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martes, 3 de noviembre de 2015

La decisión sexual de la votante solitaria

Si fuera una mujer llamada España sentada en un bar y dispuesta a ser cortejada, podría tener varios pretendientes:


Uno seria mi ex. Nunca me gustó del todo pero creí que era el compañero mediocre y capaz con el que salir adelante. Trajo comida a casa, no lo voy a negar, pero no me llevó a bailar y me pisó cuando lo intentó en el salón. Ahora le veo como conocido y agotado, con amor y con distancia. He hecho tantos chistes sobre su pene que no soy capaz de diferenciar la verdad de la realidad que tuvimos en las pocas noches de idilio que nos permitió la vida y que nos llevó a tener un piso hipotecado que no es un castillo ni un loft. Se parece más a la antigua casa de la abuela y es mucho, muchísimo más cara. Cada mes que llega la hipoteca pienso que el calzonazos ese podía haber negociado mejor, cada vez que aparece a la hora de la cena me da un asco que flipas y me pregunto cómo pasó de ser un faro a ser el abuelo de Heidi y ahora un mendigo de amor pidiendo, cual recién abandonado, una nueva oportunidad de ser felices.





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Otro es un tipo joven y elegante con una sonrisa embriagadora. Tiene una conversación fluida y estoy segura que se depila los huevos. Le pregunto si acaso es bueno en la cama y me dice que será lo mejor que pueda, que lo hará como le sea posible pero que más adelante, cuando pasen los años y miremos a nuestros hijos a los ojos, estaré orgullosa. “Al fin y al cabo” —me dice— “una relación tiene que tener un objetivo y habrá que trabajar por ello”.  Y sí, eso está bien.  Aburridamente bien.  Conceptualmente correcto y hasta factible. Está bien controlar el misionero y no hacer ruido para que no se despierten los niños. Pero, joder, de vez en cuando también quiero que me follen y que me empotren entre el ruido ensordecedor de nuestros gemidos sin que sea una promesa que no llega nunca después de prepararme y esforzarme y sacrificarme por un bien superior que me ponen en la estantería de “lejano”.





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En otro lugar está el amor platónico de la universidad. Se ha convertido en un anuncio de supermercado como si quisiera ser el galán de las películas somnolientas de los sábados por la tarde. Tintinea con destellos cuando sonríe. Fue el capitán del equipo de fútbol y estoy segura que le siguen quedando bien las medias de deporte. Me dice lo que quiero oír: me dice que estoy guapa, me dice que estoy delgada. Me dice que “no tengo que poner en duda que tendré con él el mejor sexo de mi vida porque ha aprendido de los errores de universidad y ahora es el momento de disfrutar todo lo aprendido”. Me dice que tengo derecho a disfrutar del sexo con él, que es la mejor opción en la cama, que me la puede meter de tres y que la va a meter de tres.  Sin embargo tengo la percepción de que quiere disfrutar él solo y eso nunca es divertido. Nunca es apasionante encontrarse con un tipo guapo y ufano en el otro lado de la cama esperando a que le digas lo viril que es, como si necesitase una aprobación continua, como si le tuvieras que dar un azucarillo después de correrse.


Imposible



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Se me ha acercado un tipo algo desaliñado. Me ha prometido sexo infinito, veganismo y reiki. Me ha asegurado la temperatura correcta en el jacuzzi de nuestra pasión, rodeados de productos ecológicos que fotografiaremos para subirlos a su cuenta de twitter. Me ha intentado convencer de que no debo preocuparme por nada y que él mismo, magnífico en su propia magnificencia, hará de su lengua la varita mágica en la que nos subiremos para no bajar jamás. Es más, me afirma que tiene amor para mí, para la vecina, para una que pasa por ahí, tres turistas, dos refugiadas y cualquiera que lo necesite porque cogerá el amor de los que tienen mucho para repartirlo gratis. Todo será luz tras este bar de oscuridad, tras estos años en los que no tuvimos la suerte de conocer su senda ni su prolífico amor  y, sin embargo, creo que quiere follarme en el callejón de atrás para contar a sus amigos lo bien que lo hizo. Comer una, contar veinte. Ser un trilero del parchís que se olvida que el efecto Coolidge no es infinito y el amor, tampoco. La promesas de amor eterno siempre son mentira hasta en el convencimiento inexperto de los adolescentes que no han salido de casa ni para comprar el pan y no ha sabido gestionar una sola erección en compañía.


