jueves, 30 de enero de 2014

50 años para un cambio


PREFACIO

Antes de que me despiste y olvide de qué quería hablar, estoy escuchando a Sam Cooke, explicando la (proximidad) necesidad de un cambio.


Sam Cooke: A change is gonna come


CONTEXTO HISTÓRICO

La TV todavía emitía en blanco y negro. Visto hoy, en este mundo lleno de colorines y saciado por la aceptación conformista, da la sensación de que todo era gris.

Quizá, por eso mismo, algunos se empeñaban en mostrar su descontento.

En USA, lo negro era más negro (y algo de lo blanco, más blanco). Se imponía la segregación, y la participación en guerras extranjeras que alimentaran la enorme industria bélica, extendiendo un modo de vida que, en los ‘50s, había llevado prosperidad (a algunos; a los de siempre). Un sistema que era envidiado en una parte del mundo, odiado en otra y empezaba a ser detestado en casa (al descubrirse su desigualdad intrínseca).

Una causa justa hacía que los pequeños (negros, jóvenes, desencantados; en muchos casos, todo ello al mismo tiempo) se unieran en una lucha contra los poderosos. Creían que un cambio era necesario. Les parecía que la música era una forma para transmitir un mensaje, que ellos veían como nuevo y revolucionario.

PRÓLOGO

Un joven, de flequillo rebelde, se armó con una guitarra y una armónica. Quiso mostrar que sus ideas y su autonomía le permitirían cantar en cualquier lugar, sin importar su rasgada voz y su desaliño. O mejor aún: convirtiendo ambos en una seña que marcara su identidad y su autenticidad.

Simplemente se hacía preguntas y miraba hacia otro lado, silbando que la respuesta estaba en el viento.

Bob Dylan: Blowin’ in the wind


No eran preguntas simples. Había que tener mucho valor para hacerlas.

“Cuántas veces deben volar las balas de cañón,
antes de ser prohibidas para siempre.

Cuántas muertes serán necesarias,
antes de que se dé cuenta,
que ha muerto demasiada gente”.

PRESENTACIÓN

Hoy se cumplen cincuenta años del día en que Sam Cooke se metió en un estudio de grabación. Era el 30 de enero de 1964.

Resulta complicado establecer las motivaciones para realizar algo, lo que mueve a un creador (un escritor, un pintor, un compositor) a hacer su trabajo. Esa investigación tiene siempre mucho de especulativa. En el caso presente se han aceptado algunas:

— La muerte de su hijo de año y medio en la piscina de casa.
— En mitad de una triunfal gira, en un motel de Shreveport, Louisiana, se niegan a alojarle (y a su grupo de acompañantes). Sólo una explicación: su raza.
— Escuchar a Bob Dylan.
— El asesinato de JFK en Dallas, el 22 de noviembre de 1963.

Pero no las tenía todas consigo. Su discográfica dudaba del riesgo que entrañaba que un artista negro obtuviera tanta notoriedad.

CARRERA

Sam había empezado con el grupo gospel The Soul Stirrers, grabando para el sello californiano Specialty, propiedad de Art Rupe, un tipo extravagante que, siendo blanco y residente en el este, inició un periplo (por pura diversión, como el que narraría Jack Kerouak) que le llevó a la otra costa. Allí se establecería en Los Ángeles y, en lugar de dedicarse al cine, enganchado a la música por los tugurios que frecuentó en su viaje iniciático, fundó uno de los más importantes sellos de lo que entonces se llamaba race music (música racial), consistente en rhythm & blues, gospel, blues y un seminal rock & roll (su máximo reconocimiento vino gracias a tener en plantilla a Little Richard).

Pero Rupe no se atrevió a promocionar el cambio de estilo de Sam, temeroso de la reacción de los integristas del gospel (una música de inspiración religiosa). Era una leyenda, como voz solista de uno de los grupos más aclamados en las iglesias baptistas y metodistas. Así que, tras permitirle probar con un apodo gaseoso, Dale Cook, le concedió la libertad para fichar por Keen, sello en el que cortaba el bacalao un compinche suyo, Robert ‘Bumps’ Blackwell. Junto al protagonista del día, otro hombre destaca en el catálogo: el fantástico bluesman Johnny ‘Guitar’ Watson.

