Dos
ciudades muy diferentes se enfrentan hoy en City WARS®.
Por
una parte, Detroit, la capital del Motor, ejemplo del desarrollo industrial del
MidWest desde el establecimiento de la fábrica de Ford y otros constructores de
vehículos, pero que está sufriendo una crisis por la deslocalización de las plantas
fabriles.
Del
otro lado, Miami, la puerta de las Américas, destino residencial y turístico.
Una de las ciudades con mayor crecimiento con al atractivo añadido de sus
playas, sus cruceros y sus entidades financieras. Es el destino ideal de
jubilados e hispanoamericanos.
La
ciudad más poblada de Kansas, con casi 400.000 habitantes.
Conocida
como “La capital aérea del mundo”.
En
pleno Mid-West; en un lugar en el que no puede sonar otra cosa que no sea country, un estilo musical que, como
señalaba Antonio Rico en su columna
en La Nueva España, “Canciones
para paletos como yo”, “sólo usa tres acordes y una verdad, pero eso es una verdad más de lo que usa el pop. El público al que se dirige es amplísimo, tan extenso como la propia condición humana. Y lo disfrutan los granjeros y los informáticos, la gente de campo y de ciudad, de derechas y de izquierdas. Lo disfrutan los dandies sofisticados y los paletos. Sobre todo, los paletos como yo que creíamos que el country es música para paletos”.
Su planteamiento minimalista alcanzó una máxima efectividad.
Y su mayor éxito es un himno que se canta en cualquier estadio.
*****
Puedo apuntar que, en contra de lo que es habitual en USA, él,
John Anthony Gillis, perdió su apellido para adoptar el de su esposa, Meg
White, tras su matrimonio el día de San Mateo de 1996.
*****
Y que de pequeño “Seven
Nation Army” era lo que Jack entendía cuando oía hablar de “Salvation Army”.
Lucharé contra todos ellos.
Un ejército de siete naciones no podrá pararme.
Ellos van a arrancar.
Tomándose su tiempo a mis espaldas.
Y estoy hablando conmigo en medio de la noche porque no puedo
olvidar.
Va de aquí para allá a través de mi mente.
Detrás de un cigarrillo.
Y el mensaje llega a mis ojos.
Dice: “¡Déjalo en paz!”.
No quiero escuchar nada de ello.
Cada uno tiene una historia que contar.
Todos lo saben.
Desde la Reina de Inglaterra hasta los sabuesos del infierno.
Y si lo descubro volviendo a mi camino.
Te lo serviré a ti.
Y no es eso lo que quieres escuchar, pero eso es lo que haré.
La sensación que viene de mis entrañas dice:
¡Encuentra un hogar!
Iré a Wichita.
Lejos de esta opereta para siempre.
Trabajaré en una granja.
Haré que el sudor gotee de cada poro.
Y estoy sangrando, justo delante del Señor.
Todas las palabras sangrarán de mí, y no pensaré más.
“Esperamos momentos mejores;
resurgiremos de las cenizas”.
El
lema de Detroit suena como un negro presagio. Una ciudad que fue próspera y
llegó a tener casi 2 millones de habitantes a principios de los ‘50s, tiene hoy
poco más de 650 000.
El
automóvil les condujo hasta simas profundas.
Su
espíritu encierra las claves para su recuperación.