Amnesia



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Así que, aunque me carcomo por dentro después de apurar el gin tonic que es la bebida de las separadas porque es amarga, debo de elegir entre esos cuatro y mis genitales se empequeñecen cuando todos, absolutamente todos, en vez de decirme lo que me harán bien, se empeñan en decirme lo mal que lo harán los demás.

Como un reality contemporáneo y miserable no puedo quedarme con lo bueno de cada uno. Me encantaría poderles mezclar en una coctelera, bebérmelos y orinarlos.

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SOLUCIÓN (Como en los pasatiempos): Rajoy, Rivera, Sánchez e Iglesias.
SOLUCIONES ALTERNATIVAS: Garzón, Urkullu, Mas, el tuerto, el barbudo, tu primo.
SOLUCIÓN INVÁLIDA: irse a casa virgen.


domingo, 4 de octubre de 2015

Fragmentar

Coincidiendo con el inicio del curso, hace ahora tres años, mi hijo mediano pisó un balón, se lesionó, rompiéndose el quinto metatarsiano del pie izquierdo.
Requirió inmovilización y uso de muletas.

Una semana después su hermano mayor se cayó mientras jugaba y se rompió el quinto metacarpiano de la mano izquierda.


Tuvo que llevar el brazo en cabestrillo.

La coincidencia quiso que le atendiera el mismo traumatólogo en el servicio de urgencias. Dado su parecido, potenciado por vestir ambos uniforme escolar, provocó los recelos del galeno. Tras confirmar que no era el mismo niño, estuve a punto de recibir una denuncia por posibles malos tratos.

La cosa no fue más allá de la incomodidad propia de un accidente que debería ser ordinario pero que, con el exceso de precaución paterna y el sedentarismo infantil actual, propició que se les pasara a conocer como los hermanos Yeso.

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Leo en El País de hoy, un artículo que hipotetiza sobre la pugna entre Pablo Iglesias y Alberto Garzón para establecer las condiciones de un pacto electoral.

La política que cambia sigue siendo la política que pugna para pactar.
Centrada en el liderazgo y en las condiciones previas, porque nadie tiene interés en plantear qué sucederá mañana.

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En 1933 se funda Falange Española. Se fusiona con las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista para formar Falange Española de las JONS, que, en tiempos de Franco se convertiría en partido único. Su denominación refleja el ánimo de abarcar todo el espectro permisible, bajo un paraguas impermeable:

Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista

Con viento resultan de escasa utilidad

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La sociedad civil se afianza en su pluralidad:

— De intereses (cada uno atendemos a distintos focos).
— De formas de interpretar la realidad.
— De soluciones válidas alternativas.

No hay soluciones únicas.
Pretender imponer las nuestras a los demás, sin permitir un resquicio para escuchar argumentos diferentes, conduce a un totalitarismo asfixiante y gris.


La riqueza está en la diversidad.

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Ante las elecciones de diciembre el panorama se plantea revuelto.
En el artículo se incluía una (necesaria, pero incompleta) Guía de la fragmentación de la izquierda.

La izquierda (común) carece de sentido

Incompleta, porque es una mera relación de siglas. No se incluyen las ideas que defiende cada uno de los contendientes ni, ya puestos, cuál sería su ubicación en el espectro, más allá de situarse a la izquierda del PSOE.

A base de tanto presupuesto, se ha llegado a aceptar que el territorio de las ideas (políticas) carece de coordenadas.

