddie Floyd: Raise your hand / Sam & Dave: You don’t know like I know + Soothe me + Hold on, I’m comin’ / Otis Redding: Fa, fa, fa, fa, fa (Sad song) + My girl + Shake + Satisfaction + Try a little tenderness]
Y dejamos aquí el repaso a su extraordinaria trayectoria con imágenes del último concierto en el que DDD ofreció en USA, en Marshall, Texas (junto a Cropper y Booker T.) el pasado 27 de abril. Interpretan Time is tight. Poco después cogerían un avión para ir a tocar en Tokyo, en el que fue el último contrasentido de este blanco con el alma negra, el pato lleno de ritmo que, en su riff final, se fue a morir al país del sol naciente.