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lunes, 6 de octubre de 2014

sábado, 14 de julio de 2012

Limousine


    Hola, ¿me acercas?
    ¡Sube!

"Limo" Foto: superfem

    ¿Arrancas o hago un paseo interior?

viernes, 13 de julio de 2012

La relojería: Propuesta de solución


Es una propuesta, porque supongo que habrá quien no la comparta.

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Recuerdo el planteamiento inicial: Una persona (a quien, visto el desarrollo de los acontecimientos, negamos la etiqueta de cliente y catalogamos como potencial comprador), entra en una relojería y pretende pagar un reloj (cuyo precio es 300 €) con un billete de 500 €. Después de diversas peripecias se comprueba que el billete era falso y —dado que se le había atendido, se había conseguido cambio en la farmacia próxima y se le había dado la vuelta—, se preguntaba cuánto dinero había perdido el comercio.

"Claramente falso" Foto: dontmindme

Incluyo aquí el enunciado completo:

Un hombre entra en una relojería a comprar un reloj de 300 €. Le paga al dependiente con un billete de 500 €. Como es muy temprano, el dependiente de la relojería no tiene cambio. Coge el billete y va a la farmacia que está al lado para que le cambien el billete de 500 € por billetes de 50 €.

Vuelve y le da el cambio al cliente.

Más tarde, el dueño de la farmacia le dice al de la relojería: "Este billete de 500 € es falso"; el dependiente se disculpa, toma el billete falsificado y le da cinco billetes de 100 €.

Ahora bien, sin tener en cuenta el costo del reloj, ¿cuánto dinero perdió la relojería?
 
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El protocolo de actuación de la relojería no estaba establecido, o el dependiente no lo conocía, o —a pesar de conocerlo— decidió no aplicarlo y aceptó el billete, sin comprobar si se trataba de uno de curso legal.

El dependiente debió dormir mal la noche anterior (o no se había despertado completamente antes de ponerse a desempeñar sus funciones). Muestra una iniciativa que excede la responsabilidad que tiene asumida —más todavía cuando conoce que no tiene cambio para dar una vuelta tan elevada—. No es tarea de un establecimiento comercial (una relojería en este caso), facilitar cambio. El dependiente debería haber indicado al potencial comprador la entidad bancaria más próxima en la que pudieran atenderle —reservando para los bancos las tareas que deberían ser habituales para ellos, en lugar de aquellas a las que se (nos) están acostumbrando—.

En cualquier caso, a pesar del carácter sospechoso del comprador (al personarse a primera hora tratando de realizar un pago utilizando un billete de tan elevado importe), la situación debería haber extremado el (re)celo y la alarma en el proceder del empleado. Una medida de precaución adecuada es avisar a la policía, para que despejen dudas en una situación delicada, apelando a su condición de autoridad. Visto el enunciado del problema, se asume que hay más de un empleado en la tienda (en caso contrario, abandonar el establecimiento para ir a buscar cambio, supone una imprudencia temeraria que aconseja el cese fulminante del dependiente). La presencia de varias personas, permite activar —asegurando la discreción— el procedimiento de alarma que se tenga previsto.

No parece, en ningún caso, aconsejable abandonar el establecimiento con el billete del comprador. Lo recomendable es que permanezca siempre en sus manos, para que no pueda, más tarde, exculparse (y tratar de incriminar a otros), asegurando que se le ha dado el “cambiazo” —como sin duda terminaría calificando el suceso—.

En definitiva, el dependiente debería haber rehusado aceptar un billete de importe tan elevado. Además, se muestra descuidado en su proceder y carece de la habilidad para, siguiendo una actuación precavida, no transmitir al comprador que se está sospechando de su comportamiento “anormal”.

Nadie dijo que trabajar en comercio fuera sencillo.

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El problema, visto ahora, no era sólo matemático. Era, principalmente, un problema de atención al cliente. Cómo actuar en una situación inhabitual o infrecuente. Se supone que las tareas repetidas son más fáciles de resolver, porque se trabaja para interiorizar, por medio de la repetición, los hábitos asociados al comportamiento requerido. Es más complicado resolver situaciones infrecuentas. Cuando se han previsto, debe aplicarse el protocolo de actuación que se haya diseñado al efecto. En caso de situación no prevista, no se ha planificado la respuesta, por lo que se debe improvisar.

