Y
me estremece ver a su cantante solista, Paul
Janeway, alopécico, fondón, tal que un desquiciado Joker, que ha perdido su capacidad de baile y tiene que traer una
invitada.
Espero
que no vaya en serio eso de que es su último
baile.
*****
Piérdete
En
una canción que no te dé ganas de llorar
Dios
sabe que lo necesitamos ahora
Así
que siéntelo bien
Completamente
sólo
Buscando
algo que haga sonreír a mi amor
Con
un apocalíptico ritmo de baile
Vamos
a hacerlo
No
me importa si la gente me mira y piensa que soy extravagante
Recuerdo
cuando lo conocí. Era su debut y fue una verdadera sorpresa. Su voz y su
capacidad para bailar llamaban la atención. Pensé que era un doble de Eric Stonestreet (el Cameron Tucker de “Modern Love”).
Reunió méritos bastantes para ser considerada The Queen of Disco.
Creó escuela.
La combinación con Giorgio
Moroder, productor italiano, fue demoledora, pese a que todo surgió de modo
casual. Y todo vino porque LaDonna Adrian Gaines (así se llamaba antes de
adoptar nombre artístico) no fue elegida para un papel en el musical “Hair” (se lo asignaron a Melba Moore). Cuando el musical fue un
éxito e inició su gira europea, Summer sustituyó a Moore. Y se quedó en
Alemania y conoció a Moroder que le produjo “Love
to Love You Baby”, en la que Summer jadeaba y gemía; mentes calenturientas
llegaron a contabilizar 23 orgasmos, una cantidad asombrosa incluso para la
versión extendida de 16 minutos y 49 segundos.
Otros éxitos mayúsculos fueron “I
Feel Love” (1977) y “Last Dance”
(incluida en “Thank God It's Friday”,
la película que siguió la estela de “Saturday
Night Fever” para entronizar el fenómeno de la música Disco).
*****
Y entonces llegó Bad Girls, el doble LP que, desde la portada,
prometía experiencias excitantes.
Su tema estrella fue nuestra selección de hoy; un acercamiento al
Rock merecedora del Grammy a la Mejor Interpretación Vocal Femenina, en la
primera edición de los galardones.
*****
Cariño, busco algo caliente
Esta noche necesito algo caliente
Tengo que tener algo caliente
Quiero tener un poco de amor esta noche
Necesito cosas calientes
Busco un amante que me necesite
No quiero pasar otra noche sola
Quiero compartir mi amor con un amante de sangre caliente
En
la presente edición seguimos la pista de la novela de Henry James: “Las
bostonianas”. Publicada en 1886 plantea un inusual (para la época)
triángulo: Basil Ransom (un
conservador sureño), su prima Olive
Chancellor (activista por la causa feminista en Boston) y Verena Tarrant (de origen humilde,
protegida de Olive, agraciada en
belleza, elocuencia y pasión).
En
1984 James Ivory dirigió una
adaptación cinematográfica, con Christopher
Reeve (Basil), Vanessa Redgrave (Olive) y Madeleine Potter
(Verena), en la que se acentuaba la
atracción lésbica entre las dos mujeres, muy velada en la novela. El trabajo de
Redgrave mereció la nominación para el Oscar a la mejor actriz, pero no sería
la afortunada galardonada.
Así
que en esta edición de Noche tras noche,
queríamos disfrutar de canciones interpretadas por mujeres nacidas en Boston.
Hoy,
víspera de la Nochevieja que cierra una década y abre los años ‘20s, vamos a
seguir la pista a una pareja genial, Bernard
Edwards & Nile Rodgers, en
su periplo en la Nochevieja ’77.
En
las distintas etapas de su forzado itinerario escucharon la música que
triunfaba ese año, afrontando los embates que la vida presenta.
Marvin Gaye lo había hecho todo: batería en sesiones de grabación para el sello Motown, crooner, ídolo de jovencitas, polo masculino en duetos mixtos,
cantante de éxito y compositor concienciado.
Tras
el triunfo de sus memorables discos de 1971, “What’s going on” y 1973, “Let’s
get it on”, su vida se encuentra en una encrucijada. Es demandado por
miembros de su banda, se inicia el proceso de divorcio con su primera esposa, Anna Gordy (hermana de Berry, fundador del sello) y,
literalmente, su vida y obra se someten a juicio.
Está
a punto de ingresar en prisión, por impagos en los gastos de manutención de su
hijo. Su promotor organiza una gira por Europa, donde no había estado desde
1964. Una de sus actuaciones, el 3 de octubre de 1976, sirve como base para su álbum
doble “Live at the London Palladium”,
en el que se incluye “Got to give it up”,
la canción de la discordia, un largo tema de casi 12 minutos que, editado en single, es uno de los petardos del año
1977. Reemplazó en el #1 en listas USA a “Dreams”
(Fleetwood Mac) y sería sustituido
por “Gonna fly now” (Bill Conti, tema principal de “Rocky”).
