viernes, 11 de enero de 2013

Anotaciones a “La conspiración contra el libro”, de Juan Cruz


Patrulla de Salvación publicó ayer, 10 de enero, un artículo titulado Mientes, Juan Cruz, y lo sabes. Picado en la curiosidad, sigo el enlace y llego al artículo que provoca la reacción patrullera, publicado el mismo día en El País (edición digital) y titulado La conspiración contra el libro. Dejo para más adelante la conclusión de la lectura del artículo, que tuve que interrumpir, y me detengo en puntualizar el escrito de Juan Cruz, a quien no tengo el gusto de conocer, por lo que, antes de meterme a fondo, decido investigar un poco sobre él.

Es sencillo, siguiendo las pistas que el propio medio facilita (aprovecho aquí para felicitar a elpais.com por su estructura sencilla, accesible y navegable. Un verdadero ejemplo para la edición digital).

Perfil:

Juan Cruz Ruiz (Tenerife, 1948) comenzó su carrera de periodista a los 13 años en el semanario Aire Libre. En 1976 fue miembro del equipo fundador del diario EL PAÍS, donde fue corresponsal en Londres. Posteriormente fue jefe de Cultura y de Opinión. Sobre esa experiencia escribió un libro, Una memoria de El País. Se estrenó como novelista en 1972 con Crónica de la Nada hecha pedazos, que obtuvo el premio Benito Pérez Armas. Después ha escrito una veintena de libros, por los que ha recibido el premio Canarias y el Comillas de Memorias. Ha sido director de La Oficina del Autor del Grupo Prisa y director editorial de Alfaguara. Actualmente es adjunto a la dirección del periódico EL PAÍS.



Un veterano periodista, que se mantiene en el periódico desde su fundación. El tipo de persona con el que parece un atrevimiento disentir. Un interesante reto.

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 “Dicen, también, que el libro es caro, y se dice tanto, y desde tantos sitios, que ya es lugar común [las negritas son mías].

“...entonces desnaturalizan la lectura misma, quitan de los presupuestos de las bibliotecas el dinero que solía haber para que estos templos laicos del saber se nutrieran de novedades o, simplemente, de los libros que harían falta para que esos edificios cumplieran con la finalidad implícita en su noble nombre[las negritas siguen siendo mías].

O lo que es lo mismo: para concluir que la reiteración en afirmar que “el libro sea caro” se haya convertido en un lugar común (entendiéndolo como una crítica implícita y un rechazo a la veracidad del aserto), emplea, él mismo, lugares comunes (entendidos como tópicos recurrentes, apoyados en percepciones subjetivas y mutables a voluntad).

Así, califica a una biblioteca como “un templo laico del saber”, en un intento de, según su estilo, “desnaturalizar” el espacio mismo, obviando el fin para el que los templos —todos los templos—, fueron creados; como lugares destinados a una actividad religiosa (la oración), espiritual (la contemplación); alejados de la concepción material en que, en ocasiones, hayan terminado transformándose (si fuera el caso). Pero, en un retruécano imposible, dota al edificio (la biblioteca) de una nobleza asociada de forma intrínseca a su nombre (Biblia), mientras niega la trascendencia de su propósito fundacional, para afianzar sus taimados intereses. En el contexto del artículo se comprende que el objetivo de adjetivar como laico no puede ser otro que el de desacralizar los templos originales.

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La confusión que achaca a otros, etéreos (por no mentados), conchabados en una siniestra confabulación, se percibe en su escrito. ¿Es el libro —de papel—, o es la lectura? ¿Es el objeto —un tipo en concreto—, o el uso que se le da? No se entiende; no queda claro.

“Dicen, por ejemplo, que le gente ya no lee” [uso].

“Hay una conspiración contra el libro” [objeto].

“Hay quienes creen que el libro desaparecerá como consecuencia del éxito de las tabletas y de los otros artículos de consumo que también contienen libros” [tipo].

“...el libro tal como se conoce más popularmente, el libro de papel [...] durará aún mucho más de lo que dicen los agoreros” [tipo].

“...la muerte del libro afectará por igual a las tabletas y a los libros de papel” [objeto].

“Al libro lo quiere matar la sociedad que asiste a su ejecución sin moverse para hacer que la gente sepa que leer es mejor que dejar de leer” [paranoia].

“Es la sorda consecuencia de la conspiración que, con artes más o menos disimuladas, están alejando a la gente de las librerías y de las bibliotecas y las están sumiendo en una idea que corre el peligro de ser el lugar más común de la cultura de nuestra época: leer al fin y al cabo no es tan sustancial para vivir..., y además es caro” [delirio].

La conclusión previa —establecida al titular el artículo—, es que existe una conspiración (no se conoce de quiénes; tampoco se aclara contra qué). La propuesta para combatirla es reaccionar alentando otra conspiración.

“Les corresponde a autores, editores, libreros, etcétera, recuperar el libro de las garras de esa artera conspiración”.