Dos comentarios:

1 — Las prisas no son buenas consejeras. No parece que una relojería sea un sitio adecuado para atender a clientes dominados por la urgencia. El dependiente debería haber sido más sosegado a la hora de decidir qué hacer.

2 — Las situaciones se presentan sin avisar. No hay ninguna señal que anticipe qué va a suceder. Los timos, robos al descuido, cambiazos se basan en este simple principio.

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Y llegando a lo matemático. El principal motivo de confusión viene derivado por el valor que se asigna al billete.

Las cosas son así de claras (sin entrar en disquisiciones más profundas que exceden el propósito del presente artículo):

    Un billete de curso legal de 5 € vale 5 €
    Un billete de curso legal de 10 € vale 10 €
    Un billete de curso legal de 50 € vale 50 €
    Un billete de curso legal de 100 € vale 100 €
    Un billete de curso legal de 500 € vale 500 €

    Un billete falso de 5 € vale 0 €
    Un billete falso de 10 € vale 0 €
    Un billete falso de 50 € vale 0 €
    Un billete falso de 100 € vale 0 €
    Un billete falso de 500 € vale 0 €

El relojero y el farmacéutico saldan sus deudas (quedan como estaban). Primero se cambian 0 € por 500 € y, más tarde, al hacer el camino de vuelta, se vuelven a cambiar 500 € por 0 €. Ya puestos, su relación de confianza mutua se verá fortalecida. Son muchos años de vecindad y, primero, el farmacéutico le facilita el cambio (a pesar de que es una faena hacerlo nada más empezar la jornada) y, más tarde, el relojero se disculpa y, rápidamente, acepta el billete falso, sin cuestionarlo. Eso es lo que tiene el comercio local y las relaciones de proximidad.

Así que el problema está, es evidente, en el intercambio que se produce entre el timador (ahora empleamos el calificativo que se merece) y la relojería.

    Timador = 0 €
    Relojería = Reloj más vuelta (200 €)

En el planteamiento inicial, se avisaba de que no se debería tener en cuenta el coste del reloj, por lo que el resultado de la pérdida (en dinero) es de 200 €.

Para quien ponga en duda si se debe tener en cuenta (o no) la valoración económica del reloj, se dirá que sí. Es evidente que el propietario de la relojería podrá pedir una indemnización a su compañía de seguros por el valor del reloj. Lo tendrá complicado, porque la compañía de seguros alegará (con toda razón) que hubo un comportamiento imprudente del dependiente y (una vez más) conseguirá evitar tener que indemnizar a su cliente.

El dueño de la relojería podrá imputar en su contabilidad una pérdida en concepto de mermas. Es un asunto especialmente complejo y no hay garantías de que la Agencia Tributaria (tal y como están las cosas) comparta los argumentos del titular del establecimiento. Supongamos que sí. En todo caso, la imputación de la pérdida se realizará por el coste del objeto (el precio de compra). No se dispone de esa información y, por eso, se pedía que no se tuviera en cuenta. Lo único que se sabía era el PVP del reloj (300 €) que, ni la Agencia Tributaria, ni ninguna compañía de seguros ni, nadie con criterio, puede aceptar como importe de la pérdida del relojero.

La solución matemática: 200 €.

Corresponde a la vuelta de la compra realizada. Por eso no se intenta pasar billetes falsos comprando productos caros. Al margen de otras consideraciones (que más tarde veremos), la principal es que un producto caro acarrea poca vuelta.

No estamos hablando de robo de productos caros; ése es un problema distinto. Hablamos de pasar dinero falso. El propósito de quien actúa así, es conseguir la mayor vuelta posible. Colar un billete de 50 €, comprando un artículo de 45 €, es de idiotas. Lo que quiere, el que trata de colar dinero falso, es:

1 — Rapidez.
2 — Pasar desapercibido.
3 — Enmascararse entre un flujo continuo de operaciones.
4 — Utilizar billetes de uso extendido e importe mediano.
5 — Permanecer el menor tiempo posible en la tienda.

