Época
de cambios.
No
deberían preocupar tanto los de tendencias (ya sean económicas, informativas o
modales) pues se asume que los fenómenos basados en lo efímero encierran en su
naturaleza una propensión al cambio.
A
mi juicio, son más preocupantes los que afectan a los usos y costumbres. La
evolución no siempre resulta positiva. En ocasiones, se debe considerar una
traición a la tradición.
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Ya
se argumentó, en otro momento y lugar, la relevancia de entender las
implicaciones que la
actuación global ejerce en el ámbito local.
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Es
doloroso ver cómo establecimientos comerciales tienen que echar el cierre.
Todos.
Pese
a que los que sintamos más próximos nos puedan afectar más.
Un
comercio es un lugar de intercambio.
Cuando
se realiza en un espacio concreto, físicamente, en proximidad (y no de forma virtual), gana con el añadido de la
relación personal.
El
vínculo que nos une con los que mantenemos relaciones, más o menos estrechas,
nos humaniza.
Y
también nos redefine, de forma definitiva.
Somos
como somos, gracias a la influencia de aquellos con los que nos hemos sentido
vinculados.
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Se
anuncia el cierre de una librería. Un clásico en Oviedo. Santa Teresa. Es triste ver renunciar a alguien a quien aprecias.
Pero,
aun siendo todos los cierres desgarradores, éste (en)cierra un círculo que
afecta profundamente.
En
lo personal, el afecto con Alberto
Polledo —inspirador del artículo fundacional de
este blog—, Juan Ángel, Juan y Leo, deja una muesca, otra más, en un camino que debe continuar.
En
lo colectivo, la transformación espanta. La certeza creciente de que el
abandono de la lectura es la antesala del cierre patronal del pensamiento.
La
comprobación de que la intuición distópica de Ray Bradbury en Fahrenheit
451 era exagerada y que los bomberos nunca llegarán a quemar libros porque,
antes, se habrán mostrado innecesarios (o inútiles).
La quema de libros, en la
película de François Truffaut, de
1966
Una
profunda lástima.
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Sé
que a Leo —el nombre más propicio para un librero—, le gustará saber que el tiempo está de nuestra parte.
Juan
Ángel —activo comentarista—, sabe que, lo verdaderamente importante, estará siempre en nuestro
recuerdo.
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Gracias
Es más que triste, por los tiempos que por otra cosa. El cierre de los comercios de proximidad nos hace un daño especial a todos.
ResponderEliminarSe que Alberto sentirá especialmente el que no esteis, y las tertulias con Alberto Polledo. Espero que encontreis un sitio desde el que poner vuestras ideas en común y que desde la distancia podais arreglar un poco esta ciudad que poco a poco se muere sin sus amigos.
La rana que está en el agua nota, en ocasiones, cómo sube la temperatura.
EliminarÉsta es una de ellas.
El pequeño, pero enorme y deslumbrante mundo, del libro está triste.
ResponderEliminarUn refugio para su eterna sabiduría, esa que manifestaba ante cualquier persona que quisiera entrar en algo tan fantástico como es la lectura.
Se va una forma de ver el libro como un amigo, ese que terminaba convirtiendose tras la relación entre el lector y el dependiente.
Adiós, hasta pronto, hasta siempre......pero recordad: Nunca os encontrareis solos, ni vosotros ni los libros. Os queremos
Mucha suerte para todos, Juan Ángel.
EliminarEs una verdadera lástima que los pequeños comercios se van viendo forzados a echar el cierre. Aquí en Madrid es desolador pasear por calles y de pronto ver que lo que SIEMPRE ha estado, ya no está. Triste.
ResponderEliminarParece ser que el dueño de Santa Teresa pagaba una renta antigua, (que en mi opinion ya no era poca)y ahora tendría que pasar a pagar una barbaridad!
Siendo un comercio de libros es aún más triste pero me alegra oír que Alberto dijo que las nuevas tecnologías realmente no le habían afectado, que la tableta, IPad o Kindle no le había supuesto tanta competitividad como se podría pensar, que la gente, de 30 años + prefieren todavía husmear por las librerías, el olor y el tacto de las hojas, charlar sobre libros mientras van buscando, etc.Las circunstacias le obligan: la crisis, las grandes superficies,el arriendo. Les debe de da bastante pena cerrar un negocio que desde los años veinte existía.
Veo que Alberto Polledo es escritor y que de eso NO se jubila!
Bien por él.
Por supuesto, Alberto Polledo tendrá tiempo que dedicar a los múltiples proyectos que he debido mantener aparcados por estar volcado, cumpliendo con su obligación diaria.
EliminarLo de los propietarios de locales es un tema que dejaré pasar (de momento)...
En cuanto a la lectura y el comercio de libros: es evidente que los que más han hecho para cargarse una actividad comercial han sido los promotores de la industria (los editores y distribuidores). Cualquier librero podrá decir qué opina de un sistema que les han impuesto, que no les deja elegir los libros que querían tener en sus propias tiendas y que se basa en el principio de la renovación continua de existencias, una idea opuesta a la que el propio libro (como objeto) transmite desde siempre: la permanencia.
Lo peor de todo es que el cierre de estos establecimientos supone la pérdida de un especialista en el producto. una persona que te conoce y orienta . una persona que no se deja llevar por la mercadotecnia , vamos una especie laboral en extinción.
ResponderEliminarLo has clavado, Bernardo.
EliminarAhora, desde un lugar remoto, un Comunity Manager (que no sabe de lo que habla y no tiene ni idea de quién eres), te inunda dándote consejos que no has pedido.
Es una enorme pena , durante el tiempo que viví en Asturias visité muchas veces la librería Santa Teresa y saber que eche el cierre es una noticia muy triste , esperemos se paren esos cierres tan lastimosos para la gente que necesita de los libros para vivir
ResponderEliminarun abrazo
Los libros seguirán existiendo. Estarán las librerías de viejo y las bibliotecas públicas.
EliminarPero los que creían que los intermediarios no servían para nada y lo único que hacían era encarecer el producto, deben estar de enhorabuena.
Para el amante de los libros hay un resquicio de esperanza, Pues ante las nuevas tecnologías todavía está el formato encuadernado esperando mover sus páginas e impregnarse de su olor incondicional de imprenta.
ResponderEliminarSi es por eso, algún listo inventará una apps que emule el ruido de una página al pasar.
Eliminar(((Me dicen que ya existe))).
Impregnarse es un verbo que no se conjugará en ese nuevo futuro.