Nadie como Ynestrillas certifica su capacidad mutante.


(Reducir a fragmentos)

Todo lo volitivo es voluble, porque la voluntad es maleable y endeble.

Se entiende así que la política esté repleta de disidentes.




miércoles, 25 de febrero de 2015

Candy Crush Capo

Ayer era el día en que se iniciaba el debate del Estado de la nación, esa función en dos (tres) actos en la que los miembros del Congreso de los Diputados se vuelven sobre sí mismos, más si cabe, enclaustrándose en su intento de tomar el pulso a los asuntos que les preocupan y hablar sobre ellos.

Quizá sea el selfie colectivo más deprimente que puede generar la política.


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Las circunstancias señalaban que éste sería un debate diferente; se esperaba ver a Pdro Snchz y Alberto Garzón (en sus primeras intervenciones en situación similar) y escuchar a Pablo Iglesias y Albert Rivera (como alternativas emergentes, pero sin voz propia por su falta de representación electa) ante un Rajoy, veterano en estas lides (como presidente del Gobierno y, con anterioridad, como parte de la oposición).

Pero, en una muestra de la situación nacional, la verdadera protagonista del evento fue Celia Villalobos.

Durante un momento, tuvo que asumir temporalmente las funciones de presidencia de la cámara. Quizá Jesús Posada anduviera con cistitis, o quizá no recordara que los precios de los gin-tonics habían subido, asuntillos perdonables a sus casi 70 años.

Por el contrario, la actitud de la malagueña fue imperdonable.

En ese instante en que debió colocarse por encima de su presidente, se puso a jugar al Candy Crush.
Y fue pillada.
Por Antonio Maestre, de La Marea.



Me resulta tan indignante, que me quedo sin argumentos para analizar este momento dantesco y dejo que sea Dani Mateo (colaborador de El Intermedio) quien desgrane los detalles.



Dedicarse a jugar (por lo que parece, sin demasiada pericia, usando el dedo en modo buitre) no le impedía cumplir con su obligación; resulta entendible que mientras su superior orgánico habla de cosas a las que ella debe asentir, pueda relajarse un instante. Pero, cuando fue necesario, al subir Joan Coscubiela al estrado de oradores, mostró un nivel adecuado de concentración, atenta a los descalificativos que el interfecto pudiera emplear, agudizando sus orejas de lobo. Su rápida intervención evitó que Coscubiela pasara de denominar a Rajoy como capo (lo que hizo), a demonizarlo y proponer que fuera capado (quedó en conato).

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Las reacciones no se hicieron esperar. La noticia corrió pronto y, olvidando las propuestas políticas (si es que las hubo) se desató una fuerte indignación hacia el hecho de que Villalobos se pusiera a jugar al Candy, un engendro que todos sabemos que es maligno, como bien nos recuerdan Glove and Boots.



Jo.
Ya he enumerado todos los tópicos del día.
Me siento completamente infeliz.
Porque he vuelto a comprobar que no me gustan los tópicos.

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¿Debo criticar a Celia por jugar al Candy, cuando todo el mundo lo hace?
Esté donde esté, hay gente jugando al Candy (o a sus sustitutos).
¿No se supone que criticamos a los políticos, y les consideramos como parte de una casta, porque se encuentran alejados del pueblo, encerrados en un mundo de cristal que no es en el que vivimos los demás?

Pues mostrar una debilidad humana (ampliamente extendida), tampoco debería ser para tanto.

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Efecto boomerang: Antonio Maestre es periodista.
¿No debería formar parte de sus obligaciones conocer el protocolo para grabar un vídeo con el móvil?

No hay problema. Glove and Boots se lo recuerdan.



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A todo esto, por pura curiosidad malsana, ¿de qué cojones se habló en el Congreso?


Esa incierta edad [el libro]

A veces tengo la sensación de que llevo toda la vida escribiendo este libro. Por fin está terminado. Edita Libros Indie . Con ilustracio...