Así que, en la cima de un éxito que había alcanzado desde su debut, logrando llegar al #1 en listas con su celebrado You send me, poseedor de una trayectoria artística que excede las posibilidades del presente artículo —lo esencial de ella se recoge en un recopilatorio editado en 1986 como doble LP y, años más tarde, como CD sencillo: el imprescindible The man and his music—, al cambiar de escudería e incorporarse a una de las grandes, RCA Victor (revelando una copia, en negativo, de lo que antes había ocurrido con Elvis Presley), el afán de ser contestatario se queda aparcado, en forma del bosquejo que había plasmado en su cuaderno, hasta hace hoy 50 años, cuando entró en el estudio.

Una canción que aparecería escondida en un LP, “Ain’t that god news”, pero no se publicaría como single en vida del cantante.

GRABACIÓN

El perfil definitivo de la canción queda en manos del arreglista habitual de Sam, René Hall, responsable del acompañamiento orquestal, los violines y la trompa, muy del gusto, también, de los productores: el dúo italo-americano Hugo & Luigi.

LETRA

He incluido un vídeo que incluye subtítulos. Conocedor de la errática política de Google, prefiero transcribirlos y dejarlos aquí, ligeramente adaptados, temeroso de una misteriosa desaparición.

“Nací en la orilla de un río,
en una pequeña tienda de campaña
y, al igual que ese río,
he estado corriendo desde entonces.
Ha sido un largo trecho,
pero sé que un cambio va a llegar.
Así será.

Ha sido muy duro vivirlo,
pero tengo miedo de morir.
No sé lo que habrá ahí arriba,
detrás del cielo.
Ha sido un largo camino,
pero sé que un cambio llegará.
Así va a ser.

Voy al cine, al centro de la ciudad.
Alguien me dice que deje de vagabundear.
Ha sido un largo recorrido,
pero un cambio llegará.
Seguro.

Entonces, veré a mi hermano y le diré:
‘hermano, ayúdame, por favor’.
Pero él, simplemente, me golpea,
dejándome caer de rodillas.
En algunos momentos pensaba
que yo no podría vivir mucho más,
pero ahora creo que podré sobrevivir.

Ha sido un largo viaje,
pero el cambio llegará.
Así será”.

MUERTE

El 11 de diciembre de 1964, con 33 años, Sam Cooke murió en el Hacienda Motel, en el 9137 de South Figueroa Street, en Los Ángeles, California. Un altercado con una chica que había llevado a su habitación, fue resuelto taxativamente por Bertha Franklin, la gerente, que, tras un forcejeo, le disparó en el pecho. Sam, en su último aliento, exclamó antes de fallecer: “Lady, you shot me”.

Más allá de las conjeturas que afirmaban que se trataba de un complot (una conspiración, en terminología actual), lo cierto es que a un cantante exitoso, apuesto, de gira, agotado por los excesos, le rondan multitud de groupies. Parece plausible que, en aquellos años, una chica quisiera jugar al juego de “sí, pero no”. Y que un excitado triunfador no fuera la persona con la que resultase más sencillo pactar un repliegue.

En un motel aislado, en una oscura noche, un tipo negro, airado, semidesnudo, probablemente ebrio, debe ser alguien con una capacidad para atemorizar que, yo mismo, puedo imaginar.

En todo caso, su muerte (más allá de las elucubraciones que se fantaseen), supuso un mazazo para la comunidad negra. A los demás, aunque fuésemos recién nacidos, se nos hurtó la posibilidad de disfrutar de un genio, en plenitud de facultades, justo cuando empezaba a madurar y a ofrecer rasgos de una obra que, con todo, es imperecedera.

PUBLICACIÓN

“La pela es la pela”.

La reacción ante la muerte de Sam barrió todas las dudas acerca del compromiso político. El que se elevó a los altares de la gloria terrenal, tuvo un epitafio en la publicación de la canción, como single, sólo 11 días después de su deceso.

Fue un éxito (relativo) de ventas. Su verdadera valoración llegaría con los años, cuando se le fueron descubriendo matices, en una canción que no envejece, porque expresa un deseo de libertad eterno.

