Tengo
el convencimiento de que los humanos inventamos las tradiciones como forma de
atraparnos en un conjunto de rutinas que, pese a que nos disgustan y nos llenan
de frustración permanente, cargamos con ellas, por ser de la casa y nos
sentimos incapaces de romperlas, liberarnos y descubrir así la felicidad de
crear otras costumbres, nuevas, pero adaptadas a quienes las van a tener que
poner en práctica.
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En
casa tenemos una mesa redonda, muy bonita. Es pequeñita y forma un conjunto muy
mono con un par de butaquitas bajas que ella heredó de una tía suya, a la que
guarda con cariño en su memoria y nos acompañan desde hace muchos años.
La
mesa redonda, bajita, sufrió un percance, hace unos ocho años: se le desencaló
una pata. No sé si es un asunto demasiado complicado de resolver, pero lo
cierto es que nunca hemos sido capaces de arreglar la puñetera patita, de la
mesa bajita y, dejémosla donde la dejemos, debemos acordarnos que no se puede
apoyar nada en ella, porque se vence y se cae, mostrando que el deseo no
siempre se cumple, en la práctica ordinaria.
En
su día, ella quería organizar partidas de bridge,
porque era lo que jugaba su tía (y también su madre); pero en casa nunca hemos
jugado al bridge.
También
quiso montar una especie de zona de café, en miniatura, al lado de la ventana
de las dos casas donde hemos vivido, en la idea de organizar unas
minitertulias, aprovechando la mesa bajita y las butaquitas y empleando esos
juegos de café, de aspecto infantil (por su tamaño) que contrastan con la
realidad de que ella se ha casado con un humano que mide 1.93 y pesa un poco
menos de 120 kg. Eso imposibilita drásticamente mi participación en
acontecimientos sociales de la categoría mini
y, pese a que consumo cada vez menos cafés (en frecuencia), los dos que habitualmente
tomo son de tamaño taza grande. Dejo, para los momentos en que recibimos
visitas, el uso de la parte de la vajilla más inútil: las tacitas de café
enanas y, mientras ella y alguna amiga (sólo una) tratan de encajar su culo en
la butaquita, haciendo rosca de forma disimulada, yo intento retreparme en el
sofá, o donde sea, procurando que mantener el platito de la tacita con la mano
izquierda, mientras tomo sorbitos usando sólo la derecha, sin apoyarme en el
respaldo del asiento, basculado hacia delante con las piernas cruzadas tratando
de prestar atención al parloteo, no me haga mostrar una apariencia de completo
imbécil, lo que sé que, a sus ojos, no habré conseguido, porque la mesita sigue
teniendo una patita desencolada, que se cae y que no sirve para un montaje que
no funcionó nunca y que deberíamos plantearnos de nuevo.
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El
año que ya pasó, de infausto recuerdo, la animó a quitarse de en medio la mesa;
creo que ahora descansa en el trastero, esperando un momento para que alguien
se ocupe de encolar la mesa y reiniciar un ciclo de lucha por montar un
miniespacio en un lugar, el salón, que ya está cerca del límite de ocupación y
que necesita una nueva configuración.
La
visión repetida de programas de Divinity
Channel nos está suponiendo un hervidero de nuevas ideas y seguro que
alcanzaremos algún diseño que nos satisfaga, a todos.
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Hoy,
primer día del año, muchos jóvenes descubrirán lo absurdo de una tradición que
se empeñan en perpetuar: la de salir y beber y llegar más tarde de la cuenta.
Cuando escribo esto, veo cómo siguen pasando por la calle, arrastrándose.
Soy
consciente de la liberación que supone estar despierto, en año nuevo, y carecer
de resaca.
Lo
hice, cuando creía que debía hacerlo. Ahora paso la Nochevieja de forma
distinta. Mucho más divertida.
Hemos
estado los cinco solos, por primera vez. Y decidimos que haríamos lo que nos
apetecía hacer; que nos quitaríamos el peso de tradiciones que no nos hacían más
que sentirnos incómodos y nos impedían disfrutar del día.
Mantuvimos
lo de montar la mesa, impecable. Pero no nos vestimos de gala.
