Mostrando entradas con la etiqueta Violencia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Violencia. Mostrar todas las entradas

miércoles, 27 de julio de 2016

Shivaree — Goodnight Moon

Shivaree“Goodnight Moon”
I Oughtta Give You a Shot in the Head for Making Me Live in This Dump (1999)

Shivaree, el trío formado por Ambrosia Parsley (voz, composición, actitud), Danny McGough (teclados) y Duke McVinnie (guitarra), debutaron en 1999 con un disco, de título largo y tormentoso, en el que se incluía su canción más conocida, en especial tras la inclusión en la película “Kill Bill: Volume 2”, dirigida en 2004 por Quentin Tarantino y protagonizada por Uma Thurman, David Carradine, Michael Madsen, Daryl Hannah, Lucy Liu y Michael Parks.

*****


jueves, 28 de abril de 2016

Dios mío: dame una coartada

Ricardo Villegas: tt

Y dijo: “Dios mío, dame una recortada”. Y entonces apareció una a su lado. Cargada. Caliente. Con inmunidad. Con licencia para matar. Dios le dijo: “mata a quien consideres porque no te juzgaré. Eres un hombre justo y actuarás con justicia”. Entonces la puso en el asiento del copiloto de su coche y condujo. Se paseó despacio por la zona financiera y buscó el momento en el que saliera de sus oficinas el presidente del banco que le dejó sin casa por no poder pagar la hipoteca. Se paró delante de la entrada del gran edificio de metal y cristal. Amartilló y disparó desde la ventanilla del copiloto. El presidente salió disparado hacia atrás con las vísceras sobre la camisa y nadie supo de donde vino el disparo. Envalentonado, se fue al Congreso. Se puso en la puerta. Disparando una y otra vez a cada uno que saliera con esas carpetitas ridículas y esas sonrisas hipócritas de quien no tiene prisa ni siente ninguna responsabilidad. Se amontonaban los cadáveres y la sangre iba esparciéndose por el suelo hasta manchar sus propios zapatos con ese azucarado color a resbalón y a desprecio.  Empezó a andar por la calle y vio a unos chicos molestando a una señora. Les disparó. Un tipo con prisas y deportivo  no le dejó pasar, mientras caminaba, por el paso de cebra y le reventó la cabeza apuntando a través de la luna trasera. Sacó el cadáver del coche y aceleró por la avenida. Decidió disparar a los conductores cuyas matrículas acabaran en cuatro. Gritaba “!es un daño colateral!” que es lo que le dijeron cuando le diagnosticaron un problema pulmonar por el amianto de su casa, la que perdió. Se fue al colegio de su infancia y dejó a aquel profesor, al que le suspendió por haber copiado (sin haberle pillado), empotrado contra la pizarra de su antigua clase. Entró en el Ayuntamiento y disparó contra la vaga y parsimoniosa señora de información, contra el que gestionó tarde su solicitud de ayuda y contra el concejal de urbanismo. Se fue a la TV y entró en plató arrasando contra los presentadores que le cuentan lo que no quiere oír. Aprovechó para destrozarle las piernas a un futbolista famoso que esperaba para una entrevista. Mató a su cuñado, por tonto, y al perro del vecino, que cayó con un contenido y agudo sonido animal, por no parar de hacer ruido por las noches. Disparó en la cara de su tercera novia, por dejarle, y en la cara de Benito, su marido, que fue por el que le dejó. Aprovechó para reventar la moto que tenían en el garaje, que fue el motivo por el que le abandonó, la muy insustancial. Le atravesó los tímpanos al insulso cantante de moda. Le metió el cañón por la boca y apretó el gatillo a ese vecino que se jacta siempre de lo bien que lo hace todo. Dejó a su jefe desangrándose en el despacho y sus clientes ahogándose en su sangre preguntándoles si era ahora cuando tenían la razón. Fue a por los youtuber, a por los homeópatas y reventó completamente varios recintos de coaching y autoayuda. Apareció en dos o tres empresas de venta piramidal al grito de “ya está aquí vuestro nuevo faraón” y el polvo de los productos de maquillaje destrozados con él mismo apareciendo entre las sombras con los fogonazos de la recortada casi le hacían imaginarse a sí mismo a cámara lenta. Se sentó en el banco de un parque haciendo puntería con todos los corredores que tenían pinta de runners. Asesinó curas y gurús, lamas e imanes. Fue uno por uno acabando con el sufrimiento de los pacientes terminales de un hospital. “¿Imposición de qué hostias?”, le dijo a un experto en reiki como últimas palabras. A un vegano, por pasar cerca. Se paró en un centro comercial con un cartel que ponía “Ebanista en paro” y reventó a todos los que se reían después de mirarle mientras cargaban sus muebles de mierda. Volvió al coche. Se había quedado sin munición.
“Dios mío” —dijo— “dame armamento pesado. Un tanque es la mejor solución.


*****

La canción que acompaña los destrozos de todas las películas de Tarantino, editadas por Jaume R. Lloret, es una maravilla intemporal, publicada en 1969 en el sello Philly Groove de Thom Bell, con las voces de William Hart, Wilbert Hart y Randy Cain, galardonada con un Grammy a la mejor interpretación R&B de un dúo o grupo, The Delfonics; una de las formaciones con mejor conjunción en sus armonías vocales y coreografías sincopadas, lastrados por contar con un sastre daltónico, aficionado al consumo de psicotrópicos, que hace volar sus mentes.

domingo, 25 de agosto de 2013

De lo público y lo privado

Serán cosas mías, pero abundan hoy, de forma excesiva, aquellos que no conceden importancia a la naturaleza de determinados bienes. Pienso en los que no entienden que lo público no carece de dueño; sino que, al contrario, es propiedad de todos. También en los que, torticeramente, pretenden apropiarse, utilizando la política de hechos consumados, de lo que no les pertenece.

No (solamente) hablo de los políticos que, aún arrogándose más poder del que se les ha otorgado, hacen y deshacen a su antojo, como si el solar patrio fuese de su propiedad, sin sentirse obligados a dar explicaciones a nadie (pasando de ser un plasta a convertirse en un plasma).

Ni tampoco pienso en los que se extienden, submarianamente, utilizando el lanzamiento de hormigón como forma de conquista.

O de los que consideran que pueden entrar en tu casa, y en tu vida, para ponerse a fisgar y, tomándonos por imbéciles, pretenden justificar su intromisión, anunciando más transparencia en los programas de espionaje.

*****

No.

Realmente pienso en esos que en la playa hablan a gritos y que se pasan el respeto a los demás por el arco del triunfo.

O aquellos que creen que, en un semáforo, esperar a que la señal se ponga en verde para disponerse a cruzar es de parias.

O que consideran que colarse —en un súper, en el cine o en un peaje— es un acto de inteligencia suma.

*****

Esos que, imitando modelos no se sabe de dónde, hablan a gritos, a pesar de no tener nada que decir.

Que consideran que la propiedad es un concepto carente de sentido; salvo cuando se trate de aquello a lo que ellos consideren como propio, aunque hayan podido apropiarse de formas totalmente inapropiadas.

Esa grey que justifica el uso de la violencia como forma de resolver asuntos de convivencia cívica.

Esa gentuza.

"Dame una capucha y te arreglo la calefacción de la casa"

Esa incierta edad [el libro]

A veces tengo la sensación de que llevo toda la vida escribiendo este libro. Por fin está terminado. Edita Libros Indie . Con ilustracio...