Así, el perfil normal de actuación es emplear un billete de 20 € (los de 50 € son, en determinados sitios, demasiado llamativos) para comprar algo de menos de 2 €, en un sitio en que se produzcan aglomeraciones en momentos puntuales, en los que se trate de despachar con rapidez a los clientes y que no esté lleno de cámaras de vigilancia.

Eso suena a estancos, quioscos, tiendas de chucherías, chinos y, sobre todo, panaderías.

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Pero el problema matemático es el menor de todos los que se plantean. Ya se afirmó que los problemas no vienen con señales luminosas avisando de que algo va a suceder. A mi juicio, esta situación encierra una pregunta que el dueño de la relojería debe resolver (aunque nadie se la haya planteado): ¿qué ha pasado?

¿Fue una falta de previsión? (No había un procedimiento establecido para actuar en caso similar; la consecuencia inmediata es que debe establecerse un plan de acción para situaciones análogas que se puedan producir en el futuro).

¿Fue un incumplimiento? (El dependiente actuó en contra de los criterios que se hubiesen establecido; se debería tomar una medida disciplinaria que acotara las consecuencias futuras del incumplimiento).

Hay quien piensa que los ejercicios que planteo encierran una trampa. Es posible. Quizá piensen que constituyen un sinsentido, una pérdida de tiempo. Es probable. Pero, lo que para algunos es una trampa, para otros conlleva una situación de aprendizaje.

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No sé si la solución gustará a todos. He decidido presentarla hoy, por ser viernes 13. He dado suficientes argumentos (quizás demasiados) que justifican la explicación propuesta, pero, recordando un viejo chiste clásico:

    Si metemos a un político en un barril lleno de ácido sulfúrico, eso es una disolución.
    Si los metemos a todos, eso es una solución.


Y, ni siquiera esta solución, gustará a todos.

lunes, 9 de julio de 2012

sábado, 7 de julio de 2012

Pago en efectivo


Trataré de aclarar conceptos. No es lo mismo la forma de pago que los medios de pago. La forma de pago puede ser al contado, o aplazada. Al aplazarse, puede también fraccionarse. Así explicada, se entiende que la forma de pago afecta al momento en que se salda la deuda.

Por otro lado, el medio de pago se refiere al tipo de instrumento que se utiliza para el desembolso de la cantidad a pagar. Puede utilizarse dinero (en cuyo caso se habla de pago en efectivo), pero también se pueden emplear otros medios de pago como tarjeta (de crédito o débito), transferencia, cheque, pagaré, letras y otras.

Así que, el pago en efectivo (no siempre en metálico, pueden usarse billetes), es el que antes era tradicional y consistía, básicamente, en sacar un fajo de billetes y saldar la deuda.

"Ayudando a que rule" Foto: AMagill

Molaba mucho. En el pago a proveedores, cada uno sacaba su fajo y había un componente freudiano en ver quién la tenía más gorda. Si tenías que asistir a una boda, no necesitabas sobre y siempre podías dejar la gomita de regalo.

Pero esos tiempos ya han pasado. He visto carteles que ponen que no se aceptará el pago en metálico (y ya imagino que hablan de efectivo). Sé que, cuando sacas un fajo de billetes entre personas que suelen pagar con tarjetas, te miran con recelo: hay una cierta tendencia a considerar que el dinero —a la vista— proviene de operaciones ilegales no declaradas (seguramente narcotráfico, cobro de comisiones, prostitución, tráfico de mercancía robada, contrabando, royalties). Conozco muchos comercios, a los que acepto como legales, que no admiten otra forma de pago que el efectivo. ¿Son todos sospechosos?

Viendo la evolución patria de la inocente imagen del acaudalado más famoso que recuerdo, la respuesta es sencilla.