Tomamos
aperitivos con ganchitos, patatas fritas y esas puñetitas tan divertidas.
Comimos
mejillones al vapor y espaguetis de papá,
que nos chiflan.
Hicimos
la representación de turno: Charlie y yo éramos una pareja que tenía un
encuentro en un bar, Yago hizo magia, Luis brindó con champín, que le encanta. Ella
bailó. Jugamos a Interferencias y lo
pasamos genial.
Comimos
las uvas, brindamos y tuvimos un día para recordar en el que, por fin, nos
quitamos el peso de tradiciones que nos encorsetaban y nos impedían pasarlo
bien. Fuimos felices haciendo las cosas a nuestra manera.
Quizá
seamos un poco simples.
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Aunque
no creo que nos hubiéramos podido reír más de lo que lo hicimos.
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Y
echamos de menos a los que no estaban, porque el recuerdo te acompaña siempre, de
manera profunda.
!!FELIZ AÑO NUEVO!! Me he reído mucho leyendo éste artículo así que empiezo bien!! Cuidado con la cabeza, Alberto, ojo con lo que viene tras tus espaldas, porque igual ELLA encuentra finalmente un uso para esa mesa, después de leer lo que has escrito sobre la mesita, los culitos enroscándose en las butaquitas y las tacitas de muñequitas. Qué sí hombre! Qué descanse en paz esa mesa y todas estas tradiciones, hábitos y costumbres que seguimos practicando, como si tuvieramos un tic nervioso en ciertas fechas y sin pensarlo ni planearlo el cerebro pone en marcha el mecanismo para desarrollarlas como si robots fuesemos.
ResponderEliminarHace muchos años que hago lo que "me da la gana" en estas fechas, (contando con el parecer de quienes me rodean muy directamente, que piensan igual que yo) y ningún año es igual que el anterior. !Libres!
Que 2014 nos sea a todos Próspero, o sea que prosperemos como buenas personas, prósperas en la Paz, prósperas en la Salúd, en el Amor....
Un beso
Nina
Gracias. Me alegro de saber de ti, después de tiempo. Espero que todo vaya bien. Muchos besos y ánimo para lo que queda de año.
EliminarRecuerdos para tu madre, Peter y Justin.
Jajajajajaja Albertin, te quiero asi de GRANDE!!.
ResponderEliminarmás grande y pego en el techo.
EliminarBonita post . esperanza es lo que pido para este año
ResponderEliminarSeguro que sí. Un fuerte abrazo y los mejores deseos, amigo.
EliminarHaciendo caso a tu deseo de ano nuevo me voy a aventurar a hacer un comentario que sirva, ademas de para compartir la entrada del 2014 para celebrar la liberacion de tantos actos que no nos aportan nada y empezar a edificar una biblioteca de emociones. Las emciones siempre van ligadas a las personas, directamente a traves de miradas, sonrisas, gestos o a traves de vectores, la mesa cojita, la comida, el jersey que alguien a quien querias se puso un dia...las palabras... esa biblioteca merece la pena perpetuarse en nuestra memoria porque sirve para recordar y si buscamos el origen etimiologico de la palabra recordar significa volver a pasar por el corazón. La mesa cojita sin historia es un mueble aunque en algún caso expertos consiguen ligar los objetos a emociones de sus creadores, pero no son emociones vividas. Me gustan mas las que me hacen sonreír gracias por compartir estos momentos con nosotros. No dejes de escribir porfa.
ResponderEliminarBego
Querida Bego: ten cuidado con lo que deseas; es posible que finalmente se cumpla y, en el caso presente, siga escribiendo. Esa es en el fondo mi idea, aunque me declaro manifiestamente incapaz de anticipar los derroteros por los que me moveré, una vez superado este alterado estado del orden, que suponen las vacaciones siempre.
EliminarMuchos besos
Creo que tengo la solución para la mesa: Mi carpintero de confianza. El próximo día que nos veamos, te diré quién es
ResponderEliminarAy, sí, Eugenia, gracias. Que no se te olvide decírmelo.
EliminarUn beso