Fue,
en todo caso, un ejemplo de la dificultad que en aquellos años tenían los
artistas para encaminar sus trayectorias. Marvin Gaye no quería hacer música disco, como se le insistía desde su
sello discográfico. Al final, dejó un mensaje en el título de su canción, algo
así como “Tengo que renunciar”.
Como
Aretha Franklin, o Diana Ross, o muchos otros artistas soul se mostraba reacio a dejarse absorber
por el torbellino de la música disco,
pero era un fenómeno imparable. “Thank
God it’s Friday” o “Saturday
night fever” están a punto de convertirse en mainstream. Donna Summer o Bee
Gees reventarán las pistas y dejarán un nuevo espacio a los músicos negros
que se quieran adaptar (todos).
Una
precursora, Diana fue de las primeras en claudicar. En 1975 grabó “Love hangover”, la canción que el
productor, Hal Davis, había pensado
que podía cantar Marvin. Ella luego mejoraría con “Upside down”.
Al
animarse Gaye, se inspira en Johnnie
Taylor (“Disco Lady”) y, de
hecho, su canción se titulaba inicialmente “Dancing
Lady”. En la grabación final se incluyen determinados efectos, como una
conversación en la que se le oye decir: “Say
Don! Hey man, I
didn´t know you was in here!”. Se trataba de Don
Cornelius, el anfitrión del enorme “Soul
Train”, donde improvisaría una nueva versión de la canción.
La
canción influye a muchos otros artistas negros que iniciaban el mismo tránsito
(del soul al disco). The
Jacksons son deudores en “Shake
your body (Down to the ground)” (escrita por Michael y Randy). Michael en solitario, con producción de Quincy Jones, alcanzaría su primer éxito
indiscutible con “Don’t stop ‘til you get
enough”.
En
fin, que con todo en contra (divorcio, sentencias judiciales, cambio de gustos
musicales), Marvin agacha la cabeza, un poco más todavía. Graba ese disco en
directo. Al año siguiente, 1978, cumpliendo una nueva sentencia, debe entregar
a su exesposa los royalties de su
siguiente trabajo. Gaye, todo estilo, firma un disco impecable y lo titula “Here, my dear” (“Aquí está, cariño). Llena el disco con referencias personales.
Unos
años más tarde, en un confuso incidente con su padre, éste coge su pistola y lo
mata de un tiro.
Pero
ésa es otra historia…
*****
La
nuestra, la que ahora nos ocupa, es trazar la línea (admitiendo que pueda no ser
tan borrosa), que lleva desde Marvin Gaye a Pharrell Williams y Robin Thicke.
Cada
proyecto que uno emprende en la vida lleva asociado el difícil momento inicial.
Ese punto en el que, superadas las dudas y recelos, decides lanzarte y decir “sí, vale. Lo haré”. [1]
Adquirir
un compromiso. [2]
Más
tarde, cuando el tiempo haya dictado sentencia, permitiendo comprobar la
fortaleza de la apuesta, todos serán capaces de contar su historia, a su manera.
Si funcionó, los espectadores afirmarán que nunca habían dudado de la
viabilidad del proyecto, que ellos ya sabían que todo iba a ir bien. Al tiempo,
los protagonistas se acuerdan de las dificultades iniciales; esas trabas que se
encuentran (y nunca se imaginan), que salpican todo proyecto y que ponen a
prueba la determinación de quienes lo acometen. [3]
Si
el proyecto no prosperó, los espectadores, agoreros de pacotilla, afirmarán
conocer los motivos por los que aquello no llegó a buen término, obviando los
esfuerzos que se hicieron para que todo encajara (y, pese a ello, no ser capaces
de conseguirlo). [4]
Los
inicios siempre son duros. Aspiras alcanzar algo, pero no sabes del todo cómo y
debes esforzarte mucho en conseguirlo. [5]
Luego,
los espectadores (que se quedan cómodamente sentados, a la expectativa, sin
empezar nada) juzgan, a toro pasado, para decir qué funcionó y qué no, y
sentenciar, sin que nadie se lo haya pedido, que ellos ya sabían lo que iba a
pasar (y, por no arriesgar nunca, llevan una vida cómoda, rutinaria, llena de
monotonía). [6]
*****
Mis
amigos Leo y Pedro se han empeñado en empezar de nuevo. [7] Quieren
que la que fue una pieza esencial del comercio ovetense, Santa Teresa, tenga continuidad, superando el cierre temporal y,
además de trasladarse, han querido transformar su establecimiento, adquiriendo
la forma mixta de Librería [8] – Café [9], proponiendo un
lugar tranquilo, que anime a la lectura y el encuentro; una pausa en este mundo
frenético que no deja de cambiar, para terminar siendo lo mismo.
Les
animo a que tengan éxito. [10] La ciudad en la que vivo requiere de
espacios de esas características. Yo lo frecuentaré.
Mucha
suerte. Sé que trabajarán duro para conseguirlo. [11]
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Se
incluye una banda sonora, por más que, en ocasiones, la música pueda resultar
incompatible con la lectura (o la conversación), asentada en la creencia de que,
si encaja, puede resultar algo maravilloso. [12]