Es una de las voces de “Soul”,
la película de Disney y Pixar tan mal titulada (ya sé cómo se
traduce, pero la música de la película es JAZZ),
que sólo se justifica en el tema que aparece en los títulos de crédito, donde Batiste
está acompañado por la cantante Celeste.
La canción, supongo que puede ser preciso decirlo, es una versión
del clásico de The Impressions, el
conjunto SOUL que lideraba Curtis
Mayfield, compositor de la canción y uno de los talentos más influyentes de
la música negra, sin la menor duda.
En
la ceremonia de los Oscars, celebrada el pasado 9 de febrero, se otorgó
reconocimiento a los mejores de una industria llena de atractivos y relumbrón,
con una elevada carga centrífuga que permite disponer de los mejores en todos
los ámbitos profesionales. Hay un montón de dinero y prestigio en juego, así
que una oferta para aparecer en una película es una gran oportunidad.
Y
los mejores fotógrafos, decoradores, modistos, escenógrafos, ..., trabajan al
servicio de Hollywood.
¿Los
mejores?
Me
permito dudar.
He
repasado la lista de candidatos a la “Mejor
canción original” y sigo con los pelos de punta (1).
Es
evidente que no constituyen, NI DE LEJOS, lo mejor del panorama musical actual.
Y
cabe preguntarse la razón (si es que existe) por la que el cine no aprovecha el
potencial de la música como elemento narrativo.
Podían ser escritores a los que los estudios ponían en
plantilla para que dedicaran su tiempo, en exclusiva, a crear tramas y
personajes para ellos.
La fuga de guionistas a la TV —mucho más rentable e influyente— dejó huérfano
al star system. Los productores
ocuparon ese espacio y diseñaron un plan bien simple: la realización de
adaptaciones cinematográficas de obras que, habiendo triunfado en otros
formatos, podían alcanzar éxito vía Hollywood.
Musicales de Broadway,
libros clásicos (o modernos), obras de teatro. Todo podía constituir un filón.
También los comics,
claro.
*****
Ahora llega “El
llanero solitario”, avalado por el sello de los productores de “Piratas del Caribe”. Una película que
acabo de ver, como parte de un plan familiar.
Y que ha conseguido enervarme, porque recuerdo los tebeos
que leía de niño y, más tarde, la serie de TV, cuya
presentación concluía:
“Con su fiel compañero indio, Toro, el
audaz e ingenioso jinete enmascarado de la llanura inició su lucha por la ley y
el orden en el temprano oeste de los Estados Unidos. En ninguna de las páginas
de la Historia
se puede encontrar a un mayor campeón de la justicia. Vuelven a nosotros ahora
esos emocionantes días de ayer. ¡Desde el pasado viene como un trueno el galope
del gran caballo Silver! ¡El llanero solitario cabalga de nuevo!
"Defensores de la ley y el orden. Y la justicia"
Entiendo que haya sido preciso actualizar la imagen de los protagonistas. Es probable que el skijama azul celeste no suponga un look actual. Y que el dos-piezas con flecos, de color ocre, y
la escueta cinta en el pelo, careza de una apariencia suficientemente étnica (no puede parecer salvaje sin llevar
la cara pintada).
Pero se han pasado.
Han traicionado el espíritu de sus aventuras conjuntas y han
transformado su carácter, con el único objetivo de mostrarse irreverentes; esa actitud que hoy se
considera tan divertida.
"Kemo Sabay es, en la nueva entrega, 'hermano equivocado'. Con un par"
Sólo recuerdo haberme indignado tanto, cuando, leyendo las aventuras de Mafalda, Felipe —con el
que siempre me identifiqué— se encuentra con Susanita, que, de forma fulminante, le hace bajar de su mundo
fantástico y toparse con la cruda realidad (y la ordinariez).
"Quino: un verdadero genio"
*****
Lo más extraño de la película es que, en su inicio, se hace
un homenaje al cine del oeste: al paisaje, a los figurantes, a la escenografía
y al atrezzo del género.
A lo accesorio.