Lo sospechoso es que de la propuesta se excluye a los lectores, los que deberían ser los protagonistas de todo el asunto.

¡Qué Cruz!

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No entraré a detallar los errores de puntuación que tiene el texto, además de los que podrán comprobar en las citas entresacadas. Sólo les pido que traten de leer el párrafo que dejo a continuación. Díganme si lo han hecho sin que les falte el resuello:

“...el apoyo a las bibliotecas y el apoyo a las editoriales para abaratar el precio del libro propiciando tiradas más amplias y alentando la compra de más ejemplares de cada edición por parte de organismos públicos obligados a hacer del libro la materia central de la educación de la gente”.

Yo lo he intentado y, en franqueza, debo confesar que no he podido.

*****

“Dicen, también, que el libro es caro, y se dice tanto, y desde tantos sitios, que ya es lugar común. Claro, en la crisis, dicen, la gente está pensando en otras cosas y primero hay que comer y después pensar, o leer. No se les ocurre que pensar, leer y comer se puede hacer al mismo tiempo, y no todos esos términos de la ecuación tienen por qué darse por separado”.

Uno suponía, ya veo que ingenuamente, que el propósito de la lectura, el fin para el que se mostraba certeramente atinada, era el de propiciar el conocimiento de la verdad, como instrumento para alcanzar la libertad. Y, en caso de no alcanzarse en su plenitud, podría permitir el desarrollo de personas (sociales, activas, reales, solidarias e integradas) que pudieran disfrutar de felicidad (mal menor que a muchos colmaría). En ese entramado de personas vinculadas, por medio de experiencias reales; en el que todos se podrían mostrar capaces de alterar la percepción momentánea de la realidad, atendiendo a su compromiso y a su implicación, necesitaría la intermediación de la educación, vista como algo que iría más allá de la adquisición  de conocimientos, o el desarrollo de hábitos, pero que necesita singularmente del cumplimiento de normas sociales, como cortesía hacia los demás.

En esa utópica realidad, pensar, leer y comer, podrán —deberán— ser realizados por todos —de forma secuencial—. La realización de las tres actividades, simultáneamente, producirá el incumplimiento explícito de las normas básicas de convivencia. Y eso es algo que, sin voluntad de conspirar, podríamos embarcarnos en construir: un mundo donde la educación y la tradición fueran valores a los que nunca se querría renunciar, en el deseo de permitir un acervo común, mejor; para todos (incluso para los que no lean).

5 comentarios:

  1. Me gusto tu comentario. A lo mejor es x q el pais (periodico ) tiene perdidas y la literatura se termina como negocio como lo conocemos y este periodista se ve con problemas a medio plazo

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    1. De tener que proponer una teoría de por qué se leen, cada vez más a menudo, estas defensas tan aguerridas del libro (de papel), pero no tanto del hecho de la lectura, me arriesgo a imaginar que se trata de un sentido corporativista, puesto que los medios de comunicación tradicionales están más controlados y ellos, los que están en el cotarro, deslegitiman, de partida, lo que no está en el sistema y cualquier propuesta innovadora, que suponga una pequeña innovación (formal o conceptual), la entienden como una agresión a su condición (que ellos mismos se conceden) de intocables.

      No sé si ahora entiende mejor.

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    2. Y gracias, por supuesto, por tu comentario, Bernardo.

      Bienvenido

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  2. El Pais periodico, ya no es lo que fue. Leyendo sus otrora guia para navegantes nonnato democratas-editorales,donde se rezuma servilismo y bajapantalonismo hasta extremos insospechados; hoy digo que recordando la epoca gloriosa le entran ganas de llorar hasta al pobre "Jesus del gran poder" en gloria est...é.El periodismo desde la fundacion de esta historica cabecera,con un primer director Juan Luis ..."El Cebri" con pasado falangista(su padre director del "Arriba"), y patetico novelista(como esta la Academia para que este punto sea academico...),ademas ultimamente de un fatal gestor en su Grupo Prisa, al que a malvendido a los americanos; hasta la perla del grupo:Editorial Santillana; fundada en el franquismo para gloria y riqueza de la familia Polanco. Este planfeto al servicio de Ferraz al que tanto debe....solo conserva algunos articulistas de merito;(de la informacion,... ni hablamos)casi todos aparecen en las paginas de su publicacion Dominical. J.Cruz, Elvira Lindo; Manuel Vicent,Javier Marias, Andres Trapiello ,Maruja Torres,Almudena Grandes,Rosa Montero y alguna que otra excepcion....Por lo demas es util para como bien decia McLughan a aquel periodista novato: "No te preocupes demasiado por lo que escribas....mañana servira para envolver pescado. ¡Pobre Pais.... todos los dias apestais a pescado....y barato. Saludos Jose Alvarez

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    1. Jose, te atreves a decir (y a dejar intuir) más de lo que yo mismo proponía.

      Pero es verdad que el ombliguismo que siempre rezumó el periódico, se percibe claramente en el artículo de Cruz.

      Abrazo fuerte.

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