La revista Rolling Stone, en su famoso listado de las 500 mejores canciones de todos los tiempos, la escogió en un destacado número 12.

LEGADO

El que había dejado de cantar a Dios, para dedicarse a cantar a las mujeres, decidió mutar sus intereses e implicarse más en la defensa de sus semejantes. Pasaba a la acción (política y social).

La canción quedó como un himno para el Movimiento de Derechos Civiles.

ABKCO, editora propietaria de los derechos de la canción, planteó muchas dificultades para la inclusión de la misma en películas. A pesar de que ocupaba un lugar destacado en Malcolm X, dirigida por Spike Lee en 1992, no pudo ser incluida en la banda sonora original.

James Taylor interpretó la canción en un episodio de The West Wing, al que daba título.

Y, mucha más gente se atrevió con ella. Es uno de los mejores ejemplos que conozco de la veracidad de la afirmación: “not the singer, but the song”.

50 VERSIONES


DOCUMENTACIÓN

The Sam Cooke Story. Un documental en dos partes. (Parte I / Parte II)

CONCLUSIONES

Han pasado cincuenta años. Ya no somos ingenuos. Ya no somos como éramos entonces.

Eso ha supuesto un cambio. Pero no es el que nadie esperaba.

Quizá deban pasar 50 (o 500) años más para conseguirlo.

FUENTES CONSULTADAS


P.D.

A estas alturas, el brebaje que James Cagney ayudó a llevar al otro lado del muro, superando dificultades mientras negociaba al ritmo de las walkirias, ha decidido batirse en retirada.
No por sus problemas económicos. Es una decisión estratégica. Para poder mantener abierto el Instituto Coca-Cola de la Felicidad.

Asumo que el tío Sam, el que señalaba con el dedo, sólo quería vender Coke.
A cualquier precio.

La otra O...

Mejor no dejo escrito lo que simboliza esa otra O.

EPÍLOGO

(...continuará)

Añadido el 22/02/2014:



Añadido el 29/03/2014:


Pese a que la versión de Bob Dylan ya estaba en la lista de las 50 elegidas (como una forma de cerrar un círculo), mi amigo Joserra Rodrigo compartió una versión, de mejor calidad, con una emocionante introducción, que adjunto.

La lista sigue abierta...



8 comentarios:

  1. Maravillosa entrada! Esta canción es de las 100 mejores del siglo XX y le has hecho el homenaje que merece. Un abrazo!

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    1. Muchas gracias.

      La canción (y el gran Sam), merecían el esfuerzo.

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  2. Impresionante entrada, si señor. Un homenaje en toda regla a una de las más grandes canciones del siglo XX, como bien dice el gran Joserra.
    saludos

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    1. Muchas gracias, Frankie, por pasar y dejar el comentario.
      Bienvenido a tu casa.

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  3. Canela fina, y todavía la has hecho más grande con esta entrada. Abrazo.

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    1. Una de las razones por las que me apetecía, tanto, ver la película de los Coen era porque ya estaba trabajando en el artículo. Al final, no lo mencioné porque, pese a la influencia ineludible que Sam había recibido de Bob, los circuitos en los que operaban eran completamente diferentes y la película se fija especialmente en una parte.

      Estoy convencido que si se dedican a plasmar el circuito que pisaban los grandes del soul, el resultado sería tremebundo.

      Sólo con ver "Granujas a todo ritmo", uno puede hacerse una idea.

      Un abrazo.

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  4. No se como en su día se me paso esta fantastica entrada. debía estar pensando en sabe Dios que. Tengo un amigo que incluye en su podium de sus tres cantantes favoritos de todos los tiempos a Marvin Gaye, SAM COOKE y Clyde Mcphater es muy pro negroide pero estoy totalmente de acuerdo. Oir a Sam es oir a Dios. Gracias por mostrar la voz de Dios en forma de un tema inmortal

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    1. Un podio se queda pequeño. Yo prefiero nombrar un repoker; están en él James Brown, Sam Cooke, Aretha Franklin, Marvin Gaye y Otis Redding, ordenados alfabéticamente por su apellido.

      Gracias Bernardo. Un abrazo

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