Pero, por lo demás, se utiliza la burla, el anacronismo y la
inexactitud al servicio de un espectáculo que termina resultando grotesco (y
molesto para los que habíamos seguido y respetábamos las etapas precedentes).
Como le pasa a cualquiera, viendo lo que han hecho.
*****
PERSONAJES
El llanero solitario
Soy capaz de asumir el
contrasentido de anunciar como solitario a un tipo que siempre viaja en pareja
(pese a que no hayan explotado la posible atracción mutua; tantos precedentes me
tenían con la mosca detrás de la oreja).
Originalmente era un ranger de Texas, una especie de guardabosques. No un marshall, o un sheriff,
los que necesitaban llevar una estrella.
Tenía gran puntería, cabalgaba
con destreza y se enfrentaba a todos sin miedo, oculto tras un antifaz, con el
que evitaba tener que presentar cuentas ante nadie.
Montaba a Silver, al que jaleaba al grito de “Hi-yo, Silver! Away!”. El caballo se encabritaba y,
misteriosamente, una orquesta comenzaba a tocar la “Overtura
Guillermo Tell”, de Rossini.
Siempre utilizaba balas de plata.
Toro
Era un indio, parco en palabras,
con el rostro cetrino (aunque sin asomo de pinturas; ni de guerra, ni de
ninguna otra clase). Su único tocado era una cinta y una larga trenza, que en
ocasiones recogía en un moño.
Montaba, siempre, un caballo
marrón y blanco al que, con astucia, había llamado Pinto.
En USA se llamaba Tonto, aunque en Hispanoamérica y España
se la bautizó de nuevo como Toro,
tratando de evitar el contenido peyorativo de su nombre original.
Johnny Depp aporta al personaje los rasgos que habían hecho célebre
a Jack Sparrow y se utiliza, ahora
sí, la carga negativa de su nombre, convirtiéndolo en alguien que, más que
tonto, tiene la cabeza a pájaros.
Para que resulte evidente, se le plantifica un cuervo en la cocorota (al que
alimenta, en una relación irreal).
Un completo majadero.
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ERRORES,
ANACRONISMOS, INEXACTITUDES
La ceremonia del Golden Spike, que sirvió para colocar el
remache que finalmente uniría el tramo realizado por la Union
Pacific (avanzando hacia el oeste) y el realizado por la Central
Pacific (hacia el este) se realizaría en Promontory Summit (Utah), no en Texas, que
ni siquiera estaba cerca del recorrido.
El magnate Latham Cole califica a su intento de acaparar las acciones del
Ferrocarril como una OPA.
Se menciona la batalla de Gettysburg, ante un regimiento de
caballería comandado por un tipo que recordaba a Custer.
El psicologicismo del jefe de la
tribu y la aparición de un nuevo tópico, inédito hasta ahora, con la mención
del Wendigo.
Las locomotoras inician una
persecución imposible, mientras desarman la tarima donde se había emplazado la
orquesta a tocar el himno nacional.
*****
Constituye una nueva demostración del elogio de lo
inverosímil.
Como acepto que en el proyecto han invertido recursos
suficientes para documentarse de forma apropiada, la única explicación es que
se trata de algo intencionado. Me saltaré la opción de esperar a comprarme el
DVD [edición coleccionista] para que me expliquen, en uno de los discos, las
razones concretas por las que el director, Gore
Verbinski, o el productor, Jerry
Bruckheimer, encontraban gracioso burlarse de valores, principios o iconos
reconocibles, mientras homenajeaban a lo accesorio.
Esta idea de ridiculizar al héroe, socavar la integridad de
sus valores, justificando su atrevimiento como una forma aceptable de irreverencia,
se ampara en la ignorancia de los espectadores.
Su principal excusa es que sólo tratan de entretener. Lo
cierto es que la mayoría se tronchaba, entretenida,
sin darle más importancia a lo que sucedía. Pocos descubrían los ardides y, ninguno, se ocuparía de desmontarlos.
Y, aunque lo hiciera, no le importaría a nadie.
*****
Salvo que la burla se emplee, de forma intencionada, contra
los poderosos.