Era un personaje de Walt Disney, Scrooge McDuck (dando origen escocés al protagonista de Cuento de Navidad, de Charles Dickens). Aquí su nombre se tradujo como Tío Gilito. Su afición era bañarse en su enorme caja de caudales (repleta de monedas, más que de billetes: pura calderilla) y que repetía el tic del avaro de Molière de divertirse rodeado por su dinero.


En España, años más tarde, el Tío Gilito se acortó el nombre —y lo repitió con eco— para emular al otro metiéndose en una piscina y rodearse de jacas. Hizo que Marbella fuera para siempre una única palabra.

Así, es normal que el dinero a la vista sea sospechoso y, por eso, mucha gente lo imagina en bolsas negras de basura (dinero negro).

Y este Gobierno, adalid en la defensa de las libertades, recela del uso del pago en efectivo y pone restricciones porque presupone que, quienes lo utilizamos, somos todos maleantes.

Mi amigo, a la vista del empeño en la lucha contra la economía sumergida, me cuenta que cerrará su negocio de alquiler de trajes de buzo.


viernes, 11 de mayo de 2012

Que me quiten lo bailao

La secuencia de acontecimientos es suficientemente alucinante como para que no me entretenga en realizar una crónica. Apuntaré momentos aislados y detalles que, hasta ahora, habían quedado ocultos. Aquí se desvelarán los más jugosos.

"La cagamos"

Tras comprobar que todo se desmorona, nuestro protagonista pasa la noche del sábado con fiebre. Sus asesores le aconsejan: lo importante es la actitud.


“Deja tus sentimientos e ideas por escrito”.

La carta de RR estaba mal redactada. Mariano Gistaín lo aclara Al alba.


El anuncio se convierte en obsoleto con una rapidez endiablada. Las escenas que ilustran el spot van camino de convertirse todas en anacrónicas: la sanidad (un alumbramiento en un hospital vacío), la educación (una clase llena de gente que escribe con papel y bolígrafo), la hostelería (un bar sin cartel ni señal abre, mientras escuchan una radio de pilas; en el exterior un enigmático señor de sombrero, portando cuatro grandes globos, cruza un semáforo en rojo), una librería (con el dueño dormido mientras tiene cuatro clientes de forma simultánea), actividad física (unos niños practicando baloncesto, en la calle, ¡por la noche!), teatro (un acomodador repasa las butacas, mientras la actriz protagonista se prepara y se maquilla en el camerino), un barco (no sé si el de Chanquete; de vela, sin motor).



El delfín, ¿una verdadera premonición? se llama José Ignacio Goirigolzarri. He podido escribir su nombre, porque, además, he descubierto que tiene blog. Mucho más aburrido de lo que nadie puede imaginar. Ni con una jubilación de 3 MM €, ni con un finiquito de 58 MM €, te garantizas unas risas al final de la jornada.

Ni invitando a alguien.

"Payaso" Foto: Darwin Bell


Premiamos al que fracasa. Íñigo Sáenz de Ugarte en Zona crítica.


La sociedad española recibe la noticia de que, entre todos, pagaremos la cuenta del pufo que dejó RR —no es Roger Rabbit, no es Rolls Royce, no es Ramón Ramoncín, ni siquiera es Ronald Reagan— en Bankia.

Cada uno apoquinará 1.700 €.

Si el futuro es gris, así lo pagaremosWe go together significa TODOS JUNTOS (seremos felices)—.


Y, finalmente, conseguimos poner la guinda con el vídeo (pirata) de la reacción de RR, en fiesta privada, tras comprobar la cantidad que venía en el talón que le habían endosado por dejar Bankia (en la puta ruina). Pincha aquí.

lunes, 2 de abril de 2012

Es mi tía

Hoy en el banco:

    Hola, quería un reintegro de mi cuenta, por favor.
    ¿De qué importe?
    100 €
    ¿Cómo lo quería?
    En billetes de 500, si es tan amable.

"500" Foto: Miran Rijavec

El resto lo puede dejar para el blanqueo de la amnistía fiscal.

Gracias a Eugenia, que me sigue soportando.

Esa incierta edad [el libro]

A veces tengo la sensación de que llevo toda la vida escribiendo este libro. Por fin está terminado. Edita Libros Indie . Con ilustracio...