lunes, 21 de enero de 2013

Vivir del cuento


Cada vez resulta más complejo.

Los que antes se sentían intocables, se van sintiendo, hoy, de forma creciente (lenta, pero inexorable), encerrados en un asedio que parece que terminará con sus privilegios.

"Ni de coña me quitarás el sitio, yendo de blanco" Foto: Pedro Vezini

La decadencia nos rodea.

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No es sólo que JC I nos haya salido rana; es que además se está poniendo cebón.

"Crooooaaah!!! Un real alivio" Foto: emilyr7985

Y hemos descubierto que, más que crecer los enanos, se trataba de tres impostores que, aprovechando la lluvia (y un poncho impermeable), se agachaban para hacer de las suyas.

"Alivio en cuclillas" Foto: Vermario

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"Un poco invisible, pero, sin duda, rosa" Foto: sara biljana

Ni siquiera las hadas son ya como acostumbraban; han perdido su color rosáceo característico y han mutado, definitivamente, en verde.

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Un anuncio que emiten en TV nos lo deja claro.


Es el prototipo de heroína ideal de la nueva fantasía. Con un conjuro, ha convocado una colosal energía centrípeta que, como en un vórtice invertido, converge en su persona, para satisfacer sus necesidades más elementales.

Antes de empezar: reconozcamos el territorio.


Nuestra protagonista viste camiseta en tono neutro y chaqueta de color lavanda, sin abrochar, mientras (amorosamente) pasa el rodillo por la masa que acaba de elaborar (aunque la cocina se mantenga impoluta). A su lado, un ser protopsicótico, embutido en su disfraz de aprendiz del maligno (nótense los cuernos), emplea su supervelocidad en batir con brío el chocolate (y supone el primer escalón en su irrefrenable caída al onanismo). En segundo plano, la que suponemos la abuela, ataviada con pantalón beige y chaqueta de color vainilla, es relegada a labores de limpieza, castigada a mirar por la ventana y comprobar como la hiedra va envolviendo el árbol que tiene enfrente.

La música que envuelve el spot recuerda la BSO de Superman. Todos sabemos que el verdadero superhéroe es de naturaleza tímida y, por eso, la verdadera protagonista de esta odisea doméstica no se muestra abiertamente.


El niño se mancha. Era fácil preverlo, atendiendo a sus poderes y a la velocidad extraordinaria que imprime a su movimiento batidor. Se vierte el chocolate por encima de su skijama con añadidos y exclama (como haría cualquier crío de su edad en una situación semejante):

— ¡Ooooh! ¡Chocolate! ¡El enemigo de los disfraces!

En una sencilla frase hemos descubierto varias cosas en el niño:

1 – Siempre habla entre exclamaciones.
2 – Está disfrazado. No puede ser, por tanto, su verdadero atuendo (ganado por sus méritos). El tono épico debe corresponder a otro de los personajes (en seguida descubriremos a quién).
3 – Tiene una socialización deficiente. Ese tipo de comentarios no son bienvenidos en los patios, ni en las calles. Con seguridad, estará abocado a una adolescencia en la que su habitación será su hábitat natural. Allí podrá perfeccionar el gesto de inclinar la cabeza (en actitud humillada) cuando su archienemiga descubra fallos en su comportamiento (protagonizados, como se apuntaba aquí, premonitoriamente, por el chocolate y las manchas).


La madre (que en realidad no lo es; ha sido suplantada por una bruja del averno) no puede reprimir su gesto habitual. La abuela, confinada al castigo esquinero, azuza el gesto y trata de no perder ripio en la tensa batalla que parece va a producirse. Él pide ayuda. Ella (la abuela) interviene presta.


Trata de mostrarle al niño el elixir que le permitirá romper el encantamiento y evitar un futuro solitario y adiposo: un chupito de orujo verde. Su mirada se fija en el pequeño, mientras los músculos de su cuello anuncian que, o se relaja pronto, o sufrirá un aneurisma.


La de la cola de caballo se ha desbocado definitivamente. Ya no puede resistirlo más. Deja con la palabra en la boca a la anciana que se precipitó a hablar y se arroja, como un rayo, sobre un armarito que tiene a su espalda, en columna, encima del horno y el microondas (el típico sitio para cosas de primera necesidad; las que hay que tener siempre a mano).


Allí, en ese lugar que está claramente vacío, por encima de su cabeza, sin el mínimo esfuerzo (vuelve a mostrar su poderío) saca, con la zurda, en un movimiento continuo, un envase de ¿5 Kg? de lo que ella denomina “su arma” (la otra, la que lleva pilas y se mueve mucho, la deja para su habitación, para cuando pueda estar sola y provocarse un alivio más profundo). Mientras tanto, enmarca en un simple movimiento de cejas su capacidad para resolverlo todo, al instante.


Flip.


Flap.


Ahora se han teletransportado, han hecho que la anciana planche la ropa y la deje apiladita encima de la lavadora, pero la han facturado a ver la TV y, juntos, disfrutan del problema resuelto.


Así, con casi todo resuelto, cuando la dejemos en la intimidad de su habitación, podrá afirmar, al terminar la jornada, completamente que, ahora sí que da gusto.


2 comentarios:

  1. Ahora sabemos que los niños del Brasil no fueron asesinados por el Mossad.... acabaron en alguna agencia de publicidad patria. ¿Será, además, la abuela, Baby Jean?

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    1. Me has recordado el confinamiento obsesivo y el encierro atormentado de las hermanas Hudson (Joan Crawford y Bette Davis) en esa inolvidable película. http://www.youtube.com/watch?v=t3vwExt_AnA

      La abuela es una sufridora de la perfidia de su hija, que se pasará la adolescencia buscando rastros en la habitación de Norman, hasta que éste le asesine. http://www.youtube.com/watch?v=Er1xc8cu8is

      Y todo, en un anuncio de nada.

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