lunes, 22 de diciembre de 2014

La imparcialidad


Borges cuenta en un libro extraordinario, y sumamente raro, que escribió su amigo Adolfo Bioy Casares, un episodio en la Universidad de Oxford que leí pensando en el proceso independentista catalán”.

Puede parecer una forma intrincada de escribir una frase. Pero tiene el valor del argumentum ad verecundiam, o recurso a la autoridad. Iniciar un escrito apelando a Borges es buscar un sólido sustento.

“En este diario también abundan las observaciones, casi siempre ácidas, sobre la forma de ser de los argentinos, de los españoles y del mundo hispano en general que él, que era un anglófilo declarado, veía lleno de carencias y defectos. Le parecía, por ejemplo, que los que hablamos en español somos, por motivos culturales que en el fondo son religiosos, mucho más parciales y arbitrarios que los ingleses que observan siempre, en todos los aspectos de la vida, una rigurosa imparcialidad, virtud a la que Borges se refería, con mucha coquetería, en inglés: ‘fair minded’”.

Una morcilla, matizando que los motivos culturales deban ser religiosos.

“A Borges le llama la atención que los nombres de los muertos ingleses están frente a los nombres de los alemanes, también alumnos de Oxford, que murieron en las filas del Ejército enemigo, peleando contra Inglaterra. Borges se pregunta si en los países hispanos seríamos capaces de reconocer, de esa manera tan generosa, a nuestros enemigos”.

No se cansa de hablar de Borges, al que cita hasta diez veces. Es, se me olvidaba mencionarlo, Jordi Soler, escritor que, en El País, con fecha 21 de diciembre, habla de la imparcialidad inglesa.

“Con ganas de hurgar en la naturaleza de este episodio inglés de conmovedora imparcialidad, llegaríamos a la ‘Glorious Revolution’, a la deposición del rey Jacobo y a la democracia parlamentaria que en 1689 produjo un documento donde se establecían los derechos y los deberes del ciudadano común, que entre otras cosas consiguió que los ingleses, desde finales del siglo XVII, tengan conciencia de sí mismos y, sobre todo, de los demás: del otro”.

Ésta sí que parece una característica nacional: aquello de glosar lo extranjero y señalar la podredumbre de lo patrio.

“Esta imparcialidad es el motor de la civilización inglesa y se manifiesta en todos los campos de la existencia, en el debate entre parlamentarios, pero también en las conversaciones privadas y en casi cualquier tipo de relación interpersonal. […] el episodio de Oxford nos invita a pensar sobre la forma de relacionarse con los demás, con el otro, que ha operado en España desde los tiempos del Lazarillo de Tormes; una forma que no consiste, como enseña la imparcialidad inglesa, en ponerse en los zapatos del otro, sino al contrario: en obligar al otro a ponerse nuestros zapatos”.

Ya. Los ingleses han sido siempre conocidos por ponerse en el lugar del otro. Un pueblo que, estando donde estén, consideran extranjeros a los demás, pues ellos siempre actúan como si estuvieran en su casa. Me molesta tener que apuntarlo pero, el único motivo para recordar a los caídos alemanes, es que se trataba de alumnos de Oxford y, por tanto, se les considera “asimilados”.

“Pongamos por caso el proceso independentista catalán, […] redondeado por la descalificación del otro, por el ninguneo y la ridiculización del que tiene ideas distintas […] que mantienen los dos extremos”.

He ahí el lugar al que había que llegar: el proceso catalán.

“Lo que hay frente al proceso independentista […] incapacidad para ponerse en el lugar del otro, es decir, ausencia absoluta de la ‘fair-mindedness’ inglesa”.

Naturalmente; deberíamos aprender de los ingleses y su capacidad para ponerse en el lugar del otro. Es lo que han hecho, durante siglos, en su forma de expandirse: buscar sustituir al otro, esclavizándolo o provocando su exterminio. Los españoles, por su carácter apasionado y carnal, éramos más de provocar el mestizaje.

“…esas escalofriantes fórmulas ibéricas: […] ‘no me va usted a decir a mí’, ‘que te lo digo yo’, ‘quién se cree usted para decirme aquello’”.

Ya no se trata de un asunto hispánico, se ha convertido en ibérico (sin que se sepa que han hecho los portugueses para ser incluidos en el lote). En todo caso, Soler se autoexculpa, dado su origen mexicano.

“…esa falta de respeto por el otro, ese ninguneo, esa incapacidad de ponerse en sus zapatos […] viene […] de que aquí esa reflexión colectiva […] que tuvieron los ingleses […] en el siglo XVII […] llegó con casi 300 años de retraso. Todo lo que hemos tenido durante esos 300 años, se me ocurre especular, es el dogma que imparte la Iglesia católica, el ‘porque te lo digo yo’ que dice el cura, reforzado por los 40 años de ‘no me va usted a decir a mí’ que consolidó el dictador”.

Acabáramos. En todos esos años no ha habido otra influencia en España, más allá de la clerical (como si los ingleses no hubieran tenido que atender al púlpito) o la dictada por el ferrolano. Toda una especulación, Jordi.

“Quien piensa que la independencia está al caer vive en la misma ficción que quien está buscando adónde irse el día que Cataluña se independice de España”.

No hay alternativas; léase y entiéndase que ambas significan lo mismo: Cataluña se independizará de España, “porque te lo digo yo”.

“Esto es lo que hay más allá de la creencia y lo que debería empezar a discutirse, con todos los elementos sobre la mesa, sin las prisas, ni las trampas, que imponen las agendas políticas, sin ese estruendo mediático que obnubila al ciudadano común y no lo deja pensar si de verdad quiere que Cataluña sea un país independiente”.

“No me va usted a decir a mí que no”. Pues, sí, Jordi, majo (pese a que pueda considerarme un ciudadano "común" y no un ser extraordinario, carácter que obtiene alguien por el mero hecho de ser articulista en un periódico global).

Y añado:

Ni los ingleses han considerado nunca al otro como igual (salvo que se tratara de otro inglés, y ni siquiera eso podría afirmarse con convencimiento), ni el uso de anglicismos debe convencernos de la necesidad de convertirnos en angófilos (por mucho que Borges lo fuera).

Y, muy especialmente, escribir un artículo basado en estereotipos, en el que los ingleses (todos los ingleses) son buenos, y los españoles (o hispanos o ibéricos, dependiendo del momento) son todos malos, demuestra una parcialidad arbitraria y chabacana.

*****

Si Blas de Lezo levantara la cabeza…

2 comentarios:

  1. Blas de Lezo u Horatio Nelson cuando fue a recoger aquella madera a Nueva Papua...

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  2. Los latinos no es q seamos parciales o imparciales solo somos mas viscerales q no es lo mismo. Se nos juzga x impulso primero a veces acertado o no Los sajones con su idiosincracia calvinista y protestante piensan y luego actuan pero dicho obrar no es imparcial sino interesado

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